Preambulo en el que se explica Sun Tzu



7 Piezas sueltas del ronpecabezas mundial

"La guerra es un asunto de importancia vital para el Estado, es la provincia de la vida y de la muerte, el camino que lleva a la supervivencia o a la aniquilación. Es indispensable estudiarla a fondo".
El Arte de la Guerra, Sun Tzu.

La globalización moderna, el neoliberalismo como sistema mundial, debe entenderse como una nueva guerra de conquista de territorios.
El fin de la III Guerra Mundial o "Guerra Fría" no significa que el mundo haya superado la bipolaridad y se encuentre estable bajo la hegemonía del triunfador. Al terminar esta guerra hubo, sin lugar a dudas, un vencido (el campo socialista), pero es difícil decir quién fue el vencedor. ¿Europa Occidental? ¿Estados Unidos? ¿Japón? ¿Todos ellos? El caso es que la derrota del "imperio del mal" (Reagan y Thatcher dixit) significó la apertura de nuevos mercados sin nuevo dueño. Correspondía, por tanto, luchar para tomar posesión de ellos, conquistarlos.
No sólo eso, el fin de la "Guerra Fría" trajo consigo un nuevo marco de relaciones internacionales en el que la lucha nueva por esos nuevos mercados y territorios produjo una nueva guerra mundial, la IV. Esto obligó, como en todas las guerras, a una redefinición de los Estados Nacionales. Y más allá de la redefinición de los Estados Nacionales, el orden mundial volvió a las viejas épocas de las conquistas de América, Africa y Oceanía. Extraña modernidad esta que avanza hacia atrás, el atardecer del siglo XX tiene más semejanzas con sus brutales centurias antecesoras que con el plácido y racional futuro de algunas novelas de ciencia-ficción. En el mundo de la Posguerra Fría vastos territorios, riquezas y, sobre todo, fuerza de trabajo calificada, esperaban un nuevo amo...
Pero uno es el puesto de dueño del mundo, y varios son los aspirantes a serlo. Y para lograrlo se desata otra guerra, pero ahora entre aquellos que se autodenominaron el "imperio del bien".
Si la III Guerra Mundial fue entre el capitalismo y el socialismo (liderados por los Estados Unidos y la URSS respectivamente), con escenarios alternos y diferentes grados de intensidad; la IV Guerra Mundial se realiza ahora entre los grandes centros financieros, con escenarios totales y con una intensidad aguda y constante.
Desde el fin de la II Guerra Mundial hasta 1992, se han librado 149 guerras en todo el mundo. El resultado, 23 millones de muertos, no deja dudas de la intensidad de esta III Guerra Mundial. (datos de UNICEF).
Desde las catacumbas del espionaje internacional hasta el espacio sideral de la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica (la "Guerra de las Galaxias" del cowboy Ronald Reagan); desde las arenas de Playa
Girón, en Cuba, hasta el Delta del Mekong, en Vietnam; desde la desenfrenada carrera armamentista nuclear hasta los salvajes golpes de Estado en la dolorosa América Latina; desde las ominosas maniobras de los ejércitos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hasta los agentes de la CIA en la Bolivia del asesinato del Che Guevara; la mal llamada "Guerra Fría" alcanzó altas temperaturas que, a pesar del continuo cambio de escenario y el incesante sube-y-baja de la crisis nuclear (o precisamente por esto), acabaron por fundir al campo socialista como sistema mundial, y lo diluyeron como alternativa social.
La III Guerra Mundial mostró las bondades de la "guerra total" (en todas partes y en todas las formas) para el triunfador: el capitalismo. Pero el escenario de posguerra quedó perfilado, de hecho, como un nuevo teatro de operaciones mundial: grandes extensiones de "tierra de nadie" (por el desfonde político, económico y social de Europa del Este y de la URSS), potencias en expansión (Estados Unidos, Europa Occidental y el Japón), crisis económica mundial, y una nueva revolución tecnológica: la informática. "De la misma forma que la revolución industrial había permitido el remplazo del músculo por la máquina, la actual revolución informática apunta al remplazo del cerebro (al menos de un número cada vez más importante de sus funciones) por la computadora. Esta "cerebralización general" de los medios de producción (lo mismo en la industria que en los servicios) es acelerada por la explosión de nuevas investigaciones en las telecomunicaciones y por la proliferación de los cybermundos." (Ignacio Ramonet. "La planété des désordres" en "Géopolitique du Chaos". Maniére de Voir 3. Le Monde Diplomatique (LMD). Abril de 1997.)
El rey supremo del capital, el financiero, empezó entonces a desarrollar su estrategia guerrera sobre el nuevo mundo y sobre lo que quedaba en pie del viejo. De la mano de la revolución tecnológica que ponía al mundo entero, por medio de una computadora, en sus escritorios y a su arbitrio, los mercados financieros impusieron sus leyes y preceptos a todo el planeta. La "mundialización" de la nueva guerra no es más que la mundialización de las lógicas de los mercados financieros. De rectores de la economía, los Estados Nacionales (y sus gobernantes) pasaron a ser regidos, más bien teledirigidos, por el fundamento del poder financiero: el libre cambio comercial. Y no sólo eso, la lógica del mercado aprovechó la "porosidad" que, en todo el espectro social del mundo, provocó el desarrollo de las telecomunicaciones, y penetró y se apropió todos los aspectos de la actividad social. ¡Por fin una guerra mundial totalmente total!
Una de las primeras bajas de esta nueva guerra es el mercado nacional. Como una bala disparada dentro de un cuarto blindado, la guerra iniciada por el neoliberalismo rebota de uno a otro lado y hiere a quien la disparó. Una de las bases fundamentales del poder del Estado capitalista moderno, el mercado nacional, es liquidado por el cañonazo de la nueva era de la economía financiera global. El capitalismo internacional cobra algunas de sus víctimas caducando los capitalismos nacionales y adelgazando, hasta la inanición, los poderes públicos. El golpe ha sido tan brutal y definitivo que los Estados nacionales no disponen de la fuerza necesaria para oponerse a la acción de los mercados internacionales que transgrede los intereses de ciudadanos y gobiernos.
El cuidado y ordenado escaparate que se suponía heredaba el fin de la "Guerra Fría", el "nuevo orden mundial", pronto se ve hecho añicos por la explosión neoliberal. El capitalismo mundial sacrifica sin misericordia alguna a quien le dio futuro y proyecto histórico: el capitalismo nacional. Empresas y Estados se derrumban en minutos, pero no por las tormentas de las revoluciones proletarias, sino por los embates de los huracanes financieros. El hijo (el neoliberalismo) devora al padre (el capitalismo nacional), y de paso destruye todas las falacias discursivas de la ideología capitalista: en el nuevo orden mundial no hay ni democracia, ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
En el escenario mundial producto del fin de la "Guerra Fría" sólo sepercibe un nuevo campo de batalla y en éste, como en todo campo de batalla, reina el caos.
A finales de la "Guerra Fría", el capitalismo crea un nuevo horror bélico: la bomba de neutrones. La "virtud" de esta arma es que sólo destruye la vida y respeta las construcciones. Ya se podían destruir ciudades enteras (es decir, sus habitantes) sin que fuera necesario reconstruirlas (y pagar por ello). La industria armamentista se felicitó a sí misma, la "irracionalidad" de las bombas nucleares era suplantada por la nueva "racionalidad" de la bomba de neutrones. Pero una nueva "maravilla" bélica será descubierta a la par del nacimiento de la IV Guerra Mundial: la bomba financiera.
Porque la nueva bomba neoliberal, a diferencia de su antecesora atómica en Hiroshima y Nagasaki, no sólo destruye la polis (la Nación en este caso) e impone la muerte, el terror y la miseria a quienes la habitan; o, a diferencia de la bomba de neutrones, no sólo destruye "selectivamente". La neoliberal, además, reorganiza y reordena lo que ataca y lo rehace como una pieza dentro del rompecabezas de la globalización económica. Después de su efecto destructor, el resultado no es un montón de ruinas humeantes, o decenas de miles de vidas inertes, sino una barriada que se suma a alguna de las megápolis comerciales del nuevo hipermercado mundial y una fuerza de trabajo reacomodada en el nuevo mercado de trabajo mundial.
La Unión Europea, una de las megápolis producto del neoliberalismo, es un resultado de la presente IV Guerra Mundial. Aquí, la globalización económica logró borrar las fronteras entre Estados rivales, enemigos entre sí desde hace mucho tiempo, y los obligó a converger y plantearse la unión política. De los Estados Nacionales a la federación europea, el camino economicista de la guerra neoliberal en el llamado "viejo continente" estará lleno de destrucción y de ruinas, una de ellas será la civilización europea.
Las megápolis se reproducen en todo el planeta. Las zonas comerciales integradas son el terreno donde se erigen. Así ocurre en América del Norte, donde el Tratado de Libre Comercio para América del Norte ("NAFTA" por sus siglas en inglés) entre Canadá, los Estados Unidos y México no es más que el preludio del cumplimiento de una vieja aspiración de conquista estadounidense: "América para los americanos". En América del Sur se camina en igual sentido con el Mercosur entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En Africa del Norte, con la Unión del Maghreb árabe (UMA) entre Marruecos, Algeria, Tunez, Libia y Mauritania; en Africa del Sur, en el Cercano Oriente, en el Mar Negro, en Asia Pacífico, etc., en todo el planeta explotan las bombas financieras y se reconquistan territorios.
¿Las megápolis sustituyen a las naciones? No, o no sólo. También las incluyen y les reasignan funciones, límites y posibilidades. Países enteros se convierten en departamentos de la megaempresa neoliberal. El neoliberalismo opera así la DESTRUCCIÓN / DESPOBLAMIENTO por un lado, y la RECONSTRUCCIÓN / REORDENAMIENTO por el otro, de regiones y de naciones para abrir nuevos mercados y modernizar los existentes.
Si las bombas nucleares tenían un carácter disuasivo, intimidatorio y coercitivo en la III Guerra Mundial, en la IV conflagración mundial no ocurre lo mismo con las hiperbombas financieras. Estas armas sirven para atacar territorios (Estados Nacionales) destruyendo las bases materiales de su soberanía nacional (obstáculo ético, jurídico, político, cultural e histórico contra la globalización económica) y produciendo un despoblamiento cualitativo en sus territorios. Este despoblamiento consiste en prescindir de todos aquellos que son inútiles para la nueva economía de mercado (por ejemplo los indígenas).
Pero, además, los centros financieros operan, simultáneamente, una reconstrucción de los Estados Nacionales y los reordenan según la nueva lógica del mercado mundial (los modelos económicos desarrollados se imponen sobre relaciones sociales débiles o inexistentes).
La IV Guerra Mundial en el terreno rural, por ejemplo, presenta este efecto. La modernización rural, que exigen los mercados financieros, trata de incrementar la productividad agrícola, pero lo que consigue es destruir las relaciones sociales y económicas tradicionales. Resultado: éxodo masivo del campo a las ciudades. Sí, como en una guerra. Mientras tanto, en las zonas urbanas se satura el mercado de trabajo y la distribución desigual del ingreso es la "justicia" que espera a quienes buscan mejores condiciones de vida.
De ejemplos que ilustran esta estrategia está lleno el mundo indígena: Ian Chambers, director de la Oficina para Centroamérica de la OIT (de las Naciones Unidas), declaró que la población indígena mundial, calculada en 300 millones, vive en zonas que tienen el 60% de los recursos naturales del planeta. Así que "no sorprenden los múltiples conflictos por el uso y destino de sus tierras alrededor de los intereses de gobiernos y empresas. (...) La explotación de recursos naturales (petróleo y minería) y el turismo son las principales industrias que amenazan los territorios indígenas en América" (entrevista de Martha García en "La Jornada". 28 de mayo de 1997). Detrás de los proyectos de inversión vienen la polución, la prostitución y las drogas. Es decir, se complementan destrucción / despoblamiento y reconstrucción / reordenamiento de la zona.
En esta nueva guerra mundial, la política moderna como organizadora del Estado Nacional no existe más. Ahora la política es sólo un organizador económico y los políticos son modernos administradores de empresas. Los nuevos dueños del mundo no son gobierno, no necesitan serlo. Los gobiernos "nacionales" se encargan de administrar los negocios en las diferentes regiones del mundo.
Este es el "nuevo orden mundial", la unificación del mundo entero en un solo mercado. Las naciones son tiendas de departamentos con gerentes a manera de gobiernos, y las nuevas alianzas regionales, económicas y políticas, se acercan más al modelo de un moderno "mall" comercial que a una federación política. La "unificación" que produce el neoliberalismo es económica, es la unificación de mercados para facilitar la circulación de dinero y mercancías. En el gigantesco hipermercado mundial circulan libremente las mercancías, no las personas.
Como toda iniciativa empresarial (y de guerra), esta globalización económica va acompañada de un modelo general de pensamiento. Sin embargo, entre tantas cosas nuevas, el modelo ideológico que acompaña al neoliberalismo en su conquista del planeta tiene mucho de viejo y mohoso. El "american way of life" que acompañó a las tropas norteamericanas en la Europa de la II Guerra Mundial, en el Vietnam de los 60´s, y, más recientemente, en la Guerra del Golfo Pérsico, ahora va de la mano (o más bien de las computadoras) de los mercados financieros.
No se trata sólo de una destrucción material de las bases materiales de los Estados Nacionales, también (y de manera tan importante como poco estudiada) se trata de una destrucción histórica y cultural. El digno pasado indígena de los países del continente americano, la brillante civilización europea, la sabia historia de las naciones asiáticas, y la poderosa y rica antigüedad del África y Oceanía, todas las culturas y las historias que forjaron naciones son atacadas por el modo de vida norteamericano. El neoliberalismo impone así una guerra total: la destrucción de naciones y grupos de naciones para homologarlas con el modelo capitalista norteamericano.
Una guerra pues, una guerra mundial, la IV. La peor y más cruel. La que el neoliberalismo libra en todas partes y por todos los medios en contra de la humanidad.
Pero, como en toda guerra, hay combates, hay vencedores y vencidos, y hay pedazos rotos de esa realidad destruida. Para intentar armar el absurdo rompecabezas del mundo neoliberal hacen falta muchas piezas. Algunas se pueden encontrar entre las ruinas que esta guerra mundial ha dejado ya sobre la superficie planetaria. Cuando menos 7 de esas piezas pueden reconstruirse y alentar la esperanza de que este conflicto mundial no termine con el rival más débil: la humanidad.
7 piezas para dibujar, colorear, recortar, y para tratar de armar, junto otras, el rompecabezas mundial.
La una es la doble acumulación, de riqueza y de pobreza, en los dos polos de la sociedad mundial.
La otra es la explotación total de la totalidad del mundo.
La tercera es la pesadilla de una parte errante de la humanidad.
La cuarta es la nauseabunda relación entre crimen y Poder.
La quinta es la violencia del Estado.
La sexta es el misterio de la megapolítica.
La séptima es la multiforme bolsa de resistencia de la humanidad contra el neoliberalismo.

Desde las montañas del Sureste Mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos



7 Pezzi sciolti del puzzle mondiale

"La guerra è una questione di importanza vitale per lo stato, è la provincia della vita e della morte, il cammino che porta alla sopravvivenza o all'annichilimento. E' indispensabile studiarla a fondo."
L'arte della guerra. Sun Tzu.

La globalizzazione moderna, il neoliberismo come sistema mondiale, deve intendersi come una nuova conquista di territori.
La fine della III guerra mondiale o "guerra fredda" non significa che il mondo abbia superato la bipolarità e si trovi stabilmente sotto l'egemonia del trionfatore. Al termine di questa guerra ci fu, senz'ombra di dubbio, un vinto (il campo socialista), però è difficile dire chi sia stato il vincitore. Europa Occidentale? Stati Uniti? Giappone? Tutti loro? Il fatto è che la sconfitta “dell'impero del male” (Reagan e Tatcher dixit) significò l'apertura di nuovi mercati senza un nuovo padrone. Ciò comportò, quindi, una lotta per prendere possesso di essi, conquistarli.
Non solo, la fine della "guerra fredda" portò con sé un nuovo ambito di relazioni internazionali nel quale la nuova lotta per questi nuovi mercati e territori produsse una nuova guerra mondiale, la IV. Questo obbligò, come in tutte le guerre, a una ridefinizione degli stati nazionali. E aldilà della ridefinizione degli stati nazionali, l'ordine mondiale ritornò alle antiche epoche delle conquiste di America, Africa e Oceania. Strana modernità questa, che avanza indietreggiando; il tramonto del secolo XX assomiglia di più ai brutali secoli antecedenti che al placido e razionale futuro di qualche novella di fantascienza. Nel mondo del postguerra fredda vasti territori, ricchezze e soprattutto forza lavoro qualificata, aspettavano un nuovo padrone. Però uno è il posto del padrone del mondo, e molti sono gli aspiranti ad esserlo. E per ottenerlo si consuma un'altra guerra, questa volta però tra quelli che si autodenominarono “l'impero del bene”.
Se la III guerra mondiale fu tra il capitalismo e il socialismo (capeggiati rispettivamente dagli Stati Uniti e dall'URSS) con scenari diversi e differenti gradi di intensità, la IV guerra mondiale si realizza ora fra i grandi centri finanziari, con scenari globali e con un'intensità acuta e costante.
Dalla fine della III guerra mondiale fino al 1992 si sono scatenate 149 guerre in tutto il mondo. Il risultato, 23 milioni di morti, non lascia dubbi sull'intensità di questa III guerra mondiale (dati dell'UNICEF).
Dalle catacombe dello spionaggio internazionale allo spazio siderale della nominata Iniziativa di Difesa Strategica (la "guerra delle galassie" del cowboy Ronald Reagan); dalle sabbie della Baia dei Porci, a Cuba, fino al delta del Mekong, in Vietnam; dalla sfrenata corsa agli armamenti nucleari fino ai selvaggi colpi di stato nella dolorosa America Latina; dalle ignobili manovre degli eserciti dell'Organizzazione del Trattato dell'Atlantico del Nord fino agli agenti della CIA nella Bolivia dell'assassinio di Che Guevara; la erroneamente chiamata "guerra fredda" raggiunse temperature alte che, a causa del continuo cambiamento di scenario, e l'incessante tira-e-molla della crisi nucleare (o precisamente per questo), finirono per fondere il campo socialista come sistema mondiale, e lo diluirono come alternativa sociale.
La III guerra mondiale mostrò i vantaggi della "guerra totale" (ovunque e in tutte le forme) per il trionfatore: il capitalismo. Però lo scenario del postguerra restò definito, di fatto, come un nuovo teatro di operazioni mondiali: grandi estensioni di "terra di nessuno" (per lo sfondo politico, economico e sociale dell'Europa dell'Est e dell'URSS), potenze in espansione (Stati Uniti, Europa Occidentale e Giappone), crisi economica mondiale e una nuova rivoluzione tecnologica: quella informatica. "Così come la rivoluzione industriale permise la sostituzione del muscolo con la macchina, l'attuale rivoluzione informatica tende alla sostituzione del cervello (perlomeno di un numero ogni volta più importante delle sue funzioni) con il computer. Questa "cerebralizzazione generale" dei mezzi di produzione (sia nell'industria che nei servizi) è accelerata per l'esplosione di nuove ricerche nelle telecomunicazioni e la proliferazione dei cybermondi." (Ignacio Ramonet. "La planété des désordres" en "Géopolitique du Chaos." Maniére de Voir 3. Le Monde Diplomatique (LMD). Aprile 1997).
Il re supremo del capitale, il finanziere, incominciò allora a sviluppare la sua strategia di guerra sul nuovo mondo e sopra ciò che restava del vecchio. Per mezzo della rivoluzione tecnologica, che pose il mondo intero, per mezzo di un computer, nei suoi registri e a suo arbitrio, i mercati finanziari imposero le proprie leggi e precetti a tutto il pianeta. La mondializzazione della nuova guerra non è altro che la mondializzazione delle logiche dei mercati finanziari. Da comandanti dell'economia, gli stati nazionali (e i loro governanti) diventarono comandati, meglio ancora telecomandati, dal cardine del potere finanziario: il libero scambio commerciale. E non solo, la logica del mercato utilizzò la "porosità" che in tutto lo spettro sociale del mondo provocò lo sviluppo delle telecomunicazioni, e penetrò e si appropriò di tutti gli aspetti dell'attività sociale. Alla fine una guerra mondiale totalmente totale!
Una delle prime basi di questa nuova guerra è il mercato nazionale. Come una pallottola sparata dentro una stanza blindata, la guerra iniziata dal neoliberismo rimbalza da uno all'altro lato e ritorna a chi la sparò. Una delle basi fondamentali del potere dello stato capitalista moderno, il mercato nazionale, è liquidato dalla cannonata della nuova era dell'economia finanziaria globale. Il capitalismo internazionale riscuote alcune delle sue vittime abbattendo i capitalismi nazionali e assottigliando, fino all'inutilità, i poteri pubblici. Il colpo è stato tanto brutale e definitivo che gli stati nazionali non dispongono della forza necessaria per opporsi all'azione dei mercati internazionali, che non rispetta gli interessi dei cittadini e dei governi.
La cura e l'ordine, vetrina che si supponeva ereditasse la fine della "guerra fredda", il nuovo ordine mondiale, rapidamente si vede frantumata dalla esplosione neoliberale. Il capitalismo mondiale sacrifica senza alcuna misericordia ciò che gli diede futuro e progetto storico: il capitalismo nazionale. Imprese e stati crollano in pochi minuti, però non per le tormente delle rivoluzioni proletarie, ma per le ondate degli uragani finanziari. Il figlio (neoliberismo) divora il padre (il capitalismo nazionale) e distrugge tutte le mancanze discorsive dell'ideologia capitalista: nel nuovo ordine mondiale non c'è né democrazia, né libertà, né uguaglianza, né fratellanza.
Nello scenario mondiale prodotto dalla fine della "Guerra Fredda" si percepisce solo un nuovo campo di battaglia e in questo, come in tutti i campi di battaglia, regna il caos.
Alla conclusione della "Guerra Fredda", il capitalismo creò un nuovo orrore bellico: la bomba al neutrone. La "virtù" di questa arma è che distrugge solo la vita e rispetta le costruzioni. Adesso si possono distruggere città intere (cioè, i suoi abitanti) senza che sia necessario ricostruirle (e pagare per questo). La industria delle armi si felicitò con se stessa, la "irrazionalità" delle bombe nucleari era soppiantata dalla nuova "razionalità" della bomba al neutrone. Però una nuova "meraviglia" bellica sarà scoperta al momento della nascita della IV Guerra Mondiale: la bomba finanziaria.
Perché la nuova bomba neoliberale, a differenza della sua antenata atomica a Hiroshima e Nagasaki, non solo distrugge la polis (la nazione in questo caso) e impone la morte, il terrore e la miseria a chi la abita; o, a differenza della bomba a neutroni, non solo distrugge "selettivamente". Quella neoliberale oltre a ciò, riorganizza e riordina quello che attacca, e lo ricompone come un pezzo all'interno del rompicapo della globalizzazione economica. Dopo il suo effetto distruttore, il risultato non è un mucchio di rovine fumanti, o decine di migliaia di vite inerti, bensì un sobborgo che si aggiunge a qualche mega-polis commerciale del nuovo ipermercato mondiale ed una nuova forza di lavoro riadattata al nuovo mercato del lavoro mondiale.
L'Unione Europea, una delle mega-polis prodotte dal neoliberismo, è un risultato della presente IV Guerra Mondiale. Qui la globalizzazione economica provocò l'eliminazione delle frontiere fra gli stati rivali, nemici tra loro da tempo, e li obbligò a convergere e impostare l'unione politica. Dagli Stati Nazionali alla federazione europea, il cammino economicista della guerra neoliberale nel chiamato "vecchio continente" sarà pieno di distruzione e rovine; una di queste sarà la civilizzazione europea.
Le mega-polis si riproducono in tutto il pianeta. Le zone commerciali integrate sono il terreno dove si ergono. Così avviene nell'America del Nord, dove il Trattato di Libero Commercio del Nord America (NAFTA in inglese) tra Canada, Stati Uniti e Messico, non è altro che il preludio del compimento di una vecchia aspirazione di conquista statunitense: "l'America per gli americani". Nell'America del Sud si procede nello stesso senso con il Mercosur, tra Argentina, Brasile, Paraguay e Uruguay. Nell'Africa del Nord, con l'Unione del Maghreb Arabo (UMA) tra Marocco, Algeria, Tunisia, Libia e Mauritania. Nell'Africa del Sud, in Medio Oriente, nel Mar nero, in Asia, Pacifico, ecc., in tutto il pianeta esplodono le bombe finanziarie e si riconquistano territori.
Le megapolis sostituiscono le nazioni? No, o non solo. Le inglobano anche e gli attribuiscono altre funzioni, limiti e possibilità. Paesi interi si convertono in dipartimenti della megaimpresa neoliberale. Il neoliberismo opera così la DISTRUZIONE/SPOPOLAMENTO da una parte, e la RICOSTRUZIONE/RIORDINAMENTO dall'altra, di regioni e nazioni per aprire nuovi mercati e rimodernare quelli già esistenti.
Se le bombe nucleari avevano carattere dissuasivo, intimidatorio e coercitivo nella III guerra mondiale, nella IV ciò non è necessario con le iperbombe finanziarie. Queste armi servono per attaccare territori (Stati Nazionali) distruggendo le basi materiali della loro sovranità nazionale (ostacolo etico, giuridico, politico, culturale e storico contro la globalizzazione economica) e producendo uno spopolamento qualitativo nei loro territori. Questo spopolamento consiste nel prescindere da tutti coloro che sono inutili per la nuova economia di mercato (per esempio gli indigeni).
Inoltre i centri finanziari operano simultaneamente, una ricostruzione degli Stati Nazionali e li riordinano secondo la logica del mercato mondiale (i modelli economici sviluppati si impongono sulle relazioni sociali deboli o inesistenti).
La IV guerra mondiale in campo rurale, per esempio, presenta questo effetto. La modernizzazione rurale, che esigono i mercati finanziari, cerca di incrementare la produttività agricola, però quello che consegue è distruggere le relazioni sociali ed economiche tradizionali. Risultato: esodo massivo dalla campagna alle città. Sì, come in una guerra. Frattanto, nelle zone urbane si satura il mercato del lavoro e la distribuzione diseguale dell'ingresso è la "giustizia" che spetta a chi cerca migliori condizioni di vita.
Di esempi che illustrano questa strategia è pieno il mondo indigeno: Ian Chambers, direttore dell'Ufficio per il Centroamerica della OIT (delle Nazioni Unite) ha dichiarato che la popolazione indigena mondiale, calcolata in 300 milioni, vive in zone che posseggono il 60% delle risorse naturali del pianeta. Cosicchè "non sorprendano i tanti conflitti per l'utilizzo e la destinazione delle loro terre a favore degli interessi di governi e imprese. (...) Lo sfruttamento delle risorse naturali (petrolifere e minerali) e il turismo sono le principali industrie che minacciano i territori indigeni in America" (intervista di Martha Garcia en "La Jornada", 28 maggio 1997). Dietro i progetti di investimento vengono l'inquinamento, la prostituzione e le droghe. Cioè, si completano distruzione/spopolamento e ricostruzione/riodinamento della zona.
In questa nuova guerra mondiale, la politica moderna come organizzatrice dello Stato Nazionale non esiste più. Adesso la politica è solo un organizzatore economico e i politici sono moderni amministratori di impresa. I nuovi padroni del mondo non sono governo, non hanno bisogno di esserlo. I governi "nazionali" si incaricano di amministrare gli affari nelle differenti regioni del mondo.
Questo è il "nuovo ordine mondiale", la unificazione del mondo intero in un unico mercato. Le nazioni sono negozi di dipartimenti con gestori sotto forma di governi, e le nuove alleanze regionali, economiche e politiche, si avvicinano più al modello di un moderno "mall" commerciale che a una federazione politica. La "unificazione" che produce il neoliberismo è economica, è la unificazione dei mercati per facilitare la circolazione di denaro e merci. Nel gigantesco ipermercato mondiale circolano liberamente le merci, non le persone.
Come tutte le iniziative imprenditoriali (e di guerra), questa globalizzazione economica si accompagna ad un modello generale di pensiero. Senza dubbio, tra tante cose nuove, il modello ideologico che accompagna il neoliberismo nella sua conquista del pianeta, ha molto di vecchio e ammuffito. “L'american way of life” che accompagnò le truppe nordamericane nell'Europa della II Guerra Mondiale e in Vietnam nel '60, e, più recentemente, nella Guerra del Golfo Persico, ora tiene la mano (o meglio il computer) dei mercati finanziari.
Non si tratta solo di una distruzione fisica delle basi materiali degli Stati Nazionali, ma anche (e in modo così importante quanto poco studiato) si tratta di una distruzione storica e culturale. Il dignitoso passato indigeno dei paesi del continente americano, la brillante civilizzazione europea, la saggia storia delle nazioni asiatiche, e la potente e ricca antichità dell'Africa e Oceania, tutte le culture e le storie che forgiarono nazioni sono attaccate dal modo di vita nordamericano. Il neoliberismo impone così una guerra totale: la distruzione delle nazioni e i gruppi di nazioni per omologarli con il modello capitalista nordamericano.
Una guerra quindi, una guerra mondiale, la IV. La peggiore e la più crudele. Quella che il neoliberismo sferra ovunque e con ogni mezzo contro la umanità.
Però, come in tutte le guerre, ci sono combattimenti, ci sono vincitori e vinti e ci sono pezzi rotti di questa realtà distrutta. Per cercare di risolvere l'assurdo rompicapo del mondo neoliberista mancano molti pezzi. Alcuni si possono trovare tra le rovine che questa guerra mondiale ha già lasciato sulla superficie del pianeta. Quando almeno 7 di questi pezzi possono ricostruirsi e incoraggiare la speranza che questo conflitto mondiale non termini con il rivale più debole: l'umanità.
7 pezzi per disegnare, colorare, ritagliare, e per tentare di assemblare, insieme agli altri, il puzzle mondiale.
Uno è il duplice accumulo di ricchezza e di povertà nei due poli della società mondiale.
Un altro è lo sfruttamento totale della totalità del mondo.
Il terzo è l'incubo di una parte errante della umanità.
Il quarto è la nauseabonda relazione tra crimine e potere.
Il quinto è la violenza dello stato.
Il sesto è il mistero della megapolitica.
Il settimo è la multiforme sacca di resistenza dell'umanità contro il neoliberismo.

Dalle montagne del Sudest Mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos



Continua...


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