La historia de las palabras

Hay que seguir caminando... Hay que seguir soñando...




Un señor ilustre y banquero, destacado miembro del sector social más poderoso, criminal y cínico de la historia de la humanidad, es decir del capital financiero, dejó escapar las palabras como escupiéndolas:
"El problema de la economía mexicana se llama Subcomandante Marcos".

La sentencia de muerte está dictada. Los dineros empiezan a buscar el precio de la bala que elimine ese "problema". A la misma hora en que el señor banquero pronuncia el dictamen, Antonio hijo tirita bajo la lluvia y el frío en las montañas del sureste mexicano. Tiembla Antonio hijo, pero no de miedo, tiembla porque no hay un fuego esa noche para espantar el frío, para tapar el agua, para alumbrar la noche. Marcos se acerca a Antonio hijo y se sienta junto a él.
- Hace frío - dice.
Antonio hijo asiente en silencio. Bajo el plástico negro que hace otro techo nocturno bajo el techo de lluvia y frío, están los dos hombres que son el mismo. No hay fuego, es cierto. Pero ya está el viejo Antonio acercándose con otro calor en las manos: la palabra. El viejo Antonio pone la palabra en el suelo, en medio de los tres, y empieza a hablar, empieza a dar calor y consuelo con palabras que abrazan como amigas, como compañeras. La tibieza llega al pecho y a los ojos, Antonio hijo y Marcos dormitan bajo la noche y el frío del diciembre chiapaneco.
El viejo Antonio habla para guiar y velar su sueño. Lleva su voz, de la mano, a Antonio hijo y a Marcos a un tiempo anterior. Vuela la historia para atrás, hasta llegar 10 años antes de este frío, esta noche y este dormitar. Regresa el tiempo hasta llegar a...

La historia de las palabras

Los agarró la noche platicando. "Mi focador no tiene pilas" dice, desesperanzado, Antonio hijo. "Yo lo olvidé en la mochila" dice Marcos mirando el reloj. El viejo Antonio sale y regresa con hojas de watapil. Sin decir una palabra empieza a construir una champita. Antonio hijo y Marcos ayudan. Con bejuco y palos con punta en horqueta toma forma, poco a poco, un cobertizo. Después a buscar leña. Tiene rato que la lluvia y la noche se hermanan. De entre las manos expertas del viejo Antonio surge, al fin, una llamita que se convierte en hoguera. Marcos y Antonio hijo se acomodan como pueden, recostados junto a la hoguera. En cuclillas, el viejo Antonio habla y arrulla la noche y el sueño con esta historia, con esta herencia...
"La lengua verdadera se nació junto con los dioses primeros, los que hicieron el mundo. De la primera palabra, del fuego primero, otras palabras verdaderas se fueron formando y de ellas se fueron desgranando, como el maíz en las manos del campesino, otras palabras. Tres fueron las palabras primeras, tres mil veces tres se nacieron otras tres, y de ellas otras y así se llenó el mundo de palabras. Una gran piedra fue caminada por todos los pasos de los dioses primeros, los que nacieron el mundo. Con tanta caminadera encima, la piedra bien lisita que se quedó, como un espejo. Contra ese espejo aventaron los dioses primeros las primeras tres palabras. El espejo no regresaba las mismas palabras que recibía, sino que devolvía otras tres veces tres palabras diferentes. Un rato pasaron así los dioses aventando las palabras al espejo para que salieran más, hasta que se aburrieron. Entonces tuvieron un gran pensamiento en su cabeza y se dieron en su caminadera sobre otra gran piedra y otro gran espejo se pulieron y lo pusieron frente al primer espejo y aventaron las primeras tres palabras al primer espejo y ése regresó tres veces tres palabras diferentes que se aventaron, con la pura fuerza que traían, contra el segundo espejo y éste regresó, al primer espejo, tres veces tres el número de palabras que recibió y así se fueron aventando más y más palabras diferentes que se aventaron, con la pura fuerza que traían contra el segundo espejo y éste regresó, al primer espejo, tres veces tres el número de palabras que recibió y así se fueron aventando más y más palabras diferentes los dos espejos. Así nació la lengua verdadera. De los espejos nació.
Las tres primeras de todas las palabras y de todas las lenguas son democracia, libertad, justicia.
"Justicia" no es dar castigo, es reponerle a cada cual lo que merece y cada cual merece lo que el espejo le devuelve: él mismo. El que dio muerte, miseria, explotación, altivez, soberbia, tiene como merecimiento un buen tanto de pena y tristeza para su caminar. El que dio trabajo, vida, lucha, el que fue hermano, tiene como merecimiento una lucecita que le alumbre siempre el rostro, el pecho y el andar.
"Libertad" no es que cada uno haga lo que quiere, es poder escoger cualquier camino que te guste para encontrar el espejo, para caminar la palabra verdadera. Pero cualquier camino que no te haga perder el espejo. Que no te lleve a traicionarte a tí mismo, a los tuyos, a los otros.
"Democracia" es que los pensamientos lleguen a un buen acuerdo. No que todos piensen igual, sino que todos los pensamientos o la mayoría de los pensamientos busquen y lleguen a un acuerdo común, que sea bueno para la mayoría sin eliminar a los que son los menos. Que la palabra de mando obedezca la palabra de la mayoría, que el bastón de mando tenga palabra colectiva y no una sola voluntad. Que el espejo refleje todo, caminantes y camino, y sea, así, motivo de pensamiento para dentro de uno mismo y para afuera del mundo.
De estas tres palabras vienen todas las palabras, a estas tres se encadenan las vidas y muertes de los hombres y mujeres verdaderos. Esa es la herencia que dieron los dioses primeros, los que nacieron el mundo, a los hombres y mujeres verdaderos. Más que herencia es una carga pesada, una carga que hay quienes abandonan en mitad del camino y la dejan botada nada más, como si cualquier cosa. Los que abandonan esta herencia rompen su espejo y caminan ciegos por siempre, sin saber nunca más lo que son, de dónde vienen y a dónde van. Pero hay quienes la llevan siempre la herencia de las tres palabras primeras, caminan siempre como encorvados por el peso de la espalda, como cuando el maíz, el café o la leña ponen la mirada en el suelo. Pequeños siempre por tanta carga viendo siempre para abajo por tanto peso, los hombres y mujeres verdaderos son grandes y miran para arriba. Con dignidad miran y caminan los hombres y mujeres verdaderos, dicen.
Pero, para que la lengua verdadera no se perdiera, los dioses primeros, los que hicieron el mundo, dijeron que había que cuidar las tres primeras palabras. Los espejos de la lengua podían romperse algún día y entonces las palabras que parieron se romperían igual que los espejos y quedaría el mundo sin palabras que hablar o callar. Así, antes de morirse para vivir, los dioses primeros entregaron esas tres primeras palabras a los hombres y mujeres de maíz para que las cuidaran. Desde entonces, los hombres y mujeres verdaderos custodian como herencia esas tres palabras. Para que no se olviden nunca, las caminan, las luchan, las viven...
"
Cuando se despertaron, el viejo Antonio aliñaba un tepescuintle. En la fogata la leña ardía y se secaba al mismo tiempo, mojada antes por la lluvia y el sudor de la espalda del viejo Antonio. Amanecía y, al levantarse, Antonio hijo y Marcos sintieron que algo les pesaba sobre los hombros. Desde entonces buscan cómo aliviar esa carga... Todavía lo hacen...
Antonio hijo se despierta y despereza. Sacude a Marcos que, sentado al pie de un ocote, se durmió con la pipa entre los labios. Los helicópteros y el ladrido de los perros de caza espantan la mañana y el sueño. Hay que seguir caminando... Hay que seguir soñando...
Desde las montañas del sureste mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos


Un signore illustre e banchiere, distinto membro del settore sociale più poderoso, criminale e cinico della storia dell'umanità, cioè del capitale finanziario, lasciò scappare fuori le parole come sputandole:
"Il problema dell'economia messicana si chiama Subcomandante Marcos."

La sentenza di morte è dettata. I soldi cominciano a cercare il prezzo della pallottola che elimini quel "problema." Alla stessa ora in cui il signor banchiere pronuncia il giudizio, Antonio figlio trema sotto la pioggia ed il freddo nelle montagne del sudest messicano. Trema, Antonio figlio, ma non di paura, trema perché non c'è fuoco quella notte per spaventare il freddo, per riparare dall'acqua, per illuminare la notte. Marcos si avvicina ad Antonio figlio e si siede vicino a lui.
- Fa freddo - dice.
Antonio figlio fa un cenno di assenso, in silenzio. Sotto la plastica nera che fa un altro soffitto notturno sotto il soffitto di pioggia e freddo, stanno i due uomini che sono tutt'uno. Non c'è fuoco, certo, ma sta già avvicinandosi il vecchio Antonio con un altro caldo nelle mani: la parola. Il vecchio Antonio mette la parola al suolo, in mezzo ai tre, ed incomincia a parlare, incomincia a dare caldo e consolazione con parole che abbracciano come amiche, come compagne. Il tepore arriva al petto e agli occhi, Antonio figlio e Marcos sonnecchiano sotto la notte ed il freddo del dicembre chiapaneco.
Il vecchio Antonio parla per guidare e vegliare il loro sogno. Porta con la sua voce, prendendoli come per mano, Antonio figlio e Marcos ad un tempo passato. Vola la storia a ritroso, fino ad arrivare 10 anni prima di questo freddo, di questa notte e di questo sonnecchiare. Risale il corso del tempo fino ad arrivare a...

La storia delle parole

Li colse la notte che conversavano. "Il mio accendino non ha pile" dice, scoraggiato, Antonio figlio. "Io l'ho dimenticato nello zaino" dice Marcos guardando l'orologio. Il vecchio Antonio esce e ritorna con foglie di watapil. Senza dire una parola incomincia a costruire una champita. Antonio figlio e Marcos l'aiutano. Con liana e pali con una forcella in punta prende forma, a poco a poco, una tettoia. Poi a cercare legna. E' il momento in cui la pioggia e la notte si gemellano. Tra le mani esperte del vecchio Antonio sorge, finalmente, una fiamma che si trasforma in falò. Marcos ed Antonio figlio si accomodano come possono, rannicchiati vicino al falò. Accovacciato, il vecchio Antonio parla e culla la notte ed il sonno con questa storia, con questa eredità...
"La lingua vera nacque assieme ai primi dei, quelli che fecero il mondo. Dalla prima parola, dal fuoco primo, altre parole vere si andarono formando e da esse si andarono sgranando, come il mais nelle mani del contadino, altre parole. Tre furono le parole prime, tremila volte tre ne nacquero altre tre, e da esse altre e così si riempì il mondo di parole. Una gran pietra fu percorsa da tutti i passi degli dei primi, quelli che nacquero il mondo. Con tanto camminarci sopra, la pietra rimase ben levigata, come un specchio. Contro quello specchio soffiarono i dei primi le prime tre parole.
Lo specchio non rimandava le stesse parole che riceveva, ma restituiva altre parole, tre volte tre differenti. Gli dei passarono un po' di tempo così, soffiando le parole allo specchio affinché ne uscissero di più, finché si annoiarono. Allora venne loro in mente una grande idea e si misero a camminare su un'altra gran pietra fino a che ottennero un altro grande specchio e lo misero di fronte al primo specchio e soffiarono le prime tre parole al primo specchio e quello restituì parole tre volte tre differenti che si gonfiarono, con la pura forza che portavano, contro il secondo specchio e questo rimandò, al primo specchio, tre volte tre il numero di parole che aveva ricevuto e così si andarono soffiando parole sempre più differenti tra i due specchi. Così nacque la lingua vera. Nacque dagli specchi.
Le prime tre, di tutte le parole in tutte le lingue, sono democrazia, libertà, giustizia.
"Giustizia" non è infliggere una punizione, ma riservare ad ognuno quello che merita, ed ognuno merita quello che lo specchio gli restituisce: se stesso. Quello che diede morte, miseria, sfruttamento, altezzosità, superbia, ha come mercede una buona dose di pena e tristezza per il suo camminare. Quello che diede lavoro, vita, lotta, quello che fu fratello, ha come ricompensa una scintilla che gli illumini sempre il viso, il petto ed il camminare.
"Libertà" non è che ognuno faccia quello che vuole, ma potere scegliere qualunque strada ti piaccia per trovare lo specchio, per camminare la parola vera. Qualunque strada che non ti faccia perdere lo specchio. Che non ti porti a tradire te stesso, i tuoi, gli altri.
"Democrazia" è che i pensieri giungano ad un buon accordo. Non che tutti pensino allo stesso modo, ma tutti i pensieri o la maggioranza dei pensieri cerchino e giungano ad un accordo comune che sia buono per la maggioranza senza eliminare quelli che sono i meno. Che la parola di comando obbedisca alla parola della maggioranza, che il bastone di comando abbia parola collettiva e non una sola volontà. Che lo specchio rifletta tutto, viandanti e strada, e sia, così, motivo di riflessione per se stessi e per il mondo esterno.
Da queste tre parole vengono tutte le parole, a queste tre si incatenano le vite e le morti degli uomini e delle donne veri. Quella è l'eredità che diedero gli dei primi, quelli che nacquero il mondo, agli uomini e donne veri. Più che eredità è un carico pesante, un carico che alcuni abbandonano a metà del cammino e buttano come nulla fosse, come una cosa qualunque. Quelli che abbandonano questa eredità rompono il proprio specchio e camminano ciechi per sempre, senza sapere mai più quello che sono, da dove vengono e dove vanno. Ma ci sono quelli che portano sempre con sé l'eredità delle tre parole prime, camminano sempre come incurvati per il peso sulla schiena, come quando il mais, il caffè o la legna costringono, con il loro carico, lo sguardo al suolo. Sempre piccoli per tanto carico, vedendo sempre in basso per il tanto peso, gli uomini e donne veri sono grandi e guardano in alto. Con dignità guardano e camminano gli uomini e donne veri, dicono.
Ma, affinché la lingua vera non si perdesse, gli dei primi, quelli che fecero il mondo, dissero che bisognava prendersi cura delle prime tre parole. Gli specchi della lingua potrebbero infatti un giorno rompersi ed allora, le parole che partorirono, si romperebbero come gli specchi ed il mondo rimarrebbe senza parole da parlare o tacere. Così, prima di morire per vivere, gli dei primi consegnarono quelle tre prime parole agli uomini e donne di mais affinché ne avessero cura. Da allora, gli uomini e donne veri custodiscono come eredità quelle tre parole. E affinché non vengano mai dimenticate, le praticano, le lottano, le vivono
..."

Quando si svegliarono, il vecchio Antonio condiva un tepescuintle. Nel falò la legna ardeva e si asciugava contemporaneamente, bagnata prima per la pioggia ed il sudore della schiena del vecchio Antonio. Albeggiava e, alzandosi, Antonio figlio e Marcos sentirono che qualcosa pesava loro sulle spalle. Da allora cercano come alleviare quel carico... Ancora lo fanno...
Antonio figlio si sveglia e si sgranchisce. Scuote Marcos che, seduto al piede di un ocote, si è addormentato con la pipa tra le labbra. Gli elicotteri ed il latrato dei cani da caccia spaventano la mattina ed il sonno. Bisogna continuare a camminare... Bisogna continuare a sognare...
Dalle montagne del Sudest messicano

Subcomandante Insurgente Marcos


parte precedente: La historia de los sueños

2 commenti:

  1. ho letto anche la parte precedente..
    sono incantata da queste storie...
    semplicità fin dall'origine di tutto...
    comincio a crederci che sia partito tutto così...perchè ancora le lottano, le praticano , le vivono.... e le custodiscono da unica eredità.. ma solo quelli veri però.....ciao R.

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  2. Cara Roby
    ...Sì, sono le donne e gli uomini veri, quelli che ancora camminano, guardano e agiscono con dignità. Dignità soprattutto per se stessi, come esseri umani.
    E così facendo sono uno specchio vivente per gli altri, perché si vedano riflessi e vedendosi capiscano.
    Capiscano che ci sono cose che hanno un prezzo e ci sono cose che hanno un valore. E non sono la stessa cosa...
    Ciao, D.

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