A los niños y las niñas de Guadalupe Tepeyac en Destierro.
"Miguel Kantun, de Lerma, es amigo de Canek. Le escribe una carta y le manda a su hijo para que haga de él un hombre. Canek le contesta diciéndole que hará de su hijo un indio."
Canek. Historia y leyenda de un héroe maya. Ermilo Abreu Gómez.
Este no es un texto político. Es sobre los niños y niñas zapatistas, sobre los que estuvieron, sobre los que están y sobre los que vendrán. Es, por tanto, un texto de amor... y de guerra.
Los niños pueden producir guerras y amores, encuentros y desencuentros. Magos impredecibles e involuntarios, los niños juegan y van creando el espejo que el mundo de los adultos evita y aborrece. Tienen el poder de modificar su entorno y convertir, es un ejemplo, una hamaca vieja y deshilachada en un moderno avión, en un cayuco, en un carro para ir a San Cristóbal de Las Casas. Un simple garabato, trazado con el lapicero que la Mar les facilita para estos casos, les da batería para contar una complicada historia donde el "anoche" abarca horas o meses, y el "al rato" puede querer decir "el siglo que viene", donde (¿alguien lo duda?) ellos y ellas son héroes y heroínas. Y lo son, pero no sólo en sus historias ficticias, también y sobre todo en su ser niños y niñas indígenas en las montañas del sureste mexicano.
Noves son los círculos del infierno de Dante. Nueve las cárceles que encierran a los niños indígenas en México: Hambre, Ignorancia, Enfermedad, Trabajo, Maltrato, Pobreza, Miedo, Olvido y Muerte.
En las comunidades indígenas de Chiapas, la desnutrición infantil llega hasta el 80%, el 72% de los niños no alcanzan siquiera a terminar el primer año de la primaria escolar, y en todos los hogares indígenas niños y niñas, desde la 4 años de edad, deben cortar y acarrear leña para comer. Para romper esos círculos hay que pelear mucho, siempre, incluso desde niño. Hay que luchar fuerte.
A veces hay que hacer una guerra, una guerra contra el olvido.
He dicho que éste es un texto sobre los niños y niñas que estuvieron. Como es de caballos y caballeros que "las damas primero", empezaré por ese recuerdo que aspira a no repetirse.
Se trata de "la Paticha". Ya antes hablé de ella y, a través de ella, de todos los nonatos del sótano de México.
Mucho se ha escrito, para bien o para mal, sobre las causas del alzamiento zapatista. Yo aquí aprovecho para proponer otro punto de partida: los zapatistas nonatos, es decir, buena parte de los niños zapatistas. Rara es la familia indígena en México que no cuente 3 ó 4 niños muertos antes de los 5 años. Miles en las montañas del sureste mexicano, decenas de miles en el desván abandonado por la "modernidad" gobernante: los pueblos indios, los habitantes originales de estos suelos.
Con menos de 5 años de edad, la Paticha murió de una fiebre. En unas horas, una calentura le quemó los años y los sueños.
¿Quién fue el responsable de su muerte? ¿Qué conciencia se fecundó con su desaparición? ¿Qué duda se resolvió? ¿Qué miedo se derrotó? ¿Qué valentía floreció? ¿Qué mano se armó? ¿Cuántas muertes como la de Paticha hicieron posible la guerra que inició en 1994?
Las preguntas son importantes, porque la muerte de la Paticha fue una muerte oscura. Ya antes dije que ni siquiera se tomó como deceso, pues para el Poder nunca nació. Es más, la nonata llamada Paticha murió en la oscuridad de la noche, en el olvido.
Sin embargo, oscuridades como la de su muerte son las que iluminaron la mediocre noche de este país, en 1994...
I.
Y, hablando de oscuridades fértiles, debe de haber una explicación científica para dar cuenta de cómo una oscura nube puede dar paso al destello poderoso de un relámpago. Hay muchas explicaciones ideológicas, pero aún antes de que el hombre diera cuenta, en ceremonias, libros y coloquios, de la maravilla de una tormenta nocturna, ya lo oscuro producía claridad, ya la noche paría al día, y ya el fuego más fiero devenía en fresco aliento.
Así que es ésta una madrugada particularmente oscura. Sin embargo, para sorprender a los más brillantes meteorólogos (o simplemente para contradecirlos), al horizonte de oriente se le desgarran sendos rayos, ramas secas de luz cayendo del luminoso árbol que la noche esconde detrás suyo. Es así la noche un negro espejo, una sombra quebrándose de amarillo y naranja. Un espejo. El marco lo forman los cuatro puntos cardinales de un horizonte de sube y baja, arbolado y gris oscuro. Un espejo visto por el lado oscuro del espejo. El lado oscuro de un espejo, advirtiendo lo que lleva detrás, prometiéndolo...
Todas las historias están pobladas de sombras. En la zapatista, no son pocas las que han delineado nuestra luz. Estamos llenos de pasos de callado andar que, sin embargo, hacen posible el grito. Son muchos y muchas los que se quedan quietos para que el movimiento camine. Muchos rostros difusos que permiten aclarar otros rostros. Alguien dijo que el zapatismo tenía éxito porque sabía tejer redes. Bueno, pues detrás nuestro hay muchas tejedoras de ágil mano, de ingenio grande, de prudente paso. Y, mientras sobre cada nudo de la rebelde red de los olvidados del mundo se alza una luz incandescente y breve, todavía en las sombras ellas tejen nuevos trazos y abrazos...
Y hablando de tejedoras y de abrazos, yo me desprendo del tibio y fresco de la Mar en el lecho, y salgo a caminar apenas unos pasos, en esta madrugada en que febrero reitera su desvarío y anuncia la llegada de la liebre de marzo. Ahí nomás, donde el monte es territorio de la noche de abajo, unos cocuyos se alborotan con la caliente humedad que anuncia la tormenta.
Una sombra pequeña solloza cerca de la hamaca. Yo me acerco hasta distinguir a un pequeño hombrecito, chaparro, bigotón y bastante entrado en años y carnes. Dos maltrechas alas de cartón rojo corrugado, un par de pequeños cuernos y una cola terminada en punta de flecha hacen que parezca un diablo.
Sí, un diablo. Un diablo bastante maltratado. Un pobre diablo...
- ¡"Pobre diablo" tu abuelo! - masculla la diminuta figura.
Yo no me arredro. Aunque mi cabeza y mis piernas me dicen que corra lejos de ahí, yo soy el hombre de la casa (bueno, de la champa, pero creo que me entienden) y no debo abandonar a la Mar, que es la mujer de la casa. Así que tantas películas de Pedro Infante me imponen que resguarde la casa y, puesto que "Martín Corona" y "Ahí viene Martín Corona", debo refrenar mis ganas de salir huyendo. Bueno, al menos no sin avisarle antes a la Mar que, como ya dije antes, es la mujer de la casa de la que yo soy el hombre de la casa.
Así que no intento ninguna "retirada estratégica" y, como siempre que el terror se apodera de mí, enciendo la pipa y hablo. Hago algún comentario ocioso sobre el inestable clima y, viendo que no hay respuesta, aventuro...
- Así que escuchas lo que pienso... -
- Como si lo gritaras - responde el hombrecito.
-¡Y no me llames hombrecito! - chilla el...
- Luzbel, llámame Luzbel - se apresura a interrumpir mi pensamiento.
- ¿"Luzbel"? Me suena, me suena. ¿No es el ángel que se rebeló por soberbia en contra del Dios cristiano y de castigo lo mandaron al infierno? - digo de un jalón.
- Ése merengues. Pero no así fue. La historia, infeliz mortal, la escriben los vencedores, Dios en este caso. En realidad lo que ocurrió fue un problema de salarios y condiciones laborales. Un sindicato, por más angelical que fuese, no estaba en los planes divinos, así que el Dios optó por aplicar la cláusula de exclusión. Los escribas mercenarios se encargaron de envilecer nuestra justa lucha y así nos fue... - dice Luzbel acomodándose para sentarse al pie de un Huapac´.
Yo hasta entonces me doy cuenta de lo pequeño que es, pero nada digo. Supongo que mi silencio lo invitará a seguir hablando, y, en efecto, así ocurre porque Luzbel empieza a contar una historia de, como a un diablo corresponde, horror y crueldad mayúsculos. Su relato parece tragedia, comedia, o parte de guerra...
II.
Luzbel quedó un rato en silencio... Además de las estrellas de arriba y las de abajo (los cocuyos pues), nadie más andaba la noche de afuera.
Encendí de nuevo la pipa, más para aprovechar la luz del encendedor y mirar la figura del diablito, que por ganas de fumar. Noves círculos de humo salieron de la cazuela de la pipa. Al desvanecerse el último, él habló.
La historia que me contó Luzbel puede herir la susceptibilidad de las buenas y cristianas conciencias, cosa poco recomendable, sobre todo en estos tiempos en que el alto clero puja por volver atrás el reloj de la historia. Pero como no estoy compitiendo por indulgencias, y he conocido ya el infierno que el Poder impone a los pobres, yo no tengo por qué preocuparme. En todo caso, cumplo con advertir a los lectores y con recordarles que sólo transcribo lo que Luzbel me contó, a saber:
"El Dios de los ricos y de los libros estaba muy satisfecho con el Tratado de Libre Comercio, el paso al primer mundo, la globalización económica y todas esas pamplinas que más que producto divino parecieran del infierno - por más que nosotros, los diablos, no seríamos capaces de tales horrores.
Bueno, el caso es que el Dios había asignado, como le corresponde, un ángel de la guarda para cuidar a cada uno de los niños de la generación del Tratado de Libre Comercio. Los ángeles no son muchos, y el trabajo de ángel de la guarda de niños está muy mal pagado. Pero un tal Gabriel, líder charro y arcángel para más señas, forzó el escalafón para cumplir la cuota. Hubo protestas, pero pocas. Así que cada niño del TLC tenía su ángel de la guarda.
Pero resulta que a ustedes, los zapatistas, se les ocurre alzarse en armas aquel primero de enero de 1994 y alterar todo, hasta la memoria divina. Porque he aquí que el Dios no se acordaba de los niños indígenas. No es que no los tuviera en cuenta o pensara deshacerse de ellos, simplemente ignoraba que existieran.
El Dios de los libros y de los ricos es un patrón como todos, pero muy a la antigüita. Así que consideró que, mientras el neoliberalismo se encargaba de despachar a la otra vida a todos los niños zapatistas, él tendría que cumplir con sus funciones divinas y adjudicar, a cada zapatista niño, un ángel de la guarda.
Pero, como ya no había ángeles de la guarda disponibles, entonces rehabilitó diablitos. Para lograrlo, nos forzó a firmar un tratado comercial humillante y lesivo de la diabólica soberanía del infierno. El averno tenía problemas económicos y el tal San Pedro se había aprovechado de nuestros apuros para otorgarnos un crédito financiero que contenía, como es de imaginar, una cláusula diabólica.
Bueno, el caso es que el Dios podía disponer de la fuerza de trabajo infernal en condiciones leoninas, y sin que esto afectara las restricciones migratorias que los diablos tenemos si cruzamos la frontera celestial. Sin apenas darnos cuenta, de pronto éramos empleados de segunda, bajo las órdenes de aquel que nos había expulsado". Luzbel hizo una pausa que más pareció sollozo. Después siguió...
"Así que, desde la extraterritorialidad de su poder financiero, el Dios nos puso a trabajar como "ángeles de la guarda" de los que había olvidado en su euforia primermundista, los niños zapatistas. Y ahora, en lugar de estar incitando al pecado a las buenas conciencias, de pervertir almas inocentes, de apadrinar líderes empresariales, de "inspirar" al gobernador panista de Querétaro, de asesorar al obispo Onésimo Cepeda, o de diseñar la campaña postelectoral del Fox, ahora estamos cuidando, en condiciones laborales miserables, a niños del sótano.
¡Resulta que somos "diablos de la guarda"!
¡Deveras!, por una paga miserable, el Dios (que, no hay que olvidarlo, es Dios de todo lo creado, incluso del infierno) nos obliga a guardar niños zapatistas. ¡Y pensar que todavía hay quien se presume de la bondad divina!..."
III.
Luzbel calló por un momento y yo aproveché para garabatear algunas letras. Y es que, no se crean, yo también me sorprendí. Tanto que, inmediatamente, le escribí a don Eduardo Galeano unas líneas, para que cuente esto en alguno de sus libros:
"Fecha: inicios del tercer milenio.
Don Galeano:
En el México neoliberal de principios del siglo XXI, los niños zapatistas son tan pobres que no alcanzan ángel de la guarda. En su lugar llevan consigo un diablo, un diablito de la guarda.
En las noches de tormenta en las montañas del sureste mexicano, los niños rezan: "Diablito de la Guarda, dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día", y así les va...
Vale. Salud y nada de mate.
El Sup."
(fin de la carta a Galeano).
Bueno, no desquiciaré a los jefes de redacción con más puntuaciones dialogales, así que les cuento de un jalón lo que le apenaba a este "diablo de la guarda".
IV.
Resulta que a Luzbel le tocó ser jefe de una escuadra de "diablos de la guarda". No sé cuántas escuadras son necesarias para cuidar a todos los niños zapatistas (que son bastantes), pero a la de Luzbel le tocó un trabajo infernal, terrífico, diabólico. Debía de cuidar a: el Beto, el Heriberto, el Ismita, El Andulio, el Nabor, el Pedrito, la Toñita, la Eva, la Chelita, la Chagüa, la Mariya, la Regina, la Yeniperr, y finalmente, ¡horror de horrores!, al Olivio y al Marcelo.
Cuando le tocó ser "diablo de la guarda" del Beto, Luzbel se desesperó. Y no fue la agitada vida de este niño-soldado que desafía con su tiradora, lo mismo un vehículo blindado, tipo hummer y con lanzagranadas, que un helicóptero "black hawk" de la generación del TLC. Tampoco su cansado sube y baja de lomas y quebradas, buscando leña para el fogón de su casa. No, lo que desesperó a Luzbel (y lo hizo pedir su cambio de custodia) fueron las preguntas del Beto:
"¿Qué tan lejos queda la gran ciudad? ¿Es mayor que Ocosingo? ¿Cuánto mide el mar? ¿Para qué sirve tanta agua? ¿Cómo vive la gente que vive en el mar? ¿De qué tamaño es la tiradora que puede matar un helicóptero? Si el soldado tiene su casa y su familia en otro lado, ¿por qué viene a quitarnos nuestra casa y a perseguirnos hasta acá? Si el mar es tan grande como el cielo, ¿por qué no los volteamos para que se ahoguen los helicópteros y aviones del gobierno?"
Preguntas así fueron las que motivaron el cambio de trabajo de Luzbel. Pero no le fue mejor, porque entonces le asignaron cuidar al Heriberto...
- Fue terrible - confiesa Luzbel - Ese niño odia la escuela como secretario de educación pública, y a los maestros como líder sindical charro. Prefiere jugar y cazar dulces y chocolates. ¡Vieras cómo hay que correr detrás de él cuando escucha el celofán de un dulce!
Del Heriberto, Luzbel pasó a cuidar al Ismita.
Me cuenta Luzbel que un día el Ismita se puso bravo con la Marikerr (así se llama la niña, no me culpen) porque dijo que lo rompió un gajo de su nance (árbol frutal) del Ismita. ¿Pero cómo lo va a romper si está muy chiquita y el árbol está muy grande?, le preguntó Luzbel. "Se colgó y lo rompió el gajo" dijo el Ismita y miró con reprobación a la Marikerr, que estaba de colada en un asalto infantil a la tienda de "Aguascalientes". El asalto fue organizado por Luzbel porque, dice él, "los niños deben prepararse para todo, incluso para ser gobernadores". El Ismita debe andar por los 10 años, pero la desnutrición crónica le ha regalado la estatura de un niño de 4. Ismita compensa su carencia de altura física con grandeza moral. No sólo perdonó a la Marikerr por romperle el gajo a su nance, también le convidó del refresco y las galletas que obtuvo del asalto a la tienda.
"Es que nadie la convida", le dijo Ismita a Luzbel cuando éste le reclamó.
La generosidad no provoca la pasión del averno, así que Luzbel se fue a cuidar al Andulio.
Después de mucho caminar, Luzbel llegó a casa del Andulio, el de la sonrisa que brilla. Al Andulio lo conocimos nosotros en aquellos días terribles de la persecución de 1995. Mayo era un caliente aliento quemando días y noches, y el Andulio se amanecía trepado a un árbol, tratando de imitar a un guajolote con su canto. No muy se acercaba con nosotros, pero una tarde descubrimos que nos aceptaba cuando pidió una grabadora y, a ritmo de un corrido, se puso a bailar. La Mar le preguntó entonces, frente a un cartel, dónde estaba el Sup. El Andulio titubeó y, un segundo después, se volteó y me señaló. El Sup no podía estar en el cartel y en el quicio de la puerta al mismo tiempo, así que al señalarme de cuerpo presente, el Andulio reiteraba su materialismo filosófico. Olvidaba decir que Andulio nació sin manos, una malformación genética le dejó dos muñones al final de los brazos.
- Ese niño no tiene manos, pero sí una sonrisa demasiado angelical - dice Luzbel para justificar su nuevo cambio. Así llegó con el Nabor.
Con Nabor no le fue mejor. Con 3 años a cuestas, el Nabor tiene una libido que dejaría apenado a Casanova. Luzbel no hacía más que sonrojarse y de plano se fue a otra comunidad. Así llegó a Guadalupe Tepeyac en el exilio.
En esta comunidad tojolabal, desalojada de sus casas por el ejército federal mexicano, le tocó hacerla de "ángel de la guarda", perdón, de "diablo de la guarda" del Pedrito. El Pedrito es un niño guadalupano nacido en el exilio. Cuando se inauguraba el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, su madre lo trajo a luz. Con 3 años a cuestas, el Pedrito es su amigo del Lino, otro niño guadalupano. Lino nació el 9 de febrero de 1995 y tenía apenas unas horas de vidacuando fue expulsado de su casa por los soldados.
Volviendo al Pedrito, resulta que no quiere ir a la escuela. Ya lo amenazaron con llevar su caso a la asamblea de la comunidad y ni así. Yo le advertí que si no iba lo iba a denunciar en un comunicado dirigido al pueblo de México y a los pueblos y gobiernos del mundo. El Pedrito sólo me quedó mirando, encogió los hombros y dijo "mándelo usted, al fin que yo no sé leer". La Mar lo defiende diciendo que apenas tiene 3 años y el Pedrito la queda viendo y suspira enamorado. Pero ésa es otra historia, ahora estamos con Luzbel cuidando al Pedrito.
Resulta que al Pedrito se le ocurrió jugar a los caballos. Suponen bien si es que suponen que a Luzbel le tocó ser el caballo. Y suponen bien si suponen que Luzbel renunció.
- Es que ese niño aprieta mucho la cincha-, dijo para justificarse.
V.
Después del Pedrito, Luzbel decidió cambiar a un género más apacible y se dedicó a cuidar a una niña zapatista: la Toñita.
A Luzbel no le preocupó la tendencia de la Toñita a despreciar el amor que "mucho pica" (para mi escándalo, calificó su tendencia como "saludable"). Ni eso, ni el haber sido habilitado como muñeca por una Toñita emperrada en cortarle las alas.
- No hubieras sido el único al que se las hubiera cortado - dije con rencor.El "diablo de la guarda" aguantó todo eso, pero no pudo soportar ese continuo romper y pegar la tacita de té que es la vida de las niñas zapatistas...
Así que el "diablo de la guarda" de la Toñita, renunció y pasó a cuidar a la Eva. Poco duró. A la décimoquinceava vez de ver "Escuela de Vagabundos", con Pedro Infante y Miroslava, se quedó dormido y la Eva aprovechó para bordarle unas florecitas y un "Viva el ezln" en las alas. La vergüenza hizo que Luzbel emigrara.
Después de la Eva, siguió la Chelita. Una niña morena de 6 ó 7 años y unos ojos negros como estrellas. A Luzbel le pasó lo que a todos, cuando la Chelita lo vio lo dejó helado (temperatura poco adecuada para un diablo), lo hizo volar por los cielos (rumbo nada recomendable puesto que expulsión y etcétera) y le arrancó un "¡Ave María Purísima!" que fue, eso sí, demasiado. Como si le arrancaran el alma, perdón, como si le arrancaran las alas, sintió Luzbel cuando lo quitaron de cuidar a la Chelita y lo mandaron con la Chagüa.
La Chagüa, como su nombre lo indica, no se llama "Chagüa" sino Rosaura, pero nadie la llama como se llama. Debe tener unos 8 años. En una pequeña banda de niños belicosos, quien liderea no es un niño sino una niña, la Chagüa. Ella es la primera y más veloz en subir árboles para coger cigarras, ella es la más feroz y certera en los combates con piedras y lodo, ella es la primera en lanzarse a la pelea y, hasta ahora, nadie la ha escuchado pedir cuartel. Sin embargo, cuando se acerca a nosotros, algo raro sucede: la Chagüa es una niña tierna y dulce que abraza a la Mar y le pide que le cuente un cuento o la peine o nada más la abraza y se queda callada, suspirando de cuando en cuando.
Luzbel no renunció por el desconcierto que la "tierna furia" de Chagüa le provocaba, sino porque en un zafarrancho le tocó una pedrada, y el chichón que procreó le dejó un tercer cuerno que en nada le favorecía. Así que Luzbel se fue a cuidar a otra niña, la Mariya.
La Mariya debe tener unos 7 años y en su pueblo es la que tiene mejor puntería con la tiradora. Esto lo descubrimos, nosotros y el pueblo, en uno de nuestros pasos por esas tierras.
Después de caminar varias horas, la Mar y yo nos derrumbamos en el dintel de una champa. No recuperábamos aún el resuello, cuando se dejaron venir el Húber, el Saúl, el Pichito, y un número indeterminado de niños de nombres igualmente indeterminados. Todos traían su tiradora y pedían una competencia para ver quien tenía mejor puntería. La Mariya estaba ya sentada a un lado de la Mar y no decía nada. Sin levantarme, organicé los turnos e indiqué poner una lata a 10 pasos de distancia. Pasaron todos y cada uno de ellos y la lata seguía en su sitio.
Cuando pregunté si ya habían pasado todos, la Mar dijo "Falta la Mariya".
Ante el escándalo de todos, la Mariya se incorporó y prestó una tiradora.
Un murmullo de desaprobación cimbró al grupo de varones (entre los que yo no estaba, no porque me las diera de feminista, sino porque no tenía fuerzas para levantarme y secundar a mi género).
La Mariya dedicó una rápida mirada de desprecio a los niños y eso bastó para que quedaran callados. Reinaba un silencio que poco tenía de burla y mucho de expectativa...
La Mariya tensó la tiradora, cerró un ojo, tal y como mandan los manuales de tiradora, disparó y la lata saltó con un estrépito metálico.
La Mariya y la Mar prorrumpieron en un grito de júbilo: "¡Ganamos las mujeres!".
Los niños nos quedamos estupefactos, contritos y bocabajeados. "No se preocupen", les dije para consolarlos, "la próxima vez hacemos la competencia sin que esté la Mariya". Creo que no convencí a nadie.
Luzbel está educado a la "antigüita", es decir: las tiradoras no son para las mujeres. Así que tuvo una, digamos, "crisis de conciencia machista" que llegó a reventar cuando la Mariya lo derrotó en el rudo y (ex) varonil deporte de tirarle a las latas con la resortera. Así fue como Luzbel se fue para otro lado.
En otras comunidades, Luzbel cuidó a Regina, una niña de unos 9 ó 10 años que se comporta como si tuviera 30. Madura y responsable, Regina es hermana y madre de sus hermanitos, guardaespaldas de los insurgentes, la mejor torteadora del barrio y un sol cuando se sonríe. A pesar de su experiencia en quemaduras infernales, Luzbel renunció cuando no pudo soportar el quemarse los dedos al voltear las tortillas en el comal.
- No eran las quemaduras -, me aclara Luzbel, - sino que había que levantarse a las 4 de la madrugada a hacer el fuego, moler maíz y tortear. Y eso sólo era empezar el día...-
Desvelado y con los dedos quemados, Luzbel se fue a cuidar a la Yeniperr.
La Yeniperr es un excelente ejemplo de cómo el pájaro vence a la máquina. Cuando los helicópteros sobrevuelan su comunidad, la Yeniperr los corretea con preguntas. Ante proyectiles tan fieros, los aparatos bélicos se retiran, y la Yeniperr sigue revoloteando entre tortolitas y colibríes. Cuando vuela la Yeniperr seguido se extravía, y nada tendría que temer, a no ser que cerca anden los temibles Capirucho y Capirote.
Con la Yeniperr Luzbel apenas duró unos cuantos días. Según me cuenta, no fue el miedo a los helicópteros y aviones gubernamentales lo que le hizo pedir el cambio de trabajo.
- Es que nunca se me ha dado eso de volar. Por algo soy un ángel caído...-, dice Luzbel mientras se soba las posaderas.
Jamás lo hubiera hecho, porque he aquí que a Luzbel lo asignaron, debido a la falta de personal, para cuidar a dos niños: el Olivio y el Marcelo, es decir, Capirucho y Capirote.
VI.
El Olivio, o el autodenominado "sargento Capirucho", me ha confesado que, cuando él sea grande, va a ser "Sup". "¿Y vos Sup qué vas a ser?", me preguntó sabiendo que el cumplimiento de su aspiración me dejará sin empleo. "¿Yo?", dije para darme tiempo, "yo voy a ser un caballo, un niño caballo, y me voy a ir hasta allá, bien lejos..." y señalé un punto indefinido en el horizonte. "Vos puedes ser sargento", me consoló el Olivio mientras descubría una tortolita que revoloteaba ignorando las aspiraciones jerárquicas del hoy Capirucho y la temible tiradora que colgaba de su cuello.
"Cabo Capirote", responde el Marcelo cuando le preguntan cómo se llama. Sin pena alguna, y tal vez haciendo uso del fuero militar de su "grado", se mete donde quiere y empieza a buscar dulces, chocolates, a contar historias increíbles, o se pone a espiar a las mujeres cuando se bañan.
El Olivio y el Marcelo, Capirucho y Capirote. Estos dos niños juegan a desconcertarse mutuamente cuando se ponen a decir poesías. 4 poemas forman su repertorio, y siempre se las ingenian para mezclar unas con otras. ¿El resultado? No importa, si al final obtienen una paleta de dulce o un chocolate, si pueden dibujar "caniquitas" o salir a cazar, siempre infructuosamente, pájaros zanates. Piensan Capirucho y Capirote que no hay mejor remedio para el desamor que un buen zanate para comer juntos.
Estos dos enanos, perdón, niños, tienen la batería sobrecargada. Tienen unos 7 años y cada día amplían su radio de acción. Por entre espinas y acahuales persiguen al "erello" (una especie de salamandra de hasta un metro de largo), pero no se le acercan mucho. A Luzbel lo han traído de un lado a otro, tiene las alas llenas de espinas y raspones, le llenaron las bolsas de guijarros (para la tiradora) y lo "tarantan" con su bla-bla constante. Las noches no le alcanzan a Luzbel para recuperarse, y temprano tiene que ir detrás de ellos a pescar caracol, cangrejo y "camarona", ir al cafetal, ser picados por hormigas, abejas o por cualquier animal "salvaje" de la comunidad, patear una pelota desinflada, comer todo lo que encuentran a su mano y altura, y escucharlos contar hazañas que nunca ocurrieron. Pero lo que más le deprime a Luzbel es que lo ponen de tiro al blanco para practicar con la tiradora.
Luzbel está ya viejo, su edad se remonta al inicio del tiempo. Digo esto no para que le tengan lástima, sino para que lo comprendan. Yo conozco al Capirucho y al Capirote, y estoy seguro que la labor de cuidarlos dejaría agotado al mismo Dios (que, dicho sea de paso, tampoco es joven).
Por eso no me sorprendió Luzbel cuando me dijo que renunciaba definitivamente a cuidar niños y niñas zapatistas.
- Mejor me voy a Kosovo o a Ruanda o a cualquier otro lugar donde la ONU cumpla su misión de promover guerras - dice Luzbel mientras se incorpora, - De seguro que ahí hay más tranquilidad -
Y, ya por alejarse, agregó:
- O a la diócesis de Ecatepec o a la cúpula empresarial mexicana, que viene a ser lo mismo. Ahí hay corrupción, mentiras, ultrajes, robos y todas esas maldades más propias de los diablos ortodoxos como yo -.
Entiendo la desesperación y el desconsuelo de Luzbel. Estoy seguro que hubiera preferido no tratar de organizar ningún sindicato angelical si hubiera sabido que, a la vuelta del tiempo, iba a tener que andar tras de estos niños.
A la luz de un cocuyo, agregué una posdata a la carta para Eduardo Galeano: "P.D. QUE APORTA MÁS DATOS.-- Don Eduardo: En las montañas indígenas de México, Dios no vive. Y el diablo, ni aunque le paguen..."
Ya casi amanecía, así que me despedí de Luzbel y regresé con la Mar.
VII.
La mayoría de los niños y niñas zapatistas de Guadalupe Tepeyac en el exilio, nacieron y crecieron lejos de su hogar. En el gobierno mexicano hay ahora otro partido político y estos niños siguen siendo rehenes (ahora de quienes se autodenominan "promotores del cambio") para imponernos la rendición. ¿Qué ha cambiado para estos niños? La historia de su poblado original les parece como de cuento, tan lejos está en tiempo y espacio que les parece un viaje muy largo volver a él. Complicados y mezquinos cálculos políticos y una soberbia estúpida son los que los expulsaron de su pueblo y los que se niegan a devolverles lo que les pertenece.
No sólo en este pueblo errante, en todas las comunidades zapatistas los niños y niñas crecen y se van haciendo jóvenes y adultos en medio de una guerra. Pero, contra lo que se pueda pensar, las enseñanzas que reciben de sus pueblos no son de odio y venganza, mucho menos de desesperanza y tristeza. No, en las montañas del sureste mexicano los niños crecen aprendiendo que "esperanza" es una palabra que se pronuncia en colectivo, y aprenden a vivir la dignidad y el respeto al diferente. Tal vez una de las diferencias de estos niños con los de otras partes, es que éstos aprenden desde pequeños a ver el mañana. Más y más niños y niñas seguirán naciendo en las montañas del sureste mexicano. Serán zapatistas y, como tales, no alcanzarán a tener un ángel de la guarda. Nosotros, "pobres diablos", habremos de cuidarlos hasta que se hagan grandes. Grandes como nosotros, los zapatistas, los más pequeños...
De las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos
Ai bambini e alle bambine di Guadalupe Tepeyac in Esilio.
"Miguel Kantun, di Lerma, è amico di Canek. Gli scrive in una lettera che gli mandi suo figlio per farne di lui un uomo. Canek gli risponde dicendogli che farà di suo figlio un indio."
"Canek. Storia e leggenda di un eroe maya" Ermilo Abreu Gómez
Questo non è un testo politico. È sui bambini e bambine zapatisti, su quelli che furono, su quelli sono e su quelli che verranno. È, pertanto, un testo d'amore ... e di guerra.
I bambini possono produrre guerre e amori, incontri e scontri. Maghi imprevedibili e involontari, i bambini giocano e vanno creando lo specchio che il mondo degli adulti evita e aborrisce. Hanno il potere di modificare ciò che li circonda e di trasformare, per esempio, un'amaca vecchia e sfilacciata in un moderno aereo, in una canoa, in un carro per andare a San Cristóbal de Las Casas. Un semplice scarabocchio, tracciato con la matita che la Mar procura loro in questi casi, gli dà la carica per raccontare una complicata storia dove il "ieri" comprende ore o mesi e il "poco dopo" può volere dire "il secolo che viene", dove essi ed esse (e chi ne dubita?) sono eroi ed eroine. E lo sono, però non solo nelle loro storie fittizie, anche e soprattutto nel loro essere bambini e bambine indigeni nelle montagne del sudest messicano.
Nove sono i cerchi dell'inferno di Dante. Nove le carceri che rinchiudono i bambini indigeni in Messico: Fame, Ignoranza, Malattia, Lavoro, Maltrattamento, Povertà, Paura, Oblio e Morte.
Nelle comunità indigene del Chiapas la denutrizione infantile arriva fino all'80%, il 72% dei bambini non arrivano nemmeno a terminare il primo anno delle elementari e in tutte le case indigene bambini e bambine, dai 4 anni, devono tagliare e portar legna per mangiare. Per strappare quei cerchi bisogna lottare molto, sempre, addirittura da bambino. C'è da lottare molto.
A volte c'è da fare una guerra, una guerra contro l'oblio.
Ho detto che questo è un testo sui bambini e sulle bambine che ci sono stati. E dato che nelle storie di cavalli e cavalieri si dice "prima le dame", inizierò con questo ricordo che aspira a non ripetersi.
Si tratta di "la Paticha". Già una volta ho parlato lei e, attraverso lei, di tutti i non-nati dello scantinato del Messico.
Molto si è scritto, nel bene o nel male, sulle cause dell'insurrezione zapatista. Io qui ne approfitto per proporre un altro punto di partenza: gli zapatisti non-nati, cioè buona parte dei bambini zapatisti. È rara la famiglia indigena in Messico che non conti 3 o 4 bambini morti prima dei 5 anni. Migliaia nelle montagne del sudest messicano, decine di migliaia in quel solaio abbandonato dalla "modernità" governante: i popoli indios, gli abitanti originari di queste terre.
Con meno di 5 anni d'età, la Paticha morì di febbre. In poche ore, la febbre le bruciò gli anni e i sogni.
Chi fu il responsabile della sua morte? Che coscienza si fecondò con la sua sparizione? Che dubbio si risolse? Che paura fu sconfitta? Che coraggio fiorì? Che mano si armò? Quante morti come quella di Paticha hanno reso possibile la guerra che iniziò nel 1994?
Le domande sono importanti, perché la morte della Paticha fu una morte oscura. Già prima ho detto che nemmeno è stata una morte, dato che per il Potere non era neanche nata. E in più, la non-nata Paticha morì nel buio della notte, nell'oblio.
Non c'è dubbio, oscurità come quella della sua morte sono quelle che hanno illuminato la mediocre notte di questo paese, nel 1994...
I.
E, parlando d’oscurità fertili, dev'esserci una spiegazione scientifica di come un'oscura nuvola possa dar luogo al potente fulgore di un fulmine. Ci sono molte spiegazioni ideologiche, tuttavia ancor prima che l'uomo si rendesse conto, con cerimonie, libri e discussioni, della meraviglia di una tormenta notturna, già l'oscuro produceva chiarezza, già la notte partoriva il giorno e già il fuoco più fiero diveniva un soffio di fresco.
Così che questa è un'alba particolarmente oscura. Senz'altro, per sorprendere i più brillanti meteorologi (o semplicemente per contraddirli), l'orizzonte dell'oriente si squarcia in rari raggi, rami secchi di luce che cadono dal luminoso albero che la notte nasconde dietro di sé. E la notte è così uno specchio nero, un'ombra che si rompe di giallo e d'arancio. Uno specchio. La cornice la formano i quattro punti cardinali di un orizzonte che sale e scende, alberato e grigio scuro. Uno specchio visto dal lato oscuro dello specchio. Il lato scuro di uno specchio, che avverte di ciò che si porta dietro, che lo promette...
Tutte le storie sono popolate di ombre. Nella storia zapatista, non sono poche quelle che hanno delineato la nostra luce. Siamo pieni di passi di muto andare che, senza dubbio, rendono possibile il grido. Sono molte e molti quelli che rimangono quieti perché il movimento cammini. Molti volti confusi che permettono di chiarire altri volti. Qualcuno ha detto che lo zapatismo aveva successo perché sapeva tessere reti. Giusto, dato che dietro di noi ci sono molte tessitrici dalle mani agili, dal grande ingegno, dal passo prudente. E, mentre su ogni nodo della rete ribelle, rete dei dimenticati del mondo, si alza una luce incandescente e breve, ancora nell'ombra esse tessono nuovi abbozzi e abbracci...
E parlando di tessitrici e di abbracci, io mi sciolgo da quello tiepido e fresco della Mar nel letto ed esco per camminare appena pochi passi, in quest'alba in cui febbraio ribadisce il suo delirio e annuncia l'arrivo della lepre di marzo. Lì non più in là, dove la selva è territorio della notte in basso, alcuni coleotteri si agitano per il caldo umido che annuncia la tormenta.
Una piccola ombra piccola, singhiozza vicino all'amaca. Io mi sono avvicinato fino a distinguere un piccolo ometto, un po' tozzo, baffuto e abbastanza avanti in anni e carne. Due ali malridotte di carta crespa rossa, un paio di piccole corna e una coda che termina con una punta a freccia fanno sì che sembri un diavolo.
Sì, un diavolo. Un diavolo abbastanza malridotto. Un povero diavolo...
- "Povero diavolo" tuo nonno! - biascica la piccola figura.
Io non arretro. Anche se la mia testa e le mie gambe mi dicono di correre lontano da lì, io sono l'uomo di casa (beh, della capanna, però credo che mi capiate) e non devo abbandonare la Mar, che è la donna di casa. Così che tutti i film di Pedro Infante mi impongono di difendere la casa e... così devo frenare la mia voglia di uscire di corsa. Beh, almeno non senza aver avvisato prima la Mar che, come già ho detto prima, è la donna della casa di cui io sono l'uomo di casa.
È così che non tento nessuna "ritirata strategica" e, come sempre quando il terrore s'impadronisce di me, accendo la pipa e parlo. Faccio qualche ozioso commento su com'è instabile il clima e, vedendo che non c'è risposta, mi azzardo...
- Così ascolti quello che penso... -
- Come se lo gridassi - risponde l'ometto.
- E non chiamarmi ometto! - protesta...
- Lucifero, chiamami Lucifero - si affretta per interrompere il mio pensiero.
-"Lucifero"? Mi suona, mi suona. Non è l'angelo che si ribellò per superbia contro il Dio cristiano e per castigo lo mandarono all'inferno? - dico di getto.
- Proprio così. Però non fu così. La storia, infelice mortale, la scrivono i vincitori, Dio in questo caso. In realtà quello che successe fu un problema di salari e di condizioni di lavoro. Un sindacato, per quanto angelico che fosse, non ci stava nei piani divini, così il Dio optò per applicare la clausola dell'esclusione. Gli scriba mercenari s'incaricarono di denigrare la nostra giusta lotta e così ci fu... - dice Lucifero accomodandosi seduto ai piede di un Huapac´.
Io fino ad allora non mi ero reso conto di quanto fosse piccolo, però non dico niente. Suppongo che il mio silenzio lo inviterà a continuare a parlare e, in effetti, così è, perché Lucifero inizia a raccontare una storia, come compete ad un diavolo, d'orrore e crudeltà a lettere maiuscole. Il suo racconto sembra tragedia, commedia, quasi guerra...
II.
Lucifero è rimasto un attimo in silenzio... Oltre alle stelle in alto e in basso (ad esempio i coleotteri), nessun altro andava in giro nella notte.
Ho acceso di nuovo la pipa, più per approfittare della luce dell'accendino e guardar bene la figura del diavoletto, che per voglia di fumare. Nove cerchi di fumo son saliti dalla pipa. Allo svanire dell'ultimo, mi parlò.
La storia che mi raccontò Lucifero può ferire la suscettibilità delle buone e cristiane coscienze, cosa poco raccomandabile, soprattutto di questi tempi in cui l'alto clero spinge per far tornare indietro l'orologio della storia. Però dato che non sto competendo per ottenere delle indulgenze e mi è già noto l'inferno che il Potere impone ai poveri, io non ho da preoccuparmi. In ogni caso, faccio il mio dovere avvertendo i lettori e ricordando loro che sto solo trascrivendo quello che Lucifero mi raccontò, ecco:
"Il Dio dei ricchi e dei libri era molto soddisfatto con il Trattato di Libero Commercio, il passaggio al primo mondo, la globalizzazione economica e tutte queste bazzecole che più che un prodotto divino parrebbero dell'inferno - come se noi, i diavoli, non fossimo capaci di tali orrori.
Bene, il caso vuole che il Dio aveva assegnato, come è giusto, un angelo custode per proteggerli, ad ognuno dei bambini della generazione del Trattato di Libero Commercio. Gli angeli non sono molti e il lavoro di angelo custode di bambini è molto mal pagato. Però un tale Gabriele, leader indiscusso e arcangelo per di più, aumentò a forza l'organico per compiere il lavoro. Ci sono state proteste, però poche. Così ogni bambino del TLC aveva il suo angelo custode.
Però capita che a voi, zapatisti, viene in mente in levarvi in armi quel primo gennaio del 1994 e alterare tutto, perfino la divina memoria. Perché il fatto è che il Dio non si ricordava dei bambini indigeni. Non è che non avesse tenuto conto di loro o che pensasse di disfarsi di loro, semplicemente ignorava che esistessero.
Il Dio dei libri e dei ricchi è un padrone come tutti, però molto all'antica. Così che pensò che, mentre il neoliberismo s'incaricava di mandare all'altra vita tutti i bambini zapatisti, lui avrebbe dovuto rispettare le sue funzioni divine e aggiudicare, ad ogni zapatista bambino, un angelo custode.
Però, dato che non aveva più angeli custodi disponibili, allora riabilitò i diavoletti. Per farlo, ci forzò a firmare un trattato commerciale umiliante e lesivo della diabolica sovranità dell'inferno. L'inferno aveva problemi economici e quel tal San Pietro aveva approfittato delle nostre necessità per concederci un credito finanziario che conteneva, com'è immaginabile, una clausola diabolica.
Bene, si dà il caso che il Dio poteva disporre della forza di lavoro infernale in condizioni estreme, e senza che questo danneggiasse le restrizioni migratorie che noi diavoli dobbiamo osservare rispetto alla frontiera celestiale. Senza neanche rendercene conto, ci siamo ritrovati assunti in seconda, agli ordini di colui che ci aveva espulso". Lucifero fece una pausa che mi sembrò più che altro un singhiozzo. Poi continuò...
"Così, dalla extraterritorialità del suo potere finanziario, Dio ci mise a lavorare come "angeli custodi " di quelli che aveva dimenticato nella sua euforia primo-mondista, come angeli custodi dei bambini zapatisti. E adesso, al posto di incitare al peccato le buone coscienze, di pervertire anime innocenti, di consigliare leader imprenditoriali, di "ispirare" il governatore panista di Querétaro, di istigare il vescovo Onésimo Cepeda, o di disegnare la campagna post-elettorale di Fox, adesso stiamo proteggendo, in condizioni lavorative miserabili, i bambini dello scantinato.
Insomma siamo "diavoli custodi"!
Davvero! E per una paga miserabile. E Dio (che, non dimentichiamocene, è Dio di tutto il creato, addirittura dell'inferno) ci obbliga a guardare bambini zapatisti. E pensare che c'è ancora chi crede nella bontà divina!..."
III.
Lucifero tace per un momento e io ne approfitto per scarabocchiare alcune parole. E che, non ci crederete, ma anch'io ero sorpreso. Tanto che, di getto, scrissi a don Eduardo Galeano alcune righe, perché racconti questo in qualcuno dei suoi libri:
"Data: inizi del terzo millennio
Don Galeano:
Nel Messico neoliberale degli inizi del secolo XXI, i bambini zapatisti sono tanto poveri che non sono sufficienti gli angeli custodi. Al loro posto hanno dietro un diavolo, un diavoletto custode.
Nelle notti di tormenta, nelle montagne del sudest messicano, i bambini pregano: "Diavoletto custode, dolce compagnia, non mi abbandonare, né di giorno né di notte", questo succede...
Bene. Saluti e niente mate.
Il Sub"
(fine della lettera a Galeano).
Bene, non annoierò i capi di redazione con altri intervalli fra il dialogo, così vi racconto di getto ciò che stava facendo soffrire questo "diavolo custode".
IV.
Risulta che a Lucifero gli toccò essere capo di una squadra di "diavoli custode". Non so quante squadre siano necessarie per curare tutti i bambini zapatisti (che sono abbastanza), però a quella di Lucifero toccò un lavoro infernale, terrificante, diabolico. Doveva curare: il Beto, l'Heriberto, l'Ismita, l'Andulio, il Nabor, il Pedrito, la Toñita, la Eva, la Chelita, la Chagüa, la Mariya, la Regina, la Yeniperr e per finire, orrore degli orrori!, l'Olivio e il Marcelo.
Quando gli toccò essere "diavolo custode" del Beto, Lucifero si disperò. E non era l'agitata vita di questo bambino-soldato che sfidava con la sua fionda, persino un veicolo blindato, tipo hummer e con lanciagranate, o un elicottero "black hawck" della generazione del TLC. Neanche il suo stanco andar su e giù per colline e dirupi, cercando legna per il fuoco della sua casa. No, ciò che fece disperare Lucifero (e gli fece chiedere un cambio di custodia) sono state le domande del Beto:
"Quanto è lontana la grande città? E' più grande di Ocosingo? Quanto misura il mare? Perché serve tanta acqua? Come vive la gente che vive nel mare? Di che grandezza dev'essere una fionda che può abbattere un elicottero? Se il soldato ha la sua casa e la sua famiglia da un'altra parte, perché viene a toglierci la nostra casa e a seguirci fin qua? Se il mare è tanto grande come il cielo, perché non li voltiamo così si affogano gli elicotteri e gli aerei del governo?"
Domande così sono state quelle che motivarono il cambio di lavoro di Lucifero. Però non gli andò meglio, perché gli assegnarono l'Heriberto...
- Fu terribile - confessa Lucifero - Questo bambino odia la scuola come un segretario di educazione pubblica, e i maestri come leader sindacali asserviti. Preferisce giocare e cacciare dolci e cioccolata. Vedessi come c'è da corrergli dietro quando sente il rumore della carta di un dolce!
Dall'Heriberto, Lucifero è passato all'Ismita.
Mi racconta Lucifero che un giorno l'Ismita diventò cattivo con la Marikerr (così si chiama la bambina, non datemi addosso) perché ha detto che gli ha rotto un ramo del suo nance, l'albero da frutta dell'Ismita. Ma come può averlo rotto se è così piccola e l'albero è molto alto?, gli chiese Lucifero. "Si è appesa e mi ha rotto il ramo" ha detto l'Ismita e ha guardato con disapprovazione la Marikerr, che stava alla coda di un assalto infantile allo spaccio del "Aguascalientes". L'assalto era organizzato da Lucifero perché, dice lui, "i bambini devono prepararsi a tutto, addirittura per essere governatori". L'Ismita deve aver circa 10 anni, però la denutrizione cronica gli ha regalato la statura di un bambino di 4. Ismita compensa la su carenza in altezza fisica con la grandezza morale. Non solo perdonò alla Marikerr di aver rotto il ramo al suo nance, ma condivise con lei anche la bibita e le gallette ottenute grazie all'assalto dello spaccio.
"E' che nessuno la invita", ha detto Ismita a Lucifero quando questi ha reclamato.
La generosità non piace molto all'inferno, così Lucifero se ne andò dall'Andulio.
Dopo un lungo cammino, Lucifero è arrivato a casa dell'Andulio, quello dal sorriso che brilla. L'Andulio l'abbiamo conosciuto in quei giorni terribili della persecuzione del 1995. Maggio era un caldo alito che bruciava giorni e notti, e l'Andulio si svegliava sui rami di un albero, cercando di imitare un tacchino con la sua canzone. Non si avvicinava molto a noi, però un pomeriggio abbiamo scoperto che ci accettava quando ha chiesto una registratore e, a ritmo di un corrido, si mise a ballare. La Mar gli chiese allora, di fronte a un cartello, dove era il Sub. L'Andulio esitò e, un secondo dopo, si voltò e mi indicò. Il Sub. non poteva essere nel cartello e nel vano della porta allo stesso tempo, così segnalandomi nel corpo, l'Andulio ribadiva il suo materialismo filosofico. Dimenticavo di dire che Andulio nacque senza mani, una malformazione genetica gli lasciò due monconi alla fine delle braccia.
- Questo bambino non ha mani, però ha un sorriso troppo angelico – dice Lucifero per giustificare il suo nuovo cambiamento. Così è arrivato dal Nabor.
Con Nabor non gli andò meglio. Con 3 anni sulle spalle, il Nabor ha una libido che lascerebbe di stucco Casanova. Lucifero non faceva altro che arrossire e così se ne andò in un'altra comunità. Così è arrivato a Guadalupe Tepeyac nell'esilio.
In questa comunità tojolabal, buttata fuori dalle sue case dall'esercito federale messicano, gli toccò far da "angelo custode", pardon, da "diavolo custode" al Pedrito. Il Pedrito è un bambino guadalupano nato in esilio. Quando si inaugurava il Primo Incontro Intercontinentale per l'Umanità e contro il Neoliberismo, sua madre lo diede alla luce. Con 3 anni sulle spalle, il Pedrito è amico del Lino, un altro bambino guadalupano. Lino nacque il 9 febbraio di 1995 e aveva appena alcune ore di vita quando fu espulso dalla sua casa dai soldati.
Tornando al Pedrito, risulta che non vuole andare a scuola. Lo hanno già minacciato di portare il suo caso all'assemblea della comunità e neanche così sono riusciti. Io lo avvertii che se non andava l'avrei denunciato in un comunicato diretto al popolo del Messico e ai popoli ed ai governi del mondo. Il Pedrito rimase un po' lì a guardarmi, si strinse le spalle e disse "te mandalo pure, tanto io non so leggere". La Mar lo difende dicendo che ha appena 3 anni e il Pedrito rimane a guardarla e sospira innamorato. Però questa è un'altra storia, adesso restiamo con Lucifero che si cura del Pedrito.
Risulta che al Pedrito venne l'idea di giocare ai cavalli. Pensate bene se vi è venuto in mente che proprio a Lucifero toccò fare il cavallo. E pensate bene se vi viene in mente che Lucifero rinunciò.
- E' che questo bambino tira troppo le briglie -, ha detto per giustificarsi.
V.
Dopo il Pedrito, Lucifero ha deciso cambiare per un genere più amabile e si occupò di una bambina zapatista: la Toñita.
A Lucifero non preoccupò la tendenza della Toñita a disprezzare l'amore che "molto punge" (per mio scandalo, ha definito la sua tendenza come "salutare"). Né ciò, né l'esser stato abilitato a bambola da una Toñita impegnata a tagliargli le ali.
- Non saresti stato l'unico a cui fossero state tagliate - gli dissi con rancore.
Il "diavolo custode" sopportò tutto questo, però quello che non poté sopportare fu quel continuo rompere e rincollare la tazzina di te che è la vita delle bambine zapatiste...
Così il "diavolo custode" della Toñita, rinunciò ed andò a curarsi dell'Eva. E' durato poco. Alla diciannovesima volta in cui vide la "Scuola dei Vagabondi", con Pedro Infante e Miroslava, è rimasto addormentato e la Eva ne ha approfittato per ricamargli un po' di fiorellini e un "Viva l'ezln" sulle ali. La vergogna fece sì che Lucifero emigrasse.
Dopo l'Eva, proseguì con la Chelita. Una bambina scura di 6/7 anni e due occhi neri come stelle. A Lucifero è successo quello che capita a tutti, quando la Chelita lo vide lo lasciò gelato (temperatura poco adeguata per un diavolo), lo fece volare in cielo (direzione per niente raccomandabile data l'espulsione eccetera) e gli strappò una "Ave Maria Purissima!" che, questo sì, fu troppo. Come se gli strappassero l'anima, pardon, come se gli strappassero le ali, si sentì Lucifero quando lo tolsero dalla Chelita e lo mandarono con la Chagüa.
La Chagüa, come dice il suo nome, non si chiama "Chagüa" ma Rosaura, però nessuno la chiama come si chiama. Deve avere circa 8 anni. Nella sua piccola banda di bambini bellicosi, chi leaderizza non è un bambino ma una bambina, la Chagüa. Lei è la prima e la più veloce a salire sugli alberi per prendere cicale, lei è la più feroce e dura nelle contese a base di pietre e fango, lei è la prima a lanciarsi nella lotta e, fino ad ora, nessuno l'ha sentita chiedere tregua. Però, quando si avvicina a noi, qualcosa di raro succede: la Chagüa è una bambina tenera e dolce che abbraccia la Mar e le chiede che le racconti un favola o la pettini o almeno l'abbracci e sta zitta, sospirando di tanto in tanto.
Lucifero non rinunciò per il turbamento che la "tenera furia" di Chagüa gli provocava, ma perché in una baruffa gli toccò una pietra, e il colpo gli lasciò un terzo corno che non gli piaceva per niente. Così Lucifero se ne andò da un'altra bambina, la Mariya.
La Mariya deve avere circa 7 anni e nel suo villaggio è quella che ha la migliore mira con la fionda. Questo lo abbiamo scoperto, noi e il villaggio, in uno dei nostri passaggi per queste terre.
Dopo aver camminato per varie ore, la Mar e io ci piombammo in una capanna. Non avevamo ancora recuperato il respiro, quando cominciarono ad arrivare l'Húber, il Saúl, il Pichito e un numero indeterminato di bambini dal nome ugualmente indeterminato. Tutti portavano la loro finda e chiedevano di fare una gara per vedere chi aveva il miglior punteggio. La Mariya era già seduta a fianco della Mar e non diceva niente. Senza alzarmi, organizzai i turni e indicai dove mettere una latta a 10 passi di distanza. Ci provarono tutti ma la latta continuava a rimanere al suo posto.
Quando domandai se avevano già provato tutti, la Mar disse "Manca la Mariya".
Di fronte allo stupore di tutti, la Mariya si alzò e prese una fionda.
Un mormorio di disapprovazione fece vibrare il gruppo dei maschietti (tra i quali io non stavo, non perché fossi femminista, ma perché non avevo la forza di alzarmi e di appoggiare il mio genere).
La Mariya diede una rapida occhiata di disprezzo ai bambini e questo bastò perché si zittissero. Regnava un silenzio che aveva poco di burla e molto di aspettativa...
La Mariya tese la fionda, chiuse un occhio, proprio come indicano i manuali di fionda, sparò e la latta saltò con metallico stridio.
La Mariya e la Mar proruppero in un grido di giubilo: "Abbiamo vinto noi donne!"
Noi bambini rimanemmo stupefatti, contriti e a bocca aperta. "Non preoccupatevi", ho detto loro per consolarli, "la prossima volta facciamo una gara senza la Mariya". Credo che non convinsi nessuno.
Lucifero è educato "all'antica", cioè: le fionde non sono per le donne. Così che ebbe una, diciamo, "crisi di coscienza machista" che è arrivato a scoppiare quando la Mariya lo sconfisse nel rude e (ex) maschile sport di tirare alle latte con la fionda. Così fu che Lucifero se ne andò da un'altra parte.
In altre comunità, Lucifero si curò della Regina, una bambina di circa 9/10 anni che si comporta come se ne avesse 30. Matura e responsabile, Regina è sorella e madre dei suoi fratellini, guardia del corpo degli insurgenti, la migliore tortillera del paese e un sole quando sorride. Nonostante la sua esperienza in bruciature infernali, Lucifero rinunciò quando non ha potuto sopportare le bruciature alle dita per voltare le tortillas sul comal.
- Non erano le bruciature - mi dichiara Lucifero, - ma doveva alzarsi alle 4 del mattino per fare il fuoco, macinare il mais e fare le tortillas. E questo era solo l'inizio del giorno...-
Pieno di sonno e con le dita bruciacchiate, Lucifero se ne andò dalla Yeniperr.
La Yeniperr è un eccellente esempio di come un uccellino può vincere una macchina. Quando gli elicotteri sorvolano la sua comunità, la Yeniperr li fa fuggire con delle domande. Di fronte a proiettili così fieri, gli apparati bellici si ritirano, e la Yeniperr continua a svolazzare tra tortore e colibrì. Quando vola la Yeniperr spesso si smarrisce, e non avrebbe nulla da temere, se non che lì vicino vadano i terribili Capirucho e Capirote.
Con la Yeniperr, Lucifero è durato solo pochi giorni. Secondo il suo racconto, non fu la paura per gli elicotteri e gli aerei governativi ciò gli fece chiedere un cambio.
- E' che mai sono riuscito a volare. Per qualche motivo o no, sono un angelo caduto... -, dice Lucifero mentre si massaggia il didietro.
Non lo avesse mai fatto, perché fu qui che assegnarono Lucifero, per mancanza di personale, alla cura di due bambini: l'Olivio e il Marcelo, vale a dire, Capirucho e Capirote.
VI.
Olivio, o l'autonominatosi "sergente Capirucho", mi ha confessato che, quando sarà grande, diventerà "Sub". "E tu, Sub, che cosa diventerai?" mi ha chiesto sapendo che la realizzazione della sua aspirazione mi avrebbe lasciato disoccupato. "Io?", ho detto per guadagnare tempo, "io diventerò un cavallo, un bambino cavallo, e me ne andrò fino là, molto lontano..." ed indicai un punto indefinito all'orizzonte. "Puoi essere sergente", mi consolò Olivio mentre guardava una tortora che svolazzava ignara delle aspirazioni gerarchiche dell'odierno Capirucho e della temibile fionda che pende dal suo collo.
"Capo Capirote"; risponde il Marcelo quando gli viene chiesto il suo nome. Senza paura alcuna e forse approfittando del diritto militare conferitogli dal suo "grado", si mette dove gli pare e comincia a cercare dolci, cioccolata, a raccontare storie incredibili o si mette a spiare le donne mentre si lavano.
L'Olivio ed il Marcelo, Capirucho e Capirote. Questi due bambini giocano a stupirsi a vicenda quando si mettono a recitare poesie. Quattro poemi formano il loro repertorio e si ingegnano sempre a mescolarli. Il risultato? Non importa se alla fine ottengono un dolcetto o un cioccolatino, se possono disegnare "palline" o andare a caccia, sempre infruttuosa, di tordi. Capirucho e Capirote pensano che alla delusione d'amore non esista miglior rimedio di un buon tordo mangiato in compagnia.
Questi due nani, pardon, bambini, hanno la batteria sovraccaricata. Hanno circa 7 anni ed ogni giorno ampliano il raggio d'azione. Tra spine acahuales inseguono un "erello" (una specie di salamandra lunga fino ad un metro) ma non gli si avvicinano molto. Hanno trascinato Lucifero da una parte all'altra, ha le ali piene di spine, gli hanno riempito le borse di sassi (per la fionda) e lo "tartassano" con il loro bla-bla costante. A Lucifero non bastano le notti per recuperare le forze, e molto presto deve andare con loro a pescare chiocciole, granchi e "gamberi", andare alla coltivazione di caffè, essere punto da formiche, api o da qualsiasi animale "selvaggio" della comunità, calciare un pallone sgonfio, mangiare tutto quello che gli capita a tiro ed ascoltarli mentre raccontano gesta mai compiute. Ma quello che più deprime Lucifero è che lo usano come bersaglio per esercitarsi con la fionda.
Lucifero è vecchio, la sua età risale all'inizio dei tempi. Dico questo non perché lo biasimino, ma perché lo comprendano. Io conosco il Capirucho ed il Capirote, e sono certo che il lavoro di prendersi cura di loro distruggerebbe Dio stesso (che, neppure lui è tanto giovane).
Perciò non mi sono sorpreso quando Lucifero mi disse che rinunciava a prendersi cura dei bambini e delle bambine zapatisti.
- Meglio andare in Kossovo o Ruanda o in qualsiasi altro posto dove l'ONU stia svolgendo qualche missione per promuovere guerre - dice Lucifero mentre si ritira, - Sicuramente lì c'è più tranquillità. -
Ed allontanandosi ha aggiunto:
- O la diocesi di Ecatepec o la lobby imprenditrice messicana, che è la stessa cosa. Lì c'è corruzione, menzogna, ruberie e tutte queste malvagità proprie dei diavoli ortodossi come me.-
Comprendo la disperazione e lo sconforto di Lucifero. Sono sicuro che avrebbe preferito non aver cercato di organizzare nessun sindacato angelico se avesse saputo che, nel tempo, avrebbe dovuto andar dietro a questi bambini.
Alla luce di una lucciola, ho aggiunto un post scritto per Eduardo Galeano "P.S. CHE AGGIUNGE ALTRI DATI. - Don Eduardo: Nelle montagne indigene del Messico, non vive Dio. Né il diavolo, benché lo paghino..."
Quasi albeggiava, così salutai Lucifero e ritornai da la Mar.
VII.
La maggioranza dei bambini e delle bambine zapatisti di Guadalupe Tepeyac in esilio, sono nati e cresciuti lontani dalla loro casa. Al governo messicano ora c'è un altro partito politico e questi bambini continuano ad essere ostaggi (ora di quelli che si autodefiniscono "promotori del cambiamento") per imporre la resa. Che cosa è cambiato per questi bambini? La storia del loro villaggio d'origine è per loro un racconto tanto lontano nel tempo e nello spazio da sembrare loro un cammino molto lungo farvi ritorno. Calcoli politici complicati e meschini ed una stupida superbia li hanno espulsi dal loro villaggio e si rifiutano di restituire loro quello che gli appartiene.
Non solo in questo villaggio errante, ma in tutte le comunità zapatiste i bambini e le bambine crescono e diventano giovani ed adulti in mezzo alla guerra. Tuttavia, contrariamente a quanto si possa pensare, gli insegnamenti che ricevono dalla loro gente non sono di odio e vendetta, tanto meno di disperazione e tristezza. No, nelle montagne del Sudest messicano i bambini crescono imparando che "speranza" è una parola che si pronuncia collettivamente, ed imparano a vivere la dignità ed il rispetto del diverso. Forse una delle differenze tra questi bambini e quelli di altre parti, è che questi imparano fin da piccoli a vedere il domani.
Sempre più bambini e bambine continueranno a nascere nelle montagne del sudest messicano. Saranno zapatisti e, come tali, non avranno un angelo custode. Noi, "poveri diavoli" dovremo prenderci cura di loro affinché si facciano grandi. Grandi come noi, gli zapatisti, i più piccoli...
Dalle montagne del Sudest Messicano.
Subcomandante Insurgente Marcos
forse dovremmo essere nati tutti nelle montagne del sudest messicano,sapremmo meglio il significato di " spreranza, dignità e rispetto".Che al mondo arrivino più Marcos possibili...perchè il cielo sà... quanto ce n'è bisogno.... R
RispondiEliminaMeglio sarebbe se tutto il mondo, quanto a carica di Speranza e Umanità, diventasse come il Sudest messicano.
RispondiEliminaSe poi fossi nato lì adesso sarei forse un ribelle con un passamontagna in testa, che parla spagnolo e dà voce e difende quanti non possono farlo. Ma cavoli, non è proprio quello che sono e che faccio? L'importante, come vedi, è cercare il baio cavallo baio... Ciao, D.