Historias de guerrillas (6°pt)



Lecciones de táctica y estrategia

Una madrugada septembrina de lodo y lluvia nos sorprendió aquel año en que el otro terremoto derrumbaba la apatìa y el encerrarse en sì mismo de un paìs entonces llamado México. El viejo Antonio avivó el fuego de la champita el la que nos refugiamos. Intentar sacarnos era inútil, el viejo Antonio lo sabìa. Al secarse, el lodo se volvìa tierra rasposa que herìa la piel y los recuerdos.
El viejo Antonio pensaba, como yo, no en el lodo que se emplastaba hasta el cabello, sino en ahuyentar a los chaquistes y zancudos que festinaban nuestra húmeda llegada. A la ceremonia del fuego siguìo la del tabaco y, entre el humo de uno y de otro, iniciamos una plática sobre la guerra de independencia.
El viejo Antonio escuchaba y asentìa con la mirada cuando mis palabras traìan a Hidalgo, a Morelos, a Guerrero, a Mina, al Pìpila, a los Galeana. Yo no repetìa una historia aprendida ni recitaba una leccìon, trataba de reconstruir la soleadad de esos hombres y mujeres y su empeño en seguir adelante no obstante la persecucìon y la calumnia que sufrìan.
No terminé, cuando platicaba la larga resistencia de la guerrilla de Vicente Guerrero en las montañas mexicanas, el viejo Antonio me interrumpió con un carraspeo de ésos con los que él annunciaba que una nueva meravilla se llegaba a sus labios, como se llegaba el calorcillo de la pipa humeante.
"Eso me recuerda algo" dijo el viejo Antonio mientras soplaba para avivar el fuego y los recuerdos. Asì, entre insurgentes pasados y presentes, entre el encuentro de humo y fuego, el viejo Antonio descargó, como quien se libra de un pesado pero valioso bulto, palabras que contaban...

La historia de la espada, del árbol, de la piedra y el agua

Mordisquea la pipa el Viejo Antonio. Mordisquea las palabras y les da forma y sentido. Habla el Viejo Antonio, la lluvia se detiene a escuchar y el agua y la oscuridad dan un reposo.
"Nuestros más grandes abuelos tuvieron que enfrentar al extranjero que vino a conquistar estas tierras. Vino el extranjero a ponernos otro modo, otra palabra, otra creencia, otro dios y otra justicia. Era su justicia sólo para tener él y despojarnos a nosotros. Era su dios el oro. Era su creencia su superioridad. Era su palabra la mentira. Era su modo la crueldad.
Los nuestros, los más grandes guerreros se enfrentaron a ellos, grandes peleas hubo entre los naturales de estas tierras para defender la tierra de la mano del extranjero. Pero grande era también la fuerza que traía la mano extraña. Grandes y buenos guerreros cayeron peleando y murieron. Las batallas seguían, pocos eran ya los guerreros y las mujeres y los niños tomaban las armas de los que caían.
Se reunieron entonces los más sabios de los abuelos y se contaron la historia de la espada, del árbol, de la piedra y el agua. Se contaron que en los tiempos más viejos y allá en las montañas se reunieron las cosas que los hombres tenían para trabajarse y defenderse.
Andaban los dioses como era su modo de por sí, o sea que dormidos se estaban porque muy haraganes eran entonces los dioses que no eran los dioses más grandes, los que nacieron el mundo, los primeros.
Estaban el hombre y la mujer gastándose en el cuerpo y creciendo en el corazón en un rincón de la madrugada. Silencio se estaba la noche. Callada se estaba porque ya sabía que muy poco le quedaba. Entonces habló la espada.
“Una espada así
- se interrumpe el Viejo Antonio y empuña un gran machete de dos filos. La luz del fuego arranca algunos destellos, un instante apenas, a la sombra luego. Sigue el Viejo Antonio: "Entonces habló la espada y dijo:
“Yo soy la más fuerte y puedo destruirlos a todos. Mi filo corta y doy poder al que me toma y muerte al que me enfrenta”
“¡Mentira!” dijo el árbol. “Yo soy el más fuerte, he resistido el viento y la más feroz tormenta.”
Se pelearon la espada y el árbol. Fuerte y duro se puso el árbol y enfrentó a la espada. La espada golpeó y golpeó hasta que fue cortando el tronco y derribó al árbol.
“Yo soy la más fuerte” volvió a decir la espada.
“¡Mentira!” dijo la piedra. “Yo soy la más fuerte porque soy dura y antigua, soy pesada y llena.”
Y se pelearon la espada y la piedra. Dura y firme se puso la piedra y enfrentó a la espada. La espada golpeó y golpeó y no pudo destruir a la piedra pero la partió en muchos pedazos. La espada quedó sin filo y la piedra muy pedaceada.
“¡Es un empate!” dijeron la espada y la piedra y se lloraron los dos de lo inútil de su pelea.
Mientras, estaba el agua del arroyo nomás mirando la pelea y nada decía. La miró la espada y dijo:
“Tú eres la más débil de todos! Nada puedes hacer a nadie. Yo soy más fuerte que tú!” y se lanzó la espada con grande fuerza contra el agua del arroyo. Un gran escándalo y un ruidero se hizo, se espantaron los peces y el agua no resistió el golpe de la espada.
Poco a poco, sin decir nada, el agua volvió a tomar su forma, a envolver la espada. y a seguir su camino al río que la llevaría al agua grande que hicieron los dioses para curarse la sed que les daba.
Pasó el tiempo y la espada en el agua se empezó a hacer vieja y oxidada, perdió el filo y los pescados se le acercaban sin miedo y se burlaban de ella. Con pena se retiró la espada del agua del arroyo. Sin filo ya y derrotada se quejó: “Soy más fuerte que ella, pero no le puedo hacer daño y ella a mí, sin pelear, me ha vencido!”
Se pasó la madrugada y vino el sol a levantar al hombre y a la mujer que se habían cansado juntos para hacerse nuevos. Encontraron el hombre y la mujer a la espada en un rincón oscuro, a la piedra echa pedacera, al árbol caído y al agua del arroyo cantando...
Acabaron los abuelos de contarse la historia de la espada, el árbol, la piedra y el agua y se dijeron:"Hay veces que debemos pelear como si fuéramos espada frente al animal, hay veces que tenemos que pelear como árbol frente a la tormenta, hay veces que tenemos que pelear como piedras frente al tiempo. Pero hay veces que tenemos que pelear como el agua frente a la espada, al árbol y la piedra. Esta es la hora de hacernos agua y seguir nuestro camino hasta el río que nos lleve al agua grande donde curan su sed los grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros
".
"Así hicieron nuestros abuelos - dice el viejo Antonio. "Resistieron como el agua resiste los golpes más fieros. Llegó el extranjero con su fuerza, espantó a los débiles, creyó que ganó y al tiempo se fue haciendo viejo y oxidado. Terminó el extraño en un rincón lleno de pena y sin entender por qué, si ganó, estaba perdido".
El viejo Antonio vuelve a encender la pipa y la leña del fogón y agrega: “Así fue como nuestros más grandes y sabios abuelos ganaron la gran guerra al extranjero. El extraño se fue. Nosotros aquí estamos, como el agua del arroyo seguimos caminando al río que habrá de llevarnos al agua grande donde se curan la sed los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros...”
Se fue la madrugada y con ella el viejo Antonio. Yo seguí el camino del sol, a occidente, bordeando un arroyo que serpenteaba hasta el río. Frente al espejo, entre el sol del amanecer y el sol del atardecer está la tierna caricia del sol de medianoche. Un alivio que es herida. Un agua que es sed. Un encuentro que sigue siendo búsqueda...
Como la espada del cuento del viejo Antonio, la ofensiva gubernamental de febrero entró sin ninguna dificultad en tierras zapatistas. Poderosa, deslumbrante, con hermosa empuñadura la espada del Poder golpeó el territorio zapatista. Como la espada del cuento del viejo Antonio, hizo gran ruido y escándalo, como ella, espantó a algunos peces. Como en el cuento del viejo Antonio, su golpe fue grande, fuerte... e inútil. Como la espada del cuento del viejo Antonio, sigue en el agua, se oxida y envejece. ¿El agua? Sigue su camino, envuelve a la espada y, sin hacerle caso, se llega hasta el río que habrá de llevarla hasta el agua grande donde se curan la sed los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros...
Vale de nuevo. Salud y que el agua alivie y sacie.
El Sup navegando arroyo abajo.

Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos


Lezioni di tattica e strategia

Un'alba settembrina di fango e di pioggia ci sorprese quell'anno in cui un altro terremoto distruggeva l'apatia e la chiusura in se stesso di un paese allora chiamato Messico. Il Vecchio Antonio ravvivò il fuoco nella piccola capanna dove eravamo rifugiati. Tentare di asciugarci era inutile, il Vecchio Antonio lo sapeva. Seccandosi, il fango si trasformava in terra ruvida che feriva la pelle ed i ricordi.
Il Vecchio Antonio pensava, come me, non al fango che s'impastava fino ai capelli, ma a disperdere i moscerini e le zanzare che festeggiavano il nostro umido arrivo. Alla cerimonia del fuoco seguì quella del tabacco e, tra il fumo dell'uno e dell'altro, iniziammo una chiacchierata sulla guerra d'indipendenza.
Il Vecchio Antonio ascoltava e assentiva con lo sguardo quando le mie parole portavano a Hidalgo, a Morelos, a Guerrero, a Mina, al Pipila, ai Galeana. Io non ripetevo una storia imparata, nè recitavo una lezione, cercavo di ricostruire la solitudine di questi uomini e donne ed il loro impegno nel continuare ad andare avanti nonostante la persecuzione e le calunnie che subivano.
Non terminai; mentre parlavo della lunga resistenza della guerriglia di Vicente Guerrero nelle montagne messicane, il Vecchio Antonio mi interruppe con uno schiarirsi della voce di quelli con cui annunciava che una nuova meraviglia stava arrivando alle sue labbra, così come gli arrivava il tepore della pipa fumante.
"Questo mi ricorda qualcosa" disse il Vecchio Antonio mentre soffiava per ravvivare il fuoco ed i ricordi.
Così sui rivoluzionari passati e presenti, nell'incontro fra fumo e fuoco, il Vecchio Antonio scaricò, come chi si libera di un pesante ma prezioso carico, le parole che raccontano...

La storia della spada, dell'albero, della pietra e dell'acqua

Mordicchia la pipa il Vecchio Antonio, mordicchia le parole e dà loro forma e significato. Parla il Vecchio Antonio e la pioggia si ferma ad ascoltare, l'acqua e l'oscurità fanno un riposo.
"I nostri più grandi avi dovettero affrontare lo straniero che era venuto a conquistare queste terre. Era venuto lo straniero a imporci un'altra parola, un altro credo, altri dei e un'altra giustizia. La sua giustizia era fatta perché solo lui potesse possedere e depredare noi. Il suo dio era l'oro. Il suo credo era la superiorità. La sua parola era la menzogna. Il suo modo era la crudeltà.
I nostri, i più grandi guerrieri si batterono con loro, grandi battaglie ci furono tra i nativi di queste terre per difendere la terra dalla mano dello straniero. Ma grande era anche la forza della mano nemica. Grandi e bravi guerrieri caddero combattendo e morirono. Le battaglie continuavano, i guerrieri erano ormai pochi e le donne e i bambini raccoglievano le armi di quelli che erano caduti.
Si riunirono allora i più saggi degli avi e si raccontarono la storia della spada, dell'albero, della pietra e dell'acqua. Si raccontarono che nei tempi più antichi, là nelle montagne si riunirono le cose che gli uomini usavano per lavorare e difendersi.
Gli dei, com'era loro costume, stavano dormendo perché allora gli dei erano molto pigri, giacché non erano più gli dei più grandi, quelli che crearono il mondo, i primi.
L'uomo e la donna stavano sciupandosi nel corpo e crescendo nel cuore in un angolo dell'alba. La notte stava in silenzio. Zitta stava, perché sapeva che le restava molto poco. Allora parlò la spada.

Una spada così - si interrompe il Vecchio Antonio, e impugna un grande machete a doppio filo. La luce del fuoco strappa alcune scintille, appena per un istante, all'ombra. Continua il Vecchio Antonio: "Allora parlò la spada e disse:
"Io sono la più forte e posso distruggere tutti. La mia lama è tagliente e do potere a chi mi prende in mano e morte a che mi affronta".
"Menzogna!" disse l'albero "Io sono il più forte, ho resistito al vento ed alla più feroce tormenta".
Combatterono la spada e l'albero. Forte e duro si irrigidì l'albero ed affrontò la spada. La spada colpì e colpì fino a che tagliò il tronco e abbatté l'albero.
"Io sono la più forte" tornò a ripetere la spada.
"Menzogna!" disse la pietra "Io sono la più forte perché sono dura ed antica, sono pesante e piena".
E si combatterono la spada e la pietra. Dura e ferma, la pietra affrontò la spada. La spada colpì e colpì e non poté distruggere la pietra, però la ruppe in molti pezzi. La spada rimase senza filo e la pietra tutta spezzettata.
"Pareggio!" dissero la spada e la pietra e piansero sull'inutilità del loro scontro.
Intanto, l'acqua del ruscello stava lì guardando la battaglia e non diceva nulla. La guardò la spada e disse:
"Tu sei la più debole di tutti! Non puoi fare nulla a nessuno. Io sono più forte di te!" e la spada si lanciò con gran forza contro l'acqua del ruscello. Vi fu un gran clamore, si spaventarono i pesci e l'acqua non resisté al colpo della spada.
Poco a poco, senza dire nulla, l'acqua tornò a riprendere la sua forma, avvolgendo la spada, e continuando il suo cammino fino al fiume che l'avrebbe portata alla grande acqua che gli dei fecero per calmare la sete.
Passò il tempo e la spada nell'acqua cominciò a diventare vecchia ed arrugginita, perse il filo e i pesci si avvicinavano senza paura e si burlavano di lei. A stento si ritirò la spada dall'acqua del ruscello. Senza filo e ormai sconfitta, si lamentò: "Sono più forte di lei, però non la posso danneggiare e lei, senza combattere, mi ha vinto!"
Se ne andò l'alba e giunse il sole a far alzare l'uomo e la donna che, insieme, si erano stancati per farsi nuovi. L'uomo e la donna trovarono la spada in un angolo scuro, la pietra tutta spezzettata, l'albero caduto e l'acqua del ruscello che cantava...

Terminarono gli avi di raccontarsi la storia della spada, dell'albero, della pietra e dell'acqua e si dissero: "Ci sono occasioni in cui dobbiamo lottare come se fossimo spada di fronte all'animale, ci sono occasioni in cui dobbiamo lottare come alberi di fronte alla tormenta, ci sono occasioni in cui dobbiamo lottare come pietre di fronte al tempo. Però ci sono occasioni in cui dobbiamo lottare come l'acqua di fronte alla spada, all'albero, alla pietra. Questa è l'ora di farci acqua e seguire la nostra strada fino al fiume che ci porterà alla grande acqua dove placano la loro sete i grandi dei, quelli che crearono il mondo, i primi.”
"Così fecero i nostri nonni", dice il Vecchio Antonio. "Resistettero come l'acqua resiste ai colpi più duri. Arrivò lo straniero con la sua forza, spaventò i deboli, credette di vincere e con il tempo andò facendosi vecchio e arrugginito. Finì lo straniero in un angolo di pena e senza capire perché, pur avendo vinto, era perduto."
Il Vecchio Antonio torna ad accendere la pipa e la legna del focolare e aggiunge: "Così fu che i nostri più grandi e saggi avi vinsero la guerra con lo straniero. Lo straniero se ne andò. Noi siamo qui, come l'acqua del ruscello continuiamo a camminare fino al fiume che dovrà portarci alla grande acqua dove placano la loro sete i più grandi dei, quelli che crearono il mondo, i primi...".
Se ne andò l'alba e con lei il Vecchio Antonio. Io seguii il percorso del sole, ad occidente, costeggiando un ruscello che serpeggiava fino al fiume. Di fronte allo specchio, fra il sole dell'alba e il sole del tramonto c'è la tenera carezza del sole di mezzanotte. Un sollievo che è ferita, un'acqua che è sete, un incontro che continua ad essere ricerca...
Come la spada del racconto del Vecchio Antonio, l'offensiva governativa di febbraio entrò senza nessuna difficoltà nelle terre zapatiste. Potente, luccicante, con una bella impugnatura, la spada del Potere colpì il territorio zapatista. Come la spada del racconto del Vecchio Antonio, fece un gran clamore; come quella, spaventò alcuni pesci. Come nel racconto del Vecchio Antonio, il suo colpo fu grande, forte... e inutile. Come la spada nel racconto del Vecchio Antonio, continua a stare nell'acqua, si arrugginisce e invecchia.
E l'acqua? Prosegue il suo cammino, avvolge la spada e, senza farle caso, arriva fino al fiume che dovrà portarla alla grande acqua dove placano la loro sete i più grandi dei, quelli che crearono il mondo, i primi...
Saluti, e che l'acqua dia sollievo e sazi.
Il Sub navigando in giù per il ruscello.

Dalle montagne del sud-est messicano
Subcomandante Insurgente Marcos
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Puntate precedenti:
Historias de guerrillas (1°pt)
Historias de guerrillas (2°pt)
Historias de guerrillas (3°pt)
Historias de guerrillas (4°pt)
Historias de guerrillas (5°pt)

2 commenti:

  1. Quando Marcos sparisce per lungo tempo sui monti del Chiapas è come se mancasse qualcosa. Ci manca la sua poesia, i suoi scritti ricchi di ironia, metafore, passione. Il prossimo mese, finalmente, esce da noi "Punto e a capo", il suo ultimo libro intervista. I proventi dovrebbero andare alle comunità zapatiste. E' una piccola goccia, ma può servire per aiutare chi ha tanto bisogno. Ciao, M.

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  2. Cara Mary,
    il silenzio di Marcos sarà infatti presto interrotto...
    La lucha sigue!
    Ciao, D.
    Ps ¡Todos somos Marcos!

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