¡No podrán ser destruidos!

Estoy listo a resistir con cada medio, también a costa de la vida, de modo que eso pueda constituir una lección en la historia ignominosa de los que tienen la fuerza pero no la razón.
Salvador Allende
_________

Sono pronto a resistere con ogni mezzo, anche a costo della vita, in modo che ciò possa costituire una lezione nella storia ignominosa di coloro che hanno la forza ma non la ragione.



Señor Presidente:
Señoras y Señores Delegados:
Agradezco el alto honor que se me hace al invitarme a ocupar esta tribuna, la más representativa del mundo y el foro más importante y de mayor trascendencia en todo lo que atañe a la humanidad. Saludo al Señor Secretario General de las Naciones Unidas, a quien tuvimos el agrado de recibir en nuestra patria en las primeras semanas de su mandato, y a los representantes de más de 130 países que integran la Asamblea.
A usted, señor Presidente, proveniente de un país con el cual nos unen lazos fraternales, y a quien personalmente apreciamos cuando encabezó la delegación de la República Popular de Polonia a la III UNCTAD, junto con rendir homenaje a su alta investidura, deseo agradecerle sus palabras tan significativas y calurosas.
Vengo de Chile, un país pequeño pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los Tribunales de Justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la Carta Constitucional, sin que ésta prácticamente jamás dejado de ser aplicada. Un país, donde la vida pública está organizada en instituciones civiles, que cuenta con fuerzas armadas de probada formación profesional y de hondo espíritu democrático. Un país de cerca de diez millones de habitantes que en una generación ha dado dos Premios Nobel de Literatura. Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos hijos de modestos trabajadores. En mi patria, historia, tierra y hombre se funden en un gran sentimiento nacional.
Pero Chile es también un país cuya economía retrasada ha estado sometida, e inclusive enajenada, a empresas capitalistas extranjeras; ha sido conducido a un endeudamiento externo superior a los cuatro mil millones de dólares, cuyo servicio anual significa más del 30% del valor de sus exportaciones, con una economía estrechamente sensible ante la coyuntura externa, crónicamente estancada e inflacionaria. Así, millones de personas han sido forzadas a vivir en condiciones de explotación y miseria, de cesantía abierta o disfrazada.
Hoy vengo aquí, porque mi país está enfrentado a problemas que, en su trascendencia universal, son objeto de la permanente atención de esta Asamblea de las Naciones: la lucha por la liberación social, el esfuerzo por el bienestar y el progreso intelectual, la defensa de la personalidad y dignidad, nacionales.
La perspectiva que tenía ante sí mi patria, como tantos otros países del Tercer Mundo, era un modelo de modernización reflejo, que los estudios técnicos y la realidad más trágica coinciden en demostrar que está condenado a excluir de las posibilidades de progreso, bienestar y liberación social a más y más millones de personas, relegándolas a una vida sub-humana. Modelo que va a producir mayor escasez de viviendas, que condenará a un número cada vez más grande de ciudadanos a la cesantía, al analfabetismo, a la ignorancia y a la miseria fisiológica.
La misma perspectiva, en síntesis, que nos ha mantenido en una relación de colonización o de dependencia. Que nos ha explotado en tiempos de guerra fría, pero también en tiempos de conflagración bélica y también en tiempos de paz. A nosotros, los países subdesarrollados, se nos quiere condenar a ser realidades de segunda clase siempre subordinados.
Este es el modelo que la clase trabajadora chilena, al imponerse como protagonista de su propio porvenir, ha resuelto rechazar, buscando en cambio un desarrollo acelerado, autónomo y propio, transformando revolucionariamente las estructuras tradicionales.
El pueblo de Chile ha conquistado el Gobierno tras una larga trayectoria de generosos sacrificios, y se encuentra plenamente entregado a la tarea de instaurar la democracia económica, para que la actividad productiva responda a necesidades y expectativas sociales y no a intereses de lucro personal.
De modo programado y coherente, la vieja estructura apoyada en la explotación de los trabajadores y en el dominio por una minoría de los principales medios de producción, está siendo superada. En su reemplazo surge una nueva estructura, dirigida por los trabajadores, que puesta al servicio de los intereses de la mayoría, está sentando las bases de un crecimiento que implica desarrollo auténtico, que involucra a todos los habitantes y no margina a vastos sectores de conciudadanos a la miseria y la relegación social.
Los trabajadores están desplazando a los sectores privilegiados del poder político y económico, tanto en los centros de labor como en las comunas y en el Estado. Este es el contenido revolucionario del proceso que está viviendo mi país, de superación del sistema capitalista, para dar apertura al socialismo.
La necesidad de poner al servicio de las enormes carencias del pueblo la totalidad de nuestros recursos económicos, iba a la par con la recuperación para Chile de su dignidad. Debíamos acabar con la situación de que nosotros, los chilenos, debatiéndonos contra la pobreza y el estancamiento, tuviéramos que exportar enormes sumas de capital, en beneficio de la más poderosa economía de mercado del mundo. La nacionalización de los recursos básicos constituía una reivindicación histórica. Nuestra economía no podía tolerar por más tiempo la subordinación que implicaba tener más del 80% de sus exportaciones en manos de un reducido grupo de grandes compañías extranjeras, que siempre han antepuesto sus intereses a las necesidades de los países en los cuales lucran. Tampoco podíamos aceptar la lacra del latifundio, los monopolios industriales y comerciales, el crédito en beneficio de unos pocos, las brutales desigualdades en la distribución del ingreso.
El cambio de la estructura del poder que estamos llevando a cabo, el progresivo papel de dirección que en ella asumen los trabajadores, la recuperación nacional de las riquezas básicas, la liberación de nuestra patria de la subordinación a las potencias extranjeras, son la culminación de un largo proceso histórico. Del esfuerzo por imponer las libertades políticas y sociales, de la heroica lucha de varias generaciones de obreros y campesinos por organizarse como fuerza social para conquistar el poder político y desplazar a los capitalistas del poder económico.
Su tradición, su personalidad, su conciencia revolucionaria, permiten al pueblo chileno impulsar el proceso hacia el socialismo, fortaleciendo las libertades cívicas, colectivas e individuales, respetando el pluralismo cultural e ideológico. El nuestro es un combate permanente por la instauración de las libertades sociales, de la democracia económica, mediante el pleno ejercicio de las libertades políticas.
La voluntad democrática de nuestro pueblo ha asumido el desafío de impulsar el proceso revolucionario dentro de los marcos de un estado de Derecho altamente institucionalizado, fue ha sido flexible a los cambios y que hoy está frente a la necesidad de ajustarse a la nueva realidad socioeconómica.
Hemos nacionalizado las riquezas básicas. Hemos nacionalizado el cobre.
Lo hemos hecho por decisión unánime del Parlamento, donde los partidos de Gobierno están en minoría. Queremos que todo el mundo lo entienda claramente: no hemos confiscado las empresas extranjeras de la gran minería del cobre. Eso sí, de acuerdo con disposiciones constitucionales, reparamos una injusticia histórica, al deducir de la indemnización las utilidades por ellas percibidas más allá de un 12.1% anual, a partir de 1955. Las utilidades que habían obtenido en el transcurso de los últimos quince años algunas de las empresas nacionalizadas eran tan exorbitantes que, al aplicársele como límite la utilidad razonable del 12% anual, esas empresas fueron afectadas por deducciones de significación. Tal es el caso, por ejemplo, de una filial de Anaconda Company que, entre 1955 y 1970, obtuvo en Chile una utilidad promedio del 21,5% anual sobre su valor de libro, mientras las utilidades de Anaconda en otros países alcanzaban sólo un 3,6% al año.
Esa es la situación de una filial de Kennecott Copper Corporation que en el mismo período obtuvo en Chile una utilidad promedio del 52% anual, llegando en algunos años a utilidades tan increíbles como el 106% en 1967, el 113% en 1968, y más del 205% en 1969. El promedio de las utilidades de Kennecott en otros países alcanzaba, en la misma época, a menos del 10% anual. Sin embargo, la aplicación de la norma Constitucional ha determinado que otras empresas cupieras no fueran objeto de desacuerdos por concepto de utilidades excesivas, ya que sus beneficios no excedieron el límite razonable del 12% anual.
Cabe destacar que en los años inmediatamente anteriores a la nacionalización, las grandes empresas del cobre habían iniciado planes de expansión los que en gran medida han fracasado, y para los cuales no aportaron recursos propios, no obstante las grandes utilidades que percibían, y que financiaron a través de créditos externos.
De acuerdo con las disposiciones legales, el Estado chileno ha debido hacerse cargo de esas deudas, las que ascienden a la enorme cifra de más de 727 millones de dólares. Hemos empezado a pagar incluso deudas que una de estas empresas había contratado con Kennecott, su compañía matriz en Estados Unidos.
Estas mismas empresas, que explotaron el cobre chileno durante muchos años, sólo en los últimos cuarenta y dos años se llevaron en ese lapso más de cuatro mil millones de dólares de utilidades, en circunstancias que su inversión inicial no subió de treinta millones. Un simple y doloroso ejemplo: en agudo contraste, en mi país hay setecientos mil niños que jamás podrán gozar de la vida en términos normalmente humanos, porque en sus primeros ocho meses de existencia no recibieron la cantidad elemental de proteínas. Cuatro mil millones de dólares transformarían totalmente a mi patria. Sólo parte de esta suma aseguraría proteínas para siempre a todos los niños de mi patria.
La nacionalización del cobre se ha hecho observando escrupulosamente el ordenamiento jurídico interno, y con respecto a las normas del Derecho Internacional, el cual no tiene por qué ser identificado con los intereses de las grandes empresas capitalistas.
Este es en síntesis el proceso que mi patria vive, que he creído conveniente presentar ante esta Asamblea, con la autoridad que nos da el que estemos cumpliendo con rigor las recomendaciones de las Naciones Unidas, y apoyándonos en el esfuerzo interno como base del desarrollo económico y social.
Aquí, en este foro, se ha aconsejado el cambio de las instituciones y de las estructuras atrasadas; la movilización de los recursos nacionales - naturales y humanos -; la redistribución del ingreso; dar prioridad a la educación y a la salud, así como a la atención de los sectores más pobres de la población. Todo esto es parte esencial de nuestra política y se halla en pleno proceso de ejecución.
Por eso resulta tanto más doloroso tener que venir a esta tribuna a denunciar que mi país es víctima de una grave agresión.
Habíamos previsto dificultades y resistencia externas para llevar a cabo nuestro proceso de cambios, sobre todo frente a la nacionalización de nuestros recursos, naturales. El imperialismo y su crueldad tienen un largo y ominoso historial en América Latina, y está muy cerca la dramática y heroica experiencia de Cuba. También lo está la del Perú, que ha debido sufrir las consecuencias de su decisión de disponer soberanamente de su petróleo. En plena década del 70, después de tantos acuerdos y resoluciones de la comunidad internacional, en los que se reconoce el derecho soberano de cada país de disponer de sus recursos naturales en beneficio de su pueblo; después de la adopción de los Pactos Internacionales sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales y de la Estrategia para el Segundo Decenio del Desarrollo, que solemnizaron tales acuerdos, somos víctimas de una nueva manifestación del imperialismo. Más sutil, más artera, y terriblemente eficaz, para impedir el ejercicio de nuestros derechos de Estado soberano.
Desde el momento mismo en que triunfamos electoralmente el 4 de septiembre de 1970, estamos afectados por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendió impedir la instalación de un gobierno libremente elegido por el pueblo, y derrocarlo desde entonces. Que ha querido aislarnos del mundo, estrangular la economía, paralizar el comercio del principal producto de exportación que es el cobre, y privarnos del acceso a las fuentes de financiamiento internacional.
Estamos conscientes de que cuando denunciamos el bloqueo financiero-económico con que se nos agrede, tal situación aparece difícil de ser comprendida con facilidad por la opinión pública internacional, y aun por algunos de nuestros compatriotas. Porque no se trata de una agresión abierta, que haya sido declarada sin embozo ante la faz del mundo. Por el contrario, es un ataque siempre oblicuo, subterráneo, sinuoso, pero no por eso menos lesivo para Chile.
Nos encontramos frente a fuerzas que operan en la penumbra, sin bandera, con armas poderosas, apostadas en los más variados lugares de influencia.
Sobre nosotros no pesa ninguna prohibición de comerciar. Nadie ha declarado que se propone un enfrentamiento con nuestra nación. Parecería que no tenemos más enemigos que los propios y naturales adversarios políticos internos.
No es así. Somos víctimas de acciones casi imperceptibles, disfrazadas generalmente con frases y declaraciones que ensalzan el respeto a la soberanía y a la dignidad de nuestro país. Pero nosotros conocemos en carne propia la enorme distancia que hay entre dichas declaraciones y las acciones específicas que debemos soportar.
No estoy aludiendo a cuestiones vagas. Me refiero a problemas concretos que hoy aquejan a mi pueblo, y que van a tener repercusiones económicas aún más graves en los meses próximos.
Chile, como la mayor parte de los países del Tercer Mundo es muy vulnerable frente a la situación del sector externo de su economía.
En el transcurso de los ùltimos doce meses el descenso de los precios internacionales del cobre ha significado al país -cuyas exportaciones alcanzan a poco más de mil millones de dólares-, la pérdida de ingresos de aproximadamente doscientos millones de dólares.
Mientras los productos, tanto industriales como agropecuarios, que debemos importar, han experimentado fuertes alzas; algunos de ellos hasta de un 60%.
Como casi siempre, Chile compra a precios altos y vende a precios bajos.
Ha sido justamente en estos momentos, de por sí difíciles para nuestra balanza de pagos, cuando hemos debido hacer frente, entre otras cosas, a las siguientes acciones simultáneas, destinadas al parecer a tomar revancha del pueblo chileno por su decisión de nacionalizar el cobre.
Hasta el momento de la iniciación de mi Gobierno, Chile percibía por concepto de préstamos otorgados por organismos financieros internacionales, tales como el Banco Mundial y el Banco Internacional de Desarrollo, un monto de recursos cercano a ochenta millones de dólares al año. Violentamente, estos financiamientos han sido interrumpidos.
En el decenio pasado, Chile recibía préstamos de la Agencia para el Desarrollo Internacional del Gobierno de EE.UU. (AID), por un valor de 50 millones de dólares.
No pretendemos que esos préstamos sean restablecidos.
Estados Unidos es soberano para otorgar ayuda externa, o no, a cualquier país. Sólo queremos señalar, que la drástica supresión de esos créditos ha significado contracciones importantes en nuestra balanza de pagos.
Al asumir la Presidencia, mi país contaba con líneas de crédito a corto plazo de la banca privada norteamericana, destinadas al financiamiento de nuestro comercio exterior, por cerca de doscientos veinte millones de dólares.
En breve plazo, se ha suspendido de estos créditos un monto de alrededor de ciento noventa millones de dólares, suma que hemos debido pagar al no renovarse las respectivas operaciones.
Como la mayor parte de los países de América Latina, Chile, por razones tecnológicas y de otro orden, debe efectuar importantes adquisiciones de bienes de capital en Estados Unidos. En la actualidad, tanto los financiamientos de proveedores como los que ordinariamente otorga el Eximbank para este tipo de operaciones, nos han sido también suspendidos, encontrándose en la anómala situación de tener que adquirir esta clase de bienes con pago anticipado, lo cual presiona extraordinariamente sobre nuestra balanza de pagos.
Los desembolsos de préstamos contratados por Chile con anterioridad a la iniciación de mi Gobierno, con agencias del sector público de Estados Unidos, y que se encontraban entonces en ejecución, también se han suspendido. En consecuencia, tenemos que continuar la realización de los proyectos correspondientes, efectuando compras al contado en el mercado norteamericano, ya que, en plena marcha de las obras, es imposible reemplazar la fuente de las importaciones respectivas. Para ello, se había previsto que el financiamiento proviniera de organismos del gobierno norteamericano.
Como resultado de acciones dirigidas en contra del comercio del cobre en los países de Europa Occidental, nuestras operaciones de corto plazo con bancos privados de ese Continente - basadas fundamentalmente en cobranzas de ventas de este metal -, se han entorpecido enormemente. Esto ha significado la no renovación de líneas de crédito por más de veinte millones de dólares; la suspensión de gestiones financieras que estaban a punto de concretarse por más de doscientos millones de dólares, y la creación de un clima que impide el manejo normal de nuestras compras en tales países, así como distorsiona agudamente todas nuestras actividades en el campo de las finanzas externas.
Esta asfixia financiera de proyecciones brutales, dadas las características de la economía chilena, se ha traducido en una severa limitación de nuestras posibilidades de abastecimientos de equipos, de repuestos, de insumos, de productos alimenticios, de medicamentos. Todos los chilenos estamos sufriendo las consecuencias de estas medidas, las que se proyectan en la vida diaria de cada ciudadano, y naturalmente, también, en la vida política interna. Lo que he descrito significa que se ha desvirtuado la naturaleza de los organismos internacionales, cuya utilización como instrumentos de la política bilateral de cualquiera de sus países miembros, por poderoso que sea, es jurídica y moralmente inaceptable. ¡Significa presionar a un país económicamente débil! ¡Significa castigar a un pueblo por su decisión de recuperar sus recursos básicos! ¡Significa una forma premeditada de intervención en los asuntos internos de un país! ¡Esto es lo que denominamos insolencia imperialista!
Señores delegados, ustedes lo saben y no pueden dejar de recordarlo: esto ha sido repetidamente condenado por resoluciones de Naciones Unidas.
No sólo sufrimos el bloqueo financiero, también somos víctimas de una clara agresión. Dos empresas que integran el núcleo central de las grandes compañías transnacionales, que clavaron sus garras en mi país, la International Telegraph & Telephone Company y la Kennecott Copper Corporation, se propusieron manejar nuestra vida política.
La ITT, gigantesca corporación cuyo capital es superior al presupuesto nacional de varios países latinoamericanos juntos, y superior incluso al de algunos países industrializados, inició, desde el momento mismo en que se conoció el triunfo popular en la elección de septiembre de 1970, una siniestra acción para impedir que yo ocupara la primera magistratura.
Entre septiembre y noviembre del año mencionado, se desarrollaron en Chile acciones terroristas planeadas fuera de nuestras fronteras, en colusión con grupos fascistas internos, las que culminaron con el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider Chereau, hombre justo y gran soldado, y símbolo del constitucionalismo de las Fuerzas Armadas de Chile. En marzo del año en curso se revelaron los documentos que denuncian la relación entre esos tenebrosos propósitos y la ITT.
Esta ùltima ha reconocido que incluso hizo en 1970 sugerencias al Gobierno de Estados Unidos para que interviniera en los acontecimientos de Chile. Los documentos son auténticos. Nadie ha osado desmentirlos.
Posteriormente, el mundo se enteró con estupor, en julio último, de distintos aspectos de un nuevo plan de acción que la misma ITT presentara al gobierno norteamericano, con el propósito de derrocar a mi Gobierno en el plazo de seis meses. Tengo en mi portafolio el documento, fechado en octubre de 1971, que contiene los dieciocho puntos que constituían ese plan. Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, el desorden social, crear el pánico en la población, para que al ser sobrepasado el Gobierno, las Fuerzas Armadas fueran impulsadas a quebrar el régimen democrático e imponer una dictadura.
En los mismos momentos en que la ITT proponía ese plan, sus representantes simulaban negociar con mi Gobierno una fórmula para la adquisición por el Estado chileno de la participación de ITT en la Compañía de Teléfonos de Chile. Desde los primeros días de mi administración habíamos iniciado conversaciones para adquirir la empresa telefónica que controlaba la ITT, por razones de seguridad nacional.
Personalmente, recibí en dos oportunidades a altos ejecutivos de esa empresa. En las discusiones mi Gobierno actuaba de buena fe. La ITT, en cambio, se negaba a aceptar el pago de un precio fijado de acuerdo con una tasación de expertos internacionales. Ponía dificultades para una solución rápida y equitativa, mientras subterráneamente intentaba desencadenar una situación caótica en mi país.
La negativa de la ITT a aceptar un acuerdo directo, y el conocimiento de sus arteras maniobras nos ha obligado a enviar al Congreso un proyecto de ley de nacionalización.
La decisión del pueblo chileno de defender el régimen democrático y el progreso de la revolución; la lealtad de las Fuerzas Armadas hacia su patria y sus leyes, ha hecho fracasar estos siniestros intentos.
Señores Delegados:
Yo acuso ante la conciencia del mundo a la ITT, de pretender provocar en mi patria una guerra civil. Esto es lo que nosotros calificamos de acción imperialista. Chile está ahora ante un peligro cuya solución depende solamente de la voluntad nacional, sino que de una vasta gama de elementos externos. Me estoy refiriendo a la acción emprendida por la Kennecott Copper.
Acción que, como expresó la semana pasada el Ministro de Minas e Hidrocarburos del Perú en la reunión Ministerial del Consejo Internacional de Países Exportadores de Cobre (CIPEC) trae a la memoria del pueblo revolucionario del Perú un pasado de oprobio del que fuera protagonista la Internacional Petroleum Co. expulsada definitivamente del país por la revolución.
Nuestra Constitución establece que las disputas originadas por las nacionalizaciones deben ser resueltas por un tribunal que, como todos los de mi país, es independiente y soberano en sus decisiones. La Kennecott Copper aceptó esta jurisdicción y durante un año litigió ante este Tribunal.
Su apelación fue denegada y entonces decidió utilizar su gran poder para despojarnos de los beneficios de nuestras exportaciones de cobre y presionar contra el Gobierno de Chile. Llegó en su osadía hasta demandar, en septiembre último, el embargo del precio de dichas exportaciones ante los tribunales de Francia, de Holanda y de Suecia. Seguramente lo intentará también en otros países.
El fundamento de estas acciones no puede ser más inaceptable, desde cualquier punto de vista jurídico y moral.
La Kennecott pretende que tribunales de otras naciones, que nada tienen que ver con los problemas o negocios que existen entre el Estado chileno y la Compañía Kennecott Copper, decidan que es nulo un acto soberano de nuestro Estado, realizado en virtud de un mandato de la más alta jerarquía, como es el dado por la Constitución política y refrendado por la unanimidad del pueblo chileno.
Esa pretensión choca contra los principios esenciales del Derecho Internacional, en virtud de los cuales los recursos naturales de un país - sobre todo cuando se trata de aquellos que constituyen su vida - le pertenecen y puede disponer libremente de ellos. No existe una ley internacional aceptada por todos, o en este caso, un tratado específico que así lo acuerde. La comunidad mundial, organizada bajo los principios de las Naciones Unidas, no acepta una interpretación del derecho internacional subordinada a los intereses del capitalismo, que lleve a los tribunales de cualquier país extranjero a amparar una estructura de relaciones económicas al servicio de aquél. Si así fuera, se estaría vulnerando un principio fundamental de la vida internacional: el de no intervención en los asuntos internos de un Estado, como expresamente lo reconoció la Tercera UNCTAD.
Estamos regidos por el Derecho Internacional; aceptado reiteradamente por las Naciones Unidas, en particular en la Resolución 1803 de la Asamblea General; norma que acaba de reforzar la Junta de Comercio y Desarrollo, precisamente teniendo como antecedente la denuncia que mi país formuló contra la Kennecott.
La resolución respectiva, junto con reafirmar el derecho soberano de todos los países a disponer libremente de sus recursos naturales, declaró que: “en aplicación de este principio, las nacionalizaciones que los Estados llevan a cabo para rescatar estos recursos son expresión de una facultad soberana, por lo que corresponde a cada Estado fijar las modalidades de tales medidas, y las disputas que puedan suscitarse con motivo de ellos son de recurso exclusivo de sus tribunales, sin perjuicio de lo dispuesto en la Resolución 1803 de la Asamblea General.” Esta resolución, excepcionalmente, permite la intervención de jurisdicciones extra nacionales siempre que “exista acuerdo entre Estados soberanos y otras partes interesadas.”
Esta es la única tesis aceptable en las Naciones Unidas. Es la única que está conforme con su filosofía y sus principios. Es la única que puede proteger el derecho de los débiles contra el abuso de los fuertes.
Como no podía ser de otra manera, hemos obtenido en los Tribunales de París el levantamiento del embargo que pesaba sobre el valor de una exportación de nuestro cobre. Seguiremos defendiendo sin desmayo la exclusiva competencia de los Tribunales chilenos para conocer de cualquier diferendo relativo a la nacionalización de nuestro recurso básico. Para Chile ésta no es sólo una importante materia de interpretación jurídica. Es un problema de soberanía. Señores Delegados: es mucho más, es un problema de supervivencia.
La agresión de la Kennecott causa perjuicios graves a nuestra economía. Solamente las dificultades directas impuestas a la comercialización del cobre han significado a Chile, en dos meses, pérdidas de muchos millones de dólares. Pero eso no es todo.
Ya me he referido a los efectos vinculados al entorpecimiento de las operaciones financieras de mi país con la banca de Europa Occidental.
Es evidente, también, el propósito de crear un clima de inseguridad ante los compradores de nuestro principal producto de exportación, lo que no se logrará.
Hacia allá se dirigen, en este momento, los designios de esta empresa imperialista, porque no puede esperar que, en definitiva, ningún poder político o judicial prive a Chile de lo que legítimamente le pertenece. Busca doblegarnos. ¡Jamás lo conseguirá! La agresión de las grandes empresas capitalistas pretende impedir la emancipación de las clases populares. Representa un ataque directo contra los intereses económicos de los trabajadores.
Señores Delegados: el chileno es un pueblo que ha alcanzado la madurez política para decidir, mayoritariamente, el reemplazo del sistema económico capitalista por el socialista.
Nuestro régimen político ha contado con instituciones suficientemente abiertas para encauzar esta voluntad revolucionaria sin quiebras violentas. Me hago un deber en advertir a esta Asamblea que las represalias y el bloqueo dirigidos a producir contradicciones y deformaciones económicas encadenadas, amenazan con repercutir sobre la paz y convivencia internas. No lo lograrán. La inmensa mayoría de los chilenos sabrá resistirlas en actitud patriótica y digna. Lo dije al comienzo: la historia, la tierra y el hombre nuestro se funden en un sentido nacional.
Ante la Tercera UNCTAD tuve la oportunidad de referirme al fenómeno de las corporaciones transnacionales y destaqué el vertiginoso crecimiento de su poder económico, influencia política y acción corruptora.
De ahí la alarma con que la opinión mundial debe reaccionar ante semejante realidad. El poderío de estas corporaciones es tan grande, que traspasa todas las fronteras. Sólo las inversiones en el extranjero de las compañías estadounidenses, que alcanzan hoy a 32 mil millones de dólares, crecieron entre 1950 y 1970 a un ritmo de 10% al año, mientras las exportaciones de este país aumentaron sólo a un 5%. Sus utilidades son fabulosas y representan un enorme drenaje de recursos para los países en desarrollo. Sólo en un año, estas empresas retiraron utilidades del Tercer Mundo que significaron transferencias netas en favor de ellas de 1723 millones de dólares: 1.013 millones de América Latina, 280 de África, 366 del Lejano Oriente y 64 del Medio Oriente.
Su influencia y su ámbito de acción están trastocando las prácticas tradicionales del comercio entre los Estados de transferencia tecnológica, de transmisión de recursos entre las naciones y las relaciones laborales.
Estarnos ante un verdadero conflicto frontal entre las grandes corporaciones transnacionales y los Estados. Estos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales - políticas, económicas y militares - por organizaciones globales que no dependen de ningún estado y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún Parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo.
En una palabra, es toda la estructura política del mundo la que está siendo socavada. “Los mercaderes no tienen patria. El lugar donde actúan no constituye un vínculo. Sólo les interesa la ganancia." Esta frase no es mía; es de Jefferson.
Pero, las grandes empresas transnacionales no sólo atentan contra los intereses genuinos de los países en desarrollo, sino que su acción avasalladora e incontrolada se da también en los países industrializados, donde se asientan. Ello ha sido denunciado en los ùltimos tiempos en Europa y Estados Unidos, lo que ha originado una investigación en el propio Senado norteamericano. Ante este peligro, los pueblos desarrollados no están más seguros que los subdesarrollados. Es un fenómeno que ya ha provocado la creciente movilización de los trabajadores organizados, incluyendo a las grandes entidades sindicales que existen en el mundo. Una vez más, la actuación solidaria internacional de los trabajadores deberá enfrentar a un adversario común: EL IMPERIALISMO.
Fueron estos actos los que, principalmente, decidieron al Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, a raíz de la denuncia presentada por Chile, a aprobar, en julio pasado, por unanimidad, una resolución disponiendo la convocatoria de un grupo de personalidades mundiales, para que estudien la “Función y los Efectos de las Corporaciones Transnacionales en el Proceso de Desarrollo, especialmente de los Países en Desarrollo, y sus Repercusiones en las Relaciones Internacionales, y que presente recomendaciones para una Acción Internacional Apropiada.”
El nuestro no es un problema aislado ni ùnico. Es la manifestación local de una realidad que nos desborda. Que abarca al Continente Latinoamericano y al Tercer Mundo. Con intensidad variable y con peculiaridades singulares, todos los países periféricos están expuestos a algo semejante. El sentido de solidaridad humana que impera en los países desarrollados, debe sentir repugnancia porque el grupo de empresas llegue a poder interferir impunemente en el engranaje más vital de la vida de una Nación, hasta perturbarlo totalmente.
El portavoz del Grupo Africano al anunciar en la Junta de Comercio y Desarrollo, hace algunas semanas, la posición de estos países frente a la denuncia que hizo Chile por la agresión de la Kennecott Copper, declaró que su Grupo se solidarizaba plenamente con Chile porque no se trataba de una cuestión que afectara sólo a una nación, sino que potencialmente a todo el mundo en desarrollo. Esas palabras tienen un gran valor, porque significan el reconocimiento de todo un Continente, de que a través del caso chileno está planteada una nueva etapa de la batalla entre el imperialismo y los países débiles del Tercer Mundo.
La batalla por la defensa de los recursos naturales es parte de la que libran los países del Tercer Mundo para vencer el subdesarrollo. La agresión que nosotros padecemos hace aparecer como ilusorio el cumplimiento de las promesas hechas en los últimos años en cuanto a una acción de envergadura para superar el estado de atraso y de necesidad de las naciones de África, Asia y América Latina.
Hace dos años esta Asamblea General, con ocasión del vigesimoquinto aniversario de la creación de las Naciones Unidas, proclamó en forma solemne la estrategia para el Segundo Decenio del Desarrollo. Por ella, todos los estados miembros de la organización, se comprometieron a no omitir esfuerzos para transformar, a través de medidas concretas, la actual injusta división internacional del trabajo y para colmar la enorme brecha económica y tecnológica que separa a los países opulentos de los países en vías de desarrollo. Estamos comprobando que ninguno de estos propósitos se convierte en realidad. Al contrario, se ha retrocedido.
Así, los mercados de los países industrializados han continuado tan cerrados como antes para los productos básicos de los países en desarrollo, especialmente los agrícolas, y aún aumentan los indicios de proteccionismo; los términos del intercambio se siguen deteriorando; el sistema de preferencias generalizadas para las exportaciones de nuestras manufacturas y semi-manufacturas no ha sido puesto en vigencia por la nación cuyo mercado ofrecía mejores perspectivas, dado su volumen, y no hay indicios de que lo sea en un futuro inmediato. La transferencia de recursos financieros públicos, lejos de llegar al 0,7% del Producto Nacional Bruto de las naciones desarrolladas, ha bajado del 0,34 al 0,24%. El endeudamiento de los países en desarrollo, que ya era enorme a principios del presente año, ha subido en pocos meses de 70 a 75 mil millones de dólares.
Los cuantiosos pagos por servicios de deudas que representan un drenaje intolerable para estos países, han sido provocados en gran medida por las condiciones y modalidades de los préstamos.
Dichos servicios aumentaron en un 18% en 1970 y en un 20% en 1971, lo que es más del doble de la tasa media del decenio de 1960.
Este es el drama del subdesarrollo y de los países que todavía no hemos sabido hacer valer nuestros derechos y defender mediante una vigorosa acción colectiva, el precio de las materias primas y productos básicos, así como hacer frente a las amenazas y agresiones del neo imperialismo.
Somos países potencialmente ricos, y vivimos en la pobreza. Deambulamos de un lugar a otro pidiendo créditos, ayuda, y sin embargo somos - paradoja propia del sistema económico capitalista - grandes exportadores de capitales. América Latina, como componente del mundo en desarrollo, se integra en el cuadro que acabo de exponer.
Junto con Asia, África y los países socialistas ha librado, en los últimos años, muchas batallas para cambiar la estructura de las relaciones económicas y comerciales con el mundo capitalista; para subsistir el injusto discriminatorio orden económico y monetario creado en Breton Woods, al término de la Segunda Guerra Mundial.
Cierto es que entre muchos países de nuestra región y los de los otros continentes en desarrollo se comprueban diferencias en el ingreso nacional y aun las hay dentro de aquellas donde existen varios países que podrían ser considerados como de menor desarrollo relativo entre los subdesarrollados.
Pero tales diferencias - que mucho se mitigan al compararlas con el Producto Nacional del mundo industrializado - no marginan a Latinoamérica del vasto sector postergado y explotado de la humanidad.
Ya el Consejo de Viña del Mar, en 1969, afirmó esas coincidencias y tipificó, precisó y cuantificó el atraso económico y social de la región y los factores externos que lo determinan, destacando las enormes injusticias cometidas en su contra bajo el disfraz de cooperación y ayuda; porque en América Latina, grandes ciudades que muchos admiran, ocultan el drama de cientos de miles de seres que viven en poblaciones marginales, producto de un pavoroso desempleo y subempleo: esconden las desigualdades profundas entre pequeños grupos privilegiados y las grandes masas, cuyos índices de nutrición y de salud no superan a los de Asia y África, que casi no tienen acceso a la cultura.
Es fácil comprender por qué nuestro continente latinoamericano registra una alta mortalidad infantil y un bajo promedio de vida, si se tiene presente que en él faltan veintiocho millones de viviendas, el cincuenta y seis por ciento de su población está subalimentada, hay más de cien millones de analfabetos y semi-analfabetos, trece millones de cesantes y más de cincuenta millones con trabajos ocasionales. Más de veinte millones de latinoamericanos no conocen la moneda, ni siquiera como medio de intercambio.
Ningún régimen, ningún gobierno, ha sido capaz de resolver los grandes déficits de vivienda, trabajo, alimentación y salud. Por el contrario, éstos se acrecientan año a año con el aumento vegetativo de la población. De continuar esta situación, ¿qué ocurrirá cuando seamos más de seiscientos millones de habitantes a fines de siglo? No siempre se percibe que el subcontinente latinoamericano, cuyas riquezas potenciales son enormes, ha llegado a ser el principal campo de acción del imperialismo económico en los ùltimos treinta años. Datos recientes del Fondo Monetario Internacional nos informan que la cuenta de inversiones privadas de los países desarrollados en América Latina arrojó un déficit en contra de ésta de diez mil millones de dólares entre 1960 y 1970. En una palabra, esta suma constituye un aporte neto de capitales de esta región al mundo opulento, en diez años.
Chile se siente profundamente solidario con América Latina, sin excepción alguna. Por tal razón, propicia y respeta estrictamente la política de No Intervención y de Autodeterminación que aplicamos en el plano mundial. Estimulamos fervorosamente el incremento de nuestras relaciones económicas y culturales. Somos partidarios de la complementación y de la integración de nuestras economías. De ahí que trabajemos con entusiasmo dentro del cuadro de la ALALC, y, como primer paso, por la formación del Mercado Común de los países Andinos, que nos une con Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador.
América Latina deja atrás la época de las protestas, que contribuyeron a robustecer su toma de conciencia.- Han sido destruidas, por la realidad, las fronteras ideológicas; han sido quebrados los propósitos divisionistas y agresionistas, y surge el afán de coordinar la ofensiva de la defensa de los intereses de los pueblos en el Continente, y en los demás países en desarrollo.-
“AQUELLOS QUE IMPOSIBILITAN LA REVOLUCION PACIFICA, HACEN QUE LA REVOLUCION VIOLENTA SEA INEVITABLE”.
La frase no es mía. ¡La comparto! Pertenece a John Kennedy.
Chile no está solo, no ha podido ser aislado ni de América Latina ni del resto del mundo. Por el contrario, ha recibido muestras de solidaridad y de apoyo. Para derrotar los intentos de crear en torno nuestro un cerco hostil, se conjugaron el creciente repudio al imperialismo, el respeto que merecen los esfuerzos del pueblo chileno y la respuesta a nuestra política de amistad con todas las naciones del mundo.
En América Latina todos los esquemas de cooperación o integración económica y cultural de que formamos parte, en el plano regional y subregional, han continuado vigorizándose a ritmo acelerado, y dentro de ellos nuestro comercio ha crecido considerablemente, en particular con Argentina, México y los países del Pacto Andino. No ha sufrido trizaduras la coincidencia de los países latinoamericanos, en foros mundiales y regionales, para sostener los principios de libre determinación sobre los recursos naturales.
Y frente a los recientes atentados contra nuestra soberanía hemos recibido fraternales demostraciones de total solidaridad. A todos, nuestro reconocimiento.
Es justo mencionar las reiteraciones de solidaridad del Presidente del Perú, hechas durante la conversación que sostuve con él hace horas, y señalar la fraternal recepción que me brindaran el Presidente y el pueblo mexicanos en la grata visita que acabo de realizar a su nación. Cuba socialista, que sufre los rigores del bloqueo, nos ha entregado sin reservas, permanentemente, su adhesión revolucionaria.
En el plano mundial, debo destacar muy especialmente que desde el primer momento hemos tenido a nuestro lado, en actitud ampliamente solidaria, a los países socialistas de Europa y Asia. La gran mayoría de la comunidad mundial nos honró con la elección de Santiago como sede de la Tercera UNCTAD, y ha acogido con interés nuestra invitación para albergar la Primera Conferencia Mundial sobre Derecho del Mar, que reitero en esta oportunidad. La reunión a nivel ministerial de los Países No Alineados, celebrada en Georgetown, Guayana, en septiembre último, nos expresó públicamente su decidido respaldo frente a la agresión de que somos objeto por parte de la Kennecott Copper. El CIPEC , organismo de coordinación establecido por los países principales exportadores de cobre -Perú, Zaire, Zambia y Chile-, reunido a solicitud de mi Gobierno, a nivel ministerial, recientemente en Santiago, para analizar la situación de agresión en contra de mi patria creada por la Kennecott, adoptó varias resoluciones y recomendaciones a los Estados, que constituyen un claro apoyo a nuestra posición y un importante paso dado por países del Tercer Mundo para defender el comercio de sus productos básicos. Estas resoluciones serán, seguramente, materia de importante debate en la Segunda Comisión.
Sólo quiero citar aquí la categórica declaración de “que todo acto que impida o entrabe el ejercicio del derecho soberano de los países a disponer libremente de sus recursos naturales, constituye una agresión económica”.
Desde luego, los actos de la empresa Kennecott contra Chile, son agresión económica; por lo tanto, acuerdan solicitar de sus Gobiernos se suspenda con ella toda relación económica y comercial; que las disputas sobre indemnizaciones, en caso de nacionalización, son de exclusiva competencia de los Estados que las decretan.
Pero lo más significativo, es que acordó crear un mecanismo permanente de protección y solidaridad en relación al cobre. Ese mecanismo, junto al OPEC, que opera en el campo petrolero, es el germen de lo que debiera ser una organización de todos los países del Tercer Mundo, para proteger y defender la totalidad de sus productos básicos, tanto los mineros e hidrocarburos, como los agrícolas.
La gran mayoría de los países de Europa Occidental, desde el extremo norte con los países escandinavos, hasta el extremo sur con España, han seguido cooperando con Chile y nos ha significado su comprensión.
Por último, hemos visto con emoción la solidaridad de la clase trabajadora del mundo, expresada por sus grandes centrales sindicales; y manifestada en actos de hondo significado, como fue la negativa de los obreros portuarios de Le Havre y Rotterdam a descargar el cobre de Chile, cuyo pago ha sido arbitraria e injustamente embargado.
Señor Presidente, Señores Delegados: He centrado mi exposición en la agresión a Chile y en los problemas latinoamericanos y mundiales que a ella se conectan, ya sea en su origen o en sus efectos.
Quisiera ahora referirme brevemente a otras cuestiones que interesan a la comunidad internacional.
No voy a mencionar todos los problemas mundiales que están en el temario de esta Asamblea. No tengo la pretensión de avanzar soluciones sobre ellos. Esta Asamblea está trabajando afanosamente desde hace más de dos meses en definir y acordar medidas adecuadas.
Confiamos en que el resultado de esta labor será fructífero. Mis observaciones serán de carácter general y reflejan preocupaciones del pueblo chileno.
Con ritmo acelerado se transforma el cuadro de la política internacional que hemos vivido desde la postguerra, y ello ha producido una nueva correlación de fuerzas. Han aumentado y se han fortalecido centros de poder político y económico.
En el caso del mundo socialista, cuya influencia ha crecido notablemente, su participación en las más importantes decisiones de política en el campo internacional, es cada vez mayor. Es mi convicción que no podrán transformarse las relaciones comerciales y el sistema monetario internacionales, aspiración compartida por los pueblos- si no participan plenamente en ese proceso todos los países del mundo y entre ellos, los del Área Socialista. La República Popular China, alberga en sus fronteras a casi un tercio de la humanidad, ha recuperado, después de un largo e injusto ostracismo, el lugar que es el suyo en el foro de las negociaciones multilaterales y ha entablado nexos diplomáticos y de intercambio con la mayoría de los países del mundo.
Se ha ampliado la Comunidad Económica Europea con el ingreso del Reino Unido de Gran Bretaña y otros países, lo que le da un peso mayor en las decisiones, sobre todo en el campo económico. El crecimiento económico del Japón ha alcanzado una velocidad portentosa. El mundo en desarrollo está adquiriendo cada día mayor conciencia de sus realidades y de sus derechos. Exige justicia y equidad en el trato y que se reconozca el lugar que le corresponde en el escenario mundial.
Motores de esta transformación han sido, como siempre, los pueblos, en su progresiva liberación para convertirse en sujetos de la historia. La inteligencia del hombre ha impulsado vertiginosos progresos de la ciencia y de la técnica. La persistencia y el vigor de la política de coexistencia pacífica, de independencia económica y de progreso social que han promovido las naciones socialistas, han contribuido decisivamente al alivio de las tensiones que dividieron al mundo durante más de veinte años y han determinado la aceptación de nuevos valores en la sociedad y en las relaciones internacionales.
Saludamos los cambios que traen promesas de paz y de prosperidad para muchos pueblos, pero exigimos que participe de ellos la humanidad entera. Desgraciadamente, estos cambios han beneficiado sólo en grado mezquino al mundo en desarrollo. Este sigue tan explotado como antes.
Distante cada vez más de la civilización del mundo industrializado. Dentro de él bullen nobles aspiraciones y justas rebeldías que continuarán estallando con fuerza creciente.
Manifestamos complacencia por la superación casi completa de la guerra fría y por el desarrollo de acontecimientos alentadores; las negociaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos, tanto respecto al comercio como al desarme; la concertación de tratados entre la República Federal Alemana, la Unión Soviética y Polonia; la inminencia de la Conferencia de Seguridad Europea; las negociaciones entre los dos Estados Alemanes y su ingreso prácticamente asegurado a las Naciones Unidas; las negociaciones entre los gobiernos de la República Democrática de Corea y de la República de Corea, para nombrar los más promisorios. Es innegable que en la arena internacional hay treguas, acuerdos, disminución de la situación explosiva.
Pero hay demasiados conflictos no resueltos que exigen la voluntad de concordia de las partes, o la colaboración de la comunidad internacional y de las grandes potencias. Continúan activas las agresiones y disputas en diversas partes del mundo: el conflicto en el Medio Oriente, el más explosivo de todos, donde todavía no ha podido obtenerse la paz, según lo han recomendado resoluciones de los principales Órganos de las Naciones Unidas; el asedio y la persecución contra Cuba; la explotación colonial; la ignominia del racismo y del apartheid; el ensanchamiento de la brecha económica y tecnológica entre países pobres.
No hay paz para Indochina, pero tendrá que haberla. Llegará la paz para Vietnam. Tiene que llegar, porque ya nadie duda de la inutilidad de esta guerra monstruosamente injusta, que persigue un objetivo tan irrealizable en estos días como es imponer, a pueblos con conciencia revolucionaria, políticas que no pueden compartir porque contrarían su interés nacional, su genio y su personalidad.
Habrá paz. ¡Pero, qué deja esta guerra tan cruel, tan prolongada y tan desigual! El saldo, tras tantos años de lucha cruenta, es sólo la tortura de un pueblo admirable en su dignidad; millones de muertos y de huérfanos; ciudades enteras desaparecidas; cientos de miles de hectáreas de tierras asoladas, sin vida vegetal posible; la destrucción ecológica. La sociedad norteamericana conmovida; miles de hogares sumidos en el pesar por la ausencia de los suyos. No se siguió la ruta de Lincoln.
Esta guerra deja también muchas lecciones. Que el abuso de la fuerza desmoraliza al que la emplea y produce profundas dudas en su propia conciencia social. Que la convicción de un pueblo que defiende su independencia lo lleva al heroísmo y lo hace capaz de resistir la violencia material del más gigantesco aparato militar y económico.
El nuevo cuadro político crea condiciones favorables para que la comunidad de naciones haga en los años venideros un gran esfuerzo destinado a dar renovada vida y dimensión al orden internacional.
Dicho esfuerzo deberá inspirarse en los principios de la Carta y en otros que la comunidad ha ido agregando, por ejemplo los de la UNCTAD. Como lo hemos dicho, tres conceptos fundamentales que presiden las responsabilidades entregadas a las Naciones Unidas debieran servirle de guía: el de la seguridad colectiva política, el de la seguridad colectiva económico-social y el del respeto universal a los derechos fundamentales del hombre, incluyendo los del orden económico, social y cultural, sin discriminación alguna.
Damos particular importancia a la tarea de afirmar la seguridad económica colectiva, en la cual tanto han insistido recientemente Brasil y el Secretario General de las Naciones Unidas.
Como paso importante en esta dirección, la organización mundial cuanto antes debiera hacer realidad la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, fecunda idea que llevó el Presidente de México, Luis Echeverría, a la Tercera UNCTAD. Como el ilustre mandatario del país hermano, creemos que “no es posible un orden justo y un mundo estable en tanto no se creen obligaciones y derechos que protejan a los estados débiles”.
La acción futura de la colectividad de naciones debe acentuar una política que tenga como protagonistas a todos los pueblos. La Carta de las Naciones Unidas fue concebida y presentada en nombre de Nosotros los Pueblos de las Naciones Unidas”.
La acción internacional tiene que estar dirigida a servir al hombre que no goza de privilegios sino que sufre y labora: al minero de Cardiff, como al “Fellah” de Egipto; al trabajador que cultiva el cacao en Ghana o en Costa de Marfil, como al campesino del altiplano en Sudamérica; al pescador de Java, como al cafetalero de Kenia o de Colombia. Aquélla debiera alcanzar a los dos mil millones de seres postergados a los que la colectividad tiene la obligación de incorporar al actual nivel de la evolución histórica y reconocerle “el valor y la dignidad de persona humana”, como lo contempla el preámbulo de la Carta.
Es la tarea impostergable para la comunidad internacional, asegurar el cumplimiento de la estrategia para el Segundo Decenio del Desarrollo y poner este instrumento a tono con las nuevas realidades del Tercer Mundo y con la renovada conciencia de los pueblos.
La disminución de las tensiones en las relaciones entre países, el progreso de la cooperación y el entendimiento, exigen y permiten simultáneamente reconvertir las gigantescas actividades destinadas a la guerra en otras que impongan, como nueva frontera, atender las inconmensurables carencias de todo orden de más de dos tercios de la humanidad. De modo tal que los países más desarrollados aumenten su producción y empleo en asociación con los reales intereses de los países menos desarrollados. Sólo entonces podríamos hablar de una auténtica comunidad internacional.
La presente Asamblea deberá concretar la realización de la Conferencia Mundial para establecer el llamado derecho del mar; es decir, un conjunto de normas que reglen, de modo global, todo lo referente al uso y explotación del vasto espacio marino, comprendido su subsuelo. Es esta una tarea grandiosa y promisoria para las Naciones Unidas, porque estamos frente a un problema del cual recién la humanidad, como un todo, adquiere conciencia, y aún muchas situaciones establecidas pueden conciliarse perfectamente con el interés general. Quiero recordar que cupo a los países del extremo sur de América Latina -Ecuador, Perú y Chile- iniciar hace justo veinte años esta toma de conciencia, que culminará con la adopción de un tratado sobre el derecho del mar. Es imperativo que este tratado incluya el principio aprobado por la Tercera UNCTAD sobre los derechos de los estados ribereños a los recursos dentro de su mar jurisdiccional y, al mismo tiempo, cree los instrumentos y los mecanismos para que el espacio marino extra jurisdiccional sea patrimonio común de la humanidad y sea explotado en beneficio de todos por una autoridad internacional.
Reafirmo nuestra esperanza en la misión de las Naciones Unidas. Sabemos que sus éxitos o sus fracasos dependen de la voluntad política de los estados y de su capacidad para interpretar los anhelos de la inmensa mayoría de la raza humana. De ellos depende que Naciones Unidas pueda ser un foro meramente convencional o un instrumento eficaz.
He traído hasta aquí la voz de mi patria, unida frente a las presiones externas. Un país que pide comprensión. Que reclama justicia. La merece, porque siempre ha respetado el principio de Autodeterminación y ha observado estrictamente el de No Intervención en los asuntos internos de otros estados. Nunca se ha apartado del cumplimiento de sus obligaciones internacionales y ahora cultiva relaciones amistosas con todos los países del orbe. Cierto es que con algunos tenemos diferencias, pero no hay ninguna que no estemos dispuestos a discutir, utilizando para ello los instrumentos multilaterales o bilaterales que hemos suscrito. Señores Delegados: he querido reafirmar, así, enfáticamente, que la voluntad de paz y cooperación universal es una de las características dominantes del pueblo chileno. De ahí la resuelta firmeza con que defenderá su independencia política y económica, y el cumplimiento de sus obligaciones colectivas, democráticamente adoptadas en el ejercicio de su soberanía.
En menos de una semana, acaban de ocurrir hechos que convierten en certeza nuestra confianza de que venceremos pronto en la lucha entablada para alcanzar dichos objetivos. La franca, directa y cálida conversación sostenida con el distinguido Presidente del Perú, general Juan Velasco Alvarado, quien reiteró públicamente la solidaridad plena de su país con Chile ante los atentados que acabamos de denunciar ante ustedes; los acuerdos de CIPEC, que ya cité; y mi visita a México.
Es difícil, casi imposible, describir la profundidad, la firmeza del apoyo que nos fue brindado por el Gobierno y el pueblo mexicano. Recibí tales demostraciones de adhesión del Presidente Echeverría, del Parlamento, de las universidades y sobre todo del pueblo, expresándose en forma multitudinaria, que la emoción todavía me embarga y me abruma por su infinita generosidad. Vengo reconfortado, porque después de esa experiencia sé ahora, con certidumbre absoluta, que la conciencia de los pueblos latinoamericanos acerca de los peligros que nos amenazan a todos, adquiere una nueva dimensión, y que ellos están convencidos de que la unidad es la ùnica manera de defenderse de este grave peligro.
Cuando se siente el fervor de cientos de miles de hombres y mujeres, apretándose en las calles y plazas para decir con decisión y esperanza: “Estamos con ustedes, no cejen, vencerán”, toda duda se disipa, toda angustia se desvanece.
Son los pueblos, todos los pueblos al sur del Río Bravo, que se yerguen para decir: “¡Basta! ¡Basta a la dependencia! ¡Basta a las presiones! ¡Basta a la intervención!” Para afirmar el derecho soberano de todos los países en desarrollo, a disponer libremente de sus recursos naturales.
Existe una realidad, hecha voluntad y conciencia. Son más de doscientos cincuenta millones de seres que exigen ser oídos y respetados.
Cientos de miles de chilenos me despidieron con fervor, al salir de mi patria, y me entregaron el mensaje que he traído a esta Asamblea Mundial. Estoy seguro que ustedes, representantes de las naciones de la tierra, sabrán comprender mis palabras.
Es nuestra confianza en nosotros lo que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la humanidad, en la certeza de que esos valores tendrán que prevalecer. ¡No podrán ser destruidos!

Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Nueva York, 4 de diciembre de 1972


Salvador Allende


Signor Presidente:
Signore e Signori Delegati:
Ringrazio per l'alto onore che mi viene fatto invitandomi ad occupare questa tribuna, la più rappresentativa del mondo, nel foro più importante e di maggiore rilevanza per tutto quello che concerne l'umanità. Saluto il Signor Segretario Generale delle Nazioni Unite che avemmo il piacere di ricevere nella nostra patria nelle prime settimane del suo mandato, ed i rappresentanti di più di 130 paesi che compongono l'Assemblea.
A lei, signore Presidente, proveniente da un paese al quale ci uniscono legami fraterni, e che personalmente apprezzammo quando guidò la delegazione della Repubblica Popolare di Polonia alla III° UNCTAD [United Nations Conference on Trade and Development, N.d.T.], oltre a rendere omaggio alla sua alta investitura, desidero ringraziarla per le sue parole tanto significative e calorose.
Vengo dal Cile, un paese piccolo, ma dove oggi ogni cittadino è libero di esprimersi come meglio preferisce, di incondizionata tolleranza culturale, religiosa ed ideologica, senza spazio per la discriminazione razziale. Un paese con una classe operaia unita in una sola organizzazione sindacale, dove il suffragio universale e segreto è lo strumento con cui si definisce un regime pluripartitico, con un parlamento dall’attività ininterrotta fin dalla sua creazione centosessant’anni fa, dove i tribunali sono indipendenti dall’esecutivo, in cui una sola volta, dal 1833, è stata cambiata la Costituzione, senza che essa abbia per altro mai cessato in pratica di essere applicata. Un paese, dove la vita pubblica è organizzata in istituzioni civili che conta su forze armate di provata formazione professionale e di profondo spirito democratico. Un paese di circa dieci milioni di abitanti che in una generazione ha dato due premi Nobel per la letteratura: Gabriela Mistral e Pablo Neruda, entrambi figli di modesti lavoratori. Storia, terra e uomo di fondano in un grande sentimento nazionale.
Ma il Cile è anche un paese la cui economia ritardata è stata sottomessa, oltre che alienata, ad imprese capitaliste straniere; è stato condotto ad un indebitamento estero superiore ai quattro miliardi di dollari il cui interesse annuale significa più del 30 percento del valore delle sue esportazioni, con un'economia estremamente sensibile alle congiunture esterne, cronicamente stagnante ed inflazionata. Così, milioni di persone sono state costrette a vivere in condizioni di sfruttamento e miseria, di disoccupazione aperta o mascherata.
Oggi vengo qui, perché il mio paese sta affrontando dei problemi che, nelle loro implicazioni universali, sono oggetto della permanente attenzione di questa Assemblea delle Nazioni: la lotta per la liberazione sociale, lo sforzo per il benessere ed il progresso intellettuale, la difesa della personalità e dignità nazionali.
La prospettiva che aveva davanti a sé la mia patria, come tanti altri paesi del Terzo Mondo, era un modello di modernizzazione riflessa che, come gli studi tecnici e la realtà più tragica concordemente dimostrano, sta condannando all'esclusione della possibilità di progresso, benessere e liberazione sociale sempre più milioni di persone, relegandoli ad una vita subumana. Modello che produce maggiore scarsità di abitazioni, che condannerà un sempre maggior numero di cittadini alla disoccupazione, all'analfabetismo, all'ignoranza e alla miseria fisiologica.
La stessa prospettiva, in sintesi, che ci ha mantenuti in un rapporto di colonizzazione o di dipendenza. Che ci ha sfruttati in tempi di guerra fredda, ma anche in tempi di conflagrazione bellica ed anche in tempi di pace. A noi, i paesi sottosviluppati, ci si vuole condannare ad essere sempre realtà di seconda classe, subordinati.
Questo è il modello che la classe lavoratrice cilena, nell'imporsi come protagonista del proprio futuro, ha deciso di respingere, cercando invece uno sviluppo accelerato, autonomo e proprio, trasformando rivoluzionariamente le strutture tradizionali.
Il popolo del Cile ha conquistato il governo dopo un lungo cammino di generosi sacrifici, ed è oggi completamente dedito al compito di instaurare la democrazia economica, affinché l’attività produttiva risponda ai bisogni ed alle aspettative sociali, e non agli interessi di lucro personale.
In modo programmato e coerente, si sta superando la vecchia struttura basata sullo sfruttamento dei lavoratori e sul dominio dei principali mezzi di produzione da parte di una minoranza. A sostituirla sorge una nuova struttura, diretta dai lavoratori e che, posta al servizio degli interessi della maggioranza, sta gettando le basi di una crescita che implica un autentico sviluppo, che coinvolge tutti gli abitanti e non marginalizza vasti settori di cittadini nella miseria e nella segregazione sociale.
I lavoratori stanno rimuovendo i settori privilegiati del potere politico ed economico, tanto nei luoghi di lavoro come nelle comunità e nello Stato. Questo è il contenuto rivoluzionario del processo che sta vivendo il mio paese, per il superamento del sistema capitalista, aprendo così la via al socialismo.
La necessità di mettere al servizio delle enormi carenze del paese la totalità delle nostre risorse economiche, andava di pari passo col recupero per il Cile della sua dignità. Dovevamo finirla con la situazione che noi, i cileni, dibattendoci contro la povertà e la stagnazione, dovessimo esportare enormi somme di capitali, a beneficio della più poderosa economia di mercato del mondo. La nazionalizzazione delle risorse basilari costituiva una rivendicazione storica. La nostra economia non poteva tollerare più la subordinazione che implicava avere più dell'80 percento delle sue esportazioni nelle mani di un ridotto gruppo di grandi compagnie straniere che hanno anteposto sempre i loro propri interessi alle necessità dei paesi nei quali operano. Neanche potevamo accettare il sigillo del latifondo, i monopoli industriali e commerciali, il credito a beneficio di pochi, le brutali disuguaglianze nella distribuzione del reddito.
Il cambiamento della struttura di potere che stiamo portando a termine, il progressivo ruolo guida che assumono in esso i lavoratori, il recupero nazionale delle ricchezze basilari, la liberazione della nostra patria della subordinazione alle potenze straniere, sono il culmine di un lungo processo storico. Dello sforzo per imporre le libertà politiche e sociali, dell'eroica lotta di varie generazioni di operai e contadini per organizzarsi come forza sociale per conquistare il potere politico e rimuovere i capitalisti dal potere economico.
La sua tradizione, la sua personalità, la sua coscienza rivoluzionaria, permettono al popolo cileno di spingere il processo verso il socialismo, fortificando le libertà civiche, collettive ed individuali, rispettando il pluralismo culturale ed ideologico. Il nostro è un combattimento permanente per l'instaurazione delle libertà sociali, della democrazia economica, mediante il pieno esercizio delle libertà politiche.
La volontà democratica del nostro paese ha assunto la sfida di spingere il processo rivoluzionario dentro le cornici di un stato di Diritto altamente istituzionalizzato, che è stato flessibile ai cambiamenti ed oggi si trova di fronte alla necessità di adattarsi alla nuova realtà socio-economica.
Abbiamo nazionalizzato le ricchezze basilari. Abbiamo nazionalizzato il rame.
L'abbiamo fatto per decisione unanime del Parlamento, dove i partiti di Governo stanno in minoranza. Vogliamo che tutto il mondo lo capisca chiaramente: non abbiamo confiscato le imprese straniere del gran settore minerario del rame. Bensì, in conformità con disposizioni costituzionali, ripariamo un'ingiustizia storica, deducendo dall'indennità gli utili da esse percepiti in misura superiore al 12.1 percento annuale, a partire da1955. Le utilità che avevano ottenuto nel decorso degli ultimi quindici anni alcune delle imprese nazionalizzate erano tanto esorbitanti che, pur applicando loro come limite l'utile ragionevole del 12 percento annuo, quelle imprese furono colpite da detrazioni significative. Tale è il caso, ad esempio, di una filiale della Anaconda Company che, tra 1955 e 1970, ottenne in Cile un utile medio del 21,5 percento annuo sul suo valore contabile, mentre le utilità di Anaconda in altri paesi raggiungevano solo un 3,6 percento l'anno.
Questa è la situazione di una filiale della Kennecott Copper Corporation che ottenne in Cile un utile medio del 52 percento annuo nello stesso periodo, arrivando in alcuni anni ad utili tanto incredibili come il 106 percento nel 1967, il 113 percento nel 1968, e più del 205 percento nel1969. La media degli utili della Kennecott in altri paesi raggiungeva, nella stessa epoca, meno del 10 percento annuo. Tuttavia, l'applicazione della norma Costituzionale ha determinato che altre imprese di estrazione cuprifere non fossero oggetto di disaccordi sul concetto di profitti in eccesso, poiché i loro ricavi non superarono il limite ragionevole del 12 percento annuo.
Sta emergendo che negli anni immediatamente anteriori alla nazionalizzazione, le grandi imprese del rame avevano iniziato piani di espansione i quali in larga misura sono falliti, e per i quali non impegnarono risorse proprie, nonostante le grandi utilità che percepivano, ma che finanziarono attraverso crediti esterni.
In conformità con le disposizioni di legge, lo Stato cileno ha dovuto farsi carico di questi debiti, che ammontano all'enorme cifra di più di 727 milioni di dollari. Abbiamo incominciato a pagare perfino debiti che una di queste imprese aveva contratto con la Kennecott, sua compagnia madre negli Stati Uniti.
Queste stesse imprese che sfruttarono il rame cileno per molti anni, solo negli ultimi quarantadue anni ricavarono, in quel solo lasso di tempo, più di quattromila milioni di dollari di profitti, in circostanze tali che il loro investimento iniziale non fu superiore ai trenta milioni. Un semplice e doloroso esempio: in un acuto contrasto, nel mio paese ci sono settecentomila bambini che non potranno mai godere della vita in termini normalmente umani, perché nei loro primi otto mesi di esistenza non hanno ricevuto la quantità elementare di proteine. Quattromila milioni di dollari trasformerebbero totalmente la mia patria. Solo una parte di questa somma potrebbe assicurare proteine per sempre a tutti i bambini della mia patria.
La nazionalizzazione del rame si è fatta osservando scrupolosamente l'ordinamento giuridico interno, e nel rispetto delle norme del Diritto Internazionale, il quale non dev'essere identificato con gli interessi delle grandi imprese capitaliste.
Questo è in sintesi il processo che la mia patria vive e che ho ritenuto conveniente presentare davanti a questa Assemblea, con l'autorità che ci dà quello che stiamo compiendo, nel rigoroso rispetto delle raccomandazioni delle Nazioni Unite ed appoggiandoci sullo sforzo interno come base dello sviluppo economico e sociale.
Qui, in questo foro, si è consigliato il cambiamento delle istituzioni e delle strutture retrive e antiquate; la mobilitazione delle risorse nazionali - naturali ed umane -; la ridistribuzione del reddito; il dare priorità all'educazione e alla salute, come all'attenzione per i settori più poveri della popolazione. Tutto questo è parte essenziale della nostra politica e si trova in pieno processo di attuazione.
Per questo motivo risulta tanto più doloroso dover venire in questa tribuna a denunciare che il mio paese è vittima di una grave aggressione.
Avevamo previsto difficoltà e resistenze esterne per portare a termine il nostro processo di cambiamenti, soprattutto di fronte alla nazionalizzazione delle nostre risorse naturali. L'imperialismo e la sua crudeltà hanno un lungo ed ominoso curriculum in America Latina, ed è ancora recente la drammatica ed eroica esperienza di Cuba. Lo è anche quella del Perù, che ha dovuto soffrire le conseguenze della sua decisione di disporre sovranamente del proprio petrolio. In piena decade del 70, dopo tanti accordi e risoluzioni della comunità internazionale, nei quali si riconosce il diritto sovrano di ogni paese di disporre delle proprie risorse naturali in beneficio del suo popolo; dopo l'adozione dei Patti Internazionali sui Diritti Economici, Sociali e Culturali e della Strategia per il Secondo Decennio dello Sviluppo che solennizzarono tali accordi, siamo vittime di una nuova manifestazione dell'imperialismo. Più sottile, più furba, e terribilmente efficace, al fine di ostacolare l'esercizio dei nostri diritti di Stato sovrano.
Dal momento stesso in cui trionfammo elettoralmente il 4 settembre del 1970, siamo stati osteggiati dallo svilupparsi di pressioni esterne a tutto campo che pretendevano di ostacolare l'instaurazione di un governo liberamente eletto dal popolo, ed abbatterlo fin da allora. Pressioni che hanno cercato di isolarci dal mondo, di strangolare l'economia, paralizzare il commercio del principale prodotto di esportazione che è il rame, e privarci dell'accesso alle fonti di finanziamento internazionale.
Siamo coscienti che quando denunciamo il blocco finanziario-economico dal quale siamo aggrediti, tale situazione appare difficile da poter essere compresa con facilità dall'opinione pubblica internazionale, e perfino da alcuni dei nostri compatrioti. Perché non si tratta di un'aggressione scoperta, che sia stata dichiarata apertamente in faccia al mondo. Al contrario, è sempre un attacco obliquo, sotterraneo, sinuoso, ma non per questo motivo meno lesivo per il Cile.
Ci troviamo di fronte a forze che operano nella penombra, senza bandiera, con armi poderose, appostate nei più svariati posti di influenza.
Su noi non pesa nessuna proibizione di commerciare. Nessuno ha dichiarato apertamente che si prefigge uno scontro con la nostra nazione. Sembrerebbe che non abbiamo più nemici dei propri e naturali avversari politici interni.
Non è così. Siamo abitualmente vittime di azioni quasi impercettibili, mascherate con frasi e dichiarazioni che lodano il rispetto alla sovranità e la dignità del nostro paese. Ma noi conosciamo sulla nostra pelle, nella carne viva, l'enorme distanza che ci sono tra dette dichiarazioni e le azioni specifiche che dobbiamo sopportare.
Non sto alludendo a questioni vaghe. Mi riferisco a problemi concreti che angosciano oggi il mio paese, e che avranno ripercussioni economiche ancora più gravi nei prossimi mesi.
Il Cile, come la maggior parte dei paesi del Terzo Mondo è molto vulnerabile di fronte alla situazione del settore esterno della sua economia.
Nel decorso degli ultimi dodici mesi la discesa dei prezzi internazionali del rame ha significato per il paese - le cui esportazioni raggiungono poco più di mille milioni di dollari -, la perdita di entrate per un ammontare approssimativo di duecento milioni di dollari. Mentre i prodotti, tanto industriali quanto agro-alimentari che dobbiamo importare, hanno avuto forti rialzi; alcuni di essi fino al 60 percento.
Come quasi sempre, il Cile compra a prezzi alti e vende a prezzi bassi.
È stato giustamente in questi momenti, di per sé difficili per la nostra bilancia dei pagamenti, che abbiamo dovuto fare fronte, tra altre cose, a delle successive azioni simultanee, dirette con tutta evidenza a prendere una rivincita sul popolo cileno per la sua decisione di nazionalizzare il rame.
Fino al momento dell'instaurazione del mio Governo, il Cile percepiva a titolo di prestiti concessi da organismi finanziari internazionali, quali la Banca Mondiale e la Banca Internazionale per lo Sviluppo, un ammontare di risorse vicino ad ottanta milioni di dollari l'anno. Bruscamente, questi finanziamenti sono stati interrotti.
Nel decennio scorso, il Cile riceveva prestiti dell'Agenzia per lo Sviluppo Internazionale del Governo dell'USA [AID, N.d.T.], per un valore di 50 milioni di dollari.
Non pretendiamo che questi prestiti siano ristabiliti.
Gli Stati Uniti sono sovrani di concedere aiuto esterno, o no, a qualunque paese. Vogliamo solo segnalare che la drastica soppressione di quei crediti ha significato contrazioni importanti nella nostra bilancia dei pagamenti.
Quando assunsi la Presidenza, il mio paese contava su linee di credito a breve termine della banca privata nordamericana, destinate al finanziamento del nostro commercio esterno, vicino ai duecentoventi milioni di dollari.
A breve termine, la sospensione di questi crediti ha causato un costo di circa centonovanta milioni di dollari, somma che abbiamo dovuto pagare non rinnovandosi le rispettive operazioni.
Come la maggior parte dei paesi dell'America Latina, il Cile, per ragioni tecnologiche e di altro ordine, deve effettuare importanti acquisizioni di beni di capitale negli Stati Uniti. Attualmente, tanto i finanziamenti dei fornitori come quelli che concede ordinariamente l'Eximbank per questo tipo di operazioni, ci sono stati ugualmente sospesi, trovandoci nell'anomala situazione di dover acquisire questo genere di beni con pagamento anticipato, la qual cosa grava straordinariamente sulla nostra bilancia dei pagamenti.
I pagamenti dei prestiti contrattati dal Cile in precedenza all'avvio del mio Governo, con agenzie del settore pubblico degli Stati Uniti, e che si trovavano allora in esecuzione, si sono inoltre impennati. In conseguenza, dobbiamo continuare la realizzazione dei progetti corrispondenti, effettuando in contanti acquisti sul mercato nordamericano, poiché, con le opere in piena attuazione, è impossibile rimpiazzare la fonte delle rispettive importazioni. Per tutto questo, infatti, s'era previsto che il finanziamento provenisse da organismi del governo nordamericano.
Come risultato di azioni dirette contro il commercio del rame nei paesi dell'Europa Occidentale, le nostre operazioni di breve termine con banche private di quel Continente -basate fondamentalmente in riscossioni di vendite di questo metallo-, si sono intorpidite enormemente. Questo ha significato la non rinnovazione di linee di credito per più di venti milioni di dollari; la sospensione di gestioni finanziarie che stavano per concretarsi per più di duecento milioni di dollari, e la creazione di un clima che ostacola l'andamento normale dei nostri acquisti in tali paesi, come anche distorce acutamente tutte le nostre attività nel campo delle finanze esterne.
Questa asfissia finanziaria di proporzioni brutali, date le caratteristiche dell'economia cilena, si è tradotta in una severa limitazione delle nostre possibilità di approvvigionamento di attrezzature, di scorte, di componenti, di prodotti alimentari, di medicine. Tutti noi cileni stiamo soffrendo le conseguenze di queste misure, quelle che si proiettano nella vita giornaliera di ogni cittadino, e naturalmente, anche nella vita politica interna. Quello che ho descritto significa che si è alterata la natura degli organismi internazionali il cui utilizzo come strumenti della politica bilaterale di chiunque dei suoi paesi membri, per poderoso che sia, è giuridicamente e moralmente inaccettabile. Significa opprimere un paese economicamente debole! Significa punire un paese per la sua decisione di recuperare le sue risorse basilari! Significa una forma premeditata di intervento nelle questioni interne di un paese! Questo è quello che denominiamo insolenza imperialista!
Signori delegati, voi tutti lo sapete ma non possono smettere di ricordarlo: questo è stato ripetutamente condannato nelle risoluzioni delle Nazioni Unite.
Non soffriamo solo il blocco finanziario, siamo anche vittime di una chiara aggressione. Due imprese che integrano il nucleo centrale delle grandi compagnie transnazionali che inchiodarono i loro artigli nel mio paese, l'International Telegraph & Telephone Company e la Kennecott Copper Corporation, si propongono di interferire nella nostra vita politica.
L'ITT, gigantesca corporation il cui capitale è superiore al prodotto nazionale di svariati paesi latinoamericani messi insieme, e superiore perfino a quello di alcuni paesi industrializzati, iniziò, dal momento stesso in cui si conobbe il trionfo popolare nell'elezione del settembre 1970, una sinistra azione per ostacolare di fatto che occupassi la prima magistratura.
Tra settembre e novembre dell'anno menzionato, si svilupparono in Cile azioni terroristiche pianificate fuori dalle nostre frontiere, in collusione con gruppi fascisti interni, le quali culminarono con l'assassinio del Comandante in Capo dell'Esercito, generale René Schneider Chereau, uomo giusto e gran soldato, e simbolo del costituzionalismo delle Forze armate del Cile. Nel marzo dell'anno in corso vennero alla luce i documenti che denunciano una relazione tra quei tenebrosi propositi e l'ITT.
Quest'ultima ha riconosciuto che perfino diede, nel 1970, suggerimenti al Governo degli Stati Uniti affinché intervenisse negli avvenimenti del Cile. I documenti sono autentici. Nessuno ha osato smentirli.
Successivamente, il mondo conobbe con stupore, nel luglio scorso, di distinti aspetti di un nuovo piano di azione che la stessa ITT presenterà al governo nordamericano, col proposito di abbattere il mio Governo nel termine di sei mesi. Ho nel mio portadocumenti la documentazione, datata ottobre del 1971, che contiene i diciotto punti che costituivano questo piano. Proponeva lo strangolamento economico, il sabotaggio diplomatico, il disordine sociale, creare il panico nella popolazione affinché, all'essere eclissato il Governo, le Forze armate fossero spinte a rompere il regime democratico ed imporre una dittatura.
Negli stessi momenti in cui l'ITT proponeva quel piano, i suoi rappresentanti simulavano di negoziare col mio Governo una formula per l'acquisizione da parte dello Stato cileno della partecipazione di ITT nella Compagnia dei Telefoni del Cile. Dai primi giorni della mia amministrazione avevamo iniziato colloqui per acquisire l'impresa telefonica controllata dall'ITT, per ragioni di sicurezza nazionale.
Personalmente, ricevetti in due occasioni gli alti dirigenti di quell'impresa. Nelle discussioni il mio Governo agiva in buona fede. L'ITT, invece, si rifiutava di accettare il pagamento di un prezzo fissato d'accordo con una valutazione di esperti internazionali. Metteva difficoltà per una soluzione rapida ed equa, mentre sotterraneamente cercava di scatenare una situazione caotica nel mio paese.
Il rifiuto dell'ITT di accettare un accordo diretto, e la conoscenza delle sue scaltre manovre ci hanno obbligati ad inviare al Congresso un disegno di legge di nazionalizzazione.
La decisione del popolo cileno di difendere il regime democratico ed il progresso della rivoluzione; la lealtà delle Forze armate verso la propria patria e le sue leggi, hanno fatto fallire questi sinistri tentativi.
Signori Delegati:
Io accuso davanti alla coscienza del mondo l'ITT, di pretendere di provocare nella mia patria una guerra civile. Questo è quello che noi qualifichiamo azione imperialista. Il Cile è ora davanti ad un pericolo la cui soluzione dipende non solamente dalla volontà nazionale, ma da una vasta gamma di elementi esterni. Mi sto riferendo all'azione intrapresa dalla Kennecott Copper.
Azione che, come espresse la settimana scorsa il Ministro delle Miniere e degli Idrocarburi del Perù nella riunione Ministeriale del Consiglio Internazionale dei Paese Esportatori di Rame, CIPEC, porta alla memoria del paese rivoluzionario del Perù un passato di obbrobrio del quale fu protagonista l'International Petroleum Co. espulsa definitivamente del paese con la rivoluzione.
La nostra Costituzione stabilisce che le dispute originate dalle nazionalizzazioni devono essere risolte da un tribunale che, come tutti quelli del mio paese, è indipendente e sovrano nelle sue decisioni. La Kennecott Copper accettò questa giurisdizione e per un anno tenne contenzioso davanti a questo Tribunale.
Il suo appello fu rifiutato ed allora decise di utilizzare il suo grande potere per spogliarci dei benefici delle nostre esportazioni di rame ed esercitare pressioni contro il Governo del Cile. Arrivò nella sua audacia perfino a chiedere, nel settembre scorso, il sequestro del prezzo di dette esportazioni davanti ai tribunali di Francia, Olanda e Svezia. Sicuramente tenterà di nuovo anche in altri paesi.
Il fondamento di queste azioni non può essere più inaccettabile, qualunque sia il punto di vista adottato, giuridico o morale.
La Kennecott pretende che tribunali di altre nazioni, che niente hanno a che vedere coi problemi o commerci che esistono tra lo Stato cileno e la Compagnia Kennecott Copper, decidano che è nullo un atto sovrano del nostro Stato, attuato in virtù di un mandato della più alta carica, come previsto dalla Costituzione politica e ratificato dall'unanimità del paese cileno.
Quella pretesa confligge con i principi essenziali del Diritto Internazionale, in virtù dei quali le risorse naturali di un paese - soprattutto quando si tratta di quelli che costituiscono la sua vita - gli appartengono e può disporne liberamente. Non esiste una legge internazionale accettata da tutti, o in questo caso, un trattato specifico che così convenga. La comunità mondiale, organizzata sotto i principi delle Nazioni Unite, non accetta un'interpretazione del diritto internazionale subordinata agli interessi del capitalismo che porti i tribunali di qualunque paese straniero a proteggere un assetto di relazioni economiche al servizio di questo. Se così fosse, si starebbe violando un principio fondamentale della vita internazionale: quello di non intervento negli affari interni di un Stato, come espressamente riconobbe la Terza UNCTAD [United Nations Conference on Trade and Development, Congresso delle Nazioni Unite sul Commercio e lo Sviluppo. N.d.T.].
Siamo sostenuti dal Diritto Internazionale; accettato ripetutamente dalle Nazioni Unite, in particolare nella Risoluzione 1803 dell'Assemblea Generale; decisione che è stata appena rinforzata dalla Giunta di Commercio e Sviluppo, proprio trovando come precedente specifico la denuncia che il mio paese formulò contro la Kennecott.
La relativa risoluzione, oltre a riaffermare il diritto sovrano di tutti i paesi a disporre liberamente delle proprie risorse naturali, dichiarò che: "in applicazione di questo principio, le nazionalizzazioni che gli Stati portano a termine per riscattare queste risorse sono espressione di una facoltà sovrana, per la qual cosa spetta ad ogni Stato fissare le modalità di tali misure, e le dispute che possano suscitarsi a motivo di esse sono di competenza esclusiva dei suoi tribunali, senza violazione di quanto disposto nella Risoluzione 1803 dell'Assemblea Generale." Questa risoluzione, eccezionalmente, permette l'intervento di giurisdizioni extra nazionali a patto che "esista accordo tra gli Stati sovrani e le altre parti interessate.
Questa è l'unica tesi accettabile nelle Nazioni Unite. È l'unica che è in accordo con la sua filosofia ed i suoi principi. È l'unica che può proteggere il diritto dei deboli contro l'abuso dei forti.
Come non poteva essere altrimenti, abbiamo ottenuto nei Tribunali di Parigi la rimozione del sequestro che gravava sul valore di un'esportazione del nostro rame. Continueremo a difendere senza cedimento l'esclusiva competenza dei Tribunali cileni nel conoscere e decidere in merito a qualunque controversia relativa alla nazionalizzazione della nostra risorsa basilare. Per il Cile questo non è solo un'importante materia di interpretazione giuridica. E' un problema di sovranità. Signori Delegati: è molto più, è un problema di sopravvivenza.
L'aggressione della Kennecott causa danni gravi alla nostra economia. Solamente le difficoltà dirette imposte alla commercializzazione del rame hanno significato per il Cile, in due mesi, perdite di molti milioni di dollari. Ma questo non è tutto.
Ho già fatto riferimento agli effetti collegati all'intorpidimento delle operazioni finanziarie del mio paese con la banca dell'Europa Occidentale.
E' evidente, anche, il proposito di creare un clima di insicurezza davanti ai compratori del nostro principale prodotto d'esportazione, cosa che certo non riuscirà.
In tal senso sono diretti, in questo momento, i propositi di questa impresa imperialista, perché non può sperare che, in definitiva, un qualunque potere politico o giudiziale privi il Cile di quello che legittimamente gli appartiene. Cerca quindi di piegarci. Non l'otterrà mai! L'aggressione delle grandi imprese capitaliste pretende di ostacolare l'emancipazione delle classi popolari. Rappresenta un attacco diretto contro gli interessi economici dei lavoratori.
Signori Delegati: quello cileno è un popolo che ha raggiunto la maturità politica per decidere, maggioritariamente, la sostituzione del sistema economico capitalista con quello socialista.
Il nostro regime politico ha contato su istituzioni sufficientemente aperte per incanalare questa volontà rivoluzionaria senza tracrolli violenti. Mi faccio un dovere nel far notare a questa Assemblea che le rappresaglie ed il blocco diretti a produrre contrasti e alterazioni economiche concatenate, minacciano di ripercuotersi sulla pace e convivenza interne. Non ci riusciranno. L'immensa maggioranza dei cileni saprà resistervi in atteggiamento patriottico e degno. Lo dissi al principio: la storia, la terra ed il nostro uomo si fondono in un comune sentimento nazionale.
Davanti alla Terza UNCTAD [United Nations Conference on Trade and Development, Congresso delle Nazioni Unite sul Commercio e lo Sviluppo. N.d.T.] ebbi l'opportunità di riferirmi al fenomeno delle corporations multinazionali e sottolineai la loro vertiginosa crescita in potere economico, influenza politica ed azione corruttrice.
Di lì l'allarme con cui l'opinione mondiale deve reagire davanti ad una simile realtà. Il potere di queste corporazioni è tanto grande che oltrepassa tutte le frontiere. Solo gli investimenti all'estero delle compagnie statunitensi che raggiungono oggi i 32mila milioni di dollari, crebbero tra il 1950 e il 1970 ad un ritmo del 10 percento all'anno, mentre le esportazioni di questo paese aumentarono solo di un 5 percento. I loro profitti sono favolosi e rappresentano un enorme drenaggio di risorse per i paesi in via di sviluppo. Solo in un anno, queste imprese traggono ricavi dal Terzo Mondo che significarono bonifici netti in loro favore per 1723 milioni di dollari: 1.013 milioni dall'America Latina, 280 dall'Africa, 366 dall'Estremo Oriente e 64 del Medio Oriente.
La loro influenza ed il loro ambito di azione stanno mutando le pratiche tradizionali del commercio tra gli Stati nella diffusione della tecnologia, nel trasferimento di risorse tra le nazioni e nei rapporti lavorativi.
Siamo di fronte a un vero e proprio scontro frontale fra le grandi compagnie multinazionali e gli stati, che subiscono delle interferenze nelle loro decisioni fondamentali – politiche, economiche e militari – da parte di organizzazioni che non dipendono da nessuno stato e che nel complesso delle loro attività non sono controllate da nessun parlamento, da nessuna istituzione rappresentativa dell’interesse collettivo. In una parola, è tutta la struttura politica del mondo a essere scalzata. "I mercanti non hanno patria. Il luogo dove operano non costituisce un vincolo. A essi interessa soltanto il guadagno." La frase non è mia, è di Jefferson.
Ma, le grandi imprese transnazionali non attentano solo agli interessi genuini dei paesi in via di sviluppo, ma la loro azione dominatrice e incontrollata si dà anche nei paesi industrializzati, dove si stanziano. Ciò è stato denunciato negli ultimi tempi in Europa e negli Stati Uniti, dove ha dato perfino origine ad un'inchiesta del Senato nordamericano. Davanti a questo pericolo, i paesi sviluppati non sono più sicuri dei sottosviluppati. È un fenomeno che ha provocato già la crescente mobilitazione dei lavoratori organizzati, incluse le grandi organizzazioni sindacali che esistono nel mondo. Ancora una volta, l'azione solidale internazionale dei lavoratori dovrà affrontare un avversario comune: L'IMPERIALISMO.
Furono questi fatti quelli che, principalmente, spinsero il Consiglio Economico e Sociale delle Nazioni Unite, a seguito della denuncia presentata dal Cile, ad approvare, lo scorso luglio, all'unanimità una risoluzione, disponendo la convocazione di un gruppo di personalità mondiali affinché studino la "Funzione e gli Effetti delle Corporazioni Transnazionali nel Processo di Sviluppo, specialmente dei Paese in via di Sviluppo, e le loro Ripercussioni nelle Relazioni Internazionali, e presentino raccomandazioni per una Azione Internazionale Appropriata."
Il nostro non è un problema isolato né unico. È la manifestazione locale di una realtà che ci supera. Che abbraccia il Continente Latinoamericano ed il Terzo Mondo. Con intensità variabile e con peculiarità singolari, tutti i paesi periferici sono esposti a qualcosa di simile.
Il senso di solidarietà umana che impera nei paesi sviluppati, deve provare ripugnanza del fatto che un gruppo di imprese arrivi a poter interferire impunemente nell'ingranaggio più vitale della vita di una Nazione, fino a perturbarlo totalmente.
Il portavoce del Gruppo Africano annunciando nella Giunta di Commercio e Sviluppo, alcune settimane fa, la posizione di questi paesi di fronte alla denuncia che fece il Cile per l'aggressione della Kennecott Copper, dichiarò che il suo Gruppo solidarizzava pienamente col Cile perché non si trattava di una questione che colpisse solo una nazione, ma potenzialmente tutto il mondo in via di sviluppo. Quelle parole hanno un grande valore, perché significano il riconoscimento di tutto un Continente, che attraverso il caso cileno viene combattuta una nuova tappa della battaglia tra l'imperialismo ed i paesi deboli del Terzo Mondo.
La battaglia per la difesa delle risorse naturali è parte di quella di liberazione dei paesi del Terzo Mondo per vincere il sottosviluppo. L'aggressione che noi subiamo fa apparire come illusorio il compimento delle promesse fatte negli ultimi anni in merito ad un'azione ad ampio raggio per superare lo stato di ritardo e di necessità delle nazioni dell'Africa, Asia e America Latina.
Due anni fa questa Assemblea Generale, in occasione del venticinquesimo della creazione delle Nazioni Unite, proclamò in forma solenne la strategia per il Secondo Decennio dello Sviluppo. Stando ad essa, tutti gli stati membri dell'organizzazione si impegnarono a non omettere sforzi per trasformare, attraverso misure concrete, l'attuale ingiusta divisione internazionale del lavoro e colmare l'enorme breccia economica e tecnologica che separa i paesi opulenti dai paesi in via di sviluppo. Stiamo constatando che nessuno di questi propositi si trasforma in realtà. Al contrario, si è regredito.
Così, i mercati dei paesi industrializzati hanno continuato ad esser chiusi come prima per i prodotti basilari dei paesi in via di sviluppo, specialmente quelli agricoli, ed aumentano ancora i segni di protezionismo; i termini dello scambio continuano a deteriorarsi; il sistema di preferenze generalizzate per le esportazioni delle nostre manifatture e semi-manifatture non è stato messo in atto per la nazione il cui mercato offriva migliori prospettive, dato il suo volume, e non ci sono indizi che lo sia in un futuro immediato. Il trasferimento di risorse finanziarie pubbliche, lontano dall'arrivare allo 0,7 percento del Prodotto Nazionale Lordo delle nazioni sviluppate, è sceso dallo 0,34 allo 0,24 percento. L'indebitamento dei paesi in via di sviluppo che era già enorme agli inizi del presente anno, è salito in pochi mesi da 70 a 75mila milioni di dollari.
Gli onerosi pagamenti per interessi sui debiti, che rappresentano un drenaggio intollerabile per questi paesi, sono stati provocati in larga misura dalle condizioni e modalità dei prestiti stessi.
Detti interessi aumentarono al 18 percento nel 1970 e al 20 percento nel 1971, vale a dire più del doppio del tasso medio del decennio 1960.
Questo è il dramma del sottosviluppo e di noi paesi che non abbiamo saputo ancora far valere i nostri diritti e difendere, mediante una vigorosa azione collettiva, il prezzo delle materie prime e dei prodotti basilari, così come far fronte alle minacce e alle aggressioni del neo-imperialismo.
Siamo potenzialmente paesi ricchi, e viviamo nella povertà. Vagabondiamo da un posto ad altro chiedendo crediti, aiuti, e tuttavia siamo -paradosso proprio del sistema economico capitalista- grandi esportatori di capitali. L'America Latina, come parte del mondo in via di sviluppo, si integra nel quadro che ho appena esposto.
Insieme ad Asia, Africa ed i paesi socialisti ha sollevato, negli ultimi anni, molte battaglie per cambiare la struttura delle relazioni economiche e commerciali col mondo capitalista; struttura volta a sostenere l'ingiusto e discriminatorio ordine economico e monetario creato a Bretton Woods, al termine della Seconda Guerra Mondiale.
Certo è che tra molti paesi della nostra regione e quelli degli altri continenti in via di sviluppo si riscontrano differenze nel reddito nazionale e inoltre ci sono tra essi vari paesi che potrebbero essere considerati come di minore sviluppo relativo tra quelli sottosviluppati.
Ma tali differenze - che molto si attenuano paragonandole col Prodotto Nazionale del mondo industrializzato - non relegano l'America latina nell'ampio settore ritardato e sfruttato dell'umanità.
Già il Consiglio di Viña del Mar, nel 1969, riscontrò questi aspetti e classificò, precisò e quantificò il ritardo economico e sociale della regione ed i fattori esterni che lo determinano, sottolineando le enormi ingiustizie commesse a suo danno sotto la forma travisata di cooperazione ed aiuti; perché in America Latina, le grandi città che molti ammirano, occultano il dramma di centinaia di migliaia di esseri che vivono in popolazioni marginali, prodotto di una spaventosa disoccupazione e sottoccupazione: nascondono le disuguaglianze profonde tra piccoli gruppi di privilegiati e le grandi masse i cui indici di nutrizione e di salute non superano quelli di Asia ed Africa, e che non hanno quasi accesso alla cultura.
È facile comprendere perché il nostro continente latinoamericano registra un'alta mortalità infantile ed una basso indice di vita media, se si tiene presente che mancano ventotto milioni di abitazioni, il cinquantasei percento della sua popolazione è sottoalimentata, ci sono più di cento milioni di analfabeti e semi-analfabeti, tredici milioni di disoccupati e più di cinquanta milioni con lavori occasionali. Più di venti milioni di latinoamericani non conoscono la moneta, neanche come mezzo di scambio.
Nessun regime, nessun governo, è stato capace di risolvere i grandi deficit di abitazione, lavoro, alimentazione e salute. Al contrario, questi si accrescono anno dopo anno con l'aumento progressivo della popolazione. Protraendosi questa situazione, che cosa succederà quando saremo più di seicento milioni di abitanti alla fine del secolo? Non sempre si percepisce che il subcontinente latinoamericano, le cui ricchezze potenziali sono enormi, è arrivato ad essere il principale campo di azione dell'imperialismo economico negli ultimi trenta anni. Dati recenti del Fondo Monetario Internazionale c'informano che l'ammontare degli investimenti privati dei paesi sviluppati in America Latina provocò un deficit a suo carico di diecimila milioni di dollari tra il 1960 e il 1970. In una sola parola, questa somma costituisce il drenaggio netto di capitali da questa regione verso il mondo opulento, in dieci anni.
Il Cile si sente profondamente solidale con l'America Latina, senza eccezione alcuna. Per tale ragione, auspica e rispetta rigorosamente la politica di Non Intervento e di Autodeterminazione che vogliamo applicata sul piano globale. Stimoliamo caldamente l'incremento delle nostre relazioni economiche e culturali. Siamo a favore della complementazione e dell'integrazione delle nostre economie. Col risultato che lavoriamo con entusiasmo dentro il quadro dell'ALALC [Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. N.d.T.], come primo passo, per la formazione del Mercato Comune dei paesi Andini che c'unisce con Bolivia, Colombia, Perù, Ecuador. L'America Latina si lascia alle spalle l'epoca delle proteste che contribuirono ad irrobustire la sua presa di coscienza. -Sono stati distrutte, dalla realtà, le frontiere ideologiche; sono stati rotti i propositi divisionisti ed aggressivi, e sorge una competizione virtuosa nel coordinare la lotta a difesa degli interessi dei popoli nel Continente, e negli altri paesi in via di sviluppo.-
"QUELLI CHE IMPEDISCONO LA RIVOLUZIONE PACIFICA, FANNO SI' CHE LA RIVOLUZIONE VIOLENTA SIA INEVITABILE."
La frase non è mia. La condivido! Appartiene a John Kennedy.
Il Cile non è solo, non ha potuto essere isolato né dall'America Latina né dal resto del mondo. Al contrario, ha ricevuto dimostrazioni di solidarietà e di appoggio. Per sconfiggere i tentativi di creare intorno a noi un cerchio ostile, si congiunsero il crescente ripudio all'imperialismo, il rispetto che meritano gli sforzi del popolo cileno e la risposta alla nostra politica di amicizia con tutte le nazioni del mondo.
In America Latina tutti gli schemi di cooperazione o integrazione economica e culturale di cui facciamo parte, sul piano regionale e subregionale, hanno continuato consolidandosi a ritmo accelerato, ed entro di essi il nostro commercio è cresciuto considerevolmente, in particolare con Argentina, Messico ed i paesi del Patto Andino. Non ha sofferto cedimenti l'intesa dei paesi latinoamericani, nei fori mondiali e regionali, nel sostenere i principi di libera determinazione sulle risorse naturali.
E di fronte ai recenti attentati contro la nostra sovranità abbiamo ricevuto fraterne dimostrazioni di totale solidarietà. A tutti va il nostro riconoscimento.
È giusto menzionare le reiterazioni di solidarietà del Presidente del Perù, fatte durante la conversazione che tenni con lui poche ore fa, e segnalare la fraterna accoglienza che mi tributarono il Presidente ed il popolo messicani nella gradita visita che ho appena compiuto nella loro nazione. Cuba socialista, che soffre i rigori del blocco, ci ha consegnato senza riserve, permanentemente, la sua adesione rivoluzionaria.
Sul piano mondiale deve emergere molto specialmente che dal primo momento abbiamo avuto al nostro fianco, in atteggiamento ampiamente solidale, i paesi socialisti dell'Europa ed Asia. La gran maggioranza della comunità mondiale ci onorò con l'elezione di Santiago come sede della Terza UNCTAD, ed ha accolto con nostro vivo interesse l'invito per ospitare la Prima Conferenza Mondiale sul Diritto del Mare, che reitero in questa occasione. La riunione a livello ministeriale dei Paesi Non Allineati, celebratasi a Georgetown, Guyana, il settembre scorso, ci espresse pubblicamente il suo deciso sostegno di fronte all'aggressione di cui siamo oggetto da parte della Kennecott Copper.
Il CIPEC, organismo di coordinamento costituito dai principali paesi esportatori di rame - Perù, Zaire, Zambia e Cile -, riunitosi recentemente a Santiago su sollecitazione del mio Governo, per analizzare a livello ministeriale la situazione di aggressione contro la mia patria messa in atto dalla Kennecott, adottò varie risoluzioni e raccomandazioni agli Stati, che rappresentano un chiaro appoggio alla nostra posizione ed un importante contributo dato ai paesi del Terzo Mondo per difendere il commercio dei loro prodotti basilari. Queste risoluzioni saranno, sicuramente, materia di importante dibattito nella Seconda Commissione.
Voglio solo citare qui la categorica dichiarazione "che ogni atto che ostacoli o impedisca l'esercizio del diritto sovrano dei paesi a disporre liberamente delle proprie risorse naturali, costituisce un'aggressione economica."
Naturalmente, gli atti dell'impresa Kennecott contro il Cile, sono aggressione economica; pertanto, si è deciso di sollecitare i vostri Governi a sospendere ogni relazione economica e commerciale con essa; che le dispute sulle indennità, in caso di nazionalizzazione, sono di esclusiva competenza degli Stati che le decretano.
Ma la cosa più significativa, è che si è deciso di creare un meccanismo permanente di protezione e solidarietà in materia di rame. Questo meccanismo, vicino all'OPEC, che opera nella campo petroliero, è il germe di quello che dovrebbe essere un'organizzazione di tutti i paesi del Terzo Mondo, per proteggere e difendere la totalità dei loro prodotti basilari, tanto minerari e idrocarburi, quanto agricoli.
La grande maggioranza dei paesi dell'Europa Occidentale, dall'estremo nord coi paesi scandinavi, fino all'estremo meridione con la Spagna, ha continuato a cooperare col Cile e ci ha espresso la sua comprensione.
Infine, abbiamo visto con emozione la solidarietà della classe lavoratrice del mondo, espressa tramite le sue grandi organizzazioni sindacali; e manifestata in atti di profondo significato, come fu il rifiuto degli operai portuali di Le Havre e Rotterdam di scaricare il rame del Cile il cui pagamento è stato arbitrariamente ed ingiustamente sequestrato.
Signor Presidente, Signori Delegati: Ho incentrato il mio intervento sull'aggressione al Cile e sui problemi latinoamericani e mondiali che ad essa si collegano, questo sia nella sua origine che nei suoi effetti.
Vorrei ora riferirmi brevemente ad altre questioni che interessano la comunità internazionale.
Non menziono tutti i problemi mondiali che rientrano nell'agenda di questa Assemblea. Non ho la pretesa di avanzare soluzioni in merito ad essi. Questa Assemblea sta lavorando affannosamente da più di due mesi per definire e concordare misure adeguate.
Confidiamo che il risultato di questo lavoro sarà fruttifero. Le mie osservazioni saranno di carattere generale e riflettono le preoccupazioni del popolo cileno.
Con ritmo accelerato si trasforma il quadro della politica internazionale che abbiamo vissuto dal dopoguerra, e ciò ha prodotto un nuovo rapporto di forze. Sono aumentati e si sono consolidati centri di potere politico ed economico.
Nel caso del mondo socialista la cui influenza è cresciuta notevolmente, la sua partecipazione alle più importanti decisioni politiche in campo internazionale, è ogni volta maggiore. È mia convinzione che non potranno trasformarsi le relazioni commerciali ed il sistema monetario internazionali, aspirazione condivisa dai paesi - se non partecipano pienamente a questo processo tutti i paesi del mondo e tra essi, quelli dell'Area Socialista. La Repubblica Popolare Cinese, che alberga nelle sue frontiere quasi un terzo dell'umanità, ha recuperato, dopo un lungo ed ingiusto ostracismo, il posto che è suo nel foro delle negoziazioni multilaterali e ha intavolato rapporti diplomatici e di scambio con la maggioranza dei paesi del mondo.
Si è ampliata la Comunità Economica Europea con l'ingresso del Regno Unito di Gran Bretagna ed altri paesi, la qual cosa gli conferisce un peso maggiore nelle decisioni, soprattutto in campo economico. La crescita economica del Giappone ha raggiunto una velocità portentosa. Il mondo in via di sviluppo sta acquisendo ogni giorno maggiore coscienza delle sue realtà e dei suoi diritti. Esige giustizia ed equità nel trattamento e che si riconosca il posto che gli compete nello scenario mondiale.
Motori di questa trasformazione sono stati, come sempre, i popoli, nella loro progressiva liberazione per trasformarsi in protagonisti della storia. L'intelligenza dell'uomo ha spinto a vertiginosi progressi la scienza e la tecnica. La persistenza ed il vigore della politica di coesistenza pacifica, di indipendenza economica e di progresso sociale che hanno promosso le nazioni socialiste, hanno contribuito decisivamente al sollievo delle tensioni che divisero al mondo durante più di venti anni e hanno determinato l'accettazione di nuovi valori nella società e nelle relazioni internazionali.
Salutiamo i cambiamenti che portano promesse di pace e di prosperità per molti paesi, ma esigiamo che li condivida l'umanità intera. Disgraziatamente, questi cambiamenti hanno prodotto giovamento solo in misero grado al mondo in via di sviluppo. Il quale seguita ad essere sfruttato tanto come prima.
Sempre più distante dalla civiltà del mondo industrializzato. Dentro di esso fermentano nobili aspirazioni e giuste ribellioni che continueranno ad esplodere con forza crescente.
Manifestiamo compiacimento per il superamento quasi completo della guerra fredda e per lo sviluppo di avvenimenti incoraggianti; i negoziati tra l'Unione Sovietica e gli Stati Uniti, tanto riguardo al commercio come per il disarmo; la firma di trattati tra la Repubblica Federale Tedesca, l'Unione Sovietica e Polonia; l'imminenza della Conferenza per la Sicurezza Europea; i negoziati tra i due Stati Tedeschi e il loro ingresso praticamente assicurato alle Nazioni Unite; le negoziazioni tra i governi della Repubblica Democratica di Corea e la Repubblica di Corea, per menzionare solo i più promettenti. È innegabile che in campo internazionale ci sono tregue, accordi, diminuzione della situazione esplosiva.
Ma ci sono troppi conflitti non risolti che esigono la volontà di concordia delle parti, o la collaborazione della comunità internazionale e delle grandi potenze. Continuano attive le aggressioni e dispute in diverse parti del mondo: il conflitto in Medio Oriente, il più esplosivo di tutti, dove ancora non si è potuto ottenere la pace, secondo quanto raccomandato dalle risoluzioni dei principali Organi delle Nazioni Unite; l'assedio e la persecuzione contro Cuba; lo sfruttamento coloniale; l'ignominia del razzismo e dell'apartheid; l'allargamento del divario economico e tecnologico tra paesi poveri.
Non c'è pace per l'Indocina, ma occorrerà cercarla. Arriverà la pace per il Vietnam. Deve arrivare, perché nessuno ormai dubita dell'inutilità di questa guerra mostruosamente ingiusta che persegue un obiettivo tanto irrealizzabile in questi giorni com'è l'imporre, a popoli con coscienza rivoluzianaria, politiche che non possono condividere perché in contrasto con il loro interesse nazionale, il loro genio e la loro personalità.
Ci sarà pace. Ma, che cosa lascia questa guerra tanto crudele, tanto prolungata e tanto disuguale! Il saldo, dopo tanti anni di lotta cruenta, è solo la tortura di un popolo ammirevole nella sua dignità; milioni di morti e di orfani; città intere scomparse; cientinaia di migliaia di ettari di terre distrutte, senza vita vegetale possibile; la distruzione ecologica. La società nordamericana commossa; migliaia di case sommerse nel dispiacere per l'assenza dei propri cari. Non si seguì l'insegnamento di Lincoln.
Questa guerra lascia anche molte lezioni. Che l'abuso della forza delegittima colui che vi fa ricorso e produce profondi dubbi nella sua propria coscienza sociale. Che la convinzione di un popolo nel difendere la sua indipendenza lo porta all'eroismo e lo fa capace di resistere alla violenza materiale del più gigantesco apparato militare ed economico.
Il nuovo quadro politico crea condizioni favorevoli affinché la comunità di nazioni faccia negli anni venturi un grande sforzo destinato a dare rinnovata vita e dimensione all'ordine internazionale.
Detto sforzo dovrà ispirarsi ai principi della Carta e tutti gli altri che la comunità ha continuato ad aggregare, per esempio quelli dell'UNCTAD. Come abbiamo detto, tre principi fondamentali che presiedono le responsabilità riservate alle Nazioni Unite dovrebbero servirle da guida: quello della sicurezza collettiva politica, quello della sicurezza collettiva socioeconomica e quello del rispetto universale ai diritti fondamentali dell'uomo, includendo quelli di ordine economico, sociale e culturale, senza discriminazione alcuna.
Diamo particolare importanza al compito di affermare la sicurezza economica collettiva, nella quale tanto hanno insistito recentemente Brasile ed il Segretario Generale delle Nazioni Unite.
Come passo importante in questa direzione, quanto prima l'organizzazione mondiale dovrebbe dare attuazione alla Carta dei Diritti e Doveri Economici degli Stati, feconda idea che portò il Presidente del Messico, Luis Echeverría, alla Terza UNCTAD. Come l'illustre mandatario del paese fratello, crediamo che "non sia possibile un ordine giusto ed un mondo stabile mentre non si creano obblighi e diritti che proteggano gli stati deboli."
L'azione futura della collettività delle nazioni deve accentuare una politica che abbia come protagonisti tutti i paesi. La Lettera delle Nazioni Unite fu concepita e presentata a nome di Noi Paesi delle Nazioni Unite."
L'azione internazionale deve essere diretta a servire l'uomo che non gode di privilegi ma soffre e lavora:al minatore di Cardiff, come al "Fellah" dell'Egitto; al lavoratore che coltiva il cacao in Ghana o in Costa di Avorio, come al contadino dell'altopiano in Sud-America; al pescatore di Java, come al produttore di caffè del Kenya o della Colombia. Essa dovrebbe raggiungere i duemila milioni di esseri emarginati che la collettività ha l'obbligo di promuovere all'attuale livello dell'evoluzione storica e riconoscer loro "valore e la dignità di persona umana", come contemplato nel preambolo della Carta.
È compito inevitabile per la comunità internazionale, assicurare il compimento della strategia per il Secondo Decennio dello Sviluppo e mettere questo strumento in sintonia con le nuove realtà del Terzo Mondo e con la rinnovata coscienza dei popoli.
La diminuzione delle tensioni nelle relazioni tra paesi, il progresso della cooperazione e la concordia, esigono e permettono simultaneamente di riconvertire le gigantesche attività destinate alla guerra in altre che impongano, come nuova frontiera, di rispondere alle incommensurabili carenze d'ogni genere di più di due terzi dell'umanità. Di modo tale che i paesi più sviluppati aumentino la propria produzione ed impegno in associazione coi reali interessi dei paesi meno sviluppati. Potremmo parlare solo allora di un'autentica comunità internazionale.
La presente Assemblea dovrà concretare la realizzazione della Conferenza Mondiale per stabilire il cosiddetto diritto del mare; cioè, un insieme di norme che regolino, in modo globale, tutto ciò che è relativo all'uso e allo sfruttamento del vasto spazio marino, compreso il suo sottosuolo. È questo un compito grandioso e promettente per le Nazioni Unite, perché siamo di fronte ad un problema del quale solo da poco l'umanità, tutt'insieme, acquisisce coscienza, ed ancora molte delle situazioni da stabilire possono conciliarsi perfettamente con l'interesse generale. Voglio ricordare che spettò proprio ai paesi dell'estremo meridione dell'America Latina - Ecuador, Perù e Cile - avviare giusto vent'anni fa questa presa di coscienza che culminerà con l'adozione di un trattato sul diritto del mare. È imperativo che questo trattato includa il principio promosso dalla Terza UNCTAD sui diritti degli stati costieri alle risorse che rientrano nel limite del proprio mare giurisdizionale e, contemporaneamente, crei gli strumenti ed i meccanismi affinché lo spazio marino extra giurisdizionale sia patrimonio comune dell'umanità e sia sfruttato a beneficio di tutti sotto l'egida di un'autorità internazionale.
Riaffermo la nostra speranza nella missione delle Nazioni Unite. Sappiamo che i suoi successi o i suoi fallimenti dipendono dalla volontà politica degli stati e dalla sua capacità di interpretare gli aneliti dell'immensa maggioranza della razza umana. Da essi dipende che Nazioni Unite possano essere un foro puramente convenzionale o un strumento efficace.
Ho portato fin qui la voce della mia patria, unita di fronte alle pressioni esterne. Un paese che chiede comprensione. Che reclama giustizia. La merita, perché ha rispettato sempre il principio di Autodeterminazione e ha osservato strettamente quello di Non Intervento nelle questioni interne di altri stati. Non si è allontanato mai dal compimento dei suoi obblighi internazionali ed ora coltiva relazioni amichevoli con tutti i paesi dell'orbe. Certo è che con alcuni abbiamo differenze, ma non c'è nessuna che non siamo disposti a discutere, utilizzando a tal fine gli strumenti multilaterali o bilaterali che abbiamo sottoscritto. Signori Delegati: ho voluto riaffermare, così, enfaticamente, che la volontà di pace e cooperazione universale è una delle caratteristiche dominanti del popolo cileno. Di lì la risoluta fermezza con la quale difenderà la sua indipendenza politica ed economica, ed il compimento dei suoi obblighi collettivi, democraticamenti adottati nell'esercizio della sua sovranità.
In meno di una settimana, sono appena successi fatti che confermano in certezza la nostra fiducia che vinceremo presto nella lotta intavolata per raggiungere detti obiettivi. La franca, diretta e intensa conversazione sostenuta col distinto Presidente del Perù, generale Juan Velasco Alvarado, il quale reiterò pubblicamente la solidarietà piena del suo paese col Cile di fronte agli attentati che abbiamo appena denunciato davanti a voi; gli accordi del CIPEC già citati; e la mia visita in Messico.
È difficile, quasi impossibile, descrivere la profondità, la fermezza dell'appoggio che ci fu offerto dal Governo e dal popolo messicano. Ricevetti tali dimostrazioni di adesione dal Presidente Echeverría, dal Parlamento, dalle università e soprattutto dal popolo, esprimendosi in modi plebiscitari, che ancora l'emozione mi sequestra e mi opprime per la loro infinita generosità. Mi sento confortato, perché dopo quell'esperienza so ora, con certezza assoluta, che la consapevolezza dei paesi latinoamericani circa i pericoli che ci minacciano a tutti, acquisisce una nuova dimensione, e che essi sono convinti che l'unità è l'unica maniera di difendersi da questo grave pericolo.
Quando si sente il fervore di centinaia di migliaia di uomini e donne, accalcarsi per lle strade e nelle piazze per gridare con decisione e speranza: "Stiamo con voi, non indietreggiate, vinceremo", ogni dubbio si dissolve, ogni angoscia svanisce.
Sono i popoli, tutti popoli a sud del Rio Bravo, che si levano per dire: "Basta! Basta dipendenza! Basta pressioni! Basta interventi! Per ribadire il sovrano diritto di tutti i paesi in via di sviluppo di disporre liberamente delle proprie risorse naturali.
Esiste una realtà, fatta volontà e coscienza. Sono più di 250 milioni di esseri umani che esigono di essere ascoltati e rispettati.
Centinaia di migliaia di cileni mi hanno salutato con fervore, alla mia partenza, affidandomi il messaggio che ho portato a questa Assemblea mondiale. Sono sicuro che voi, rappresentanti delle nazioni della terra, saprete comprendere le mie parole.
È la nostra fiducia in noi stessi a incrementare la nostra fede nei grandi valori dell’umanità, nella certezza che questi valori dovranno prevalere. Non potranno essere distrutti!”.

Discorso all'Assemblea Generale delle Nazioni Unite.
New York, 4 dicembre di 1972

Salvador Allende
_____________

Ancor prima della sua vittoria elettorale, Salvador Allende attirò su di sé il veto dell'establishment politico statunitense e a causa delle sue idee socialiste si cominciò a temere che ben presto il Cile sarebbe diventata una nazione comunista. Inoltre gli USA, da sempre paladini della Libertà e Democrazia, non volevano rinunciare ai cospicui interessi economici che avevano in Cile, tramite società multinazionali come la Anaconda Copper Mining, la Kennecott Copper Corporation, l'International Petroleum Company, l'International Telegraph & Telephone Company e altre.
Quando Allende nonostante tutto venne eletto dal popolo, la CIA, anch'essa da sempre custode della Libertà e Democrazia, condusse diverse operazioni nel tentativo di spingere il Presidente uscente a bloccare la ratifica, da parte del Congresso, della nomina di Allende a nuovo Presidente.
Una volta eletto, Allende iniziò come promesso a realizzare la sua "piattaforma" di riforma socialista della società cilena. Furono avviate la riforma agraria e un programma di nazionalizzazione delle principali industrie private, ma soprattutto la nazionalizzazione delle risorse nazionali, prime fra tutte le miniere di rame, fino ad allora sotto il controllo di fatto di società multinazionali statunitensi quali la Kennecott e la Anaconda.
Nel 1971, a seguito di una visita ufficiale del presidente Cubano Fidel Castro, Allende annunciò il ripristino delle relazioni diplomatiche e commerciali con Cuba, nonostante il blocco voluto dagli Stati Uniti.
I paladini della Libertà e Democrazia ritennero allora la misura fosse colma e l'amministrazione Nixon dette il via ad una serie di iniziative ed operazioni "democratiche" e "preventive", ivi comprese azioni terroristiche e di aggressione economica, allo scopo di ristabilire la Libertà e la Democrazia in Cile.
Alla fine il boicottaggio economico, gli attentati, il blocco finanziario, la mancanza di materie prime e lo strangolamento commerciale portarono il paese al tracollo dando il pretesto per un golpe militare ordito, programmato, finanziato e guidato dalla CIA e dai consiglieri militari statunitensi. La Libertà e la Democrazia erano finalmente ripristinate, garantite ed assicurate da un generale traditore della patria ed assassino, Augusto Pinochet.
Il presidente Salvador Allende venne "suicidato". La Anaconda Copper Mining, la Kennecott Copper Corporation, l'International Petroleum Company, l'International Telegraph & Telephone Company e le altre corporations statunitensi poterono così tornare a fare affari (il mercato del rame è praticamente tutto in mano a poche multinazionali USA, colpevoli di vari crimini contro i minatori e l'ambiente, ma rispettose da sempre della Libertà e Democrazia).
Il Rapporto Retting ha poi stabilito che il tributo di sangue fatto pagare dagli USA al Cile sia stato di almeno 3.000 morti e più di 30.000 desaparecidos, nessuno dei quali pare si trovasse nelle Torri Gemelle al momento del crollo.
Nessun Organismo, Organizzazione o Corte Internazionale ha finora mai chiamato gli USA a rispondere di crimini contro l'umanità per il genocidio sistematico e premeditato attuato col Piano Condor, che per dieci anni insanguinò, torturò, stuprò, rapì, uccise e disperse i corpi di migliaia di uomini e donne tra esponenti politici, sindacalisti, membri della resistenza, religiosi, studenti, e persone estranee a qualsiasi attività politica in tutto il continente Sudamericano. La Libertà e la Democrazia USA non lo permetterebbero mai. (D*)




Nessun commento:

Posta un commento