Buenas noches compañeros y compañeras. Buenas noches Tuxpan, Jalisco.
Especialmente buenas noches compañeros y compañeras indígenas.
Cuentan nuestros más antiguos, la gente que nos dirige, nuestros mayores, la gente de edad, los ancianos; que los primeros dioses, los que nacieron el mundo, lo hicieron casi cabal; con eso querían decir que lo habían hecho parejo, no había quien estaba arriba y quien abajo, la tierra no tenía propiedad, no tenía quien la mandara ni papel que la dividiera, ni dinero que la corrompiera.
Y cuentan nuestros más antiguos, que esos dioses primeros hicieron también a los primeros hombres y mujeres, los hombres y mujeres de maíz, y que desde entonces el maíz fue sagrado para estos hombres y mujeres, los primeros que poblaron estas tierras. Pero cuentan también, que esos primeros dioses se cansaron, se hicieron a un lado, y se descansaron porque habían trabajado mucho para hacer al mundo y para hacerlo cabal; y llegó otra vuelta y otros dioses, y otros y otros, mientras el mundo seguía caminando, como de por si debe caminar, por abajo.
Y cuentan también, que llegó un día, en que uno de esos dioses, no los primeros que nacieron el mundo, pero sí uno de los más primeros, entraron en gran alboroto y bulla porque algo habían encontrado, y llamaron a reunión, a asamblea a los hombres y mujeres de maíz.
Ya que estaban reunidos les dijeron: “Hay un problema, tenemos un problema que hemos encontrado, resulta que los primeros dioses, los más primeros, los que nacieron este mundo, se les olvidó a ellos decirles una cosa; se les olvidó decirles que iba a llegar un momento, en este mundo, en que iba a llegar el engaño a poblar estas tierras." Empezaron a explicar esos dioses, ya no los más primeros, pero también eran importantes, a los hombres y mujeres de maíz, que iba a llegar un día el dinero y que con él, el poder iba a sembrar el engaño por toda la tierra. “Ese día - dijeron estos dioses - la noche se va a alargar por muchos años, por siglos, cuando llegue el engaño y el dinero a poblar la tierra, nada será lo que parece, habrá engaño y parecerá que es verdad, habrá quien se diga originario de estas tierras y se venda al poderoso, habrá quien use nuestro canto, nuestra lengua, nuestro vestido, para simular que bajamos la cabeza delante del dinero, la noche será noche y el día también será noche, pero el engaño nos hará creer que ha cambiado.
“Y el engaño mayor que sembrará el poder del dinero, será el hacernos creer, que siempre fue así y que nunca va a cambiar. Y en ese engaño vivirán mucho tiempo los hombres y mujeres de maíz, lo que nosotros llamamos los pueblos originarios de estas tierras - y así como el maíz en la sierra Huichola tiene muchos colores, también los pueblos y las pieles de las personas tendrán muchos colores -, pero este engaño reinará sobre todos, y todos pensarán que es verdad lo que es mentira. Durante mucho tiempo estará esto y grande será el dolor de nuestra gente y mucho llorarán nuestros mujeres, nuestros hombres, nuestros mayores y nuestros pequeños”.
Quedaron todos callados los hombres y mujeres de maíz, esperando a ver si algo más iban a decir los dioses que estaban dando este aviso. Los dioses quedaron callados y dijeron que nada podían hacer; empezó una gran bulla, un gran alboroto en la asamblea de los hombres y mujeres de maíz, que ahora qué iban a hacer, que cómo iban a saber que cuándo iba a llegar el día en que el engaño iba a poblar la tierra e iba a empezar el dolor y el sufrimiento para los hombres y mujeres de maíz.
Los dioses dijeron que no sabían mero el día y no sabían tampoco cómo podían librarse de esa maldad que iba a llegar sobre la tierra, pero que lago podían hacer, “Nosotros - dijeron los dioses, que poblaron el mundo los que hablaron con estos hombres y mujeres de maíz, hicieron un plan y una propuesta - cuando llegue ese día del engaño y la noche sea larga y el día sea una mentira, querrá decir que el día se ha cansado, que el sol ha quedado dormido y habrá que despertarlo”. Para poder despertarlo se necesita el buen sueño, la buena memoria y el ánimo de lucha.
“Nosotros - dijeron los dioses -, lo que podemos hacer es ayudarles a ustedes para que cuando llegue ese día sepan que hacer “. Y entonces en el acuerdo de la asamblea de esos hombres y mujeres de maíz, los pueblos originarios de estas tierras, se sacó el acuerdo que iban a ser los guardianes, los vigilantes, para cuando esa noche llegara.
“El problema no es la noche - dijeron los dioses - el problema es no dejarse engañar y no creer que es eterna, que nunca va a acabar. Para eso necesitan guardar el buen sueño, donde el sol vuelve a nacer y donde vuelve a crecer el día, pero ahora con verdad; entonces el mundo vuelve a ser parejo” dijeron.
“¿Cómo vas a hacer entonces? - dijeron los hombres y mujeres de maíz.
Y los dioses les respondieron : “Elijamos entre ustedes, a los más firmes, a los más valientes, a los más sabios, y entonces a ellos les entregaremos el buen sueño del mañana, cuando llegue esa noche”.
Inmediatamente los hombres que estaban en la asamblea dijeron “yo”, “no, yo”, y empezaron a pelear entre ellos, a ver quien era el más valiente, el más firme y el más sabio. Los dioses dejaron que estuvieran peleando un tanto en la asamblea y por fin dijeron: “Si nos dan chance - porque esos dioses eran más llevados - si nos dan oportunidad, entonces nosotros podremos decirles quiénes son los más fuertes, los más valientes y los más sabios de entre ustedes”. Como no llegaban al acuerdo entre ellos en la asamblea dijeron “está bien, que digan los dioses quiénes son”.
Y entonces, estos dioses primeros, no los más primeros, pero que si algo primero eran, eligieron a un anciano y a una anciana, y dijeron, “estos son los más fuertes, los más sabios y los más valientes de esta comunidad. Y les vamos a guardar el sueño en la piel, para que llegado el día que haya que despertar, los hombres y mujeres de maíz no olviden cómo debe ser el mundo, cuando sea.”
Se presentaron el anciano y la anciana junto a los dioses y trataron de meter el buen sueño en la morraleta y no cabía, lo trataron de meter en la bolsa del pantalón o en la camisola, y tampoco cabía; lo trataron de cargar en las manos, y no podían, y no sabían como hacer para guardar el buen sueño que iba a hacer que amaneciera de nuevo. Y entonces los dioses dijeron que es en la piel donde deben tenerlo, y dijeron: “A partir de ahora, los ancianos y las ancianas, llevarán la memoria del buen sueño para cuando amanezca”. Y empezaron a ponerles en la piel del rostro, de las manos y de todo el cuerpo, ese buen sueño para que cupiera, y para que nadie supiera que ahí lo tenían, aparecieron las arrugas en la gente mayor; que en realidad, las arrugas que se tienen en la cara, en las manos y en el cuerpo, guardan ese buen sueño para recordarlo.
Cuando hicieron la cuenta, los dioses primeros y la gente de la asamblea, dijeron que no bastaba, que era necesario también saber cuándo había que despertar. Los dioses ofrecieron entonces que alguien guardara el buen recuerdo, y volvieron a pedir al más valiente, al más sabio y al más fuerte de la asamblea. Volvieron a pelear los hombres, a ver quien era mejor, no llegaron a ningún acuerdo y entonces le preguntaron a los dioses, quién de ellos era el mejor, el más valiente, el más fuerte y el más sabio.
Y los dioses eligieron a una mujer: “esta es la más valiente, la más fuerte y la más sabia de entre ustedes”. Y para que llegue el sueño del recuerdo que hay que despertar, lo pusieron en sus cabellos; desde entonces, dicen los antiguos, las mujeres y hombres de maíz reconocen en las mujeres indígenas a las más sabias, en aquellas que trencen su pelo, es en la trenza donde se guarda este sueño por el que hay que despertar.
Cuando ya se estaban por despedir, los primeros dioses, y ya habían encargado en los ancianos y en las mujeres indígenas, la caja donde se iba a guardar el buen sueño que iba a volver a nacer el mundo; les contaron la historia de cómo iba a ser, de cómo iba a llegar el poderoso, de qué color iba ser su piel, lo que iba a hacer, cómo iba a sembrar el engaño, cómo muchos de nosotros, los indígenas, iban a venderse, cómo la mayoría se iba a mantener firme, cómo debía cuidarse la tierra, porque en ella estaba el futuro y la vida de cada quien, cómo iba a llegar el poderoso a ofrecer más engaños, cómo iba a llegar a decir que siempre habíamos estado así, cómo nos iba a vender y todos íbamos a comprar, que nosotros como pueblos indios somos menos, menos sabios, menos fuertes, menos hábiles, menos personas, casi animales.
Dijeron que iba a llegar ese día, y ese día llegó junto con los españoles, cuando conquistaron estas tierras. Desde entonces, aunque hubo independencia, aunque hubo revolución, nosotros como pueblos indios seguimos siendo tratados con desprecio, por nuestra lengua, por nuestro color, por nuestra estatura, por nuestra forma de ser; y desde entonces algunos miembros de los pueblos indios, se venden al de arriba y venden junto con ellos y con su alma, nuestras danzas, nuestros colores, nuestras fiestas y nuestra lengua.
En este tiempo que hemos caminado por estos caminos de nuestra patria que es México, y que hemos encontrado con pueblos indígenas, con pueblos originarios, hemos tratado de decir y de escuchar esta historia de dolor y en todas partes hemos encontrado lo mismo, la misma indignación y la misma rabia, porque nuestros derechos y nuestra cultura no sean respetados. Pero ahora hay algo nuevo, ahora estamos enfrentando la destrucción de nuestras tierras, el despojo de lo que nos pertenece, de lo que nos dieron a guardar y a cuidar.
Dicen en algunas partes, en las montañas de este país, los hombres más viejos y las mujeres, que es necesario que la noche termine, que hay que destrenzar el pelo, que hay que hurgar en las arrugas y que hay que hablar ahora del buen sueño, que es necesario ya que acabe la noche del engaño que nos vendieron, y que vuelva a amanecer y que el día esté cabal, despierto cuando le toca y dormido cuando le toca.
Dicen que si esto no ocurre, la larga noche será definitiva y no habrá más tierra que poseer, tierra que cuidar ni tierra que querer. Dicen que si no despertamos de la pesadilla del engaño que nos vendieron, no habrá ya por qué luchar.
Gracias compañeros, gracias compañeras.
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos.
Buona notte compagni e compagne. Buona notte Tuxpan, Jalisco.
Specialmente buona notte compagni e compagne indigene.
Raccontano i nostri più antichi, la gente che ci dirige, i nostri maggiori, la gente di età, gli anziani, che i primi dei, quelli che fecero nascere il mondo, lo fecero quasi giusto. Con questo volevano dire che l'avevano fatto pari: non c'era chi stava sopra e chi sotto, la terra non era di proprietà di nessuno, non c'era chi la comandasse, né carte che la dividessero, né denaro che la corrompesse.
E raccontano i nostri più antichi, che quei primi dei fecero anche i primi uomini e le prime donne, gli uomini e le donne di mais, e che da allora il mais fu sacro per questi uomini e queste donne, i primi che popolarono queste terre. Ma raccontano anche che quei primi dei si stancarono, si fecero da parte e si riposarono perché avevano lavorato molto per fare il mondo e per farlo bene. Ed arrivò un altro turno ed altri dei, e poi altri ed altri, mentre il mondo continuava a camminare, come deve camminare, in basso.
E raccontano anche che è arrivato un giorno in cui un turno di quegli dei, non dei primi che fecero nascere il mondo, ma sempre dei primi, e cominciò ad agitarsi ed a far casino perché aveva trovato qualcosa che non andava, e convocarono una riunione, un'assemblea con gli uomini e donne di mais.
Una volta riuniti dissero loro: "C'è un problema, abbiamo scoperto un problema perché è saltato fuori che i primi dei, proprio i primi, quelli che fecero nascere questo mondo, si dimenticarono di dirvi una cosa. Si sono dimenticati di dirvi che sarebbe giunto un momento, in questo mondo, in cui sarebbe arrivato l'inganno a popolare queste terre".
E quegli dei, ormai non i più primi, ma che erano sempre importanti, incominciarono a spiegare agli uomini e donne di mais, che sarebbe arrivato un giorno il denaro e che, con lui, il potere avrebbe seminato l'inganno per tutta la terra. "Quel giorno - dissero quegli dei - la notte si allungherà per molti anni, per secoli, quando arriveranno l'inganno ed il denaro a popolare la terra. Niente sarà ciò che sembra, ci sarà l'inganno e sembrerà verità, ci sarà chi si dirà originario di queste terre e si venderà al potente, ci sarà chi userà il nostro canto, la nostra lingua, il nostro vestito, per far pensare che abbassiamo la testa davanti al denaro. La notte sarà notte ed anche il giorno sarà notte, però l'inganno ci farà credere che nulla è cambiato.
E l'inganno maggiore che seminerà il potere del denaro, sarà quello di farci credere che è sempre stato così e che non cambierà mai. Ed in quell'inganno vivranno per molto tempo gli uomini e le donne di mais, su quelli che noi chiamiamo popoli originari di queste terre - e come il mais nella sierra Huichola ha molti colori, anche i popoli e la pelle delle persone avranno molti colori -, ma questo inganno regnerà su tutti e tutti penseranno che è verità ciò che è menzogna. Per molto tempo sarà così e grande sarà il dolore della nostra gente e piangeranno molto le nostre donne, i nostri uomini, i nostri anziani ed i nostri piccoli".
Rimasero tutti zitti gli uomini e le donne di mais, aspettando di vedere se gli dei che li stavano avvisando avrebbero detto loro qualcosa più. Gli dei rimasero silenziosi e dissero che non potevano farci niente ed incominciò un gran casino, un gran vociare nell'assemblea degli uomini e delle donne di mais: che avrebbero fatto adesso, come avrebbero saputo quando sarebbe arrivato il giorno in cui l'inganno avrebbe popolato la terra e sarebbero iniziati il dolore e la sofferenza per gli uomini e le donne di mais.
Gli dei dissero che non sapevano il giorno giusto e non sapevano neanche come avrebbero potuti liberarsi da quella malvagità che sarebbe arrivata sulla terra, ma che qualcosa potevano fare. "Noi - dissero gli dei che popolarono il mondo, quelli che parlarono con quegli uomini e donne di mais, facendo un piano ed una proposta - quando arriverà quel giorno dell'inganno e la notte si allungherà ed il giorno sarà una menzogna, vorrà dire che il giorno si è stancato, che il sole è rimasto addormentato e bisognerà svegliarlo". Per poterlo svegliare ci sarà bisogno di un bel sogno, di una buona memoria e del coraggio per lottare.
"Noi - dissero gli dei -, quello che possiamo fare, è aiutarvi affinché quando arrivi quel giorno sappiate che cosa fare". Ed allora nell'accordo dell'assemblea di quegli uomini e donne di mais, i popoli originari di queste terre, ci si mise d'accordo che sarebbero stati loro i guardiani, i vigilanti, per vedere quando quella notte sarebbe arrivata.
"Il problema non è la notte - dissero gli dei -, il problema è non lasciarsi ingannare e non credere che sia eterna e che non finirà mai. Per questo dovete conservare il bel sogno, dove il sole torna a nascere e dove torna a crescere il giorno, ma con verità: allora il mondo tornerà ad essere uguale" - dissero.
"Come accadrà tutto ciò? - chiesero gli uomini e le donne di mais.
E gli dei risposero: "Sceglieremo tra di voi, i più fermi, i più coraggiosi, i più saggi e consegneremo loro il bel sogno del domani, quando arriverà quella notte".
Immediatamente gli uomini che stavano nell'assemblea dissero "io", "no, io" ed incominciarono a litigare tra di loro, per dimostrare chi era il più coraggioso, il più fermo ed il più saggio. Gli dei li lasciarono litigare un po' nell'assemblea e poi dissero loro: "Se ci date un'opportunità, allora noi potremo dirvi chi sono i più forti, i più coraggiosi ed i più saggi tra di voi". E dato che non arrivavano ad un accordo tra di loro nell'assemblea, dissero: "Va bene, che scelgano gli dei".
Ed allora, quei primi dei, che non erano proprio i primi, ma che qualcosa di primo avevano, scelsero un anziano ed un'anziana e dissero: "questi sono i più forti, i più saggi ed i più coraggiosi di questa comunità. Affidiamo loro il sogno nella pelle, affinché quando arrivi il giorno che ci si deve risvegliare, gli uomini e le donne di mais non dimentichino come dev'essere il mondo".
Si presentarono l'anziano e l'anziana agli dei e tentarono di mettere il bel sogno nella bisaccia, ma non ci stava, tentarono di metterlo nelle tasche dei pantaloni o nella camicia, ma neanche lì ci stava. Tentarono di caricarlo nelle mani, ma non potevano, e non sapevano come fare per conservare il bel sogno della nuova alba. Ed allora gli dei dissero loro che era nella pelle dove devevano tenerlo, e dissero: "A partir da ora, gli anziani e le anziane, porteranno la memoria del bel sogno della nuova alba". Ed incominciarono a metterglielo nella pelle del viso, delle mani e di tutto il corpo, quel bel sogno affinché ci stesse ed affinché nessuno sapesse che l'avevano lì ed apparvero le rughe nella gente più anziana, perché in realtà le rughe che hanno sul viso, sulle mani e sul corpo, conservano quel bel sogno per ricordarlo.
Quando fecero il conto, i primi dei e la gente dell'assemblea, dissero che non bastava, che era necessario sapere pure quando sarebbe stato necessario svegliarsi. Gli dei proposero allora che qualcuno conservasse il buon ricordo e tornarono a chiedere chi era il più coraggioso, il più saggio ed il più forte dell'assemblea. Tornarono a litigare gli uomini, per dimostrare chi era il migliore, ma non giunsero a nessun accordo ed allora domandarono agli dei chi di loro era il migliore, il più coraggioso, il più forte ed il più saggio.
E gli dei scelsero una donna: "questa è la più coraggiosa, la più forte e la più saggia tra di voi". Ed affinché conservasse il sogno del ricordo che bisognava svegliarsi, glielo misero tra i capelli. Da allora, dicono gli antichi, le donne e gli uomini di mais riconoscono nelle donne indigene le più sagge, tra quelle che intrecciano i loro capelli: è nella treccia dove si conserva questo sogno grazie al quale ci si deve risvegliare.
Quando stavano già per andarsene, i primi dei, che avevano già affidato agli anziani ed alle donne indigene la cassa dove si sarebbe conservato il bel sogno che sarebbe tornato a far nascere il mondo, cominciarono a raccontare la storia di quello che sarebbe successo, di come sarebbe arrivato il potente, di che colore sarebbe stata la sua pelle, di quello che avrebbe fatto, di come avrebbe seminato l'inganno, di come molti di noi indigeni ci saremmo venduti, di come la maggioranza sarebbe stata ferma, di come si sarebbe dovuto badare alla terra, perché in lei c'era il futuro e la vita di ognuno, di come sarebbe arrivato il potente ad offrire più inganni, di come sarebbe arrivato a dire che sempre era stato così, di come ci avrebbe venduti e di come noi tutti avremmo comprato, che noi popoli indios saremmo stati i meno: i meno saggi, i meno forti, i meno abili, le meno persone, quasi animali.
Dissero che sarebbe arrivato quel giorno, e quel giorno arrivò insieme agli spagnoli, quando conquistarono queste terre. Da allora, benché ci sia stata l'indipendenza, benché ci sia stata la rivoluzione, noi come popoli indios continuiamo ad essere trattati con disprezzo, per la nostra lingua, per il nostro colore, per la nostra statura, per il nostro modo d'essere e da allora alcuni membri dei popoli indios, si vendono a quello di sopra ed insieme a loro stessi ed alla loro anima vendono le nostre danze, i nostri colori, le nostre feste e la nostra lingua.
In questo tempo che abbiamo camminato per queste strade della nostra patria che è il Messico e che ci siamo incontrati con i popoli indigeni, con i popoli originari, abbiamo cercato di dire e di ascoltare questa storia di dolore e da tutte le parti abbiamo trovato lo stesso, la stessa indignazione e la stessa rabbia, perché i nostri diritti e la nostra cultura non sono rispettati.
Ma adesso c'è qualcosa di nuovo, adesso siamo di fronte alla distruzione delle nostre terre, alla spoliazione di ciò che c'appartiene, di quanto ci hanno dato da conservare e da curare.
Dicono da qualche parte, nelle montagne di questo paese, gli uomini più vecchi e le donne più vecchie, che è necessario che la notte finisca, che si devono slegare le trecce dei capelli, che deve frugare nelle rughe e che si deve parlare ora del bel sogno che è necessario affinché finisca già la notte dell'inganno che ci hanno venduto e che ritorni l'alba e che il giorno sia giusto, sveglio quando gli tocca o addormentato quando gli tocca.
Dicono che se questo non succede, la lunga notte sarà definitiva e non ci sarà più terra da possedere, né terra da curare né terra da amare.
Dicono che se non ci risvegliamo dall'incubo dell'inganno che ci hanno venduto, non ci sarà più nulla per cui lottare.
Grazie compagni, grazie compagne.
Dalle montagne del Sudest Messicano
Subcomandante Insurgente Marcos