Buenas mediodías tengan todos y todas:
Queremos agradecer a la comunidad de la Escuela Nacional de Antropología e Historia la oportunidad que nos dan de decir nuestra palabra al lado de estas personas que, a su virtud de dar luz a las palabras, suman su ser humanos que acompañan una lucha que sólo se inscribe dentro de la más grande por la Humanidad.
Comenzar esta plática no es sencillo.
No sólo porque las luces que nos acompañan deslumbran y dejan muy pocos espacios oscuros, lugar predilecto para las sombras que somos.
También porque un escarabajo impertinente me ha impedido preparar algo reposado y certero, interrumpiéndome con toda clase de cosas absurdas e ininteligibles.
Tal vez hayan oído hablar antes de él, se autodenomina "Don Durito de la Lacandona" y se ha auto asignado la misión de, dice, deshacer entuertos y socorrer al menesteroso y desvalido. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, Durito ha decidido que yo entro en la categoría de los menesterosos y desvalidos, y que, dice, mi vida entera es un entuerto.
Así que ya saben que lo que me ha desvelado en todos estos días, no ha sido el caudal de declaraciones contradictorias del Fox, ni las amenazas de muerte que generosamente nos ha prodigado el Partido Acción Nacional. No, ha sido Durito que se ha empeñado en que el autobús no es un autobús sino una embarcación, y que la marcha en realidad no marcha, sino que navega, puesto que la mar le da sustento.
Según lo poco que pude entender, Durito asistirá al concierto de rock que se realizará hoy en el Zócalo de la Ciudad de México y en el que participarán, según nos dicen, Joaquín Sabina, Maldita Vecindad, Santa Sabina y Panteón Rococó, además de un buen tanto de jóvenes y jóvenas.
Pero eso es, como todo en esta marcha, historia por venir.
En la cultura, el zapatismo ha podido encontrar oídos generosos y ecos que hablan su propia dignidad. En la música, particularmente en el rock, en las artes visuales y escénicas, en las letras y en los análisis científicos hemos encontrado gente buena, humana pues, que sigue sus propios caminos de la dignidad. Así que queremos aprovechar este acto para saludarlos a todos y a todas quienes en la cultura luchan por la Humanidad.
Para hablar como zapatistas de los caminos de la Dignidad, contaremos un cuento que se llama:
EL OTRO JUGADOR
"En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
(...)
Cuando los jugadores se hayan ido,
Cuando el tiempo los haya consumido,
Ciertamente no habrá cesado el rito.
(...)
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?"
Ajedrez, Jorge Luis Borges
Éste es el cuento:
Un grupo de jugadores se encuentra enfrascado en un importante juego de ajedrez de alta escuela. Un indígena se acerca, observa y pregunta que qué es lo que están jugando. Nadie le responde. El indígena se acerca al tablero y contempla la posición de las piezas, el rostro serio y ceñudo de los jugadores, la actitud expectante de quienes los rodean. Repite su pregunta. Alguno de los jugadores se toma la molestia de responder: "Es algo que no podrías entender, es un juego para gente importante y sabia". El indígena guarda silencio y continúa observando el tablero y los movimientos de los contrincantes. Después de un tiempo, aventura otra pregunta "¿Y para qué juegan si ya saben quién va a ganar". El mismo jugador que le respondió antes le dice: "Nunca entenderás, esto es para especialistas, está fuera de tu alcance intelectual". El indígena no dice nada. Sigue mirando y se va. Al poco tiempo regresa trayendo algo consigo. Sin decir más se acerca a la mesa de juego y pone en medio del tablero una bota vieja y llena de lodo. Los jugadores se desconciertan y lo miran con enojo. El indígena sonríe maliciosamente mientras pregunta: "¿Jaque?".
Fin del Cuento.
Samuel Taylor Coleridge, poeta inglés de la bisagra de los siglos XVIII y XIX, escribió: "Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?"
En esta Marcha de la Dignidad Indígena, los zapatistas hemos visto una parte del mapa de la tragedia nacional que no tiene horario triple A en los noticieros radiales y televisados. Cualquiera de los presentes puede argumentar que eso no tiene mérito alguno y que no era necesaria una marcha para darse cuenta que el México de abajo es mayoritario en número y en pobreza.
Pero no vengo a hablarles de índices de pobreza, de constantes represivas o de engaños.
En esta marcha los zapatistas también hemos visto parte de los México rebeldes y de su verse a sí mismo y ver a los otros, que eso, y no otra cosa es la Dignidad. Los México de abajo, particularmente el indígena, nos hablan una historia lucha y resistencia que viene de lejos y que palpita en el hoy de cada lugar. Sí, pero también es una historia que mira hacia delante.
Desde las montañas del Sureste Mexicano hasta el Zócalo de la Ciudad de México, los zapatistas hemos atravesado un territorio de rebeldía que nos ha dado una flor de dignidad morena como prueba de que estuvimos ahí. Hemos llegado al centro del Poder y encontramos que tenemos esa flor en las manos y la pregunta, como en Coleridge, es "¿entonces, qué?".
Contra lo que suponen los columnistas de la clase política, la pregunta no se refiere a qué sigue, sino a qué significa esa flor morena. Y, sobre todo, qué significa para adelante.
Yo sé que en estos tiempos de modernidad, donde los coeficientes intelectuales son sustituidos por las cuentas bancarias, la poesía por los spots publicitarios, y la ciencia por la diarrea verbal, hablar de sueños no deja de sonar anacrónico.
Sin embargo, la lucha de los pueblos indios por su dignidad es fundamentalmente un sueño, eso sí, es un sueño muy otro.
La lucha indígena en México es un sueño que no sólo sueña el mañana que incluya el color de la tierra, también, y sobre todo, es un sueño que lucha para apremiar el despertar de ese mañana.
Los pueblos indios resurgimos precisamente cuando lo que nos niega parece más fuerte y sólido. Y es que precisamente nuestro sueño adivina ya que los monumentos que el neoliberalismo se autoerige, no son sino ruinas futuras.
El poder quiere atrapar la lucha indígena actual en la nostalgia, los golpes de pecho y el "boom" de la artesanía. Se quiere acotar la lucha india al marco del pasado, algo así como "el pasado nos alcanza con las deudas pendientes", para usar el lenguaje mercadológico tan de moda. Como si saldar esas cuentas fuera el disolvente eficaz para borrar ese pasado y pueda así reinar sin problema alguno el "hoy, hoy, hoy" que el Fox usó como plataforma electoral y usa como programa de gobierno. El mismo "hoy" que el neoliberalismo ha convertido en nuevo credo religioso.
Si advertimos que el movimiento indígena quiere ser convertido en moda, no nos referimos sólo a los afanes publicitarios que quieren envolverlo.
Después de todo, la moda no es más que una vuelta al pasado cuyo horizonte final es el presente, el hoy, la actualidad, la fugacidad del instante.
En la lucha por la dignidad, se da una vuelta parecida al pasado, pero, y esto es fundamental, el horizonte final es el futuro.
Para ponerlo en otros términos, el neoliberalismo, que no es otra cosa que una moda, es decir, una vuelta al pasado con el horizonte del presente (por eso el "neo" que le da presente al liberalismo de antaño), concibe el mundo actual como el único posible, como la culminación de los tiempos (por eso el Fox dice y se dice que ya toda lucha progresista terminó con su llegada al Poder) y sus intelectuales y promotores de imagen (si es que hay alguna diferencia) disparan al reloj de la historia para detener la hora, y asegurar así que no hay más mañana que el hoy que ellos presiden.
Los intelectuales neoliberales, a diferencia de sus antecesores, han renunciado a la iniciativa histórica y ya no anuncian el futuro. No porque no alcancen a verlo, sino porque lo temen.
La lucha indígena mexicana no ha venido a retrasar el reloj. No se trata de volver al pasado y declamar, con voz sentida e inspirada que "todo tiempo pasado fue mejor".Creo que eso lo hubieran tolerado y hasta aplaudido.
No, los pueblos indios hemos venido para darle cuerda al reloj y asegurar así que llegue el mañana incluyente, tolerante y plural que, dicho sea de paso, es el único mañana posible.
Para hacerlo, para con nuestra marcha darle marcha al reloj de la humanidad, los pueblos indios hemos recurrido al arte de leer lo que no se ha escrito todavía. Porque eso es el sueño que nos anima como indígenas, como mexicanos y, sobre todo, como seres humanos. Con nuestra lucha leemos el futuro que ya se había sembrado ayer, que se cultiva hoy y que sólo podrá cosecharse si se lucha, es decir, si se sueña.
Al escepticismo hecho doctrina de Estado, a la indiferencia neoliberal, al realismo cínico de la globalización, los pueblos indios hemos contrapuesto la memoria, la palabra y el sueño.
Al lanzarnos con todo lo que tenemos en esta lucha, los indígenas mexicanos, como individuos y como colectivo, hemos obrado con un impulso universalmente humano, el de la rebeldía. Ella nos ha hecho mil veces mejores que antes y nos ha convertido en una fuerza histórica, no por su trascendencia en libros o monumentos, sino por su capacidad de hacer historia, así, con minúsculas,
La clave del cuento "El Otro Jugador" no está en la vieja bota llena de lodo que interrumpe y subvierte el ajedrez mediático de los señores del poder y del dinero, y el juego que hay entre quienes han hecho de la política el arte de la simulación y el engaño. Lo esencial está en la sonrisa que sonríe el indígena, y es que algo sabe. Sabe que falta ahí el otro jugador que es él y el otro que no es él pero que también es otro y falta. Pero sobre todo, sabe que no es cierto que la lucha ha terminado y que hemos perdido. Sabe que apenas ha comenzado. Y lo sabe no porque sabe, sino porque sueña.
En suma, los indígenas no somos parte del ayer, somos parte del mañana.
Y puesto que botas, cultura y mañanas, recordamos lo que escribimos hace tiempo, mirando hacia atrás y soñando hacia delante:
"Una bota es una bota que se equivocó de camino y que busca ser lo que toda bota anhela, es decir, un pie desnudo".
Y viene a cuento porque en el mañana que soñamos no habrá botas, ni vaqueras ni militares, sino pies desnudos, que es como se deben tener los pies cuando la mañana apenas comienza.
Gracias.
Desde la Escuela Nacional de Antropología e Historia
Subcomandante Insurgente Marcos.
P.D.- Yo sé que puede desconcertar a algunos el que, para hablar de la cultura desde los indígenas, recurra yo a otras voces, Borges y Coleridge en este caso, pero es que así me recuerdo y les recuerdo que la cultura es un puente para todos, encima de calendarios y fronteras, y como tal debe ser defendida. Así decimos y nos decimos no a la hegemonía cultural, no a la homogeneidad cultural, y no a cualquier forma de hegemonía y homogeneidad.
Buon pomeriggio a tutti e tutte:
Vogliamo ringraziare la comunità della Scuola Nazionale di Antropologia e Storia per l’opportunità offertaci di dire la nostra accanto a persone che, alla virtù di illuminare le parole, sommano il loro essere umani che accompagnano una lotta che si inserisce tra le più grandi per l’Umanità.
Non è semplice iniziare questa conversazione.
Non solo perché le luci che ci accompagnano abbagliano e lasciano pochissime zone scure, luoghi prediletti per ombre come noi.
Anche perché uno scarabeo impertinente mi ha impedito di preparare qualcosa di rilassante e rassicurante, interrompendomi con un mucchio di cose assurde e indecifrabili.
Forse avrete già sentito parlare di lui, si autodefinisce “Don Durito de la Lacandona” e si è autoassegnato la missione, dice lui, di riparare torti e soccorrere il bisognoso e l’invalido. Per qualche ragione che non riesco a comprendere, Durito ha deciso che io rientro nella categoria dei bisognosi ed invalidi e che, dice lui, la mia vita intera è un’offesa.
Così che quello che mi ha mantenuto insonne tutti questi giorni, non è stata la valanga di dichiarazioni contraddittorie di Fox, né le minacce di morte così generosamente prodigate dal Partito di Azione Nazionale. No, è stato Durito che si è accanito sul fatto che l’autobus non è un autobus ma un’imbarcazione, la marcia in realtà non marcia ma naviga, perché è il mare che la sostiene.
Per il poco che può capirci, Durito assisterà al concerto rock che si terrà oggi nello Zócalo di Città del Messico ed al quale parteciperanno, come ci dicono, Joaquín Sabina, Maldita Vecindad, Santa Sabina e Panteón Rococó, oltre che a moltissimi giovani.
Ma questo, come tutto in questa marcia, è storia da venire.
Nel campo della cultura, lo zapatismo ha potuto incontrare uditi generosi ed echi che parlano della propria dignità. Nel campo della musica, particolarmente nel rock, delle arti visive e teatrali, delle lettere e dell’analisi scientifica, abbiamo incontrato gente buona, umana, che segue i propri percorsi con dignità. Quindi vogliamo approfittare di questa occasione per salutare tutti coloro che nel campo della cultura lottano per l’Umanità.
Per parlare da zapatista dei percorsi della dignità, racconteremo una storia che si intitola:
L’ALTRO GIOCATORE
I giocatori, nel grave cantone,
guidano i lenti pezzi. La scacchiera
fino al mattino li incatena all'arduo
riquadro dove s'odian due colori.
(...)
I giocatori si separeranno
li ridurrà in polvere il tempo, e il rito
antico troverà nuovi fedeli.
(...)
Ma anche il giocatore (Omar Khayyam lo ricorda)
e' prigioniero di un'altra scacchiera
di notti nere e di accecanti giorni.
Dio muove il giocatore che muove il pezzo.
Ma quale dio, dietro Dio, questa trama ordisce
di polvere e di tempo, di sogno e di agonia?
Scacchi, Jorge Luis Borges
Questo è il racconto:
Un gruppo di giocatori si trova coinvolto in un importante gioco di scacchi di alta scuola. Un indigeno si avvicina, osserva e domanda a che cosa stanno giocando. Nessuno gli risponde. L’indigeno si avvicina alla scacchiera ed osserva la posizione dei pezzi, il viso serio e corrucciato dei giocatori, l’atteggiamo di attesa di quelli che stanno loro intorno. Ripete la sua domanda. Uno dei giocatori si prende il disturbo di rispondere: "E’ qualcosa che non potresti capire, è un gioco per gente importante e saggia". L’indigeno si zittisce e continua ad osservare la scacchiera ed i movimenti dei contendenti. Dopo un po’, azzarda un’altra domanda: “Ma perché giocate se già sapete chi vincerà?”. Lo stesso giocatore che gli aveva risposto prima dice: “Non capirai mai, questo è per specialisti, è al di fuori della tua capacità intellettuale”. L’indigeno non dice nulla. Continua a guardare e se ne va. Poco dopo ritorna e butta sulla scacchiera un vecchio stivale tutto infangato. I giocatori si deconcentrano e lo guardano con rabbia. L’indigeno sorride maliziosamente mentre chiede: “Scacco?”
Fine del racconto.
Samuel Taylor Coleridge, poeta inglese del XVIII e XIX secolo, scrisse: “Se un uomo attraversasse il Paradiso in sogno e gli dessero un fiore come prova di essere stato lì, e se al risveglio si trovasse un fiore in mano.. e allora?”
Durante questa Marcia della Dignità Indigena, noi zapatisti abbiamo visto una parte della mappa della tragedia nazionale che non ha visibilità in prima serata sui notiziari radiofonici e televisivi. Qualcuno dei presenti potrebbe dire che questo non c’entra e che non era certo necessaria una marcia per rendersi conto che il Messico di sotto è maggioranza per numero e povertà.
Ma non vengo a parlare di indici di povertà, di costanti repressive o di inganni.
Durante questa marcia noi zapatisti abbiamo anche visto parte del Messico ribelle e del suo vedersi e vedere gli altri, che altro non è che la Dignità. Il Messico di sotto, particolarmente quello indigeno, ci parla di una storia di lotta e resistenza che viene da lontano e che palpita oggi in ogni luogo. Ma è anche una storia che guarda avanti.
Dalle montagne del Sudest Messicano fino allo Zócalo di Città del Messico, noi zapatisti abbiamo attraversato un territorio di ribellione che ci ha regalato un fiore scuro di dignità come prova che noi eravamo lì. Siamo arrivati al centro del Potere ed abbiamo scoperto di avere in mano questo fiore e la domanda, come in Coleridge, è: “e allora?”.
Contrariamente a quanto suppongono i giornalisti della classe politica, la domanda non si riferisce a che cosa succede, ma che cosa significa questo fiore scuro. E, soprattutto, che cosa significa in avanti.
Io so che in questi tempi di modernità, in cui i coefficienti intellettivi sono sostituiti dai conti bancari, la poesia dagli spot pubblicitari e la scienza dalla diarrea verbale, parlare di sogni suona anacronistico.
Eppure, la lotta dei popoli indios per la loro dignità e fondamentalmente un sogno, questo sì, molto più di un sogno.
La lotta indigena in Messico è un sogno che non solo sogna il domani che comprenda il colore della terra, ma anche e soprattutto, è un sogno che lotta per sollecitare il risveglio in quel domani. Noi popoli indios siamo risorti quando quelli che ci negano sembrano più forti e solidi. E’ che molto esattamente, il nostro sogno indovina che i monumenti che si autoerige il neoliberismo, non sono altro che future rovine. Il potere vuole relegare la lotta indigena attuale nella nostalgia, nei colpi al cuore e nel “boom” dell’artigianato. Si vuole liquidare la lotta india nel segno del passato, qualcosa come “il passato ci perseguita con i debiti pendenti”, per usare il linguaggio del mercato tanto di moda. Come se saldare questi conti fosse il solvente efficace a cancellare quel passato e possa così regnare senza alcun problema "l’oggi, l’oggi, l’oggi" che Fox ha usato come piattaforma elettorale ed utilizza come programma di governo. Lo stesso “oggi” che il neoliberismo ha trasformato in nuovo credo religioso.
Se abbiamo denunciato che si vuole trasformare in moda il movimento indigeno, non ci siamo riferiti solo agli sforzi pubblicitari a questo scopo.
Dopo tutto, la moda non è altro che un ritorno al passato il cui orizzonte finale è il presente, l’oggi, l’attualità, la fugacità dell’istante.
Nella lotta per la dignità, si fa un ritorno simile al passato, ma, e questa è la cosa fondamentale, l’orizzonte finale è il futuro.
In altri termini, il neoliberismo, che non è altro che moda, cioè, un ritorno al passato con l’orizzonte del presente (per questo il “neo” che conferisce il presente al liberismo d’annata), concepisce il mondo attuale come l’unico possibile, come culmine dei tempi (per questo Fox dice e si dice che tutte le lotte progressiste sono finite con il suo arrivo al Potere) ed i suoi intellettuali e promotori d’immagine (sempre che esista qualche differenza) sparano all’orologio della storia per fermare l’ora, ed assicurare che non c’è altro domani che l’oggi che loro presiedono.
Gli intellettuali neoliberisti, a differenza dei loro predecessori, hanno rinunciato all’iniziativa storica e non annunciano il futuro. Non perché non riescono a vederlo, ma perché lo temono.
La lotta indigena messicana non è venuta per riportare indietro l’orologio. Non si tratta di tornare al passato e declamare, con voce ispirata che “il passato era migliore”. Credo che questo sarebbe tollerato e perfino applaudito.
No, noi popoli indios siamo venuti per caricare l’orologio e garantire che arrivi il domani includente, tollerante e pluralista che, sia detto di passaggio, è l’unico domani possibile.
Per farlo, per dare la carica all’orologio dell’umanità con la nostra marcia, noi popoli indios siamo ricorsi all’arte di leggere quello che non è ancora stato scritto. Perché questo è il sogno che ci anima come indigeni, come messicani e, soprattutto, come esseri umani. Con la nostra lotta leggiamo il futuro che è stato seminato ieri, che si coltiva oggi e che potrà essere raccolto solo se si lotta, cioè, se si sogna.
Allo scetticismo reso dottrina di Stato, all’indifferenza neoliberista, al realismo cinico della globalizzazione, noi popoli indios abbiamo contrapposto la memoria, la parola ed il sogno.
Lanciandoci con tutto quello che abbiamo in questa lotta, noi indigeni messicani, come individui e collettivamente, abbiamo agito con un impulso universalmente umano, quello della ribellione. Essa ci ha reso mille volte migliori di prima e ci ha trasformato in forza storica, non per la sua trascendenza nei libri o monumenti, ma per la sua capacità di fare storia, così, con le minuscole.
La chiave del racconto “L’Altro Giocatore” non è nel vecchio stivale infangato che interrompe e sovverte lo scacco mediatico dei signori del potere e del denaro ed il gioco tra chi ha fatto della politica l’arte della simulazione e dell’inganno. L’essenza sta nel sorriso dell’indigeno che sa qualcosa. Sa che lì manca l’altro giocatore che è lui e l’altro che non è lui ma che è anche altro e manca. Ma soprattutto, sa che non è sicuro che la lotta sia terminata e che abbia perso. Sa che è appena cominciata. Lo sa non perché lo sappia, ma perché sogna.
Insomma, noi indigeni non siamo parte di ieri, siamo parte del domani.
Ed a parte stivali, cultura e domani, ricordiamo quello che abbiamo scritto tempo fa, guardando oltre e sognando il futuro:
“Uno stivale è uno stivale che ha sbagliato strada e che cerca di essere quello che desiderano tutti gli stivali, cioè, un piede nudo”.
Ed arriva a proposito perché nel domani che sogniamo, non ci saranno stivali, né ‘vaqueros’ né militari, ma piedi nudi, come si devono avere i piedi quando il domani sta cominciando.
Grazie.
Dalla Scuola Nazionale di Antropologia e Storia
Subcomandante Insurgente Marcos
P.S. – So che posso sconcertare qualcuno per il fatto che per parlare della cultura dal punto di vista degli indigeni, io ricorra ad altre voci, Borges e Coleridge in questo caso, ma così mi ricordo e ricordo a voi che la cultura è un ponte per tutti, oltre calendari e frontiere, e come tale deve essere difeso. Noi diciamo questo e diciamo no all’egemonia culturale, no all’omogeneità culturale e no a qualsiasi forma di egemonia ed omogeneità
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