IV. GUSTAR EL CAFÉ.
El calendario y la geografìa de la tierra.
“A la tierra, el indígena la ve como la madre. El capitalista, como uno que no tiene ídem”. Don Durito de La Lacandona.
Algunas anécdotas poco científicas.
El día de ayer, mediando el sol, llegó con su banda el Daniel Viglietti que, como todos saben, es un ciudadano de la Latinoamérica de abajo que viaja con un pasaporte uruguayo y una guitarra subversiva. Hubo música y palabras. Con él le mandamos saludos a Mario Benedetti, otro de los culpables de frustrar mi carrera como musiquero de ritmos desconcertantes. El Viglietti nos contó que el recogedor de las lluvias de la memoria de abajo, Eduardo Galeano, había estado enfermo, pero que ya estaba mejor. Le mandamos parabienes a Don Eduardo y el ofrecimiento de que, en caso de una recaída, lo atendiéramos en la Clínica de Oventik, donde no abunda la medicina pero sí la morena alegría zapatista, que no cura pero sí alivia.
No es por presumirles, pero el Viglietti y yo compusimos, juntos, algunos versos para una de sus canciones y, además, nos echamos un dueto, es decir, él cantó y yo le sostuve el cuaderno con el apunte. La tenienta insurgenta nos acompañó en los coros y se sabía todas las canciones sin necesidad de cuaderno. A la hora de las confesiones inconfesables, supo él que yo en realidad era, por esas travesuras de la geografía de abajo, un uruguayo nacido en Chiapas. Estuvieron también Raúl Sendic y mi general Artigas, pero no estoy autorizado a revelarlo. Y el Che se asomó un rato nomás, acodado y burlón sobre unos versos de sueños y madrugada.
Cuando llegamos al momento de “A Desalambrar”, Daniel nos explicó que, cuando se la cantó por primera vez a su padre, él le advirtió de las consecuencias de cantarla en el campo. “Si se quita el alambrado se va a hacer un desgarriate, Daniel, porque el ganado se va a salir y se va a ir a quién sabe dónde o se va a revolver”, le dijo, palabras más, palabras menos.
Fue entonces que yo le conté una pequeña parte de lo que ahora les cuento más extensamente:
Por el lado del Caracol de La Garrucha, en la zona selva-tzeltal (que, por cierto, es donde se va a celebrar el Encuentro de las Mujeres Zapatistas con las Mujeres del Mundo, los últimos días de este mes de diciembre), antes del alzamiento existían varias fincas, que es así como los compas llaman a las haciendas.
Ubicadas en los mejores terrenos de las cañadas de la selva lacandona, con agua abundante, suelos planos y fértiles, carreteras cercanas, aeropistas privadas, estas haciendas concentraban miles de hectáreas y se dedicaban casi exclusivamente a la ganadería extensiva.
Los grandes árboles: las ceibas, los huápacs, los cedros, los caobas, los ocotes, los hormiguillos, los bayalté, los nogales; cayeron para dar paso a los bovinos que bonanza eran para las asociaciones ganaderas, los introductores de carne, los comerciantes y los gobiernos de todos los niveles.
Los indígenas (zapatistas, no zapatistas y antizapatistas) habían sido arrinconados contra las faldas de las sierras y en lo alto de los cerros, en terrenos pedregosos, siempre en pendientes pronunciadas. Ahí debían hacer sus cafetales en pequeños claros que la montaña, generosa con sus guardianes, abría de tanto en tanto en sus irregulares jorobas. Las milpas crecían entre piedras y espinas, agarrándose como podían de las empinadas cuestas que caían de tajo, como si la montaña se cansara de estar de pie y de pronto se dejara caer, así nomás, para sentarse en las tierras donde el mandón mandaba y aquello de “señor de horca y cuchillo” no era una imagen literaria.
En los pequeños cafetales trabajaba toda la familia. Gente de edad, hombres, mujeres, niñas y niños cortaban, limpiaban, secaban, aliñaban y empacaban el café en grandes costales llamados pergamino. Para comercializarlo, los mismos ancianos, hombres, mujeres y niños debían cargarlo, si tenían un poco de fortuna, en sus bestias. Pero como la poquedad también era de animales, ancianos, hombres, mujeres y niños eran las bestias que, sobre sus hombros, llevaban 30, 40 kilos de café pergamino. 2 o 3 jornadas de 8 a 10 horas de camino cada una. Llegaban a orilla de la carretera y esperaban un carro (que es así como se les llama a los camiones de tres toneladas), que les cobraban el equivalente a 10 o 15 kilos del café que habían llevado a lomo.
Al llegar a la cabecera municipal, los coyotes (que así llaman los compas a los intermediarios) acechaban los vehículos y prácticamente asaltaban a los indígenas, les mentían sobre el peso y el precio del café, aprovechando que la castilla era poca o nula en estos indígenas. La constatación de que eran engañados se estrellaba contra el argumento del coyote: “si no quieres, regrésate”. La poca paga conseguida iba a parar a las cantinas y burdeles, que tenían en la época de cosecha del café su mejor “temporada”.
Entre cosecha y cosecha de café, los indígenas, hombres, mujeres y niños, debían trabajar sus milpas de montaña, y emplearse como peones en las grandes haciendas que enseñoreaban los grandes valles que los ríos Jataté y Perlas abrían por entre esas montañas del sureste mexicano.
Los finqueros, que es como los compas llaman a los hacendados, siguieron un mismo patrón para la edificación de sus posesiones. La Casa Grande, es decir, la casa donde el finquero habitaba los días que estaba en sus posesiones, era hecha de material, amplia y con grandes corredores rodeándola. A un lado estaba la cocina. Después un amplio espacio cercado por alambre de púas. Fuera del cerco que marcaba los límites del espacio del “señor”, vivían los peones con sus familias, en casas de adobe, madera y techo de zacate. Al espacio de la “Casa Grande”, es decir, adentro del cercado de alambre de púas, sólo podían pasar el mayoral o capataz, y las mujeres que se encargaban de la cocina y el aseo de la casa y las cosas del señor. También solían entrar, de noche y cuando la señora del “señor” no estaba, las muchachas casaderas sobre las que el finquero ejercía el llamado “derecho de pernada” (que consistía en que el hacendado tenía el derecho de desvirgar a la mujer antes de ser desposada).
Yo sé que parece que les estoy contando una novela de Bruno Traven o que estoy tomando un texto de finales del siglo XIX, pero el calendario en el que ocurría esto que les cuento marcaba diciembre del año de 1993, apenas hace 14 años.
Los peones indígenas no sólo habían plantado el alambrado que los separaba del “señor”, también cercaban los grandes potreros en los que pastaban los ganados que después serían suculentos filetes y complicados guisos en las mesas de los ricos de San Cristóbal de Las Casas, de Tuxtla Gutiérrez, de Comitán, de la Ciudad de México.
El cerco de alambre de púas no era sólo para controlar el ganado del finquero. Era también, y sobre todo, una señal de status, una línea geográfica que separaba dos mundos: el del caxlán o rico blanco, y el del indígena.
Con métodos que apenarían a la Border Patrol y al Minutteman, los hacendados crearon y aplicaron su propia ley aduanera: si un animal, de los pocos que tenían en los pueblos, se cruzaba del lado del terreno del finquero, pasaba a ser de su propiedad y el “señor” podía hacer lo que quisiera con él: sacrificarlo y dejarlo a los buitres, sacrificarlo y llevarlo a su mesa, ponerle su marca, o regalarlo al capataz para que, a su vez, hiciera lo que quisiera. Si, por el contrario, algún animal del “señor” cruzaba del lado del pueblo, éste debía devolverlo al terreno del finquero, y si sufría algún accidente, el pueblo debía pagarlo y, además, devolver el animal herido o muerto a la finca.
Yo sé que me estoy extendiendo mucho para señalar algo muy sencillo: la propiedad de la tierra pertenecía, antes del alzamiento, a los hacendados o finqueros que, por cierto, son el sector más retrógrado de los poderosos. Si alguien quiere conocer de veras cómo piensa y actúa la ultraderecha reaccionaria, platique con un finquero chiapaneco. Y les paso un nombre de uno de ellos, que, cuando menos hasta hace poco, era uno de los aliados de Andrés Manuel López Obrador en Chiapas y, junto con el Croquetas Albores y el PRD, llevó al poder a Juan Sabines (el que arrumbó, primero en un burdel desmantelado y luego en una bodega de café, a las familias zapatistas desalojadas hace unos meses de Montes Azules –por cierto, sin que los intelectuales progresistas dijeran ni una palabra de protesta-). El nombre del finquero es Constantino Kanter, y fue el autor de aquella ya famosa frase, dicha cuando el calendario marcaba el mes de mayo del año de 1993: “En Chiapas vale más un pollo que la vida de un indígena”.
Pero no insistamos en ello, pues es sabido que la memoria de arriba es selectiva y recuerda u olvida según lo que le conviene en calendario y geografía.
El caso es que pasó algo. No sé si lo sepan, pero se los diré porque parece que algunos no lo saben o lo han olvidado, o, cuando menos, actúan como si tal. Bueno, el caso es que el primero de enero de 1994, varios miles de indígenas se alzaron en armas contra el supremo gobierno.
No me lo van a creer, pero fue aquí, en esta geografía y en este calendario. Y dicen, habrá que confirmarlo, que se autodenominaron “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” y que usaron pasamontañas para cubrirse el rostro, como para evidenciar que eran nadie.
Según algunas referencias de periódicos de ese calendario, los alzados tomaron simultáneamente 7 cabeceras municipales. Parece, no estoy muy seguro, que una de esas cabeceras municipales que cayó en manos de los rebeldes fue esta soberbia ciudad de San Cristóbal de Las Casas.
Combatieron contra el ejército federal y el gobierno central de entonces, que era encabezado por Carlos Salinas de Gortari y estaba formado por varios personajes que hoy pueden ser encontrados en las filas del PRD y de la CND lopezobradorista, los catalogó como “transgresores de la ley” (seguramente por haber transgredido la ley de gravedad, porque lo que está abajo no debe levantarse).
Les pido que noten que nosotros no estamos hablando de personas con las que tengamos diferencias de estrategia o táctica, o de concepción de reforma o revolución. Estamos hablando de nuestros perseguidores, se nuestros verdugos, de nuestros asesinos. Si hubiéramos traicionado a nuestros muertos y hubiéramos apoyado esa supuesta opción contra la derecha, ahora estaríamos en un “bajón” y una frustración similares a las que describió el compañero Ricardo Gebrim, del Movimiento de los Sin Tierra, del Brasil.
Esta mañana he leído que la aberración jurídica que, violando la constitución, permite la legalidad del fascismo (como oportunamente señaló ayer aquí Don Jorge Alonso), fue votada a favor por diputados de todas las tribus y corrientes del PRD, incluidas aquellas afines o dependientes de Andrés Manuel López Obrador. Odio decir que se los dije, pero se los dije. Quienes pasaron por alto todo, en aras de detener a la derecha, ahora están frustrados y en “bajón”. Nosotras, nosotros, que alcanzamos a intuir lo que ahora pasa, tenemos… otra cosa.
En fin, es algo que habrá que investigar en las bibliotecas y hemerotecas, que es donde el trabajo teórico serio debe surgir.
Lo que quiero contarles es lo que pasó también en esos calendarios, pero en otra geografía que no es la de las ciudades, es decir, en la geografía de las fincas.
Resulta que, no es muy seguro pero hay indicios de que esto fue así, los alzados se prepararon con mucho tiempo de anticipación, y hasta elaboraron unos reglamentos o memorándums que llamaron “Leyes Revolucionarias”.
Una de ellas, la llamada “Ley Revolucionaria de las Mujeres”, ya fue mencionada aquí por Sylvia Marcos hace unos días. Ella es una investigadora seria, así que es muy probable que, en efecto, existieran (tal vez todavía existan) esas mentadas leyes.
Bueno, pues otra de esas leyes se llamó, o se llama, “Ley Agraria Revolucionaria”.
Aunque no todo teórico que se respete lo hace, me he tomado la molestia de investigar y, por ahí, he encontrado algo que los intelectuales progresistas llaman “panfleto” y que parece un periodiquito de ésos que hacen los pequeños grupos radicales y marginales. Se llama “El Despertador Mexicano. Órgano Informativo del EZLN”, es el número 1 (ignoro si hay números posteriores) y está fechado en diciembre de 1993, hace exactamente 14 calendarios.
Ahí encontré esto que les narro y dice a la letra (respeto la redacción original sólo para evidenciar que estos alzados no tenían ninguna asesoría teórica respetable y conocida, y que se vea que de plano eran medio nacos, o que le preguntaron a su gente -personas sin ninguna preparación, evidentemente- lo que iban a poner):
Ley Agraria Revolucionaria
La lucha de los campesinos pobres en México sigue reclamando la tierra para los que la trabajan. Después de Emiliano Zapata y en contra de las reformas al artículo 27 de la Constitución Mexicana, el EZLN retoma la justa lucha del campo mexicano por tierra y libertad. Con el fin de normar el nuevo reparto agrario que la revolución trae a las tierras mexicanas se expide la siguiente LEY AGRARIA REVOLUCIONARIA.
Primero. Esta ley tiene validez para todo el territorio mexicano y beneficia a todos los campesinos pobres y jornaleros agrícolas mexicanos sin importar su filiación política, credo religioso, sexo, raza o color.
Segundo. Esta ley afecta todas las propiedades agrícolas y empresas agropecuarias nacionales o extranjeras dentro del territorio mexicano.
Tercero. Serán objeto de afectación agraria revolucionaria todas las extensiones de tierra que excedan las 100 hectáreas en condiciones de mala calidad y de 50 hectáreas en condiciones de buena calidad. A los propietarios cuyas tierras excedan los límites arriba mencionados se les quitarán los excedentes y quedarán con el mínimo permitido por esta ley pudiendo permanecer como pequeños propietarios o sumarse al movimiento campesino de cooperativas, sociedades campesinas o tierras comunales.
Cuarto. No serán objeto de afectación agraria las tierras comunales, ejidales o en tenencia de cooperativas populares aunque excedan los límites mencionados en el artículo tercero de esta ley.
Quinto. Las tierras afectadas por esta ley agraria, serán repartidas a los campesinos sin tierra y jornaleros agrícolas, que así lo soliciten, en PROPIEDAD COLECTIVA para la formación de cooperativas, sociedades campesinas o colectivos de producción agrícola y ganadera. Las tierras afectadas deberán trabajarse en colectivo.
Sexto. Tienen DERECHO PRIMARIO de solicitud los colectivos de campesinos pobres sin tierra y jornaleros agrícolas, hombres, mujeres y niños, que acrediten debidamente la no tenencia de tierra alguna o de tierra de mala calidad.
Séptimo. Para la explotación de la tierra en beneficio de los campesinos pobres y jornaleros agrícolas las afectaciones de los grandes latifundios y monopolios agropecuarios incluirán los medios de producción tales como maquinarias, fertilizantes, bodegas, recursos financieros, productos químicos y asesoría técnica. Todos estos medios deben pasar a manos de los campesinos pobres y jornaleros agrícolas con especial atención a los grupos organizados en cooperativas, colectivos y sociedades.
Octavo. Los grupos beneficiados con esta Ley Agraria deberán dedicarse preferentemente a la producción en colectivo de alimentos necesarios para el pueblo mexicano: maíz, frijol, arroz, hortalizas y frutas, así como la cría de ganado vacuno, apícola, bovino, porcino y caballar, y a los productos derivados (carne, leche, huevos, etc.).
Noveno. En tiempo de guerra, una parte de la producción de las tierras afectadas por esta ley se destinará al sostenimiento de huérfanos y viudas de combatientes revolucionarios y al sostenimiento de las fuerzas revolucionarias.
Décimo. El objetivo de la producción en colectivo es satisfacer primeramente las necesidades del pueblo, formar en los beneficiados la conciencia colectiva de trabajo y beneficio y crear unidades de producción, defensa y ayuda mutua en el campo mexicano. Cuando en una región no se produzca algún bien se intercambiará con otra región donde sí se produzca en condiciones de justicia e igualdad. Los excedentes de producción podrán ser exportados a otros países si es que no hay demanda nacional para el producto.
Undécimo. Las grandes empresas agrícolas serán expropiadas y pasarán a manos del pueblo mexicano, y serán administradas en colectivo por los mismos trabajadores. La maquinaria de labranza, aperos, semillas, etc. que se encuentren ociosos en fábricas y negocios u otros lugares, serán distribuidos entre los colectivos rurales, a fin de hacer producir la tierra extensivamente y empezar a erradicar el hambre del pueblo.
Duodécimo. No se permitirá el acaparamiento individual de tierras y medios de producción.
Décimo Tercero. Se preservarán las zonas selváticas vírgenes y los bosques y se harán campañas de reforestación en las zonas principales.
Décimo Cuarto. Los manantiales, ríos, lagunas y mares son propiedad colectiva del pueblo mexicano y se cuidarán evitando la contaminación y castigando su mal uso.
Décimo Quinto. En beneficio de los campesinos pobres, sin tierra y obreros agrícolas, además del reparto agrario que esta ley establece, se crearán centros de comercio que compren a precio justo los productos del campesino y le vendan a precios justos las mercancías que el campesino necesita para una vida digna. Se crearán centros de salud comunitaria con todos los adelantos de la medicina moderna, con doctores y enfermeras capacitados y conscientes, y con medicinas gratuitas para el pueblo. Se crearán centros de diversión para que los campesinos y sus familias tengan un descanso digno sin cantinas ni burdeles. Se crearán centros de educación y escuelas gratuitas donde los campesinos y sus familias se eduquen sin importar su edad, sexo, raza o filiación política y aprendan la técnica necesaria para su desarrollo. Se crearán centros de construcción de viviendas y carreteras con ingenieros, arquitectos y materiales necesarios para que los campesinos puedan tener una vivienda digna y buenos caminos para el transporte. Se crearán centros de servicios para garantizar que los campesinos y sus familias tengan luz eléctrica, agua entubada y potable, drenaje, radio y televisión, además de todo lo necesario para facilitar el trabajo de la casa, estufa, refrigerador, lavadoras, molinos, etc.
Décimo Sexto. No habrá impuestos para los campesinos que trabajen en colectivo, ni para ejidatarios, cooperativas y tierras comunales. DESDE EL MOMENTO EN QUE SE EXPIDE ESTA LEY AGRARIA REVOLUCIONARIA SE DESCONOCEN TODAS LAS DEUDAS QUE POR CRÉDITOS, IMPUESTOS O PRESTAMOS TENGAN LOS CAMPESINOS POBRES Y OBREROS AGRÍCOLAS CON EL GOBIERNO OPRESOR, CON EL EXTRANJERO O CON LOS CAPITALISTAS.
Con ese artículo décimo sexto termina esa ley. Hay más leyes, pero no vienen al caso, o cosa, según. Quisiera hacer notar la falta de perspectiva de modernidad de estos transgresores de la gramática y el buen gusto, ya que no aparece ninguna referencia al libre comercio ni a las comodidades agrícolas que, dios salve al señor Monsanto, el capitalismo ha traído felizmente al mundo.
En fin, parece ser que en los territorios que llegaron a controlar los rebeldes, se aplicó esta ley y que los finqueros fueron expulsados de sus grandes propiedades y esas tierras se repartieron entre los indígenas que, cuentan, lo primero que hicieron fue desalambrar los cercos que protegían las casas de los hacendados.
Cuentan también que ese atentado contra la propiedad privada lo hicieron cantando la rola del mismo nombre, autoría de un tal Daniel Viglietti (mismo que fue visto todavía hace unas horas en esta geografía, acompañado de gente de muy dudosa reputación -varias personas presentes se cubrían el rostro, lo que no deja duda de que ocultaban algo).
Según rumores, años después los alzados crearon sus propias formas de autogobierno y formaron lo que llaman “comisiones agrarias” para vigilar el reparto de tierras y el cumplimiento de esta ley.
Lo que sí sabemos es que no son pocas las dificultades que han encontrado y encuentran, y que las resuelven según sus propias facultades y medios, en lugar de recurrir a asesores, especialistas e intelectuales que les digan lo que deben hacer, cómo deben hacerlo y les evalúen lo hecho y deshecho.
Hay otro dato, escandaloso como el que más. Según fuentes confiables, que no pueden ser reveladas porque usan pasamontañas, una madrugada cualquiera, esos hombres, mujeres, niños y ancianos, se descubrieron el rostro y cantaron y bailaron, siempre con ritmos que no tiene catalogación conocida. Dicen que sabían que no eran menos pobres que antes y que se les venían encima problemas de todo tipo, entre ellos el de la muerte, así que no sabemos el motivo, causa o razón de su alegría.
Según últimas informaciones, siguen bailando, cantando y riendo desde hace 14 calendarios y que dicen que es porque hay ya otra geografía en sus tierras. Esto sólo demuestra que son unos ignorantes, porque los mapas y cartas topográficas del INEGI no dan cuenta de ningún cambio en el territorio de ese suroriental estado mexicano de Chiapas.
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Respuestas simples a preguntas complejas.
“La madrugada es la región más che Guevara de los sueños” Daniel Viglietti.
Primera pregunta: ¿Hay cambios fundamentales en la vida de las comunidades indígenas zapatistas?
Primera respuesta: Sí.
Segunda pregunta: ¿Estos cambios se dieron a partir del alzamiento del primero de enero de 1994?
Segunda respuesta: No.
Tercera pregunta: ¿Cuándo fue entonces que se dieron?
Tercera respuesta: Cuando la tierra pasó a ser propiedad de los campesinos.
Cuarta pregunta: ¿Quiere decir que fue cuando la tierra pasó a manos de quien la trabaja, que se desarrollaron los procesos que se pueden apreciar ahora en los territorios zapatista?
Cuarta respuesta: Sí. Los avances en gobierno, salud, educación, vivienda, alimentación, participación de las mujeres, comercialización, cultura, comunicación e información tiene como punto de arranque la recuperación de los medios de producción, en este caso, la tierra, los animales y las máquinas que estaban en manos de los grandes propietarios.
Quinta pregunta: ¿Esto de la ley agraria revolucionaria fue en todos los territorios en los que los zapatistas reclaman tener control?
Quinta respuesta: No. Por sus características propias, en la zona de Los Altos y Norte de Chiapas este proceso fue mínimo o inexistente. Sólo se dio en las zonas
Selva Tzeltal, Tzotz Choj y Selva Fronteriza. Pero los cambios se extendieron a todas las zonas por los puentes subterráneos que unen a nuestros pueblos.
Sexta pregunta: ¿Por qué siempre parecen estar contentos, aunque tengan errores, problemas y amenazas?
Sexta respuesta: Porque, con la lucha, hemos recuperado la capacidad de decidir nuestro destino. Y eso incluye, entre otras cosas, el derecho a equivocarnos nosotros mismos.
Séptima pregunta: ¿De dónde sacan esos ritmos extraños que cantan y bailan?
Séptima respuesta: Del corazón.
Gracias y nos vemos en la noche.
Subcomandante Insurgente Marcos.
IV. Gustare il caffè
Il calendario e la geografia della terra
“La terra, l’indigeno la vede come madre. Il capitalista come qualcosa che non ha la proprietà di se stessa”. Don Durito della Lacandona
Alcuni aneddoti poco scientifici.
Ieri, verso mezzogiorno, è arrivato Daniel Viglietti con il suo gruppo. Come tutti sanno, è un cittadino dell’America Latina de abajo, che viaggia con passaporto uruguayano e una chitarra sovversiva. Ci sono state musica e parole. Con lui, abbiamo mandato i nostri saluti a Mario Benedetti, un altro fra i colpevoli di frustrare la mia carriera come musicista di ritmi sconcertanti. Viglietti ci ha raccontato che Eduardo Galeano, il raccoglitore delle piogge della memoria de abajo, si è ammalato, ma già si sente meglio. A Don Eduardo abbiamo mandato i nostri auguri e, nel caso di una ricaduta, gli abbiamo offerto ospitalità nella Clinica di Oventik, dove non abbondano le medicine, ma sicuramente l’allegria zapatista color del caffè, che non cura, però allevia.
Non è per vantarci, però Viglietti ed io abbiamo composto insieme alcuni versi per una delle sue canzoni e, in più, abbiamo anche fatto un duetto, cioè lui cantava e io gli tenevo il quaderno con gli appunti. La tenenta insurgente ci ha accompagnato nei cori e conosceva tutte le canzoni senza bisogno di quaderni. Giunta l’ora delle confessioni inconfessabili, lui ha saputo che io, per questi scherzetti della geografia de abajo, in realtà sono un uruguayano nato in Chiapas. C’erano anche Raùl Sendic e il mio generale Artigas, però non sono autorizzato a rivelarlo. E solo per un po’, si è aggiunto anche il Che, taccagno e burlone rispetto ad alcuni versi sui sogni e l’alba.
Quando siamo arrivati al momento di “A Desalambrar” , Daniel ci ha spiegato che quando l’ha cantata per la prima volta a suo padre, lui gli ha fatto notare le conseguenze che ci potevano essere a cantarla nei campi: “Se si tolgono le recinzioni, succederà un casino, Daniel, perché le bestie scapperanno chissà dove o andranno a combinare guai” gli disse il padre, più o meno. E’ allora che io gli ho raccontato una piccola parte di quello che adesso vi racconterò in maniera un po’ più estesa.
Dalle parti del Caracol de La Garrucha, nella zona Selva-tzeltal (che è dove si celebrerà l’Incontro delle Donne Zapatiste con le Donne del Mondo, gli ultimi giorni di questo mese di dicembre), prima della nostra sollevazione esistevano varie fincas, come vengono chiamate dai compagni le grandi proprietà terriere.
Ubicate nei terreni migliori delle valli della selva Lacandona, con abbondante acqua, terreni pianeggianti e fertili, strade vicine, piste di atterraggio private, queste proprietà si estendevano per migliaia di ettari ed erano destinate quasi esclusivamente all’allevamento estensivo di bestiame.
I grandi alberi: ceibas, huàpacs, cedri, caobas, ocotes, hormiguillos, bayaltè, nogales...furono abbattuti per lasciar spazio ai bovini, che facevano la fortuna delle associazioni di allevatori, degli ambasciatori della carne, dei commercianti e dei governi di ogni genere e grado.
Gli indigeni (zapatisti, non zapatisti e anti-zapatisti) erano stati relegati sulle pendici della sierra e in cima alle montagne, su terreni pietrosi, sempre molto scoscesi. Lì dovevano ricavare le loro coltivazioni di caffè, nelle piccole radure che la montagna, generosa con i suoi custodi, apriva di tanto in tanto nei suoi anfratti irregolari. Le coltivazioni di mais crescevano tra pietre e spine, aggrappandosi come potevano alle ripide coste che cadevano a piombo, come se la montagna si fosse stancata di stare in piedi e d’improvviso si fosse lasciata cadere, così, per mettersi a sedere sulle terre dove il padrone spadroneggiava e il “signore con forca e coltello” non era una immagine letteraria.
Nelle piccole coltivazioni di caffè lavorava tutta la famiglia. Persone anziane, uomini, donne, bambine e bambini raccoglievano il caffè, lo lavavano, lo mettevano a seccare, lo preparavano e lo stipavano in grandi sacchi di tela chiamati pergamino. Per commercializzarlo, gli stessi anziani, uomini, donne e bambini dovevano caricarlo, se avevano un po’ di fortuna, sulle loro bestie. Ma siccome c’era anche scarsità di bestie, gli anziani, uomini, donne e bambini stessi erano le bestie che, sulle loro spalle, portavano trenta, quaranta chili di caffè pergamino. Per de o tre giornate, di otto o dieci ore di cammino ciascuna. Arrivavano al bordo della strada e aspettavano un "carro" (che è così che viene chiamato un camion da tre tonnellate), che gli faceva pagare l’equivalente di dieci o quindici chili del caffè che avevano portato sulla schiena.
All'arrivo dei veicoli nella città, i coyote (che così vengono chiamati dai compagni gli intermediari) si sbracciavano facendo offerte e praticamente assaltavano gli indigeni, li ingannavano sul peso e il prezzo del caffè, approfittando del fatto che sapevano poco o niente di spagnolo. La constatazione di essere ingannati si scontrava contro gli argomenti del coyote: “se non vuoi, torna indietro”. La misera paga guadagnata finiva nelle cantine e nei bordelli, che nel periodo della raccolta del caffè vivevano la loro “stagione” migliore.
Tra una raccolta del caffè e l’altra, gli indigeni, uomini, donne e bambini, dovevano lavorare nelle coltivazioni di mais, sulle montagne, ed essere assunti a giornata nelle grandi proprietà che dominavano nelle valli scavate dai fiumi Jatatè e Perlas nel sud-est messicano.
I finqueros, così i compagni chiamano i grandi proprietari, hanno copiato tutti lo stesso padrone, per edificare le loro proprietà. La Casa Grande, cioè la casa in cui il finquero abitava nei giorni in cui era nelle sue proprietà, era fatta di mattoni, ampia e circondata da grandi porticati. A lato stava la cucina. E poi un ampio terreno recintato da pali di ferro. Fuori dal recinto che marcava il limite dello spazio del “signore”, vivevano i peones con le loro famiglie, in case di terra, legno e tetto di paglia. Allo spazio della “Casa Grande”, cioè all’interno del recinto di pali di ferro, potevano accedere solo il fattore, o capataz, e le donne che si occupavano della cucina e della pulizia della casa e delle cose del signore. Di notte, e quando la signora del “signore” non c’era, entravano anche le ragazze in età da marito, sulle quali il finquero esercitava il cosiddetto “diritto di pedata” (che consisteva nel diritto del “signore” di togliere la verginità alla donna, poco prima che si sposasse).
Io so che sembra che vi stia raccontando un romanzo di Bruno Traven o che stia parlando di un testo della fine del XIX secolo, ma il calendario in cui accadeva tutto ciò segnava dicembre dell’anno 1993, appena 14 anni fa. [Questa identica realtà fatta, come da gradini sociali via via a scendere, di possidenti, proprietari, fattori o capataz - sì, perfino stesso termine eredità della dominazione spagnolesca - mezzadri, socci e braccianti, era quella conosciuta dalle terre del nostro meridione d'Italia fino a non più di sessant'anni fa! Ndr D.]
I peones indigeni non avevano solo piantato i pali di ferro che li separavano dal “signore”, costruivano anche le recinzioni dei grandi terreni in cui pascolavano le bestie, che in seguito sarebbero finite sulla tavola dei ricchi, come filetti succulenti e arrosti ricercati, a San Cristòbal de Las Casas, a Tuxla Gutierrez, a Comitàn, a Città del Messico.
Il recinto di ferro non serviva solo per controllare le bestie del finquero. Era anche, e soprattutto, un segnale di status, una linea geografica che separava due mondi: quello del caxlàn o ricco bianco, e quello dell’indigeno.
Con metodi che farebbero vergognare la Border Patrol e la Minutteman, i grandi proprietari hanno creato ed applicato la propria legge doganale: se un animale, dei pochi che erano di proprietà dei peones, attraversava il confine del terreno del padrone, diventava di sua proprietà e il “signore” poteva fare di lui ciò che voleva: ammazzarlo e lasciarlo agli avvoltoi, ammazzarlo e portarlo alla propria tavola, segnarlo con il proprio marchio, o regalarlo al capataz, perché a sua volta ne facesse ciò che voleva. Al contrario, se qualche animale del “signore” attraversava la linea dei terreni del popolo, doveva essere restituito ai terreni del finquero e, se succedeva qualche incidente, il popolo lo doveva pagare e in più doveva restituire l’animale ferito o morto alla finca. Io so che mi sto dilungando molto, per spiegare qualcosa di molto semplice: la proprietà della terra apparteneva, prima della nostra sollevazione, ai grandi proprietari o finqueros, che per certo sono il settore più retrogrado tra i potenti. Se qualcuno vuol conoscere veramente come pensa e agisce la ultra-destra reazionaria, chiacchieri con un finquero chiapaneco. E vi passo il nome di uno di loro che, per lo meno fino a poco tempo fa, era uno degli alleati di Andrès Manuel Lopez Obrador in Chiapas, e che insieme alla Crocchette Albores e al PRD portò al potere Juan Sabines (quello che ha relegato prima in un bordello dismesso, e poi in un magazzino di caffè, le famiglie zapatiste fatte sgomberare alcuni mesi fa dai Montes Azules – di fatto senza che gli intellettuali progressisti dicessero una parola di protesta). Il nome del finquero è Constantino Kanter, e fu l’autore di quella famosa frase, detta quando il calendario segnava il mese di maggio dell’anno 1993: “In Chiapas vale di più un pollo che la vita di un indigeno”. Però non insistiamo su questo, perché è risaputo che la memoria de arriba è selettiva, e ricorda e dimentica secondo quello che le conviene nel calendario e nella geografia.
Si dà il caso però che accadde qualcosa. Non so se lo sapete, però ve lo dirò, perché sembra che qualcuno non lo sappia o l’abbia dimenticato, o quanto meno si comporta come se non lo sapesse. Bene, si dà il caso che il primo di gennaio del 1994 alcune migliaia di indigeni si sono alzate in armi contro il supremo governo.
Voi non ci crederete, ma è successo qui, in questa geografia e in questo calendario. E dicono, bisognerà confermarlo, che si sono auto-denominati “Esercito Zapatista di Liberazione Nazionale” e che hanno usato dei passamontagna per coprirsi il viso, come per mettere in evidenza che non erano nessuno.
Secondo alcuni resoconti dei giornali di quel calendario, gli insorti hanno preso simultaneamente sette città. Sembra, non sono molto sicuro, che una di queste città cadute in mano ai ribelli fosse questa superba città di San Cristòbal de Las Casas.
Hanno combattuto contro l’esercito federale e il governo centrale di allora, che era capeggiato da Carlos Salinas de Gortari ed era formato da vari personaggi che oggi è possibile ritrovare tra le fila del PRD e della CND lopezobradorista, e che li ha catalogati come “trasgressori della legge” (sicuramente per aver trasgredito la legge di gravità, secondo cui ciò che sta abajo non deve alzarsi). Vi prego di notare che noi non stiamo parlando di persone con cui abbiamo delle differenze di strategia o di tattica, o di concezione delle riforme o della rivoluzione. Stiamo parlando dei nostri persecutori, dei nostri schiavisti, dei nostri assassini. Se avessimo tradito i nostri morti e se avessimo appoggiato la supposta alternativa alla destra, ora ci troveremmo in un baratro e in una frustrazione simile a quelli che ha descritto il compagno Ricardo Gebrim, del Movimento dei Senza Terra, in Brasile.
Questa mattina ho letto che l’aberrazione giuridica che, violando la Costituzione, permette la legalità del fascismo (come ha opportunamente segnalato ieri Don Jorge Alonso), è stata favorevolmente votata da deputati di tutte le tribù e le correnti del PRD, comprese quelle affini o dipendenti da Andrès Manuel Lòpez Obrador. Odio dirvi che ve l’avevo detto, però ve l’avevo detto. Quelli che chiusero gli occhi, nel tentativo di arginare la destra, ora si ritrovano nel baratro e nella frustrazione. Noi, uomini e donne, che siamo riusciti ad intuire quello che sta succedendo, ora abbiamo...un’altra cosa.
Alla fine, è qualcosa che bisognerà investigare nelle biblioteche e nelle emeroteche, da cui dovrebbe venir fuori il lavoro teorico serio. Quello che vorrei raccontarvi è ciò che è successo qui nello stesso calendario, però in un’altra geografia, che non è quella delle città, cioè nella geografia delle fincas.
Risulta che non è proprio sicuro, però ci sono indizi sia andata così; gli insorti si erano preparati con molto tempo di anticipo, ed avevano elaborato persino alcuni regolamenti o memorandum, chiamati “Leggi Rivoluzionarie”. Una di queste, la cosiddetta “Legge Rivoluzionaria delle Donne”, è stata già menzionata qui da Sylvia Marcos qualche giorno fa. Lei è una ricercatrice seria, quindi è molto probabile che, in effetti, siano esistite (e forse esistono ancora) queste famose leggi.
Bene, un’altra di queste leggi è stata chiamata, o si chiama, “Legge Agraria Rivoluzionaria”.
Anche se non tutti gli studiosi teorici che si rispettano lo fanno, mi sono preso la briga di fare una ricerca e, da qualche parte, ho trovato qualcosa che gli intellettuali progressisti chiamano “pamphlet” e che sembra un giornaletto, di questi che vengono fatti dai piccoli gruppi radicali e marginali. Si chiama “Il Risveglio Messicano. Organo Informativo dell’EZLN”, si tratta del primo numero (ignoro se ci siano dei numeri successivi) ed è datato dicembre 1993, esattamente 14 calendari fa.
Lì dentro ho trovato quello che vi sto raccontando e dice, alla lettera (rispetto la redazione originale solo per evidenziare che questi insorti non avevano nessun consigliere teorico rispettabile e conosciuto, e per far vedere che erano chiaramente degli indigeni medi, o che erano andati a chiedere alla loro gente – persone senza nessuna preparazione, evidentemente – quello che dovevano scrivere):
Legge Agraria Rivoluzionaria
La lotta dei contadini poveri in Messico continua a chiedere la terra per coloro che la lavorano. Dopo Emiliano Zapata e contro la riforma dell’articolo 27 della Costituzione Messicana, l’EZLN riprende la giusta lotta contadina messicana per la terra e la libertà. Con il fine di regolamentare la nuova ripartizione agraria, che la rivoluzione comporta nelle terre messicane, si redige la seguente LEGGE AGRARIA RIVOLUZIONARIA.
Primo. Questa legge ha validità su tutto il territorio messicano e beneficia tutti i contadini poveri e i giornalieri agricoli messicani, senza distinzione di filiazione politica, di credo religioso, sesso, razza o colore.
Secondo. Questa legge riguarda tutte le proprietà agricole e le imprese agropecuniarie nazionali o straniere all’interno del territorio messicano.
Terzo. Saranno soggette alla legge agraria rivoluzionaria tutte le estensioni di terra che eccedano i 100 ettari in condizioni di cattiva qualità e i 50 ettari in condizioni di buona qualità. Ai proprietari le cui terre eccedano i limiti sopra menzionati verranno tolti gli eccedenti e rimarrano con il minimo, permesso da questa legge, potendo continuare come piccoli proprietari o unirsi al movimento contadino delle cooperative, alle società contadine o alle terre comunali.
Quarto. Non saranno soggette alla legge agraria le terre comunali, gli usi civici, o le terre tenute da cooperative popolari, anche se eccedano i limiti menzionati nell’articolo terzo di questa legge.
Quinto. Le terre confiscate per effetto di questa legge verranno ripartite tra i contadini senza terra e i giornalieri agricoli, che le gestiranno così: in PROPRIETA’ COLLETTIVA per la formazione di cooperative, società contadine o collettivi di produzione agricola e allevamento. Queste terre dovranno essere lavorate collettivamente.
Sesto. Hanno DIRITTO PRIMARIO di richiedere la terra i collettivi di contadini poveri senza terra e i giornalieri agricoli, gli uomini, le donne e i bambini, che comprovino debitamente di non possedere nessuna terra o di possedere terra di cattiva qualità.
Settimo. Per lo sfruttamento della terra a beneficio dei contadini poveri e dei giornalieri agricoli la confisca dei grandi latifondi e dei monopoli agropecuniari includerà i mezzi di produzione, come i macchinari, i fertilizzanti, i magazzini, le risorse finanziarie, i prodotti chimici e gli strumenti tecnici. Tutti questi mezzi devono passare in mano ai contadini poveri e ai giornalieri agricoli, con speciale attenzione ai gruppi organizzati in cooperative, collettivi e società.
Ottavo. I gruppi beneficiari di questa Legge Agraria dovranno dedicarsi preferibilmente alla produzione collettiva di alimenti necessari al popolo messicano: mais, fagioli, riso, ortaggi e frutta, così come all’allevamento di vacche, api, bovini, maiali e cavalli, e alla produzione dei loro derivati (carne, latte, uova ecc...).
Nono. In tempo di guerra, una parte della produzione delle terre soggiacenti a questa legge verrà destinata al sostentamento degli orfani e delle vedove dei combattenti rivoluzionari e al sostentamento delle forze rivoluzionarie.
Decimo. L’obbiettivo primario della produzione collettiva è quello di soddisfare le necessità del popolo, formare nei beneficiari una coscienza collettiva del lavoro e del beneficio, e creare unità di produzione, difesa e mutuo aiuto nel territorio messicano. Se in una regione non si produce un qualche bene, lo si scambierà con un’altra regione dove viene prodotto, in condizioni di giustizia e uguaglianza. Le eccedenze di produzione potranno essere esportate in altri paesi, se non ci sarà una domanda nazionale per il prodotto.
Undicesimo. Le grandi imprese agricole saranno espropriate e passeranno nelle mani del popolo messicano, e saranno amministrate collettivamente dagli stessi lavoratori. I macchinari agricoli, gli strumenti da lavoro, le sementi ecc... che vengano trovati inutilizzati nelle fabbriche, nei negozi o in altri luoghi, saranno distribuiti tra i collettivi rurali, al fine di far produrre la terra in maniera estensiva e di sradicare la fame del popolo.
Dodicesimo. Non si permetterà l’accaparramento individuale di terre e mezzi di produzione.
Tredicesimo. Si preserveranno le zone della selva vergine e dei boschi e si faranno campagne di reforestazione nelle zone principali.
Quattordicesimo. Le fonti d’acqua, i fiumi, i laghi e i mari sono di proprietà collettiva del popolo messicano e verranno custoditi, evitando la contaminazione e castigando il cattivo uso.
Quindicesimo. A beneficio dei contadini poveri, dei senza terra e degli operai agricoli, oltre alla ripartizione agraria che questa legge stabilisce, si creeranno centri di commercio che comprino a un prezzo giusto i prodotti del contadino e vendano a un prezzo giusto le merci di cui il contadino ha bisogno per una vita degna. Si creeranno centri di salute comunitaria con tutti i mezzi della medicina moderna, con dottori ed inferniere preparati e coscienti, e con medicinali gratuiti per il popolo. Si creeranno centri di divertimento perchè i contadini e le loro famiglie si riposino in modo degno senza cantine né bordelli. Si creeranno centri di educazione e scuole gratuite dove i contadini e le loro famiglie possano ricevere un’educazione senza distinzioni di età, sesso, razza o filiazione politica e dove possano apprendere la tecnica necessaria al loro sviluppo. Si creeranno centri per la costruzione di abitazioni e strade, con ingegneri, architetti e i materiali necessari affinchè i contadini possano avere una casa degna e buone strade per il trasporto. Si creeranno centri di servizi per garantire che i contadini e le loro famiglie abbiano luce elettrica, acqua corrente e potabile, un sistema di drenaggio dell’acqua, radio, televisione, oltre a tutto ciò che è necessario per facilitare il lavoro nella casa, stufa, frigorifero, lavatrice, macinino ecc...
Sedicesimo. Non ci saranno tasse per i contadini che lavorano collettivamente, né per i soci di terreni comunali, cooperative e usi civici. A PARTIRE DAL MOMENTO DI EMISSIONE DI QUESTA LEGGE AGRARIA RIVOLUZIONARIA NON VENGONO RICONOSCIUTI VALIDI I DEBITI CHE I CONTADINI POVERI E GLI OPERAI AGRICOLI HANNO CONTRATTO CON IL GOVERNO OPPRESSORE, CON L’ESTERO O CON I CAPITALISTI, PER MEZZO DI CREDITI, TASSE O PRESTITI.
Con questo sedicesimo articolo termina questa legge. Ci sono altre leggi, ma riguardano altre cose, o altri casi, vedete voi...Vorrei farvi notare la mancanza di prospettiva di questi trasgressori della grammatica e del buon gusto, dato che non compare nessun riferimento al libero commercio né alle comodità agricole che, dio salvi il signor Monsanto, il capitalismo ha felicemente portato nel mondo.
Alla fine sembra che, nei territori che i ribelli sono riusciti a controllare, questa legge sia stata applicata e che i finqueros siano stati cacciati dalle loro grandi proprietà, e che queste terre siano state ripartite tra gli indigeni che, si racconta, per prima cosa abbatterono le recinzioni di ferro che proteggevano le case dei grandi proprietari.
Raccontano anche che abbiano perpetrato questo attentato contro la proprietà privata, cantando la canzone “A Desalambrar”, il cui autore è un tale Daniel Viglietti (lo stesso che è stato rivisto qualche ora fa in questa geografia, accompagnato da gente di dubbia reputazione – varie persone presenti si coprivano il volto, cosa che non lascia dubbi sul fatto che avevano qualcosa da nascondere).
Secondo le dicerie, alcuni anni più tardi gli insorti hanno creato le loro proprie forme di auto-governo ed hanno formato le cosiddette “commissioni agrarie”, per vigilare la ripartizione delle terre e il compimento di questa legge.
Quello che sappiamo per certo è che non sono poche le difficoltà che hanno incontrato e incontrano, e che le risolvono secondo le proprie facoltà e i propri mezzi, invece di ricorrere ad assessori, specialisti e intellettuali che dicano loro quel che devono fare, come devono farlo e che valutino ciò che hanno o non hanno fatto.
C’è un altro dato, scandaloso come pochi. Secondo fonti attendibili, che non possono essere rivelate perché usano il passamontagna, una mattina presto come le altre, all’alba, questi uomini, donne, bambini e anziani si sono scoperti il volto ed hanno cantato e ballato, sempre al suono di ritmi che non trovano posto in una catalogazione conosciuta. Dicono che sapevano di non essere meno poveri di prima e di avere problemi di ogni tipo, tra cui quello della morte, per cui non conosciamo il motivo, la causa o la ragione della loro allegria.
Secondo le ultime informazioni, continuano a ballare, cantando e ridendo da 14 calendari, e dicono che è perché nelle loro terre c’è già un’altra geografia. Questo dimostra solo che sono degli ignoranti, perché le mappe e le carte topografiche del INEGI non registrano nessun cambiamento nel territorio di questo stato sud-orientale messicano che si chiama Chiapas.
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Risposte semplici a domande complesse.
“L’alba è la regione più Che Guevara dei sogni” Daniel Viglietti.
Prima domanda: Ci sono cambiamenti fondamentali nella vita delle comunità indigene zapatiste?
Prima risposta: Sì.
Seconda domanda: Questi cambiamenti si sono dati a partire dalla sollevazione del primo gennaio del 1994?
Seconda risposta: No.
Terza domanda: E allora da quando?
Terza risposta: Quando la terra passò ad essere proprietà dei contadini.
Quarta domanda: Vuole dire che fu quando la terra passò nelle mani di chi la lavora, che si svilupparono i processi che si possono osservare ora nei territori zapatisti?
Quarta risposta: Sì. Il miglioramento di governo, salute, educazione, casa, alimentazione, partecipazione delle donne, commercio, cultura, comunicazione e informazione ha come punto di partenza il recupero dei mezzi di produzione, in questo caso la terra, gli animali e le macchine che erano in mano ai grandi proprietari.
Quinta domanda: La legge agraria rivoluzionaria fu applicata in tutti i territori su cui gli zapatisti dicono di avere il controllo?
Quinta risposta: No. Per caratteristiche sue proprie, nella zona de Los Altos e nella zona Nord del Chiapas questo processo è stato minimo o inesistente. C’è stato solo nella zona della Selva Tzeltal, Tzotz Choj e della Selva Fronteriza. Però i cambiamenti si sono estesi a tutte le zone, per i ponti sotterranei che uniscono i nostri popoli.
Sesta domanda: Perché sembra sempre che siete contenti, anche se ci sono errori, problemi, minacce?
Sesta risposta: Perché, con la lotta, abbiamo recuperato la capacità di decidere il nostro destino. E questo comprende, tra le altre cose, il diritto di sbagliarci anche noi.
Settima domanda: Da dove tirate fuori questi strani ritmi che cantate e ballate?
Settima risposta: Dal cuore.
Grazie e ci vediamo nella notte.
Subcomandante Insurgente Marcos.
Parti precedenti:
I. Pensar el Blanco
II. Escuchar el Amarillo
III. Tocar el Verde
Quando ho letto in questo e in altri scritti di
RispondiEliminaMarcos che fino agli anni 90, in Messico, molti latifondisti applicavano lo jus primae noctis sulle donne indigene operaie nelle loro aziende agricole quasi non ci credevo perché effettivamente è una pratica odiosa che riguardava il medioevo. Grazie alla lotta zapatista questo sicuramente non succede più. Però i diritti delle donne in quel paese sono ancora, gravemente calpestati. E si muore se non ci si sa difendere. Ciao, M.
Non succede più nelle sole zone controllate dal EZLN. Altrove, a quanto mi dicono e sento (Messico e resto dell'America Latina) succede ancora adesso. La discriminazione razziale verso indigeni e meticci è fortissima ad esempio in Venezula, Brasile, Colombia, ecc... Ho già raccontato, ma lo faccio di nuovo e con piacere, di quel Marco (prima o poi sputtanerò anche il cognome) ingegnere italo-venezuelano (figlio di emigranti) che mi vantava la sua utlima "conquista" resa possibile solo dal fatto che la "pollastrella" era socialmente "paria" per via di un sesto di sangue impuro (una nonna india) denunciato dall'olivastro della pelle.
RispondiEliminaPer fortuna non so dove sia finito, l'ingegnere nostro, perchè forse a frequentarlo ancora finiva che qualche giorno gli staccavo la testa per guardarci dentro.
Quindi quello che dice Marcos è realtà che ancora dura. Non solo, ma era realtà anche nostra, italiana e del Meridione, dove il termine "capataz" usato da Marcos suona voce dialettale, eredità spagnolesca.
Avevamo anche noi i capataz, i fattori, i mezzadri, i socci, i braccianti.
Il padrone delle ferriere, il latifondista, il possidente allungava le mani, e non solo quelle. E nessuno poteva azzardarsi a sporgere denuncia. Il prestigio sociale del "don" era quello di un intoccabile e lo scandalo avrebbe poi significato dover abbandonare la "masseria" (del padrone), il lavoro nei campi (del padrone), il tugurio di ricovero dato a fitto (dal padrone) e ritrovarsi fuori in un secondo. La solidarietà tra "padroni" avrebbe fatto il resto, impedendo di trovare nuovo lavoro nel raggio di centinaia di chilometri. Quindi mogli, fidanzate, figlie subivano... A volte senza neppure parlarne ai padri, mariti o fidanzati.
Nei vecchi rogiti notarili è ancora possibile leggere la dicitura "don" accompagnata al nome e alla voce occupazione, "possidente".
Il lavoro poi, era sfruttamento puro.
Ricordo un episodio raccontatomi da un anziano "soccio". Mi disse che mentre erano al lavoro negli uliveti il padrone gli diceva che non dovevano osare alzare gli occhi sulle piante, chè quella non era roba loro... Loro dovevano guardare sempre in basso, alla terra da zappare, solo lì.
Questa era la realtà anche da noi. Ora i nipoti di quelle stesse persone hanno perso la memoria, non sanno più da dove vengono, chi erano i loro nonni e quello che hanno vissuto. Adesso hanno tutti gli stessi jeans firmati, lo stesso stupido cappellino, la stessa marca di telefonino e ... lo stesso vuoto nella testa!
Ciao, D.