Los primeros americanos







En Cuba, según Cristóbal Colón, había sirenas con cara de hombre y plumas de gallo. En la Guayana, según sir Walter Raleigh, los nativos tenían los ojos en los hombros y la boca en el pecho. En Venezuela, según el fraile Pedro Simón, había indios de orejas tan, pero tan grandes que las arrastraban por los suelos al caminar. En el Río Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenían los pies al revés. Los talones adelante y los dedos atrás. Según Pedro Martín de Anglería, que escribió la primera historia de América, pero por supuesto nunca estuvo allí, los nativos americanos tenían rabos, y rabos tan pero tan largos que para sentarse necesitaban asientos con agujeros.
Así nos vieron. Y así vieron a América los Europeos del Renacimiento.
Hoy voy a contarles, a mi modo y manera, algunas historias que quisieran verlos,... a los antiguos americanos, a los primeros de todos, cómo fueron y cómo son.

La Historia que puedo ser

Cristóbal Colón no consiguió descubrir América porque no tenía visa y ni siquiera tenía pasaporte.
A Pedro Álvarez de Cabral no lo dejaron desembarcar en Brasil, porque podía contagiar la viruela, el sarampión, la gripe y otras pestes desconocidas en el país.
Hernán Cortés y Francisco Pizarro se quedaron con las ganas de conquistar México y Perú, porque carecían de permiso de trabajo.
Pedro de Alvarado, rebotó en Guatemala y Pedro de Valdivia, en Chile, porque ninguno de los dos tenía el certificado policial de buena conducta.
Y los peregrinos del Mayflower fueron devueltos a la mar, porque en las costas de Massachussets no había cuotas abiertas de inmigración.

Americanos

Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio desde una cumbre en Panamá los dos Océanos. Los que allí vivían ¿Eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus nombres al tomate, a la papa, al maíz, al chocolate, a los ríos, a las montañas de América? Los que allí vivían ¿Eran mudos?
Lo escucharon los peregrinos del Mayflawer y desde entonces se repite siempre: Dios decía que América era la tierra prometida. Pero los que allí vivían ¿Eran sordos?
Los nietos de aquellos peregrinos del Norte se apoderaron del nombre "América"... y de todo lo demás o casi todo lo demás. Ahora Americanos son ellos. Nosotros, los que en las otras Américas vivimos, ¿Qué somos?

El diablo es indio

La Historia que pudo ser no fue la historia la historia que fue.
En la que fue, en la historia de a de veras, los conquistadores entraron en América y pudieron confirmar que Satán, expulsado de Europa, había encontrado refugio en las islas y las costas de América, besadas por su boca llameante.
Aquí en América habitaban seres bestiales, que llamaban "juego" al pecado carnal y lo practicaban sin horario ni contrato, y que ignoraban los diez mandamientos y los siete sacramentos y los siete pecados capitales y andaban en cueros y hasta tenían la costumbre de comerse entre sí.
La conquista de América fue una larga y dura tarea de exorcismo. Tan arraigado estaba el maligno en estas tierras, que cuando parecía que los indios estaban venerando a la Virgen, en realidad veneraban a la serpiente aplastada bajo sus pies. Y cuando adoraban la cruz, estaban en realidad celebrando el encuentro de la lluvia con la tierra. Los conquistadores cumplieron la misión de devolver a Dios, el oro, la plata y las muchas otras riquezas que el diablo había usurpado. No fue fácil recuperar el botín.
Menos mal que, que a veces recibían alguna ayudita desde las alturas.
Una vez, el señor de los infiernos preparó una emboscada, en el desfiladero que conducía al Cerro Rico de Potosí, para impedir el paso de los Españoles. Y desde el cielo bajó un arcángel, que le propinó tremenda paliza.

Fundación de la guerra bacteriológica

Mortifero fue para América el abrazo de Europa. Murieron nueve de cada diez nativos. Víctimas, sí, de las armas desconocidas que los conquistadores traían: la pólvora, el acero, los caballos; pero sobre todo víctimas de los guerreros más chiquitos, que fueron los más feroces, los involuntarios aliados de la conquista de las Américas: los virus y las bacterias. Las poblaciones nativas no tenían defensas contra enfermedades que no conocían, contra la viruela, contra la difteria, el tifus, la gripe, el sarampión... una cantidad enorme de pestes extrañas desconocidas, que mataron más que todo lo que mató el arcabuz o la espada, muchísimo más. La experiencia se repitió, ya tiempo después, en Australia, donde ocurrió lo mismo; y en el Norte de América también; donde se llegó en algunos casos a distribuir frazadas infectadas de viruela... porque se suponía que los indios eran intrusos en esas tierras que Dios había prometido a los colonos puritanos venidos de Inglaterra. Y hasta hubo un comandante, sir Jeffrey Hamster, que lo celebró y dijo: "Bienvenida sea la viruela para extirpar a esta raza execrable".

Continuidad del camino

Cuando alguien muere, cuando su tiempo acaba, ¿mueren también los andares, los deseares, los decires que se llamaron con su nombre en el mundo? Entre los indios del Alto Orinoco, quien muere pierde su nombre. Ellos comen las cenizas del muerto, mezcladas con plátano, con vino; y después de esa ceremonia ya nadie nunca más nombra al muerto, porque el muerto sigue estando con otros nombres, en otros cuerpos, que andan, desean y dicen.

Señor que calla

En la época colonial el Cerro Rico de Potosí produjo mucha palta y muchas viudas. Durante más de dos siglos, Europa celebró allí, en esas heladas alturas, una ceremonia caníbal, daba de comer carne humana al cerro a cambio de la plata que le arrancaba. De cada diez indios que entraban en los socavones, siete no volvían. El exterminio ocurrió en Bolivia, que todavía no se llamaba así, para hacer posible el desarrollo europeo del capitalismo que tampoco se llamaba así. El nombre del cerro provenía de la lengua indígena "Ppotocci", Potosí, significaba: "Truena, hace explosión", porque los indios creían que el cerro tronaba cada vez que le arrancaban la plata de sus entrañas.
Ahora el Cerro Rico de Potosí... vacío, vaciado, calla.

Ellos venían desde lejos

Si hubieran conocido la lengua de la ciudad, hubieran podido preguntar: ¿Quién sostiene a los aviones en el aire? O, ¿por qué los dioses nos negaron el acero? Pero ellos no conocían la lengua de la ciudad. Eran pastores de la Sierra Nevada de Santa Marta, que visitaban por primera vez la ciudad de Bogotá, y no conocían la lengua que hablaban esos millones de urbanoides que iban y venían por las calles ruidosas, sobre piernas, sobre ruedas, a todo vértigo. De modo que nada decían, pero, calladamente contemplaban el sentido, sin miedo, ni admiración, ni nada que no fuera compasión.
Porque calladamente se preguntaban: ¿Qué sería de todos ustedes si nosotros no hiciéramos salir el sol todos los días?

Tik

En el verano de 1972, Carlos Lankester, escuchó ésta palabra por primera vez. Él había sido invitado a una Asamblea de Indios Tzeltales, en el pueblo de Bachajón, y no entendía nada. No entendía la lengua. La discusión muy animada, le sonaba como algo así a una lluvia loca. Había una palabra que atravesaba esa lluvia, era la palabra "tik". Parecía una asamblea en clave de "tik". Tik, tik, tik... entre muchas otras palabras siempre sonaba la palabra tik. Carlos, antropólogo, lingüista, había andado mucho mundo y sabía que la palabra más usada en todas las lenguas es la palabra "Yo".
La palabra "Tik", que brilla, en los sentires y los vivires del pueblo Maya, significa: "Nosotros".

Promesa de América

El tigre azul romperá el mundo.
Otra tierra, la tierra sin mal, la tierra sin muerte será nacida de la aniquilación de esta tierra. Así lo pide ella. Ella pide morir porque pide nacer, esta tierra vieja y ofendida que esta cansadísima y ya ciega de tanto llorar. Moribunda la tierra atraviesa los días, basura del tiempo, y por la noche tira piedad a las estrellas. Pronto el padre primero escuchará la suplica del mundo. Tierra queriendo ser otra. Tierra queriendo morir, tierra queriendo nacer. Y entonces, soltará al tigre azul que duerme junta a la hamaca.
Esperando ese momento los indios guaraníes, viajan por la tierra condenada.
Y bailan sin parar, anunciando, celebrando el próximo nacimiento de la tierra nueva. La que será fundada sin vejez, ni enfermedad, ni nada que interrumpa la incesante siesta de vivir. El maíz crecerá por su cuenta. Las flechas se dispararan solas. Y no serán necesarios el castigo ni el perdón porque no habrá prohibición ni culpa.

La Creación

La mujer y el hombre soñaban que dios los estaba soñando. Dios los soñaba mientras cantaba envuelto en humo de tabaco y agitaba sus maracas y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio. Los indios Maquiritares saben que si dios sueña, sueña con comida, fructifica y da de comer; y si dios sueña con la vida, nace y da nacimiento... Y en el sueño de los Maquiritares, la mujer y el hombre soñaban que en el sueño de dios aparecía un gran huevo brillante. Y dentro del huevo ellos cantaban y bailaban, y armaban mucho alboroto porque estaban locos de ganas de nacer. Y soñaban que en el sueño de dios la alegría era mas fuerte que la duda y el misterio. Y dios soñando los creaba... Y cantando decía: "Rompo este huevo y nace la mujer; y nace el hombre; y juntos vivirán y morirán; y nacerán nuevamente y volverán a morir; y otra vez nacerán... Y nunca, nunca dejarán de nacer... porque la muerte es mentira".

Eduardo Galeano


A Cuba, secondo Cristoforo Colombo, c'erano sirene con viso di uomo e piume di gallo. Nella Guyana, secondo sir Walter Raleigh, i nativi avevano gli occhi alle spalle e la bocca nel petto. In Venezuela, secondo il frate Pedro Simón, c'erano indios con orecchie tanto, ma tanto grandi, che le strusciavano per terra camminando. Lungo il Rio delle Amazzoni, secondo Cristóbal de Acuña, i nativi avevano i piedi alla rovescia. I talloni avanti e le dita dietro. Secondo Pedro Martín de Anglería che scrisse la prima storia dell'America, ma ovviamente non la visitò mai, i nativi americani avevano code, e code tanto ma tanto lunghe che per sedersi avevano bisogno di sedie coi buchi.
Così ci videro. E così videro l'America gli Europei del Rinascimento.
Oggi vi racconto, a mio modo e maniera, alcune storie che dovrebbero riguardare... gli antichi americani, i primi fra tutti, come furono e come sono.

La Storia che avrebbe potuto essere

Cristoforo Colombo non potè scoprire l'America, perché non aveva visto e nemmeno passaporto.
A Pedro Alvares Cabral venne proibito di sbarcare in Brasile, perché poteva contagiare con la varicella, il morbillo, l'influenza ed altri morbi sconosciuti quel paese.
Hernán Cortés e Francisco Pizarro sono rimasti con la voglia di conquistare Messico e Perù, perché mancava loro il permesso di lavoro.
Pedro de Alvarado è stato respinto dal Guatemala e Pedro de Valdivia non è potuto entrare in Cile, perché non avevano i certificati penali di buona condotta.
I pellegrini del Mayflower sono stati restituiti al mare, perché nelle coste del Massachusetts non c'erano quote aperte per l'immigrazione.

Americani

Racconta la storia ufficiale che Basco Núñez de Balboa fu il primo uomo che vide da una cima di Panama i due Oceani. Quelli che lì vivevano erano ciechi?
Chi diede i loro nomi al pomodoro, alla patata, al mais, al cioccolato, ai fiumi, alle montagne d'America? Quelli che vivevano lì erano muti?
L'ascoltarono i pellegrini del Mayflawer e da allora si ripete sempre: Dio aveva detto che l'America era la terra promessa. Ma quelli che vivevano lì erano sordi?
I nipoti di quei pellegrini del Nord si impadronirono del nome "America"... e di tutto il resto o quasi tutto il resto. Ora sono Americani. Noi, quelli che viviamo nelle altre Americhe, chi siamo?

Il diavolo è indio

La Storia che avrebbe potuto essere non è stata la storia, la storia che fu.
In quella che fu, nella storia per davvero, i conquistatori entrarono in America e poterono confermare che Satana, sloggiato dall'Europa, aveva trovato rifugio nelle isole e lungo le coste dell'America, baciate dalla sua bocca fiammeggiante.
Qui in America abitavano esseri bestiali che chiamavano "gioco" il peccato carnale e lo praticavano senza orario né regole, e che ignoravano i dieci comandamenti e i sette sacramenti e i sette peccati capitali e andavano in giro nudi ed avevano perfino l'abitudine di mangiarsi tra loro.
La conquista dell'America fu un lungo e duro compito di esorcismo. Tanto radicato albergava il maligno in queste terre che quando sembrava che gli indios fossero devoti alla Vergine, in realtà veneravano il serpente schiacciato sotto i suoi piedi. E quando adoravano la croce, stavano in realtà celebrando l'incontro della pioggia con la terra. I conquistatori compirono la missione di restituire a Dio, l'oro, l'argento e le molte altre ricchezze che il diavolo aveva usurpato. Non fu facile recuperare il bottino.
Meno male che a volte ricevevano degli aiuto dall'alto dei cieli.
Una volta, il signore degli inferi preparò un'imboscata, nella gola che conduceva al Cerro Rico de Potosí, per ostacolare il passaggio degli Spagnoli. E dal cielo venne giù un arcangelo che lo colpì con una tremenda bastonata.

Origini della guerra batteriologica

Mortifero fu, per l'America, l'abbraccio dell'Europa. Morirono nove nativi su dieci. Vittime, sì, delle armi sconosciute che i conquistatori portavano: la polvere da sparo, l'acciaio, i cavalli; ma soprattutto vittime dei guerrieri più piccoli che furono i più feroci, involontari alleati della conquista delle Americhe: i virus e i batteri. Le popolazioni native non avevano difese contro malattie che non conoscevano, contro il vaiolo, contro la difterite, il tifo, l'influenza, il morbillo... una quantità enorme di morbi strani, sconosciuti, che ammazzarono più di quanto ne ammazzò l'archibugio o la spada, moltissimo di più. L'esperienza ebbe a ripetersi, tempo dopo, in Australia, dove accadde la stessa cosa; e anche nel Nordamerica; dove si arrivò in alcuni casi a distribuire coperte infettate di vaiolo... perché si riteneva gli indios fossero degli intrusi su quelle terre che Dio aveva promesso ai coloni puritani venuti dall'Inghilterra. E ci fu perfino un comandante, sir Jeffrey Hámster, che ne fece l'elogio e disse: "Benvenuto sia il vaiolo per estirpare questa razza esecrabile".

Continuità della strada

Quando qualcuno muore, quando il suo tempo finisce, muoiono anche i percorsi, i desideri, i discorsi che portarono il suo nome per il mondo? Tra gli indios dell'Alto Orinoco chi muore perde il suo nome. Essi mangiano le ceneri del morto, mischiate con banana, con vino; e dopo quella cerimonia nessuno nomina mai più il morto, perché il morto continua ad esistere con altri nomi, in altri corpi, che camminano, desiderano e dicono.

Un signore che tace

In epoca coloniale il Cerro Rico de Potosí produsse molto argento e molte vedove. Nel corso di più di due secoli, l'Europa celebrò lì, su quelle gelate altezze, una cerimonia cannibale: dava da mangiare carne umana alla montagna in cambio dell'argento che le strappava. Di ogni dieci indios che entravano nelle miniere, sette non tornavano. Lo sterminio accadde in Bolivia, che ancora non si chiamava così, per rendere possibile lo sviluppo europeo del capitalismo, che neanche si chiamava così. Il nome della montagna veniva dalla lingua indigena. "Ppotocci", Potosí, significava: "Tuona, fa esplosione", perché gli indios credevano che la montagna tuonasse ogni volta che le strappavano l'argento dalle viscere.
Ora il Cerro Rico di Potosí... svuotato, saccheggiato, tace.

Quelli che venivano da lontano

Se avessero conosciuto la lingua della città, avrebbero potuto domandare: Chi sostiene gli aeroplani in aria? O, perché gli dei ci negarono l'acciaio? Ma essi non conoscevano la lingua della città. Erano pastori della Sierra Nevada de Santa Marta che visitavano per la prima volta la città di Bogotà, e non conoscevano la lingua che parlavano quei milioni di urbanoidi che andavano e venivano per le strade rumorose, su gambe, su ruote, a velocità vertiginosa. Di modo che niente dicevano, ma, silenziosamente ne cercavano il senso, senza paura, né ammirazione, né niente che non fosse compassione.
Perché silenziosamente si domandavano: che cosa ne sarebbe di tutti voi se noi non facessimo sorgere il sole tutti i giorni?

Tik

Nell'estate del 1972, Carlos Lankester, ascoltò per la prima volta questa parola. Egli era stato invitato ad una Assemblea di Indios Tzeltales, nel paese di Bachajón, e non capiva niente. Non capiva la lingua. La discussione molto animata, gli sembrava qualcosa di molto simile ad una pioggia pazza. C'era una parola che attraversava quella pioggia, era la parola "tik". Sembrava un'assemblea in chiave di "tik". Tik, tik, tik... tra molte altre parole suonava sempre la parola tik. Carlos, antropologo, linguista, aveva viaggiato il mondo in lungo e in largo e sapeva che la parola più usata in tutte le lingue è la parola "Io".
La parola "Tik" che brilla, nei discorsi e nei modi di dire del popolo Maya, significa: "Noi".

Promessa d'America

La tigre azzurra distruggerà il mondo.
Un'altra terra, la terra senza male, la terra senza morte nascerà dell'annichilimento di questa terra. Così essa vuole. Chiede di morire perché chiede di nascere, questa terra vecchia ed offesa è stanca e ormai cieca a furia di piangere. Moribonda la terra attraversa i giorni, spazzatura del tempo, e di sera invoca pietà alle stelle. Presto il padre primo ascolterà la supplica del mondo. Volendo la terra essere altra. Volendo la terra morire, desiderando la terra nascere. Ed allora, libererà la tigre azzurra che dorme vicino l'amaca.
Aspettando quel momento gli indios guaranì, viaggiano per la terra condannata. E ballano senza fermarsi, annunciando, celebrando, la prossima nascita della terra nuova. Quella che sarà creata senza vecchiaia, né malattia, né niente che interrompa l'incessante siesta del vivere. Il mais crescerà per conto suo. Le frecce si scoccheranno da sole. E non saranno necessari né la punizione né il perdono perché non ci sarà proibizione né colpa.

La Creazione

La donna e l'uomo sognavano che dio stava sognandoli. Dio li sognava mentre cantava avvolto nel fumo di tabacco ed agitava le sue maracas e si sentiva felice ed anche scosso dal dubbio e dal mistero. Gli indios Maquiritares sanno che se dio sogna, sogna del cibo, fruttifica e dà da mangiare; e se dio sogna la vita, feconda e dà la nascita... E nel sogno dei Maquiritares, la donna e l'uomo sognavano che nel sogno di dio appariva un grande uovo brillante. E dentro l'uovo essi cantavano e ballavano, ed armavano un gran disordine perché erano pazzi dalla voglia di nascere. E sognavano che nel sogno di dio l'allegria era più forte del dubbio e del mistero. E dio sognando li creava... E cantando diceva: "Rompo quest'uovo e nasce la donna; e nasce l'uomo; ed insieme vivranno e moriranno; e nasceranno nuovamente e torneranno a morire; ed un'altra volta nasceranno... E mai, non smetteranno mai di nascere... perché la morte è bugia."

Eduardo Galeano




¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos? Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía? Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar. Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón. Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de atrás, creyó que eran indios de la India. Después, durante su segundo viaje, el almirante dictó un acta estableciendo que Cuba era parte del Asia.
El documento del 14 de junio de 1494 dejó constancia de que los tripulantes de sus tres naves lo reconocían así; y a quien dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le cobraría una pena de diez mil maravedíes y se le cortaría la lengua. El notario, Hernán Pérez de Luna, dio fe. Y al pie firmaron los marinos que sabían firmar.
Los conquistadores exigían que América fuera lo que no era. No veían lo que veían, sino lo que querían ver: la fuente de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el país de la canela. Y retrataron a los americanos tal como antes habían imaginado a los paganos de Oriente.
Cristóbal Colón vio en las costas de Cuba sirenas con caras de hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de allí los hombres y las mujeres tenían rabos. En la Guayana, según sir Walter Raleigh, había gente con los ojos en los hombros y la boca en el pecho. En Venezuela, según fray Pedro Simón, había indios de orejas tan grandes que las arrastraban por los suelos. En el río Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenían los pies al revés, con los talones adelante y los dedos atrás, y según Pedro Martín de Anglería las mujeres se mutilaban un seno para el mejor disparo de sus flechas Anglería, que escribió la primera historia de América pero nunca estuvo allí, afirmó también que en el Nuevo Mundo había gente con rabos, como había contado Colón, y sus rabos eran tan largos que sólo podían sentarse en asientos con agujeros.
El Código Negro prohibía la tortura de los esclavos en las colonias francesas. Pero no era por torturar, sino por educar, que los amos azotaban a sus negros y cuando huían les cortaban los tendones. Eran conmovedoras las leyes de Indias, que protegían a los indios en las colonias españolas. Pero más conmovedoras eran la picota y la horca clavadas en el centro de cada Plaza Mayor. Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en vísperas del asalto a cada aldea explicaba a los indios que Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre había hecho merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso debían irse de aquí o pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les haría la guerra y ellos serían convertidos en esclavos y también sus mujeres y sus hijos. Pero este Requerimiento de obediencia se leía en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin intérprete, en presencia del notario y de ningún indio, porque los indios dormían, a algunas leguas de distancia, y no tenían la menor idea de lo que se les venía encima.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza. Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo? En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyección. ¿Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra?
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del Encuentro. ¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más bien, violaciones? Quizás el episodio más revelador de la historia de América ocurrió en el año 1563, en Chile. El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:
- ¡Nosotros seremos cada vez más!
- ¿Con qué mujeres? Preguntó el jefe indio.
- Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos.
Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.
Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces.
Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban. que debían exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.

Memoria del Fuego II, Las caras y las máscaras, Eduardo Galeano



Colombo scoprì l'America nel 1492? O prima di lui la scoprirono i vichinghi? E prima dei vichinghi? Ma quelli che vivevano là forse non esistevano?
Per la storia ufficiale Vasco Núñez de Balboa fu il primo uomo che vide, da una cima di Panama, i due oceani. Ma quelli che vivevano là erano forse ciechi?
Chi mise i primi nomi al mais e alla patata e al pomodoro e al cioccolato e alle montagne e ai fiumi d'America? Hernán Cortés? Francisco Pizarro? Ma quelli che vivevano là erano forse muti? Ci hanno sempre detto, e continuano a dirci, che i pellegrini del Mayflower andarono a popolare l'America. Ma l'America era forse vuota? Siccome Colombo non capiva quello che dicevano, pensò che non sapessero parlare. Siccome andavano in giro nudi, erano mansueti e davano tutto in cambio di nulla, pensò che non fossero individui razionali. E siccome era sicuro di essere entrato in Oriente dalla porta di servizio, pensò che fossero indiani dell'India. Poi, durante il suo secondo viaggio, l'ammiraglio con un proclama stabilì che Cuba faceva parte dell'Asia.
Il documento del 14 giugno 1494 confermò che l'equipaggio delle sue tre navi lo riconobbe per tale, e che a chi avesse detto il contrario sarebbero state inflitte cento frustate, avrebbe pagato una penale di diecimila maravedí e gli sarebbe stata mozzata la lingua. Il notaio, Hernán Pérez de Luna, gli attribuì pubblica fede. E in calce firmarono i marinai che sapevano firmare.
I conquistatori pretendevano che l'America fosse quel che non era. Non vedevano quello che vedevano, bensì quello che volevano vedere: la fonte dell'eterna giovinezza, la città dell'oro, il regno degli smeraldi, il paese della cannella. E ritrassero gli americani così come in passato avevano immaginato i pagani d'Oriente.
Cristoforo Colombo vide lungo le coste di Cuba sirene con volti di uomo e piume di gallo, e venne a sapere che non lontano da lì gli uomini e le donne avevano la coda. Nella Guayana, secondo sir Walter Raleigh, c'era gente con gli occhi sulla schiena e la bocca nel petto. In Venezuela, secondo frate Pedro Simón, c'erano indios con orecchie così grandi che le trascinavano per terra. Nel Río delle Amazzoni, secondo Cristóbal de Acuña, gli indigeni avevano i piedi alla rovescia, coi talloni davanti e le dita dietro, e secondo Pedro Martín de Anglería le donne si mutilavano un seno per tirare meglio le loro frecce. Anche Anglería, il quale scrisse la prima storia d'America senza esserci mai stato, affermò che nel Nuovo Mondo c'erano persone con la coda, come aveva raccontato Colombo, e che la loro coda era così lunga che si potevano sedere solo su sedie con il buco.
Il Codice Nero proibiva la tortura degli schiavi nelle colonie francesi. Ma non era certo per torturare, bensì per educare, che i padroni frustavano i loro negri, e che, quando questi fuggivano, gli recidevano i tendini. Erano commoventi le Leggi delle Indie, che proteggevano gli indigeni nelle colonie spagnole, ma ancora più commoventi erano la gogna e la forca piantate nel centro di ogni Plaza Mayor. Assai convincente era la lettura dell'Ingiunzione che, alla vigilia dell'assalto di ogni villaggio, spiegava agli indigeni che Dio era venuto al mondo e che aveva lasciato al suo posto San Pietro e che San Pietro aveva come successore il Santo Padre e che il Santo Padre aveva fatto mercè alla regina di Castiglia di tutta quella terra e che pertanto dovevano andarsene da lì o pagare il tributo in oro e che in caso di rifiuto o di ritardo gli si sarebbe fatta la guerra e loro sarebbero stati trasformati in schiavi, e così pure le loro mogli e i loro figli. Ma questa Ingiunzione di Obbedienza si leggeva sul monte, in piena notte, in lingua castigliana e senza interprete, in presenza del notaio e di nessun indigeno, perché gli indigeni dormivano ad alcune leghe di distanza, e non avevano la minima idea di quanto gli stava per piombare addosso.
Fino a non molto tempo fa, il 12 ottobre era il Giorno della Razza. Ma esiste davvero una cosa simile? Che cos'è la Razza, oltre ad essere una menzogna utile per spremere e sterminare il prossimo? Nell'anno 1942, quando gli Stati Uniti entrarono nel conflitto mondiale, la Croce Rossa di quel paese decise che il sangue nero non sarebbe stato ammesso nelle sue banche del plasma. Si sarebbe così evitato che la mescolanza di razze, proibita a letto, si facesse per iniezione. Qualcuno ha mai visto sangue nero?
In seguito, il Giorno della Razza è diventato il Giorno dell'Incontro. Sono forse incontri le invasioni coloniali? Quelle di ieri e quelle di oggi: incontri? Non bisognerebbe forse chiamarle stupri? Forse l'episodio più rivelatore della storia d'America accadde nell'anno 1563, in Cile. Il fortino di Arauco era assediato dagli indios, senz'acqua né cibo, ma il capitano Lorenzo Bernal rifiutò di arrendersi. Dallo steccato, gridò:
-Noi saremo sempre di più!
-Con quali donne? domandò il capo indigeno.
-Con le vostre. Noi gli faremo fare figli che saranno i vostri padroni.
Gli invasori chiamarono cannibali gli antichi americani, ma più cannibale era il Cerro Rico di Potosí, le cui bocche mangiavano carne indigena per alimentare lo sviluppo del capitalismo europeo.
E li chiamarono idolatri, perché credevano che la natura è sacra e che siamo fratelli di tutto quel che ha gambe, zampe, ali o radici.
E li chiamarono selvaggi. Almeno in questo non si sbagliarono. Gli indigeni erano così rozzi che ignoravano di dover richiedere il visto, il certificato di buona condotta e il permesso di lavoro a Colombo, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro e ai pellegrini del Mayflower.

Memoria del fuoco II, I volti e le maschere, Eduardo Galeano



La vida según Galeano:
Mujeres
Niños

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