Ponencia a 7 voces 7



Las políticas y las bolsas
(las nuestras y las de ellos)


Prólogo

Esta ponencia será presentada en la Mesa I del Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Todos saben que la llamada mesa I (eso de "mesa" es un eufemismo con el que los zapatudos pretenden distraer a los invitados al encuentro y hacerles más amable el tierno lodazal de La Realidad), se nombra "De Peines, Cepillos de Dientes, Pantuflas y otros conceptos de una Nueva Ciencia Política"...
¿Qué? ¿No así se llama?
¿Cómo? ¿"Qué política tenemos y qué política necesitamos"?
¿De veras? Bueno, está visto que eso de que los zapatones tienen mucha imaginación es otro mito, quiero decir, otro mito además de esa nariz que se autodenomina genial. Bien, dejemos eso para después. Este es un prólogo y debe hacer lo que todos los prólogos hacen, es decir, tratar de convencer al lector o al oyente de que lo que sigue vale la pena (o de consolarlo antes de que se desilusione al darse cuenta de que lo que sigue al prólogo tampoco vale la pena). Como se podrá ver a continuación, esta ponencia es fundamental para esta mesa, sus aportaciones al tema político son indiscutibles y rebosan sapiencia, contundencia, y otras especias. La forma en que esta ponencia llega a este encuentro y esta mesa es algo que bien amerita otro encuentro intergaláctico. Pero para eso habrá que esperar a que todos nos repongamos de este desvarío intercontinental que algún iluso llama "Encuentro". Mientras eso ocurre, os haré una breve reseña:
El escrito fue hallado dentro de una botella de trago vacía, encontrada en medio de una de esas tormentas que azotan el abrazo que nos regala el julio de la montaña. El otro julio que nos sigue regalando abrazos, Julio Cortázar, hizo su propio encuentro interplanetario en un sólo día y, además, se dio el lujo de enseñarnos a dar "La vuelta al día en ochenta mundos".
En uno de esos mundos, aquel Julio nos mandaba su propia ponencia a la que llamó: Coda Personal.
"Por eso, señora, le decía yo que muchos no entenderán este paseo del camaleón por la alfombra abigarrada, y eso que mi color y mi rumbo preferidos se perciben apenas se mira bien: cualquiera sabe que habito a la izquierda, sobre el rojo. Pero nunca hablaré explícitamente de ellos, o a lo mejor sí, no prometo ni niego nada. Creo que hago algo mejor que eso, y que hay muchos que lo comprenden. Incluso algunos comisarios, porque nadie está irremisiblemente perdido y muchos poetas siguen escribiendo con tiza en los paredones de las comisarías del norte y del sur, del este y del oeste de la horrible, hermosa tierra".
Así las cosas, no viene a mal recordar a ese Julio en este julio y, junto a ellos, recordar a todos los prisioneros de todas las comisarías de todo el mundo. Ya sé que un prólogo no es lugar para dedicar un escrito, pero los dos julios parecen haberse confabulado para trastocar la amable rutina de las montañas del sureste mexicano con un mensaje dentro de una botella. Si una botella con un mensaje puede ser encontrada en medio de una tormenta en la montaña, entonces bien puede encontrarse una dedicatoria en medio de un prólogo. Por lo tanto, y puesto que mensajes, botellas, julios y comisarías, esta ponencia está dedicada...

A los presuntos zapatistas presos y,
a través de ellos,
a todos los presos políticos del mundo.
A los zapatistas desaparecidos y,
a través de ellos,
a todos los desaparecidos políticos del mundo.


Bien, sigamos con el escrito que encontramos dentro de una botella y que hoy se presenta como ponencia en la Mesa 1 del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Y ya que estamos hablando de encuentros, alguien haría mucho por la humanidad si les dijera a los zapateros que no usaran nombres tan largos para llamar a sus locuras. Es tan largo el nombre de este encuentro que cuando se llega a la parte que dice "contra el Neoliberalismo" uno está tan cansado que, créanmelo, dan ganas de todo, menos de enfrentarse contra algo.
¿En qué me quedé?
¡Ah sí! En la ponencia que encontramos dentro de una botella. Pues bien, el texto no tiene fecha, pero estudios científicos computarizados han determinado que pudo haber sido escrito cualquier día, en cualquier parte del mundo y por cualquiera de los seres humanos que en el mundo son y han sido. Sin embargo, lo más importante no ha sido esclarecido. Los más grandes centros científicos de prestigio y desprestigio han sido consultados, pero todo ha sido inútil. No ha sido posible determinar quién se vació, entre pecho y espalda, el contenido de la botella, ni que extraño baile le provocó a este improbable ser la alegría que pudo haber encontrado en el líquido y que, es sabido, en realidad ya lleva el ser humano donde se debe llevar la alegría, es decir, en los pies...


Capítulo I

Donde el Olivio explica el por qué no hay que tener miedo de los aviones, helicópteros y otros terrores con los que el Poder pretende castigar la rebelde dignidad de los indígenas zapatistas.

Hace unos días, en uno de los rincones americanos del mundo, se reunieron un grupo de personas. Por ahí andaba un amigo. Por el correo electrónico me había llegado el aviso de que un grupo de dignidades se reunirían para brindar y saludar a la rebeldía zapatista. Eso de brindar no sé si agradecerlo o lamentarlo, pero como quiera aproveché para devolver el saludo con una carta y para pedir una taza de café en la cocina. No porque fuera a tomarme el café, sólo quería tener un pretexto amable para rechazar el brindis en caso de que me lo ofrecieran. Sí, ya sé que no se puede brindar por correo electrónico, pero con los avances de la tecnología no hay que confiarse. Dicen que en México hay una guerrilla que usó el fax para declararle la guerra al supremo gobierno y que utiliza el internet y la comunicación satelital para dar a conocer sus pronunciamientos. "Cosas veredes Sancho" diría Durito que, afortunadamente, no está en éste sino en otro capítulo.
Ahora anda por estos lodos, perdón, quise decir por estos suelos, el tal amigo. No es por presumirles, pero el amigo es un mi amigo desde hace muchos años. Claro que él no sabía que era mi amigo. Llegó él hace mucho tiempo. Llegó como llegan los buenos amigos, es decir, a través de las letras. Dice el amigo, a quien llamaré "mi amigo" aprovechando que está ahora atrapado en el lodo y no puede protestar, que las palabras de resistencia en el mundo son numerosas y suenan como lluvia tupida cayendo ahora en los techos de los indígenas zapatistas, en los techos que ahora comparten miles de seres dignos, hombres y mujeres, de todo el mundo. El amigo es uno de esos buscadores de lluvias que hay en el mundo. Camina él, como otros caminan, juntando gotitas de la lluvia de resistencia que se llueven en América. En África, en Asia, en Oceanía, en Europa, hay también otros buscadores de lluvia, de las historias de resistencia que no encuentran lugar en la historia de olvido que escribe el seco poder de la Soberbia. Yo creo que todos los buscadores de lluvia que por acá han llegado, se han dado cuenta de que todos nosotros llegamos a llovernos, que nos dimos cuenta que la lluvia puede ser amable si es hermana la palabra que nos moja. Así que podemos decir que éste es un encuentro de llovedores, forma húmeda de decir que es un encuentro de hermanos.
Esa vez le escribí a mi amigo platicándole del Olivio. Le decía yo que:

"El Olivio es un niño tojolabal. Tiene menos de 5 años y todavía está dentro del límite mortal que aniquila a miles de infantes indígenas en estas tierras. Las probabilidades de que el Olivio muera por enfermedades curables antes de los 5 años es la más alta de este país que se llama México. Pero el Olivio esta vivo todavía. El Olivio se presume de ser amigo del "Zup" y de jugar fútbol con el Mayor Moisés. Bueno, eso de jugar fútbol es arrogante. En realidad, el Mayor se limita a patear el balón lo suficientemente lejos como para librarse de un Olivio que considera, como cualquier niño lo haría, que el trabajo más importante de los oficiales zapatistas es jugar con los niños.
Yo observo de lejos. El Olivio patea el balón con una decisión que da escalofríos, sobre todo si te imaginas que esa patada podría tener tu tobillo como destino. Pero no, el destino de la patada del Olivio es un pequeño balón de plástico. Bueno, esto también es un decir. En realidad la mitad de la patada y de la fuerza se queda en el lodo de la realidad chiapaneca y sólo una parte proyecta el balón por un rumbo errático y cercano. El Mayor da un patadón y la pelota pasa a mi lado y se va muy lejos. El Olivio corre decididamente detrás del esférico (léase esto, y lo que sigue, con voz de comentarista de fútbol por televisión o radio). Esquiva ágilmente un tronco tirado y una raíz ya no tan oculta, gambetea y dribla dos chuchitos ("perritos" para los chiapanecos) que de por sí ya huían aterrados ante el avance implacable, decidido y relampagueante del Olivio. La defensa ha quedado atrás (bueno, en realidad la "Yeniperr" y el Jorge están sentados y jugando con el lodo, pero lo que quiero decir es que no hay enemigo al frente) y el arco contrario está inerme ante un Olivio que aprieta los pocos dientes que tiene y enfila al balón como locomotora desvielada. El respetable, en el graderío, cuelga en la tarde un silencio expectante... El Olivio llega, ¡por fin!, frente al balón y, cuando toda la galaxia espera un patadón que rompa las redes (bueno, la verdad es que, detrás del supuesto marco enemigo, sólo hay un acahual con ramas, espinas y bejucos, pero sirven como redes), y ya empieza a subir, de los riñones a la garganta, el grito de "¡gooool!", cuando todo está listo para que el mundo demuestre que se merece a sí mismo, justo entonces es cuando el Olivio decide que ya estuvo bueno de correr detrás de la pelota y que ése pajarraco negro que revolotea no lo puede hacer impunemente y, súbito, el Olivio cambia de dirección y de profesión y va por su tiradora para matar, dice, al pájaro negro y llevar algo a la cocina y a la panza. Fue algo, ¿cómo decirte?... algo anticlimático ("muy zapatista", diría mi hermano), muy tan incompleto, muy tan inacabado, como si un beso se hubiera quedado colgado en los labios y nadie nos hiciera el favor de recogerlo.
Yo soy un aficionado discreto, serio y analítico, de ésos que revisan los porcentajes y los historiales de equipos y jugadores y pueden explicar perfectamente la lógica de un empate, un triunfo o una derrota, sin importar cuál se dé. En fin, un aficionado de ésos que después se explican a sí mismos que no hay que ponerse triste por la derrota del preferido, que era de esperar, que en la que sigue habrá un repunte, que otros etcéteras que engañen al corazón con la inútil tarea de la cabeza. Pero en ese momento perdí los estribos y, como hincha que ve traicionados los valores supremos del género humano (es decir, los que con el fútbol tienen que ver), salté de las gradas (en realidad estaba sentado en una banquita de troncos) y me enfilé, furioso, a reclamarle al Olivio su falta de pundonor, de profesionalismo, de espíritu deportivo, de ignorante de la ley sagrada que manda que el futbolista se debe a la afición por entero. El Olivio me ve venir y se sonríe. Yo me detengo, me paro en seco, me quedo helado, petrificado, inmóvil. Pero no te creas, amigo, que es por ternura que me detengo.
No es la tierna sonrisa del Olivio lo que me paraliza.
Es la tiradora que tiene en las manos...
Pues sí, amigo. Ya sé que es muy evidente que trato de hacerles un símil de la tierna furia que nos hace hoy soldados para que, mañana, los uniformes militares sólo sirvan para los bailes de disfraces y para que, si uno debe ponerse uniforme, sea el que se usa para jugar, por ejemplo, fútbol
..."
(Fin de la cita de la carta).

Eso fue el 8 de este julio húmedo y, como dice el otro Julio, la naturaleza imita a la arte. Así que, días después, hoy, encontré al Olivio usando sus zapatos en lo que deben usarse, es decir, en patear un balón. Corrió el Olivio detrás de la pelota justo cuando un avión militar de tropas especiales paseaba sobre La Realidad. El Olivio tropezó con una piedra y se cayó. Olivio cumplió con su deber con toda entereza, es decir, empezó a chillar con una dedicación que era digna de admiración. En eso estábamos, o sea que el avión buscaba transgresores de La Realidad, el Olivio lloraba y yo fumaba debajo de un árbol, cuando pasó lo increíble: el Olivio dejó de llorar y se empezó a reír.
Sí, resulta que el Olivio estaba jalando aire para reanudar su chillido cuando levantó la cabeza y se quedó mirando el avión militar. Suspendió entonces su aspiración y la truncó con una risa. Yo puse cara de "te lo dije, siempre pensé que ese niño acabaría por volverse loco". Pero no crean que tengo el corazón duro. Inmediatamente decreté una alerta roja y mandé un enlace a la ONU para pedir un psiquiatra infantil, porque tampoco se trataba de dejar al Olivio solo con su locura, pensé que era bueno que tuviera compañía. Pero como la ONU sólo es rápida para autorizar el empleo de fuerzas armadas multinacionales, mejor me acerqué con cuidado al Olivio para saber la sinrazón de su desvarío. A una distancia prudente me detuve y le pregunté con mucho tacto:
- ¿Por qué estabas chillando hace rato y ahora te estás riendo?
El Olivio me sonrió y se levantó diciéndome:
- Lo miré el avión de los soldados. Yo, si me caigo, pues lloro y me levanto. Pero el avión, si se cae, no va a llorar ni a levantarse.
Se fue el Olivio detrás de la pelota. Yo me volví corriendo sobre mis pasos, cancelé la alerta roja y el enlace con la ONU, y envié un parte de guerra al CCRI informándoles que íbamos a ganar y que prepararan el ascenso del Olivio, cuando menos, a General de División.
El Olivio no parece agitado por su inminente promoción. Más tarde, por el contrario, está de necio tratando de convencerme de que, dice el Olivio, hagamos una escalera grande, grande, para subirnos a la noche y jugar a la pelota con la luna, dice...


Capítulo II

Donde la lluvia, julio y el Viejo Antonio anuncian el hoy, pero 10 años antes.

Llovía tendido. Quiero decir que la lluvia hasta se acostaba cuando el viento le tomaba la cintura. El Viejo Antonio y yo habíamos salido de cacería esa noche. El Viejo Antonio quería matar a un tejón que le robaba el maíz que ya empezaba a asomar en la milpa. Esperamos a que el tejón llegara, pero en su lugar llegaron una lluvia y un viento que nos obligaron a refugiarnos en la troje casi vacía. El Viejo Antonio se acomodó en un rincón más adentro y yo me senté en el dintel de la puerta. Fumábamos los dos. Él dormitaba y yo veía como la lluvia se ladeaba a un lado y a otro, según el paso que le marcara el baile de un viento más caprichoso que de costumbre. La danza terminó o se mudó a otro sitio. Pronto no quedó de la lluvia más que la ensordecedora competencia entre grillos y ranas. Salí tratando de no hacer ruido para no despertar al Viejo Antonio. El aire quedó húmedo y caliente, como queda de por sí cuando el deseo termina el baile de los cuerpos.
- Mira - me dice el Viejo Antonio, y tiende su mano hacia una estrella que apenas se asoma detrás de las cortinas que las nubes hacen en occidente. Yo miro la estrella y siento no sé qué pesar en el pecho. Algo así como una soledad triste y amarga. Sin embargo me sonrío y, antes de que el Viejo Antonio me pregunte, aclaro:
- Me estaba acordando de un proverbio que dice más o menos así: "Cuando el dedo señala el sol, el tonto mira el dedo."
El Viejo Antonio se ríe de buena gana y me dice:
- Más tonto sería si mirara el sol. Se quedaría ciego.
La lógica abrumadora del Viejo Antonio me deja tartamudeando la explicación sobre lo que, supongo, quiere decir el proverbio. El Viejo Antonio se sigue riendo, no sé si de mí, de mi explicación o del tonto que mira al sol cuando lo señala el dedo. Se sienta el Viejo Antonio, pone su chimba a un lado y forja un cigarrillo con algo de doblador que tomó de la vieja troje. Yo entiendo que es la hora de callarse y escuchar. Me siento a su lado y enciendo la pipa. El Viejo Antonio da unas bocanadas a su cigarro y empieza a llover palabras con sólo el humo aliviándoles la caída.
- Hace rato no te estaba señalando la estrella con la mano. Estaba pensando en cuánto se necesita caminar para que mi mano pueda tocar esa estrella allá arriba. Te iba a decir que calcularas la distancia que hay entre mi mano y la estrella, pero tú saliste con lo del dedo y el sol. Yo no te estaba mostrando mi mano, pero tampoco la estrella. Ese tonto del que habla tu proverbio no tiene alternativa inteligente: si mira el sol y no se queda ciego, entonces se va a tropezar mucho por estar mirando hacia arriba; y si mira el dedo no va a tener camino propio, o se queda parado o camina detrás del dedo. Total que los dos son tontos: el que mira el sol y el que mira el dedo. Caminar, vivir pues, no se hace con verdades grandes que, si uno las mide, resulta que son bastante pequeñas. Va a llegar la noche en que empecemos a caminarla para llegar al día. Si sólo vemos muy cerca, entonces nomás por ahí nos vamos a quedar. Si sólo vemos muy lejos, entonces vamos a tropezarnos mucho y a perder el camino. Reposa la palabra el Viejo Antonio. Yo pregunto:
-
¿Y cómo vamos a saber mirar lejos y mirar cerca?
El Viejo Antonio reanuda el cigarro y la voz:
- Hablando y escuchando. Hablando y escuchando a los que están cerca. Hablando y escuchando a los que están lejos.
El Viejo Antonio vuelve a tender la mano hacia la estrella. Se mira la mano el Viejo Antonio y dice:
- Cuando se sueña hay que ver la estrella allá arriba, pero cuando se lucha hay que ver la mano que señala la estrella. Eso es vivir. Un continuo sube y baja de la mirada.
Regresamos a su pueblo del Viejo Antonio. La madrugada ya empezaba a vestirse de amanecer cuando nos despedimos. Salió el Viejo Antonio a acompañarme hasta el portón del potrero. Cuando estuve del otro lado del alambre de púas me volví hacia él y le dije:
- Viejo Antonio. Cuando tendiste tu mano hacia la estrella yo no miré ni tu mano ni la estrella...
El Viejo Antonio me interrumpe.
- ¡Ah! Muy bien, miraste entonces el espacio que había entre una y otra.
- No - le dije. - Tampoco miré el espacio entre una y otra
- ¿Entonces?
Yo me sonreí y empecé a alejarme cuando le grité:
- Estaba mirando un tejón que estaba entre tu mano y la estrella...
El Viejo Antonio miró al suelo buscando algo para arrojarme. No sé si no lo encontró o ya estaba lejos para que me alcanzara su mano. De todas formas fue una suerte que ya no cargara su chimba.
Yo me fui caminando, tratando de mirar cerca y lejos. Arriba y abajo la luz hacía encontrarse a la noche con el día, la lluvia enlazaba a julio con agosto, y el lodo y las caídas dolían un poco menos. 10 años después empezaríamos a hablar y escuchar a los que creíamos lejos. Ustedes...


Capítulo III

Donde el ilustre hidalgo Don Durito de La Lacandona explica la extraña relación entre los peines, las pantuflas, los cepillos de dientes, las bolsas (las nuestras y las de ellos) y el encuentro intercontinental por la humanidad y contra el neoliberalismo.

Hay un gris acá arriba. Como si la noche y el día tuvieran pereza, la una de irse y el otro de llegarse. Una madrugada demasiado larga, mucho el tiempo sin noche ni día. Allá abajo, cerca de esa ceiba joven y copetona, se velan armas y sueños. Sin embargo, alrededor todo parece normal. Hay lodo, luces extraviadas, sombras certeras. Sólo alrededor de la ceiba se adivina movimiento. Un lente poderosa permite distinguir a un hombre sentado que habla y hace ademanes. Parece solo y sí, un poco loco. Pero... ¡un momento! ¿Qué es eso que está a su lado? ¿Una armadura de un museo de miniaturas? ¿Un pequeño tanque de guerra desvencijado? ¿Un mini bunker blindado y móvil? ¿Un barco de guerra chiquito encallado en la realidad? ¿Un...? ¿Un...? ¿Un escarabajo?
- Muuuuuy gracioso, muuuuuy gracioso. - dice Durito mientras mira hacia arriba retadoramente. Yo levanto la vista y sólo veo el gris sobre el verde oscuro del copete de la ceiba.
- ¿A quién le hablas? - pregunto después de escuchar más quejas y desafíos de Durito.
- Es ese satélite impertinente que ni siquiera sabe distinguir entre un tanque de guerra y un gallardo y valeroso caballero andante. - Durito hace una señal obscena hacia el ¿satélite? y luego se vuelve hacia mí y pregunta:
- ¿En qué estábamos mi desvencijado escudero?
- En que me ibas a decir cómo salir del problema en el que estoy.
- ¡Ah! Eso... Entiendo que un corazón pobre como el que lleváis en tu maltratado pecho no alcance a entender la bondad que el destino le confiere, poniéndolo a la vera de un andante caballero como yo lo soy. Debéis entender, mísero y mentecato mortal, que los grandes dioses han forjado los destinos de la humanidad con hilos de acero y que malvados hechiceros, además de especular en las bolsas financieras, han hecho nudos terribles con esos hilos, para así oponerse a la natural bondad de los grandes hacedores y para regocijarse con la pena de seres pequeños como tú. Bueno, quiero decir, pequeños sin contar la nariz. Pero los poderes del bien no han abandonado a sus criaturas a la perversa voluntad de esos brujos. No, para cortar esos nudos terribles de dolor y desventura, para hilar la historia con rectitud, para desfacer entuertos, para socorrer al desvalido, para enseñar al ignorante, en fin, para que la humanidad no se avergüence de sí misma, para eso están los caballeros andantes. Si lo entendierais no estaríais dudando de el portento de mi brazo, la sapiencia de mi palabra, la luz de mi mirada...
- ... Y los grandes problemas en que me metes. - interrumpo a Durito. El titubea y yo aprovecho para practicar el viejo y querido deporte de los reproches:
- Porque es mi deber recordaros, mi ilustre y andante caballero, que fue el portento de su brazo, la sapiencia de su palabra y la luz de su mirada, lo que metió mano y letras en la carta de invitación y convocatoria al encuentro intercontinental en esa parte absurda de las pantuflas, los peines y los cepillos de dientes. Además, todos dicen que es un mal plagio del Cortázar de los cronopios... - Durito no resiste la crítica y arremete:
- ¡Mienten! ¿Cómo pueden decir eso si fui yo, el gran Don Durito de La Lacandona, el que le mostró a Julio la riqueza que encierran los escarabajos...
Ahora soy yo el que interrumpo:
- Serán los cronopios...
- ¡Cronopios o escarabajos! ¡Es lo mismo! ¡Decidme presto quien es el malandrín que osa insinuar que mis brillantes letras algo le deben a nadie. - Durito desenvaina.
Yo trato de cobrarme algunas deudas pendientes y le digo:
- No es un malandrín. Es más no es un él, es una ella. Y no insinúa que hubo plagio. Lo afirma y firma sin pena alguna.
Durito queda un rato pensativo:
- ¿Una ella? Bueno, las doncellas pueden decir lo que sea sin temor a la furia de mi excalibur. Debe ser maldad de algún perverso hechicero que le ha obrado mala magia y le ha puesto malos pensamientos en donde, es seguro, sólo albergaba amables pensamientos para mi persona. Sí, debe ser eso, porque es sabido que las féminas todas no pueden menos que suspirar con admiración y secreto deseo cuando escuchan nombrar al más grande caballero, o sea yo. Así que no hay más que esperar a que pase el efecto de ese oscuro brebaje que le habrá suministrado el hechicero o a que lo encuentre yo a él y, entonces sí, la fuerza y la justicia que arman mi brazo le harán retirar la brujería y se acabó el problema. Así que dejemos en paz al Julio aquel, tal vez él consiga que este julio no nos ahogue con tanta lluvia.
Durito guarda su ramita o su espada, eso depende de la imaginación del satélite que, dice, lo espía. Yo no me rindo y cambio de estrategia:
- Sea pues, mi señor y guía. Que la desdichada que ha malhablado en contra vuestra se vea pronto libre del hechizo y vuelva a rendiros adoración. Y si no, entonces que caiga sobre ella un castigo terrible, que consiga trabajo como vocera de alguno de los gobiernos neoliberales que azotan el mundo, que le den el puesto de siquiatra de los poderosos criminales que creen que gobiernan el planeta, que...
- ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! Es demasiado castigo para esa beldad. - Durito se pone magnánimo. Yo continúo:
- En cuanto a mi problema, señor de la sabiduría, os ruego que me socorráis porque el encuentro ya es una realidad en la realidad y todos esperan una explicación satisfactoria al requisito de pantuflas, peines y cepillos de dientes...
- ¿Una explicación? - Durito me mira con, valga la redundancia, dureza.
- Sí. La invitación dice que aquí encontrarán la razón de esa extrañeza todos los incautos, perdón, todos los invitados al encuentro. - Le digo tratando de ablandarlo.
- Bien. Si está escrito, escrito está. Y es ley que se cumpla con lo escrito. Así que escribe lo que os voy a dictar. Debéis hacerlo con esmero porque es una aportación que revolucionará la ciencia política y, además, servirá para distraer un poco la atención de las acusaciones de plagio y otras brujerías.
Yo saqué inmediatamente un lapicero que, por supuesto, no tenía tinta. Durito se percató de inmediato y sacó, a saber de dónde, una elegante pluma de avestruz y un tintero.
- ¿Y esto? - le pregunté mirando alternativamente la pluma y el tintero.
- ¡Ah! Un regalo de un escarabajo africano. - dice Durito dándose importancia.
- ¿Africano? -
- Sí. Acaso pensabais que sólo ustedes hacen su encuentro intercontinental. Los escarabajos también nos encontramos. - dice Durito.
Yo no quise averiguar más. Ni siquiera sé si hay escarabajos en África. Lo que me apuraba era resolver el enigma de las pantuflas, los peines y los cepillos de dientes, así que, sin más, escribí lo que Durito me dictó y que se titula:

Durito El-número-que-siga
(El Neoliberalismo, las pantuflas, los peines, los cepillos de dientes y las bolsas)

- ¿Las bolsas? - pregunté - Pero la invitación no decía nada de bolsas...
- ¿No? Pues ahí está el problema. Creo que olvidé poner las bolsas. Estoy seguro de que, con las bolsas, todos hubieran entendido perfectamente esa parte. Bueno, bueno, no me interrumpáis más. Escribid, escribid. - me apura Durito. Yo seguí con dudas pero escribiendo lo que a continuación dice:

a).- Las pantuflas son una alternativa a las botas. Si me hubieran hecho caso, no hubieran traído todos esos modelos de bototas con los que pretenden, inútilmente, defenderse del lodo. Con botas o con pantuflas, igual se llenan de lodo y se resbalan con el mismo entusiasmo. ¿No? Las botas son inútiles y, además, peligrosas. Así que hubieran traído unas pantuflas y así, al menos, tendrían una buena excusa para estarse tanto tiempo en el suelo y con tanto lodo.
También hay que argumentar que las pantuflas se pueden descalzar con toda facilidad, comodidad y rapidez. Los amantes y los niños me darán la razón, entre otras cosas, porque los únicos seres que pueden entender la profundidad de este mensaje son los niños y los amantes.
Además se acerca el invierno y necesitamos abrigarnos, con las pantuflas nos haremos un abrigo que causará furor en el mundo de la moda.
Ergo, debe haber un encuentro intercontinental por las pantuflas y en contra de las botas. El nombre es igual de largo que el otro y, créanmelo, más definitorio.

b).- Los peines son muy útiles en eventos de este tipo, donde la nostalgia es una enfermedad contagiosa. Con un papelito y soplando adecuadamente, tendréis un instrumento musical. Con música podréis alegrar el corazón y los pies. Para esto del baile no hay como las pantuflas. Con el corazón y los pies alegres se puede bailar. Y bailar es una forma alegre de encontrar y, no hay que olvidarlo, éste es un encuentro.
Ergo, los peines son imprescindibles en todos los encuentros intercontinentales por la humanidad y contra el neoliberalismo.
¡Ah! También sirven para peinar cabellos.

c).- Los cepillos de dientes son una ayuda inapreciable para rascarse la espalda. Los hay de muchos colores, formas y tamaños. Aunque sean diferentes, todos cumplen la función de un cepillo de dientes que es, todo el mundo lo sabe, rascar la espalda. Todos estarán de acuerdo, y lo propongo como acuerdo para la plenaria final, que rascarse es un placer.
Ergo, los cepillos de dientes son harto necesarios en los encuentros intercontinentales por la humanidad y contra el neoliberalismo.

d).- Las pantuflas demuestran que la lógica y las botas no sirven para nada, cuando de soñar y bailar se trata. Los peines demuestran que para la música y el amor todo es un pretexto. Los cepillos de dientes demuestran que se puede ser diferente y ser iguales.

e).- Baile, música, placer y conciencia del otro, estas son banderas por la humanidad y contra el neoliberalismo. El que no lo entiende es, seguro, porque tiene un cartón por alma.

f).- Las bolsas se pueden clasificar en dos tipos: las bolsas de ellos y las bolsas de nosotros.
f.1).- Las bolsas de ellos se conocen como "bolsas de valores" y, cosa paradójica, se distinguen porque carecen de valor. Suelen estar agujeradas a conveniencia de los especuladores y tienen la única virtud de provocar el desvelo y la pesadilla de nuestros gobernantes.
f.2).- Las bolsas de nosotros se conocen como "bolsas" y, como su nombre lo indica, sirven para guardar cosas. Suelen tener los agujeros que el olvido provoca, pero se remiendan con esperanza y vergüenza. Tienen la enorme virtud de guardar cepillos de dientes, peines y pantuflas.

g).- Finalle Fortissímo.- Una bolsa que no puede guardar un cepillo de dientes, un peine y unas pantuflas, es una bolsa que no vale la pena.

Aquí están los 7 puntos definitorios y definitivos por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Tan, tan. Se acabó.


Capítulo IV

Donde el famoso caballero andante dialoga con su narizón escudero, se preparan maletas y otras cosas maravillosas o terribles se anuncian.

Durito ha terminado de poner la montura de una "Pegaso" que, para ser tortuga, está bastante inquieta. Durito no ha dejado de hablar. A ratos parece que se dirige a "Pegaso", a ratos parece que es a mí a quien se dirige, y otras veces parece que habla consigo mismo. ¿Nos está convenciendo Durito de que hay que irse o se está convenciendo él mismo?
- Vámonos poco a poco que en los nidos de antaño hay pájaros de hogaño. Yo fui loco y lo sigo siendo... - Durito, está visto, acomoda la historia de la literatura como mejor le conviene.
Va y viene Durito con un ajetreo que, si no fuera por la seriedad que tiene, pareciera un baile complicado. Yo me he puesto triste porque, a la hora de empacar, me he dado cuenta de que es muy poco lo que tengo. Sin embargo tengo trigo y eso basta. Durito, en cambio, lleva ya varios viajes de libros desde su hojita hasta el lomo de "Pegaso".
- ¿Se puede saber a dónde vamos? - le pregunto a Durito aprovechando que se ha detenido a descansar. Durito no recupera todavía el aliento, así que hace una señal indefinida, señalando hacia cualquier dirección.
- ¿Y eso queda muy lejos? - pregunto.
Durito por fin puede hablar y dice:
- El deber de un andante caballero es recorrer el mundo hasta que no exista un rincón con una injusticia impune. El deber queda en todas partes y en ninguna. Siempre se está cerca y nunca se alcanza. La caballería andante cabalga hasta que alcanza el mañana. Entonces se detiene. Pero al poco debe reanudar la marcha porque la mañana se ha seguido para adelante y ya le lleva un buen trecho.
- ¿Y qué llevaremos? - pregunto ya un poco más serio.
- La esperanza... - me responde Durito y me señala la bolsa que lleva en el pecho. Ya montándose en "Pegaso" agrega:
- No necesitamos más. Con ella basta...


Capítulo V

Donde la luna ensaya una danza que mucho tiene de cópula y alegría.

De nuevo plena, la luna trata de asomar su coquetería por detrás de la alta reja de las montañas de oriente. Con cuidado se arremanga la larga y redonda falda, adelanta un piecito y sube por detrás de la montaña como por una escalera. Cuando llega a la punta, extiende la blanca enagua y gira sobre sí misma. Su propia luz rebota en el espejo de la montaña y le regala colores lilas y azulados. Girando siempre, un viento le acaricia el rostro y la levanta bien arriba. De ojos ciegos e inútiles, en vano le busca el viento mirarle el vientre que la lluvia ha humedecido. Tampoco lo mira la luna al viento, pero no por ciega. Todo su mirar está ocupado en sí misma, en el reflejo que un charquito de lluvia le regala desde la realidad de abajo. Por fin la luna le cede mano y cintura al viento. Ahora giran juntos. Pasan la noche juntos. Bailando. Húmedos y alegres. Pero se va ya la pista nocturna y la luna se fatiga después de unas horas. Hasta posarla en la montaña de occidente la lleva el viento, de la cintura siempre. Ciego siempre, el viento intenta un beso de despedida en la mejilla de la luna, pero se equivoca y son los labios los que roza. ¿Se equivoca? La luna lo perdona pero debe apurarse. Antes de dejarse resbalar por occidente, la luna mira dos figuras, la una pequeña y redondeada, la otra alta y desgarbada. No sabe la luna si las figuras van o vienen, pero sabe que caminan. Es por eso que les regala el roce que, antes de esconderse, hace que por instante se piense que los dos personajes van hacia allá arriba, a la luna...


Capítulo VI

Donde el narrador divaga, lluvia y luna de por medio, sobre los dolores, las penas y los etcéteras que agobian el alma de los humanos que por ahí andan, él incluido.

La luna se asomó apenas para renovar, si acaso, un promesa disfrazada de flor. Pero, celosa como es, la lluvia la trajo detrás de nubes y humedades. Era esa una madrugada como para que la soledad doliera. El narrador está solo, así que se siente con derecho a dejar de narrar lo que ocurre o le dictan, y se decide a sacar, con un agudo sacacorchos de letras, una pena que le nubla mirada y paso. Habla el narrador. No, más bien susurra:

"¡Qué ganas de tener al aire como patria y el mañana como bandera! ¡Cuánta gente y cuántos colores! ¡Cuántas palabras para nombrar la esperanza!
¿Será éste el momento para nombrar a la muerte? Porque hubo quién se murió de muerte luchadora para que yo pudiera pensar en la tanta gente, en los tantos colores, en las tantas esperanzas.
¿Es éste el lugar para nombrar a nuestros muertos? ¿No?
¿Quién les dirá, entonces, que hubo sangre viva que se murió soñando que un día acá pudieran llegarse algunos de los mejores hombres y mujeres que este siglo ha parido? ¿Quién les pedirá un recuerdito a todas estas gentes, un "no me olvides" para los zapatistas caídos en combate por la humanidad y contra el neoliberalismo? ¿Dónde están las sillas para que se sienten ellos, nuestros muertos, con nosotros? La ponencia de su sangre en las calles y en las montañas, ¿en qué mesa de trabajo se inscribe? ¿Quién es el moderador en los silencios de esas muertes? ¿Cómo se cotiza la sangre de estos muertos que nos dieron voz, rostro, nombre y mañana?
¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar de nuestros muertos en esta fiesta? Después de todo, ellos la hicieron posible. Se puede decir que estamos porque no están ellos. ¿Se puede?
Yo tengo un hermano muerto. ¿Hay alguien que no tenga un hermano muerto? Yo tengo un hermano muerto. Lo mató un bala en la cabeza. Fue en la madrugada del 1° de enero de 1994. Muy madrugadora salió esa bala. Muy madrugadora la muerte que besó la frente de mi hermano. Mucho reía mi hermano y ya no ríe. No pude guardar a mi hermano en el bolsillo, pero guardé la bala que lo mató. Otra madrugada le pregunté a la bala de dónde venía. Ella respondió: del fusil del soldado del gobierno del poderoso que sirve a otro poderoso que sirve a otro poderoso que sirve a otro en todo el mundo. No tiene una patria la bala que mató a mi hermano.
Tampoco tiene una patria la lucha que hay que hacer para guardar hermanos y no balas en los bolsillos. Por eso los zapatistas tienen muchas y grandes bolsas en su uniforme. No para guardar balas. Para guardar hermanos. Para eso deben ser todas las bolsas.
La montaña es también una bolsa para guardar hermanos. A veces parece mar la montaña. A veces la noche parece mañana. El mar. La mar. El mañana. La mañana. Mar y mañana no tienen sexo. Tal vez por eso les tememos, o tal vez por eso les deseamos.
¡Qué doloroso es el irse! ¡Cuánta pena el quedarse!
Ya me voy. Sólo quería decirles una cosa:
El corazón es una bolsa donde caben mar y mañana. Y el problema no está en cómo hacer para meter mar y mañana en el pecho, sino en entender que el corazón es eso, una bolsa para guardar mar y mañana...
Se va el narrador. Junto con la noche se va. Junto con la lluvia se va. Junto con julio se va. El narrador se va y se lleva consigo la noche, la lluvia y el julio. El otro Julio se queda para ordenar la misión a cumplir en "La vuelta al día en ochenta mundos". Un viaje dispone Julio, el Viaje a un país de cronopios:

"Desde luego, el cronopio viajero visitará el país y un día, cuando regrese al suyo, escribirá las memorias de su viaje en papelitos de diferentes colores y las distribuirá en la esquina de su casa para que todos puedan leerlas. A los famas les dará papelitos azules, porque sabe que cuando los famas las lean se pondrán verdes, y nadie ignora que a un cronopio le gusta muchísimo la combinación de estos dos colores. En cuanto a las esperanzas, que se ruborizan mucho al recibir un obsequio, el cronopio les dará papelitos blancos y así las esperanzas podrán apantallarse las mejillas y el cronopio, desde la esquina de su casa verá diversos y agradables colores que se van dispersando en todas direcciones llevándose las memorias de su viaje
."


Epílogo

Donde se explica por qué no salen las cuentas y se demuestra que la suma y la resta sólo sirven si es para sumar esperanzas y para restar cinismos.

Sí, ya sé que el título de esto es "Ponencia a 7 voces 7" y sólo van 6 voces y no puede ser que ya se terminé porque clarito dice el título, y hasta lo reitera 7 veces, que son 7 voces 7. Pero mi amo y señor, el andante caballero que es mago para enamorar y brujo para combatir, Don Durito de La Lacandona, me dice que ya nos vamos, que debemos irnos, que la séptima voz es la que vale y cuenta, y que ésa, la séptima palabra, les toca a los todos que son ustedes.
Así que adiós y ojalá que alguien nos escriba contándonos cómo terminó todo esto.

Vale. Salud y sabed que si los ladrones nos piden la bolsa o la vida, tendrán que llevarse la vida.

Desde las montañas del Sureste Mexicano, Planeta Tierra
Subcomandante Insurgente Marcos

P.D.- Ya partió Durito en su brioso Pegaso. "Pegaso" es una tortuga que sufre vértigo con velocidades superiores a los 50 centímetros por hora, eso significa que le tomará algún rato el llegar al punto de salida. Así que me da tiempo para decirles que son bienvenidos a las montañas del sureste mexicano, lugar donde las bolsas que valen deveras son las nuestras, las de ustedes, las de los todos que somos...
Vale de nuevo. Salud y mucha esperanza y vergüenza para remendar bolsas, bolsillos y bolsones.

El Sup desconcertado porque olvidó cuál es la entrada y cuál la salida.



Relazione a 7 voci 7

Le politiche e le borse
(le nostre e le loro)

Prologo

Questa relazione sarà presentata al tavolo 1 dell'Incontro Intercontinentale per l'Umanità e contro il Neoliberismo. Tutti sanno che il cosiddetto tavolo 1 (quello di "tavolo" è un eufemismo con il quale gli "zapatudos" pretendono di distrarre gli invitati all'incontro e rendere loro più amabile la morbida fanghiglia de La Realidad), si chiama "Di Pettini, Spazzolini da Denti, Pantofole e altri concetti di una Nuova Scienza Politica"...
Che? Non si chiama così?
Come? "Quale politica abbiamo e di quale politica abbiamo bisogno"?
Davvero? Beh, è noto come il fatto che gli "zapatones" hanno molta immaginazione è un altro mito, voglio dire, un altro mito oltre a quello di questo naso che si autodenomina geniale. Bene, lasciamo tutto questo per dopo. Questo è un prologo e deve fare ciò che fanno tutti i prologhi, cioè cercare di convincere il lettore o l'ascoltatore che vale la pena di continuare (o consolarlo prima che si disilluda rendendosi conto che non vale proprio la pena di continuare dopo il prologo). Come si potrà vedere in seguito, questa relazione è fondamentale per questo tavolo, i suoi contributi al tema politico sono indiscutibili e straripano di sapienza, persuasività ed altre spezie. Il modo in cui questa relazione giunge a questo incontro e a questo tavolo è meritevole di ben altro incontro intergalattico. Però per questo dovrà aspettare che tutti ci rimettiamo da questo delirio intercontinentale che qualche illuso chiama "Incontro". Nel mentre, vi farò una breve rassegna:
Lo scritto fu trovato in una bottiglia di acquavite vuota, rivenuta in una di quelle tormente che frustano l'abbraccio che ci regala il "julio" (luglio) della montagna. L'altro "julio" che continua a regalarci abbracci, Julio Cortazar, fece il suo proprio incontro interplanetario in un solo giorno, e, inoltre, si prese il lusso di mostrarci come fare "Il giro del giorno in ottanta mondi".
Da uno di questi mondi, quel Julio, ci inviava la sua relazione che chiamò: Coda Personal.
"Per questo, signora, le dicevo che molti non capiranno questa passeggiata del camaleonte sul tappeto screziato, e il fatto che il mio colore e la mia direzione preferiti si percepiscano appena è chiaro: chiunque sa che abito a sinistra, sopra il rosso. Ma non parlerò mai esplicitamente di loro, o forse sì, non prometto nè nego nulla. Credo di fare qualcosa di meglio di questo, e che sono molti quelli che lo comprendono. Perfino alcuni commissari, perché nessuno è irrimediabilmente perduto e molti poeti continuano a scrivere col gesso sui muri dei commissariati del nord e del sud, dell'est e dell'ovest dell'orribile, bellissima terra".
Così stanno le cose, non è male ricordare questo Julio in questo luglio e, insieme a loro ricordare tutti i prigionieri di tutti i commissariati di tutto il mondo. So bene che un prologo non è lo spazio adeguato per dedicare uno scritto, ma i due "Julios" sembrano aver confabulato per sconvolgere l'amabile routine delle montagne del sudest messicano con un messaggio in una bottiglia. Se una bottiglia con un messaggio si può trovare in mezzo a una tormenta in montagna, allora anche una dedica può trovarsi in mezzo a un prologo. Pertanto, nonostante messaggi, bottiglie, "julios" e commissariati, questa relazione è dedicata...

Ai presunti zapatisti prigionieri e,
attraverso loro,
a tutti i prigionieri politici del mondo,
Agli zapatisti scomparsi e,
attraverso loro,
a tutti i "desaparecidos" politici del mondo.

Bene, continuiamo con lo scritto che abbiamo incontrato dentro una bottiglia e che oggi viene presentato come relazione nel Tavolo 1 del Primo Incontro Intercontinentale per l'Umanità e contro il Neoliberismo. E dal momento che stiamo parlando d'incontri qualcuno avrebbe fatto molto per l'umanità se avesse detto agli "zapateros" di non usare nomi così lunghi per denominare le loro pazzie. E' tanto lungo il nome di questo incontro che quando si arriva alla parte che dice "contro il Neoliberismo" uno è già così stanco che, credetemi, ha voglia di tutto, meno che di scontrarsi contro qualcosa.
Dove sono rimasto?
Ah sì! Alla relazione che abbiamo trovato nella bottiglia. Bene, il testo non ha data, però studi scientifici computerizzati hanno stabilito che potrebbe essere stata scritta in qualsiasi giorno, in qualsiasi parte del mondo e da uno qualsiasi degli esseri umani che ci sono al mondo o ci sono stati. Tuttavia, la cosa più importante non è stata chiarita. I più grandi centri scientifici, prestigiosi o meno, sono stati consultati, ma tutto è stato inutile.
Non è stato possibile stabilire chi si svuotò, tra petto e schiena, il contenuto della bottiglia, né che strano ballo provocò a questo improbabile essere l'allegria che ha potuto trovare nel liquido e che, è risaputo, in realtà conduce l'essere umano là dove deve portare l'allegria cioè, ai piedi...


Capitolo I

In cui l'Olivio spiega perché non si deve aver paura di aerei, elicotteri e altri terrori con cui il Potere pretende di castigare la dignità ribelle degli indigeni zapatisti.

Alcuni giorni fa, in uno degli angoli americani del mondo si riunì un gruppo di persone. Da quelle parti stava pure un amico. Per posta elettronica mi era giunta notizia che un gruppo di uomini degni si sarebbero riuniti per brindare e salutare la ribellione zapatista. Sul fatto di brindare non so se ringraziare o lamentarmi, ma comunque ne approfittai per restituire il saluto con una lettera e per chiedere una tazza di caffè in cucina. Non perché avessi voglia di un caffè, ma volevo avere un cortese pretesto per rifiutare il brindisi nel caso in cui me l'avessero offerto. Sì, certo, lo so che non si può brindare per posta elettronica però con i progressi della tecnologia non si sa mai. Dicono che in Messico c'è una guerriglia che ha usato il fax per dichiarare guerra al governo supremo e che usa Internet e la comunicazione via satellite per far conoscere le sue dichiarazioni. "Cose vere Sancho" direbbe Durito che, fortunatamente, non c'è in questo capitolo ma in un altro.

Ora cammina attraverso questo fango, pardon, intendevo dire su queste terre, quel tal amico. Non è per presunzione, però quell'amico è mio amico da molti anni. Naturalmente egli non sapeva che era un mio amico. Arrivò molto tempo fa. Arrivò come arrivano i buoni amici, cioè attraverso le lettere. Dice l'amico, che chiamerò "mio amico" approfittando del fatto che ora sta intrappolato nel fango e non può protestare, che le parole di resistenza nel mondo sono numerose e suonano come la fitta pioggia che cade ora sui tetti degli indigeni zapatisti, sui tetti che ora condividono con migliaia di esseri degni, uomini e donne, di tutto il mondo. L'amico è uno di quei cercatori di piogge che c'è nel mondo. Cammina lui, come altri camminano, mettendo insieme gocce della pioggia di resistenza che piovono in America. Anche in Africa, in Asia, in Oceania, in Europa, ci sono altri cercatori di pioggia, delle storie di resistenza che non trovano posto nella storia dell'oblio che scrive l'arido potere della Superbia. Credo che tutti i cercatori di pioggia che sono arrivati qui, si sono resi conto che la pioggia ci unisce, e che può essere amabile se è sorella della parola che ci bagna. Così come possiamo dire che questo è un incontro di coloro che piovono, una forma umida per dire che è un incontro di fratelli.
Quella volta scrissi al mio amico parlandogli dell'Olivio. Gli dicevo che:

"L'Olivio è un bambino tojolabal. Ha meno di cinque anni e sta ancora dentro il mortale limite che annienta migliaia di bambini indigeni di queste terre. Le probabilità che l'Olivio muoia per malattie curabili prima dei cinque anni è la più alta in questo paese che si chiama Messico. Ma l'Olivio è ancora vivo. L'Olivio si reputa amico del "Zup" e pretende di giocare a calcio con il maggiore Moisés. Bene, questo di giocare a calcio è una presunzione, in realtà il maggiore si limita a dar una pedata al pallone in modo da mandarlo sufficientemente lontano per liberarsi di un Olivio che è certo, come lo sarebbe qualsiasi bambino, che il lavoro più importante degli ufficiali zapatisti è giocare con i bambini.
Io osservo da lontano. L'Olivio dà calci al pallone con una decisione che dà i brividi, soprattutto se pensi che quel calcio potrebbe avere la tua caviglia come destinazione. Ma no, la destinazione del calcio dell'Olivio è un piccolo pallone di plastica. Bene, questo è tanto per dire. In realtà la metà del calcio e della forza si ferma nel fango della realtà chiapaneca e solo una parte proietta il pallone verso una direzione casuale e vicina. Il maggiore sferra un calcio e la palla passa accanto a me e se ne va molto lontano. L'Olivio corre deciso dietro la sfera (si legga questo, e ciò che segue, con voce da cronista di calcio della televisione o della radio). Schiva agilmente un tronco abbattuto e una radice mezza scoperta, sgambetta e dribbla due "chuchitos" (cagnolini, per i chiapanechi) che stavano già fuggendo atterriti davanti all'avanzata implacabile, decisa e fulminante dell'Olivio. La difesa è rimasta indietro (bene, in realtà la "Yeniperr" e il Jorge sono seduti e giocano con il fango, ma ciò che voglio dire è che non c'è un nemico di fronte) e la porta avversaria è inerme davanti a un Olivio che stringe i pochi denti che ha e infila il pallone come una locomotiva impazzita. Lo spettabile pubblico, sulle gradinate, mantiene sospeso nel pomeriggio un silenzio d'attesa... E l'Olivio arriva, finalmente!, di fronte al pallone e, quando tutta la galassia aspetta un terribile calcio che rompa le reti (bene, la verità è che, dietro la presunta porta nemica c'è solo una specie di girasole con rami, spine e liane, che servono come reti), e già comincia a salire, dalle reni alla gola il grido di "gooool!", quando tutto è pronto perché al mondo dimostri di meritare se stesso, proprio allora è quando l'Olivio decide che è già stato bravo a correre dietro alla palla e che questo uccellaccio nero che volteggia non lo può fare impunemente e, allora, l'Olivio cambia direzione e professione e prende la fionda per ammazzare, dice, l'uccello nero e portare qualcosa in cucina e nella pancia. E' stato qualcosa, come dirti?..., un po' anticlimatico ("molto zapatista", direbbe mio fratello), molto così incompleto, molto così interrotto, come se un bacio fosse rimasto sospeso sulle labbra e nessuno ci facesse il favore di raccoglierlo.
Io sono un tifoso discreto, serio e analitico, di quelli che verificano le percentuali e le storie di squadre e giocatori e che possono spiegare perfettamente la logica di un pareggio, di una vittoria o di una sconfitta, non importa quale. Insomma, un tifoso di quelli che poi cercano di autoconvincersi che non è il caso di rattristarsi per la sconfitta della squadra preferita, che c'era da aspettarselo, che nella prossima partita ci sarà la rimonta ed altri eccetera che ingannino il cuore con l'inutile affanno della testa. Ma in quel momento ho perso le staffe e, da puro tifoso che si sente tradito nei valori supremi del genere umano (cioè, in quelli che hanno a che vedere con il calcio), sono saltato dalle gradinate (in realtà stavo seduto su una panchina di tronchi) e mi sono diretto, furioso, per andare a protestare con Olivio per la sua mancanza di amor proprio, di professionalità, di spirito sportivo, per l'ignoranza della sacra legge che comanda al calciatore la completa dedizione ai tifosi. L'Olivio mi vede venire e sorride. Io mi fermo, bruscamente, resto gelato, pietrificato, immobile. Ma non credere, amico, che sia per tenerezza che mi fermo.
Non è il tenero sorriso dell'Olivio che mi paralizza.
E' la fionda che tiene in mano...
Ebbene sì, amico. So già che è molto evidente che sto cercando di fare un paragone della tenera furia che oggi ci fa soldati perché, domani, le uniformi militari servano solo per i balli in maschera e perché, se ci si deve mettere in uniforme, la si utilizzi per giocare, ad esempio al calcio
..."
(Fine della citazione della lettera).

Ciò accadde l'8 di questo umido luglio e, come dice l'altro Julio, la natura imita l'arte. Così che, giorni dopo, oggi, ho incontrato l'Olivio che stava usando le sue scarpe per ciò che devono essere usate, cioè per calciare un pallone. L'Olivio correva dietro la palla proprio mentre un aereo militare delle truppe speciali passava sopra La Realidad, l'Olivio inciampò in una pietra e cadde. Olivio fece completamente il suo dovere, cioè cominciò a strillare con una dedizione degna di ammirazione. Eravamo a questo punto, ossia che l'aereo cercava fuorilegge ne La Realidad, l'Olivio piangeva e io fumavo sotto un albero, quando accadde l'incredibile: l'Olivio smise di piangere e iniziò a ridere.
Sì, risulta che l'Olivio stava prendendo fiato per ricominciare a strillare quando alzò il capo e rimase a guardare l'aereo militare. Sospese allora la sua inspirazione e la troncò con una risata. Io mi atteggiai a "te lo dicevo, ho sempre pensato che questo bambino avrebbe finito con l'impazzire". Ma non crediate che io abbia un cuore duro. Immediatamente decretai lo stato di allarme e comandai un collegamento con l'ONU per richiedere uno psichiatra infantile, dal momento che non si poteva lasciare l'Olivio solo con la sua pazzia, pensai che era meglio che avesse compagnia.
Ma poiché l'ONU è rapida solo nell'autorizzare l'impiego di forze armate multinazionali, mi avvicinai con attenzione all'Olivio per capire l'ingiustizia del suo vaneggiamento. A una prudente distanza mi fermai e gli chiesi con molto tatto:
-
Perché stavi piangendo poco fa e ora stai ridendo?
L'Olivio mi sorrise e si alzò dicendomi:
-
Ho guardato l'aereo dei soldati. Io, se cado, piango e poi mi alzo. Però l'aereo, se cade, non si metterà a piangere né si rialzerà.
L'Olivio se ne andò dietro alla palla. Io tornai correndo sui miei passi, cancellai lo stato di allarme e il collegamento con l'ONU, e mandai un bollettino di guerra al CCRI informandoli che avremmo vinto e che preparassero la promozione dell'Olivio, almeno a Generale di Divisione.
L'Olivio non sembra agitato per la sua imminente promozione. Più tardi, invece, stava testardamente cercando di convincermi che, dice l'Olivio, possiamo fare una scala grande grande per innalzarci nella notte e giocare a palla con la luna, dice...


Capitolo II

In cui la pioggia, luglio e il Vecchio Antonio annunciano l'oggi, ma 10 anni prima.

Pioveva a dirotto. Voglio dire che persino la pioggia si inclinava mentre il vento la prendeva per la vita. Il vecchio Antonio ed io eravamo usciti a caccia quella notte. Il vecchio Antonio voleva uccidere un tasso che gli rubava il mais che cominciava appena a spuntare nel campo. Aspettammo che il tasso arrivasse, ma al suo posto giunsero una pioggia e un vento che ci obbligarono a rifugiarci nel granaio quasi vuoto. Il vecchio Antonio si sistemò in un angolo interno ed io mi sedetti nel vano della porta.
Fumavamo entrambi. Egli sonnecchiava ed io vedevo come la pioggia si inclinava da un lato all'altro, secondo il passo segnato dal ballo di un vento più capriccioso del solito. La danza finì o si trasferì in un altro luogo. Subito della pioggia non restò più che un'assordante disputa tra grilli e rane. Uscii cercando di non far rumore per non svegliare il Vecchio Antonio. L'aria era rimasta umida e calda, come resta da sola quando il desiderio termina il ballo dei corpi.
- Guarda - mi dice il Vecchio Antonio, e tende la sua mano verso una stella che appena si affaccia dietro le cortine che le nubi fanno in occidente. Io guardo la stella e sento un non so che pesare nel petto. Qualcosa come una solitudine triste e amara. Tuttavia sorrido e, prima che il Vecchio Antonio mi interroghi, chiarisco:
- Stavo ricordandomi di un proverbio che dice più o meno così: "Quando il dito indica il sole, lo sciocco guarda il dito" -
Il Vecchio Antonio ride di cuore e mi dice:
- Più sciocco sarebbe se guardasse il sole. Resterebbe cieco.
La pesante logica del Vecchio Antonio mi fa balbettare la spiegazione su ciò che, suppongo, voglia dire il proverbio. Il Vecchio Antonio continua a ridere, non so se di me, della mia spiegazione o dello sciocco che guarda il sole quando glielo indica il dito. Si siede il Vecchio Antonio, mette il suo schioppo di lato e si arrotola una sigaretta con una foglia di mais che aveva preso dal vecchio granaio. Io capisco che è l'ora di tacere e ascoltare. Mi siedo al suo fianco ed accendo la pipa. Il vecchio Antonio dà una boccata alla sua sigaretta e cominciano a piovere parole e solo il fumo alleggerisce la loro caduta.
- Un momento fa non stavo indicandoti la stella con la mano. Stavo pensando quanto sia necessario camminare perché la mia mano possa toccare quella stella lassù. Stavo per dirti di calcolare la distanza che c'è tra la mia mano e la stella, ma tu sei uscito fuori con la storia del dito e del sole. Io non stavo mostrandoti la mia mano, ma nemmeno la stella. Quello sciocco di cui parla il tuo proverbio non ha un'alternativa intelligente: se guarda il sole e non resta cieco, allora finirà per inciampare per guardare in alto; e se guarda il dito non avrà una direzione propria, o resta fermo o cammina dietro al dito. Insomma entrambi sono sciocchi: quello che guarda il sole e quello che guarda il dito. Camminare, e vivere anche, non si fa con grandi verità che, se le si misura, risultano poi abbastanza piccole. Sta per arrivare la notte che inizieremo a percorrere per giungere al giorno. Se solo guardiamo molto vicino, allora non andremo molto lontano. Se solo guardiamo molto lontano, allora finiremo per inciampare e perderemo la strada. - riposa la parola il Vecchio Antonio. Io domando:
- E come sapremo guardare lontano e guardare vicino?
Il Vecchio Antonio riaccende la sigaretta e la voce:
-
Parlando e ascoltando. Parlando e ascoltando quelli che stanno vicino. Parlando e ascoltando quelli che stanno lontano.
Il Vecchio Antonio torna a tendere la mano verso la stella. Si guarda la mano il Vecchio Antonio e dice:
- Quando si sogna si deve guardare la stella lassù, ma quando si lotta si deve guardare la mano che indica la stella. Questo è vivere. Un continuo alzare ed abbassare lo sguardo.
Ritornammo al villaggio del Vecchio Antonio. L'alba già iniziava a vestirsi d'aurora quando ci lasciammo. Il Vecchio Antonio uscì ad accompagnarmi fino al portone del recinto. Quando fui dall'altro lato del reticolato mi voltai verso di lui e gli dissi:
- Vecchio Antonio: Quando hai teso la tua mano verso la stella io non ho guardato né la tua mano né la stella...
Il Vecchio Antonio mi interrompe.
-
Ah, molto bene, allora hai guardato lo spazio che c'era tra l'una e l'altra.
- No - gli dissi. - non ho nemmeno guardato lo spazio tra l'una e l'altra.
- E allora?
Io ho sorriso ed iniziando ad allontanarmi gli ho gridato:
- Stavo guardando un tasso che stava tra la tua mano e la stella...
Il Vecchio Antonio guardò in terra cercando qualcosa da tirarmi. Non so se non lo trovò o se ero già lontano perché la sua mano potesse raggiungermi. Ad ogni modo fu una fortuna che non caricasse più il suo schioppo.
Me ne andai camminando, cercando di guardare vicino e lontano. Su e giù la luce faceva incontrare la notte con il giorno, la pioggia univa luglio con agosto, e il fango e le cadute dolevano un po' meno. Dieci anni dopo avremmo iniziato a parlare e ad ascoltare quelli che credevamo lontani. Voi...


Capitolo III

In cui l'illustre nobile Don Durito della Lacandona spiega la strana relazione tra pettini, pantofole, spazzolini da denti, borse (le nostre e le loro) e l'Incontro Intercontinentale per l'Umanità e contro il Neoliberismo.

C'è grigio qua in alto. Come se la notte e il giorno fossero pigri, l'una di andarsene e l'altro di arrivare. Un'alba troppo lunga, molto tempo senza notte né giorno. Laggiù, vicino a quella ceiba giovane e dalla folta chioma, si vegliano armi e sogni. Tuttavia, intorno tutto sembra normale. Ci sono fango, luci vaghe, ombre precise. Solo attorno alla ceiba si indovina movimento. Una lente poderosa permette di distinguere un uomo seduto che parla e gesticola. Sembra solo e sì, un po' pazzo. Ma... un momento! Cos'è ciò che sta al suo fianco? Un'armatura da museo delle miniature? Un piccolo carro armato da guerra sgangherato? Un mini-bunker blindato e mobile? Una piccola nave da guerra incagliata nella realtà? Un ...? Un....? Uno scarabeo?
- Mooooolto grazioso, mooooolto grazioso. - dice Durito mentre guarda in su con aria di sfida. Io alzo lo sguardo e vedo solo il grigio sul verde scuro della chioma della ceiba.
- A chi parli? - domando dopo aver ascoltato altri lamenti e sfide di Durito.
- E' quel satellite impertinente che non sa neppure distinguere tra un carro armato da guerra e un gagliardo e valoroso cavaliere errante. - Durito fa un gesto osceno verso il ... satellite? E poi si volta verso di me e domanda:
-
Dove eravamo, mio sgangherato scudiero?
-
Stavi per dirmi come risolvere il problema che ho.
- Ah! Questo... Capisco che un cuore povero come quello che porti nel tuo guasto petto non giunga a comprendere la bontà che il destino gli concede, ponendolo al fianco di un errante cavaliere come me. Dovete capire, misero e mentecatto mortale, che i grandi dei hanno forgiato i destini dell'umanità con fili d'acciaio e che malvagi stregoni, oltre a speculare nelle borse valori, hanno fatto terribili nodi con questi fili, per opporsi così alla naturale bontà dei grandi creatori e per gioire della pena dei piccoli esseri come te. Beh, voglio dire, piccoli senza contare il naso. Ma gli spiriti del bene non hanno abbandonato le loro creature alla perversa volontà di questi stregoni. No, per tagliare questi nodi terribili di dolore e sventura, per filare la storia con rettitudine, per riparare torti, per soccorrere il derelitto, per insegnare all'ignorante, perché l'umanità non si vergogni di se stessa, per questo ci sono i cavalieri erranti. Se tu lo capissi non staresti a dubitare del portento del mio braccio, della sapienza della mia parola, della luce del mio sguardo...
- ...E dei grandi problemi che mi dai. - interrompo Durito. Egli esita ed io ne approfitto per dedicarmi al vecchio e caro sport dei rimproveri:
- Perché è mio dovere ricordarvi, mio illustre ed errante cavaliere, che fu il portento del vostro braccio, la sapienza della vostra parola e la luce del vostro sguardo, che mise mano e prosa nella lettera di invito e convocazione all'incontro intercontinentale in quella parte assurda delle pantofole, dei pettini e degli spazzolini da denti. Per di più, tutti dicono che è un pessimo plagio del Cortazar dei cronopi...
Durito non sopporta le critiche e aggredisce:
- Mentono! Come possono dire questo se fui io, il gran Don Durito della Lacandona, quello che insegnò a Julio la ricchezza che racchiudono gli scarabei...
Ora sono io che interrompo:
- Saranno i cronopi...
- Cronopi o scarabei! E' lo stesso! Dimmi subito chi è il malandrino che osa insinuare che la mia brillante prosa deve qualcosa a qualcuno -. Durito sguaina la spada.
Io cerco di rifarmi di alcuni conti in sospeso e gli dico:
- Non è un malandrino. E non è un lui, è una lei. E non afferma che non ci fu plagio. Lo afferma e firma senza porsi problemi.
Durito resta un attimo pensieroso:
- Una lei? Bene, le donzelle possono dire qualsiasi cosa senza timore della furia della mia excalibur. Deve essere la malvagità di qualche perverso stregone che l'ha affatturata e ha imposto cattive idee dove, è certo, albergavano solo amabili pensieri per la mia persona. Sì, deve essere questo, perché è risaputo che le femmine tutte non possono fare a meno di sospirare d'ammirazione e di segreto desiderio quando sentono nominare il più grande cavaliere, cioè io. Di modo che non c'è che da aspettare che passi l'effetto di questo oscuro filtro che le avrà somministrato lo stregone o che lo incontri io e, allora sì, la forza e la giustizia che armano il mio braccio gli faranno ritirare la stregoneria e si risolverà la cosa. Così lasciamo in pace quel Julio là, e forse egli otterrà che questo luglio non ci anneghi con tanta pioggia.
Durito guarda il suo rametto o la sua spada, ciò dipende dall'immaginazione del satellite che, dice, lo spia. Io non mi arrendo e cambio strategia:
- E sia, mio signore e guida. Che la infelice che ha sparlato contro di voi sia subito libera dalla stregoneria e torni a rendervi grazie. E se no, cada allora su di lei un castigo terribile, che ottenga lavoro come portavoce di qualche governo neoliberale che sferzano il mondo, che le diano il posto di psichiatra dei potenti criminali che credono di governare il pianeta, che...
- Già! Già! Già! E' un castigo eccessivo per tale bellezza. - Durito diventa magnanimo. Io continuo:
- Per il mio problema, signore della sapienza, vi prego che mi soccorriate perché l'Incontro è già una realtà nella realtà e tutti aspettano una spiegazione soddisfacente al requisito di pantofole, pettini e spazzolini da denti...
- Una spiegazione? - Durito mi guarda , mi si perdoni la ridondanza, con durezza.
- Sì. L'invito dice che qui troveranno la spiegazione di questa stranezza tutti gli incauti, pardon, tutti gli invitati all'incontro. - Gli dico cercando di addolcirlo.
- Bene. Se sta scritto, sta scritto. Ed è legge che si adempia a ciò che è scritto. Cosicché scrivi ciò che sto per dettarvi. Devi farlo con diligenza perché è un contributo che rivoluzionerà la scienza politica e, inoltre, servirà per distrarre un poco l'attenzione dalle accuse di plagio e altre stregonerie.
Io estrassi immediatamente una biro che, naturalmente, non aveva inchiostro. Durito se ne accorse subito e tirò fuori, non si sa da dove, un'elegante penna di struzzo e un calamaio.
- E questo? - gli domandai guardando alternativamente la penna e il calamaio.
- Ah! Un regalo di uno scarabeo africano. - dice Durito con aria d'importanza.
- Africano? -
- Sì. Pensavate forse di essere i soli a fare un incontro intercontinentale. Anche noi scarabei ci incontriamo. - Dice Durito.
Io non volli indagare oltre. Non so neppure se ci sono scarabei in Africa. Ciò che mi angosciava era risolvere l'enigma delle pantofole, pettini e spazzolini da denti, di modo che, senza aggiungere altro, scrissi ciò che Durito mi dettò e che si intitola:

Durito Il-numero-successivo
(Il neoliberismo, le pantofole, i pettini, gli spazzolini da denti e le borse)

- Le borse? - domandai - Ma l'invito non diceva nulla di borse... -
- No? Qui sta il problema. Credo che dimenticai di mettere le borse. Sono sicuro che, con le borse, tutti avrebbero capito perfettamente questa parte. Bene, bene, non interrompermi più. Scrivi, scrivi - mi affligge Durito. Io continuai dubbioso ma scrivendo ciò che qui di seguito dice:

a) - Le pantofole sono un'alternativa agli stivali. Se mi avessero ascoltato, non avrebbero portato tutti questi modelli di stivali con cui pretendono, inutilmente, di difendersi dal fango. Con stivali o con pantofole, si riempiono ugualmente di fango e scivolano con lo stesso entusiasmo. No? Gli stivali sono inutili e, inoltre, pericolosi. Tanto valeva che avessero portato delle pantofole, così, almeno avrebbero avuto una buona scusa per starsene tanto tempo in terra e in mezzo a tanto fango.
C'è anche da aggiungere che le pantofole si possono togliere con molta facilità, comodità e rapidità. Gli amanti e i bambini mi daranno ragione, tra l'altro perché gli unici esseri che possono capire la profondità di questo messaggio sono i bambini e gli amanti.
Inoltre si avvicina l'inverno ed abbiamo bisogno di coprirci, con le pantofole ci faremo un cappotto che farà furore nel mondo della moda. Ergo, deve esserci un incontro intercontinentale per le pantofole e contro gli stivali. Il nome è uguale in lunghezza all'altro e, credetemi, più definito.

b) - I pettini sono molto utili in eventi di questo tipo, in cui la nostalgia è una malattia contagiosa. Con un pezzetto di carta e soffiando adeguatamente, otterrete uno strumento musicale. Con la musica potrete rallegrare il cuore e i piedi. Per il ballo non c'è niente di meglio delle pantofole. Con il cuore e i piedi allegri si può ballare. E ballare è una forma allegra di incontrare e, non si deve dimenticarlo, questo è un incontro.
Ergo, i pettini sono imprescindibili in tutti gli incontri intercontinentali per l'umanità e contro il neoliberismo.
Ah! Servono anche per pettinare i capelli.

c) - Gli spazzolini da denti sono un aiuto inapprezzabile per grattarsi la schiena. Sono di molti colori, forme e dimensioni. Sebbene siano diversi, compiono tutti la funzione di uno spazzolino da denti che è, tutti lo sanno, grattare la schiena. Tutti saranno d'accordo, e lo propongo come accordo per la plenaria finale, che grattarsi la schiena è un piacere.
Ergo, gli spazzolini da denti sono piuttosto necessari negli incontri intercontinentali per l'umanità e contro il neoliberismo.

d) - Le pantofole dimostrano che la logica e gli stivali non servono a nulla, quando si tratta di sognare e ballare. I pettini dimostrano che per la musica e l'amore tutto è un pretesto. Gli spazzolini da denti dimostrano che si può essere diversi ed essere uguali.

e) - Ballo, musica, piacere e coscienza dell'altro, queste sono bandiere per l'umanità e contro il neoliberismo. Chi non lo capisce è, di sicuro, perché ha cartapesta al posto dell'anima.

f) - Le borse si possono classificare in due tipi: le borse loro e le borse nostre.
f.1) - Le borse loro si conoscono come "borse valori" e, cosa paradossale, si distinguono perché mancano di valore. Di solito sono bucate secondo la convenienza degli speculatori e hanno l'unica virtù di provocare l'insonnia e l'incubo ai nostri governanti.
f.2) - Le borse nostre si conoscono come "borse" e, come indica il loro nome, servono per custodire cose. Sogliono avere buchi che l'oblio provoca, ma si rammendano con speranza e vergogna. Hanno l'enorme virtù di contenere spazzolini da denti, pettini e pantofole.

g) - Finale Fortissimo. - Una borsa che non può conservare uno spazzolino da denti, un pettine e delle pantofole, è una borsa che non serve a nulla.

Sono qui i 7 punti definitori e definitivi per l'umanità e contro il neoliberismo.
Tan, tan. Fine.


Capitolo IV

In cui il famoso cavaliere errante dialoga con il suo nasuto scudiero, si preparano valigie e altre cose meravigliose o terribili si annunciano.

Durito ha terminato di mettere i finimenti a una "Pegaso" che, per essere tartaruga, è abbastanza inquieta. Durito non ha smesso di parlare. A tratti sembra che si rivolga a "Pegaso", a tratti sembra che sia a me che si rivolga, e altre volte pare che parli con se stesso. Durito ci sta convincendo che si deve andare o sta convincendo se stesso?
- Andiamo poco a poco che nei nidi di un tempo ci sono i passeri di oggi. Io fui pazzo e continuo ad esserlo... -. Durito, è certo, accomoda la storia della letteratura come meglio gli conviene.
Va e viene Durito con un affaccendamento che, se non fosse per la serietà che ha, sembrerebbe un ballo complicato. Io sono diventato triste perché, al momento di fare le valigie, mi sono reso conto che è molto poco ciò che ho. Tuttavia ho del grano e questo basta. Durito, invece, ha al suo attivo già vari viaggi con libri dalla sua fogliolina fino al dorso di "Pegaso".
- Si può sapere dove andiamo? - domando a Durito approfittando del fatto che si è fermato per riposare. Durito non ha ancora recuperato il fiato, di modo che fa un segno indefinito, verso qualsiasi direzione.
- E si trova molto lontano? - Domando.
Durito finalmente può parlare e dice:
-
Il dovere di un cavaliere errante è percorrere il mondo fino a quando esista un angolo con una ingiustizia impunita. Il dovere è in ogni luogo e in nessuno. Sempre si è vicini e mai lo si raggiunge. La cavalleria errante cavalca fino al raggiungimento del domani. Allora si ferma. Ma appena dopo poco, deve riprendere la marcia perché la mattina ha continuato ad avanzare e ha già percorso un buon tratto.
- E cosa porteremo? - domando già un poco più serio.
- La speranza...- mi risponde Durito e mi indica la borsa che porta sul petto. E salendo già su "Pegaso" aggiunge:
- Non abbiamo bisogno di altro. Lei è sufficiente...


Capitolo V

In cui la luna prova una danza che ha molto di copula e allegria.

Di nuovo piena, la luna cerca di affacciarsi con la sua civetteria dietro l'alta inferriata delle montagne d'oriente. Con cura alza la lunga e rotonda gonna, allunga un piedino e sale dietro la montagna come lungo una scala. Quando arriva in cima, stende la bianca sottoveste e gira su se stessa. La sua propria luce si riflette sullo specchio della montagna e le regala colori lilla e azzurrati. Girando sempre, un vento le accarezza il viso e la solleva in alto. Con occhi ciechi ed inutili, invano il vento cerca di guardarle il ventre che la pioggia ha inumidito. Nemmeno la luna guarda il vento, ma non per cecità. Tutto il suo sguardo è occupato da se stessa, dal riflesso che una piccola pozzanghera di pioggia le ha regalato dalla realtà sottostante. Finalmente la luna concede la mano e la vita al vento. Ora girano insieme. Trascorrono la notte insieme. Ballando. Umidi e allegri. Ma già se ne va la pista notturna e la luna è affaticata dopo alcune ore. Fino a posarla sulla montagna d'occidente la sostiene il vento, sempre per la vita. Cieco sempre, il vento tenta un bacio d'addio sulla guancia della luna, ma si sbaglia e sono le labbra quelle che sfiora. Si sbaglia? La luna lo perdona ma deve affrettarsi. Prima di lasciarsi scivolare ad occidente, la luna guarda due figure, una piccola ed arrotondata, l'altra alta e sgraziata. Non sa la luna se le figure vanno o vengono, ma sa che camminano. E' per questo che li omaggia con il suo sfiorarli che, prima di nascondersi, fa sì che per un istante si pensi che i due personaggi vadano lassù, verso la luna...


Capitolo VI

In cui il narratore divaga, per mezzo di pioggia e luna, sui dolori, le pene e gli eccetera che opprimono l'anima degli umani che camminano da quelle parti, egli incluso.

La luna si affacciò appena per rinnovare, forse, una promessa travestita da fiore. Ma, gelosa com'è, la pioggia la nascose dietro nubi e umidità. Quella era un'alba di solitudine dolente. Il narratore è solo, cosicché si sente in diritto di smettere di narrare ciò che accade o gli dettano, e si decide a estrarre, con un acuto cavatappi da lettere, una pena che gli annebbia sguardo e passo. Parla il narratore. No, meglio sussurra:

"
Che voglia di avere l'aria come patria e il domani come bandiera! Quanta gente e quanti colori! Quante parole per nominare la speranza!
Sarà questo il momento per nominare la morte? Perché ci fu chi morì combattendo perché io potessi pensare a tanta gente, ai tanti colori, alle tante speranze.
E' questo il luogo per nominare i nostri morti? No?
Chi dirà loro, allora, che ci fu sangue vivo che morì sognando che un giorno qui potessero arrivare alcuni dei migliori uomini e donne che questo secolo ha partorito? Chi chiederà loro un ricordino a tutta questa gente, un "non mi dimenticare" per gli zapatisti caduti combattendo per l'umanità e contro il neoliberismo? Dove stanno le sedie perché si siedano essi, i nostri morti, con noi? Il contributo del loro sangue nelle strade e nelle montagne, a quale tavolo di lavoro si iscrive? Chi è il moderatore dei silenzi di queste morti? Quanto viene quotato il sangue di questi morti che ci diedero voce, volto, nome e domani?
Posso parlare? Posso parlare dei nostri morti in questa festa? Dopo tutto, essi la resero possibile. Si può dire che ci siamo perché essi non ci sono. Si può?
Io ho un fratello morto. C'è qualcuno che non abbia un fratello morto? Io ho un fratello morto. Lo uccise una pallottola in testa. Fu all'alba del primo gennaio del 1994. Molto mattiniera uscì la pallottola. Molto mattiniera la morte che baciò la fronte di mio fratello. Rideva molto mio fratello e non ride più. Non potei conservare mio fratello in tasca, ma conservai la pallottola che lo uccise. In un'altra alba domandai alla pallottola da dove venisse. Rispose: dal fucile del soldato del governo del potente che serve altro potente che serve altro potente che serve un altro in tutto il mondo. Non ha una patria la pallottola che uccise mio fratello.
Nemmeno ha una patria la lotta che si deve combattere per conservare fratelli e non pallottole nelle tasche. Per questo gli zapatisti hanno molte e grandi tasche nella loro uniforme. Non per conservare pallottole. Per conservare fratelli. A questo dovrebbero servire tutte le borse.
La montagna è anche una tasca per conservare fratelli. A volte sembra mare la montagna. A volte la notte sembra mattina. Il mare. La mare.
[ndr. In spagnolo "mare" si usa sia al maschile che al femminile]. El mañana. La mañana (il mattino, la mattina)
. Mare e domani non hanno sesso. Forse per questo li temiamo, o forse per questo li desideriamo.
Com'è doloroso andarsene! Quanta pena è restare!
Ora me ne vado. Volevo solo dirvi una cosa. Il cuore è una tasca in cui stanno mare e domani. E il problema non è come mettere mare e domani nel petto, ma capire che il cuore è questo, una tasca per conservare mare e domani...
Il narratore se ne va. Insieme con la notte se ne va. Insieme con la pioggia se ne va. Insieme con luglio se ne va. Il narratore se ne va e porta con sé la notte, la pioggia e luglio. L'altro Julio resta per preparare la missione da compiere ne "il giro del giorno in ottanta mondi". Julio prepara un viaggio, il viaggio ad un paese di cronopi:
"Naturalmente, il cronopio viaggiatore visiterà il paese e un giorno, quando ritorni al suo, scriverà le memorie del suo viaggio su cartoncini di diverso colore e li distribuirà all'angolo di casa perché tutti possano leggerlo. Ai famas darà cartoncini azzurri, perché sa che quando i famas li leggeranno diverranno verdi, e nessuno ignora che a un cronopio piace moltissimo la combinazione di questi due colori. Invece alle speranze, che arrossiscono molto nel ricevere un ossequio, il cronopio darà cartoncini bianchi e così le speranze potranno schermarsi le guance e il cronopio, dall'angolo di casa sua, vedrà diversi e gradevoli colori che vanno spargendosi in tutte le direzioni recando le memorie del suo viaggio
".


Epilogo

In cui si spiega perché non tornano i conti e si dimostra che la somma e la sottrazione servono solo se si usano per sommare speranze e ridurre cinismi.

Sì, lo so che il titolo è "Relazione a 7 voci 7" e ci sono solo sei voci e non può essere che sia già terminato perché il titolo lo dice chiaramente, e lo ripete perfino sette volte, che sono 7 voci 7. Ma il mio signore e padrone, il cavaliere errante che è mago per innamorare e stregone per combattere, Don Durito della Lacandona, mi dice che ora ce ne andiamo, che dobbiamo andarcene, che la settima voce è quella che vale e conta, e che è questa, la settima parola, quella che tocca a tutti voi.
Sicché addio e magari qualcuno ci scriva raccontandoci come finì tutto questo.

Bene. Salute e sappiate che se i ladri ci chiedono la borsa o la vita, dovranno prendersi la vita.

Dalle Montagne del Sudest Messicano, Pianeta Terra
Subcomandante Insurgente Marcos


P.S.- E' già partito Durito col suo brioso Pegaso. "Pegaso" è una tartaruga che soffre di vertigine a velocità superiori ai 50 centimetri l'ora, questo significa che impiegherà qualche momento per arrivare al punto di uscita. Cosicché mi dà tempo per dirvi che siete i benvenuti nelle montagne del sudest messicano, posto dove le borse che valgono davvero sono le nostre, le vostre, quelle che siamo tutti noi...
Vale di nuovo. Salute e molta speranza e vergogna per rammendare borse, borsette e borsone.


Il Sup sconcertato perché dimenticò qual è l'entrata e qual è l'uscita.



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