Suelito y Nubecita

"L'identità non era equivalenza:
con la loro natura, unica pur sotto duplice nome,
esse non contavano né per uno, né per due.
La ragione, confusa da se stessa,
vedeva l'unione nella loro divisione;
assorbita l'una nell'altra, distinta una dall'altra,
quelle creature si erano così bene assimilate,
che si chiedevano come il loro due
potesse formare un così armonico assolo;
così che l'amore ha ragione, mentre la ragione,
che pure dovrebbe aver ragione, ha torto,
dal momento che vede una così bella unione
là dove dovrebbe esserci una divisione."


La Fenice e la Tortora, William Shakespeare



Tercera Parte: Los otros indocumentados

Para las y los "cafés" en Estados Unidos

"
somos los emigrantes los pálidos anónimos
con la impía y carnal centuria a cuestas
donde amontonaremos el legado
de las preguntas y perplejidades
".
Mario Benedetti

Cuenta Durito que, cruzada la línea fronteriza, una oleada de terror te golpea y persigue. No es sólo la amenaza de la migra y los kukuxklanes. Es también el racismo que llena todos y cada uno de los rincones de la realidad del país de las barras y las turbias estrellas. En las plantaciones, en la calle, en los comercios, en la escuela, en los centros culturales, en la televisión y las publicaciones, hasta en los baños, todo te persigue para que reniegues de tu color, que es la mejor forma de renegar de cultura, tierra, historia, es decir, rendir la dignidad que, siendo otros, andan en el color café de los latinos en Norteamérica.
"Esos brownies", dicen los que esconden detrás de la tipificación de seres humanos, de acuerdo al color de su piel, el crimen de un sistema que tipifica de acuerdo a la capacidad de compra, siempre directamente proporcional al precio de venta (mientras más te vendas, más podrás comprar). Si los cafecitos sobreviven a la campaña de blanqueadores y detergentes del Poder en la Unión Americana, ha sido porque la comunidad latina "café" (no sólo mexicana, pero también mexicana, y puertorriqueña, y salvadoreña, y hondureña, y nicaragüense, y guatemalteca, y panameña, y cubana, y dominicana, por mencionar algunas de las tonalidades en las que el color café latinoamericano pinta Norteamérica) ha sabido construir una red de resistencia sin nombre y sin organización hegemónica o producto que la patrocine. Sin dejar de ser "los otros" en una nación blanca, los latinos levantan una de las historias más heroicas y desconocidas de este agonizante siglo XX: la de su color dolido y trabajado hasta hacerlo esperanza. Esperanza en que el café sea un color más en el arcoiris de las razas del mundo, y ya no sea más el color de la humillación, el desprecio y el olvido.
Y no sólo lo "café" padece y es perseguido. Cuenta Durito que, a su condición de mexicano, hay que agregar el color negro de su caparazón. Era así "café y negro" este valiente escarabajo, y fue perseguido por partida doble. Y por partida doble ayudado y apoyado, pues lo mejor de la comunidad latina y negra de Estados Unidos lo protegió. Pudo así recorrer las principales ciudades norteamericanas, que así llaman también a estas pesadillas urbanas. No caminó la ruta del turismo, el glamour y las marquesinas. Anduvo Durito los caminos de abajo, donde negros y latinos construyen las resistencias que les permiten ser sin dejar de ser otros. Pero, Durito dice, eso es historia para otras páginas.
Ahora Durito Black Shield o Durito Escudo Negro (si usted no está globalizado) se ha empeñado en que es importante que anuncie yo, con bombo y platillo, su nuevo libro, al que ha llamado Cuentos de Vela en Vela. Ahora me ha entregado un cuento que, dice, escribió recordando esos días cuando anduvo de wetback o mojado en Estados Unidos.

"El Arriba y el Abajo es relativo... relativo a la lucha que se haga por subvertirlo"

Carta 4c. (va incluida en el cuento).

- Es un título muy largo - le digo a Durito.
- No te quejes por el cuento o nada de tesoro - amenaza Durito con su garfio. Va pues.
"Había una vez un suelito que muy triste se estaba porque todos le pasaban encima y todo estaba arriba suyo. '¿Por qué te quejas?', le preguntaban los otros suelos. ¿Qué otra cosa podría pasarle a un suelo? Y el suelito callaba que su sueño era volar ligero y enamorar aquella nubecita que, de tanto en tanto, se asomaba, y que no le hacía caso. Más y más triste se puso el suelito, y tanto era su dolor que empezó a llorar. Y lloró y lloró y lloró y lloró..."
- ¿Cuántas veces vas a poner "y lloró"? Con dos o tres bastan - interrumpo a Durito.
- Al grande Durito Escudo Negro nadie lo va a censurar, mucho menos un grumete narizón y, para colmo, agripado - me amenaza Durito al mismo tiempo que señala la terrible plancha sobre la que los desgraciados caminan rumbo a la panza de los tiburones. Yo cedo en silencio. No porque le tema a los tiburones, sino porque un chapuzón sería letal para mi perenne gripa. Sigo pues el cuento...
"Y lloró y lloró y lloró. Tanto lloró el suelito que todo y todos se resbalaban si encima de él se estaban o caminaban. Y nadie ni nada tenía ya encima. Y tanto lloró el suelito que muy delgado y ligero se fue poniendo. Y como ya no tenía nadie ni nada encima, empezó a flotar el suelito y alto voló. Y se salió con la suya y cielo le llaman ahora. Y la nube en cuestión se hizo lluvia y ahora está en el suelo y le escribe cartas inútiles diciéndole 'cielito lindo'. Moraleja: No desprecies lo que tienes abajo porque el día menos pensado te puede caer en la cabeza. Y tan-tán".
- "¿Tan-tan?" ¿Se acabó el cuento? - pregunto inútilmente. Durito ya no me escucha. Recordando sus viejos tiempos, cuando trabajaba de mariachi en el East End de Los Angeles, California, se ha colocado un sombrero de charro y entona, desafinado, ésa que dice "Ay, ay, ay, ay, canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones" Y después un grito destemplado de ¡Ay Jalisco, no te rajes!
Vale. Salud y creo que tardaremos en zarpar: Durito se ha empeñado en hacerle modificaciones a la lata de sardi..., perdón, a la fragata, para que parezca de low raider.


Subcomandante Insurgente Marcos



Terza Parte: Gli "altri" clandestini

Per le ed i "caffè" negli Stati Uniti

"siamo gli emigranti i pallidi anonimi
con l'infedele e carnale secolo alle spalle
dove ammucchieremo il lascito
delle domande e perplessità
."
Mario Benedetti

Racconta Durito che, attraversata la linea di confine, un'ondata di terrore ti colpisce e persegue. Non è solo la minaccia della "migra"(polizia di confine, ndr) ed dei "kukuxklanes". È anche il razzismo che riempie tutti ed ognuno degli angoli della realtà del paese delle sbarre e torbide stelle. Nelle piantagioni, per strada, nei commerci, a scuola, nei centri culturali, in televisione e nelle pubblicazioni, perfino nei bagni, tutto ti persegue affinché rinneghi il tuo colore, che è la migliore forma di rinnegare cultura, terra, storia, vale a dire, rendere la dignità che, essendo altri, cammina nel color caffè dei latinos in Nordamerica.
"Questi brownies", dicono quelli che nascondono dietro la tipizzazione degli esseri umani, a seconda del colore della loro pelle, il crimine di un sistema che tipizza a seconda della capacità di acquisto, sempre direttamente proporzionale al prezzo di vendita (quanto più ti vendi, più potrai comprare). Se i "cafecitos" sopravvivono alla campagna di sbiancanti e detergenti del Potere nell'Unione Americana, è stato perché la comunità latina "caffè" (non solo messicana, ma anche messicana, e portoricana, e salvadoregna, ed onduregna, e nicaraguense, e guatemalteca, e panamense, e cubana, e dominicana, per menzionare alcune delle tonalità nelle quali il colore caffè latinoamericano dipinge il Nordamerica) ha saputo costruire una rete di resistenza senza nome e senza organizzazione egemonica o prodotto che la sponsorizzi. Senza smettere di essere "gli altri" in una nazione bianca, i latini alzano una delle storie più eroiche e sconosciute di questo agonizzante secolo XX: quella del proprio colore sgradito e sofferto fino a farlo speranza. Speranza che il caffè sia un colore in più nell'arcobaleno delle razze del mondo, e non sia più il colore dell'umiliazione, del disprezzo e della dimenticanza.
E non solo il "caffè" soffre ed è perseguitato. Racconta Durito che, alla sua condizione di messicano, bisogna aggiungere il colore nero del suo guscio. Era così al tempos stesso "caffè e nero" questo coraggioso scarabeo, e fu perseguitato per partita doppia. E per partita doppia aiutato ed appoggiato, perché la parte migliore della comunità latina e nera degli Stati Uniti lo protesse. Potè percorrere così le principali metropoli nordamericane, che così chiamano anche questi incubi urbani. Non percorse la rotta del turismo, del glamour e delle passerelle. Camminò Durito per le strade di sotto, dove neri e latini costruiscono le resistenze che permettono loro di esistere senza smettere di essere altri. Ma, Durito dice, quella è storia per altre pagine.
Ora Durito Black Shield o Durito Scudo Nero (se chi legge non è globalizzato) è impegnato, cosa che è importante io vi annunci con grancassa e piattelli, nella stesura del suo nuovo libro, al quale ha dato il titolo di Racconti di Candela in Candela. Ora mi ha consegnato un racconto che, dice, scrisse ricordando quei giorni quando camminò da clandestino, wetback o mojado, negli Stati Uniti.

"Il Sopra e il Sotto è relativo... relativo alla lotta che si faccia per sovvertirlo"

Lettera 4c. (va compresa nel racconto)

- È un titolo molto lungo - dico a Durito.
- Non ti lamentare per il racconto o niente tesoro - minaccia Durito col suo uncino. Avanti dunque.
"C'era una volta un piccolo suolo che era molto triste perché tutti gli passavano sopra calpestandolo e tutto stava sopra di lui. 'Perché ti lamenti?', gli domandavano gli altri suoli. Che altra cosa potrebbe spettare ad un suolo? Ed il piccolo suolo taceva che il suo sogno era di volare leggero e far innamorare quella nuvoletta che, di tanto in tanto, si affacciava, e che non faceva caso a lui. Il piccolo suolo si fece allora sempre di più triste, e tanto era il suo dolore che incominciò a piangere. E pianse e pianse e pianse e pianse..."
- Quante volte metti "e pianse"? Due o tre bastano - interrompo Durito.
- Al grande Durito Scudo Nero nessuno lo censura, tanto meno un mozzo nasone e, per di più, raffreddato - mi minaccia Durito e contemporaneamente indica la terribile tavola sulla quale i disgraziati camminano dritti nella pancia degli squali. Io cedo in silenzio. Non perché tema gli squali, ma perché un tuffo sarebbe letale per il mio perenne raffreddore. Proseguo dunque con il racconto...
"E pianse e pianse e pianse. Tanto pianse il piccolo suolo che tutto e tutti scivolavano, se solo stavano sopra di lui o camminavano. E così finì per non avere più nessuno né niente sopra. E tanto pianse il piccolo suolo che alla fine diventò magro magro e leggero. E siccome non aveva oramai più nessuno né niente sopra, incominciò a galleggiare e il piccolo suolo se ne volò in alto.
E tanto salì in alto che adesso lo chiamano cielo. E la nuvola di cui parlavamo si fece pioggia ed ora sta al suolo e gli scrive lettere inutili dicendogli 'cielo carino.' Morale della favola: Non disprezzare quello che hai sotto perché quando meno te lo aspetti ti può cadere sulla testa. E tan-tán
."
- "Tan-tan?" Il racconto è finito? - domando inutilmente.
Durito già non mi ascolta più. Ricordando i suoi vecchi tempi, quando lavorava coi mariachi nell'East End di Los Angeles, California, ha indossato un sombrero de charro ed intona, stonato, quella che fa "Ay, ay, ay, ay, canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones". E dopo un grido destemplado di ¡Ay Jalisco, no te rajes!
Vale. Salute e credo che tarderemo a salpare: Durito s'è impegnato ad apportare modifiche alla lattina di sardine... perdón, alla fregata, affinché sembri low raider.

Subcomandante Insurgente Marcos

Parti precedenti:
La hora de los pequeños
Para las victimas de sismos y inundaciones

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