Regañé al Heriberto porque, según yo, estaba molestando a unas hormigas autodenominadas arrieras que, en consecuencia, estaban arreando hojitas de naranjo. El Heriberto empezó a hacer pucheros y me dijo que "Caso las 'toy molestando, las 'toy cariciando". Dio media vuelta y se alejó de la comandancia. A una distancia que él consideró prudente empezó la chilladera. Ana María lo tomó de la mano y se lo llevó a otro lado. Después la veo venir. "Va a haber tormenta", dice el "Moy" y se retira prudentemente.
"¿Por qué lo regañaste al Heriberto?", me avienta Ana María desde el pie de la lomita de la comandancia. "Las estaba molestando a las hormigas", me defiendo. "Acaso nos alzamos en armas por las hormigas", dice, en jarras, Ana María.
Yo enciendo la pipa y digo, mirando el pequeño juego de té abandonado por el sombrerero loco y la liebre de marzo. "No por ellas, pero también por ellas". Ana María sigue: "¿Por qué no te pones con uno de tu tamaño?". "¿De mi tamaño?", pregunto orgulloso de mi habilidad de responder a una pregunta con otra pregunta.
En el entretanto ya se está haciendo bola en torno del Heriberto y su abogado la Ana María. Las hembras se agrupan amenazadoras, mirando al Sup como se mira a Salinas y chiqueando al Heriberto que, a mi entender, ya se olvidó del regaño y de las hormigas porque trae tantos dulces en la mano que no sabe por cuál empezar.
Como ocurre siempre en los casos de emergencia, mi escolta no se encuentra por ningún lado. Tacho pretexta una reunión urgente del comité y se va. Yo me resigno ya a ser fusilado por tanto ojo moreno que me mira y no precisamente con cariño. Envalentonado, como ocurre con los suicidas, me defiendo: "Aquí cada quien puede hacer lo que quiera, menos molestar a las hormigas".
Mi argumento provoca desconcierto entre la asamblea, armada, de mujeres. Se miran entre sí, cuchichean y lo hablan al Heriberto. Yo, orgullo de mis dotes oratorias, recargo la pipa. Ana María, después de consultar con el Heriberto, arremete: "No las estaba molestando. Las estaba acariciando". Yo, que no esperaba una contrarréplica, demoro en encender la pipa, me defiendo ya débilmente: "Eso las hormigas no lo sabían". Ana María toma de la mano al Heriberto y se lo lleva. Al alejarse me dice: "Tú y las hormigas deberían saber que la ternura a veces duele".
Hay un murmullo de aprobación entre las hembras que ya se dispersan. Yo me quedo con un palmo de narices, que para eso nariz me sobra. Una hormiguita me sube por el brazo. "¿Y tú, de qué te ríes?", le digo. "¿Yo?, de nada", creo que responde la hormiguita, pero es el Moy que estaba escondido detrás del cafetal.
Después llega la Eva y se asoma a lo que estoy escribiendo. "¿Qué 'stá haciendo usté?", me pregunta. "Estoy haciendo mi castigo", respondo mientras escribo la línea 248 de: "No debo decir groserías ni regañar a los presidentes de la Convención".
El Heriberto se asoma a la puerta, trae tantos dulces que ha decidido compartirlos con la Eva y con el causante indirecto de tan feliz cargamento: yo merengues. Estamos haciendo competencias a ver quién hace más ruido chupando el dulce cuando el Heriberto ve que estoy escribiendo una más de las 500 veces que debo repetir: "No debo decir malas palabras ni hacer reproches a los presidentes de la Convención", y se ofrece a ayudarme.
Le paso una hoja y un lapicero sin decir palabra (en realidad no puedo, porque la Eva me está ganando en el ruidero y yo soy el Sup, el único, el mejor). El Heriberto trata de copiar las primeras letras y se aburre casi inmediatamente y empieza a dibujar patitos que, para el Heriberto, son más contundentes que las disculpas. Yo le dibujé un avión con muchos rockets. El lo miró y dijo: "Uy, con ése no lo van a perdonar su castigo". La Eva pide un cuento. Yo sospecho que es una táctica dilatoria al ver que mi ruidero es ya de campeonato.
El Heriberto no espera la respuesta y se sienta al lado de la Eva y le muestra su dibujo y le dice que, sin tanto rocket, su pato vuela mejor que el avión del Sup. Yo traigo ya medio uniforme lleno de dulce y, no obstante, enciendo la pipa y, después de las tres bocanadas de rigor, empiezo a contarles, tal y como la platicó el viejo Antonio...
La historia de los colores
El viejo Antonio señala una guacamaya que cruza la tarde. "Mira", dice. Yo miro ese hiriente rayo de colores en el marco gris de una lluvia anunciándose. "Parecen mentira tantos colores para un solo pájaro", digo al alcanzar la punta del cerro.
El viejo Antonio se sienta en una pequeña ladera libre del lodo que invade este camino real. Recobra la respiración mientras forja un nuevo cigarro. Yo me doy cuenta, apenas unos pasos adelante, que él quedó atrás. Me vuelvo y me siento a su lado. "¿Usted cree que llegaremos al pueblo antes de que llueva?", le pregunto mientras enciendo la pipa.
El viejo Antonio parece no escuchar. Ahora es una parvada de tucanes lo que distrae su vista. En su mano el cigarro espera el fuego para iniciar el lento dibujo del humo. Carraspea, da fuego al cigarro y se acomoda, como puede, para iniciar, lentamente:
"No así era la guacamaya. Acaso tenía colores. Puro gris era. Sus plumas eran rabonas, como gallina mojada. Una más entre tanto pájaro que a saber cómo se llegó al mundo porque los dioses no se sabían quién y cómo había hecho los pájaros. Y así era de por sí. Los dioses despertaron después de que la noche había dicho "hasta aquí nomás" al día y los hombres y mujeres se estaban dormidos o amándose, que es una forma bonita de cansarse para dormirse luego.
Los dioses peleaban, siempre peleaban estos dioses que salieron muy peleoneros, no como los primeros, los siete dioses que nacieron el mundo, los más primeros. Y los dioses peleaban porque muy aburrido estaba el mundo con sólo dos colores que lo pintaban. Y era cierto el enojo de los dioses porque sólo dos colores se turnaban al mundo: el uno era el negro que mandaba la noche, el otro era el blanco que caminaba el día, y el tercero no era color, era el gris que pintaba tardes y madrugadas para que no brincaran tan duro el negro y el blanco.
Y eran estos dioses peleoneros pero sabedores. Y en una reunión que se hicieron sacaron el acuerdo de hacer los colores más largos para que fuera alegre el caminar y el amar de los hombres y mujeres murciélago.
Uno de los dioses agarró en caminar para pensar mejor su pensamiento que no miró su camino y se tropezó en una piedra así de grande y se pegó en su cabeza y le salió sangre de su cabeza. Y el dios, luego que pasó chilla y chilla un buen rato, la miró su sangre y la vio que es otro color que no es los dos colores y fue corriendo a donde estaban los demás dioses y les mostró el color nuevo y "colorado" le pusieron a ese color, el tercero que nacía.
Después, otro de los dioses buscaba un color para pintar la esperanza. Lo encontró después de un buen rato, fue y lo mostró en la asamblea de los dioses y "verde" le pusieron a ese color, el cuarto. Uno más empezó a rascar harto en la tierra. "¿Qué haces?", le preguntaron los demás dioses. "Busco el corazón de la tierra", respondió mientras aventaba tierra para todos lados. Al rato le encontró el corazón de la tierra y lo mostró a los demás dioses y "café" le pusieron a ese quinto color.
Otro dios se fue mero pa'rriba, "voy a mirar de qué color es el mundo", dijo y se dio en trepar y trepar hasta allá arriba. Cuando llegó bien alto, miró para abajo y vio el color del mundo, pero no sabía cómo llevarlo hasta donde estaban los demás dioses, entonces quedó mirando un buen tanto, hasta que se quedó ciego, porque ya tenía pegado en los ojos el color del mundo. Se bajó como pudo, a los tropezones, y se llegó al lugar de la asamblea de los dioses y les dijo: "En mis ojos traigo el color del mundo", y "azul" le pusieron al color sexto.
Otro dios estaba buscando colores cuando escuchó que un niño se reía, se acercó con cuidado y, cuando se descuidó el niño, el dios le arrebató la risa y lo dejó llorando. El dios llevó la risa del niño y "amarillo" le pusieron a ese séptimo color.
Para entonces los dioses ya estaban cansados y se fueron a tomar pozol y a dormirse y los dejaron a los colores en una cajita, botada bajo una ceiba.
La cajita no estaba bien cerrada y los colores se salieron y empezaron a hacer alegría y se amaron y salieron más colores diferentes y nuevos y la ceiba lo miró todo y los tapó para que la lluvia no los borrara a los colores y cuando llegaron los dioses ya no eran siete colores sino bastantes y la miraron a la ceiba y le dijeron: "Tú pariste los colores, tú cuidarás al mundo y desde tu cabeza pintaremos el mundo".
Y se subieron al copete de la ceiba y desde ahí empezaron a aventar los colores así nomás y el azul se quedó parte en el agua y parte en el cielo, y el verde le cayó a los árboles y las plantas, y el café, que era más pesado, se cayó en la tierra, y el amarillo, que era una risa de niño, voló hasta pintar el sol, el rojo llegó en su boca de los hombres y de los animales y lo comieron y se pintaron de rojo por dentro, y el blanco y el negro ya de por sí estaban en el mundo, y era un relajo cómo aventaban los colores los dioses, ni se fijaban dónde llega el color que avientan y algunos colores salpicaron a los hombres y por eso hay hombres de distintos colores y de distintos pensamientos.
Y ya luego se cansaron los dioses y se fueron a dormir otra vez. Puro dormir querían estos dioses que no eran los primeros, los que nacieron el mundo.
Y, entonces, para no olvidarse de los colores y no se fueran a pelear, buscaron modo de guardarlos. Y se estaba pensando en su corazón cómo hacer cuando la vieron a la guacamaya y entonces la agarraron y le empezaron a poner encima todos los colores y le alargaron las plumas para que cupieran todos. Y así fue como la guacamaya se agarró color y ahí lo anda paseando, por si a los hombres y mujeres se les olvida que muchos son los colores y los pensamientos, y que el mundo será alegre si todos los colores y todos los pensamientos tienen su lugar".
El Heriberto declara que la Eva ganó en el ruidero de chupar dulce y, en premio, le regala su dibujo de los patitos anti-rockets.
La Eva no parece muy entusiasmada con el premio y se van, los dos, a donde están los insurgentes viendo, por enésima vez, una película de Pedro Infante que se llama, en obvia referencia a las guacamayas, "Los Gavilanes".
Yo me quedo muy triste. El dulce dejó pegosteados los papeles donde escribía el castigo que me dio el Comité por regañón y grosero. "¿Por qué no lo mandamos a que le saquen fotocopias?", pregunta "Moy". Cierto, ¿por qué no?.
P.D. Que agradece el reconocimiento descentralizado.
Ya me mandaron una muestra de los billetes nuevos de 10 nuevos pesos. Con humildad aceptamos el reconocimiento que a la justa lucha del EZLN hace el Banco de México. Iván dice que el que está en el caballo trae paliacate en el rostro. ¿Será?.
P.D. De nota roja.
Con entusiasmo he leído que un preclaro locutor de radio propone que los comunicados y notas sobre el ezetaelene se pasen a la sección policiaca de la prensa. El Sup, amable como es, y siempre pendiente de colaborar con la prensa, propone los siguientes encabezados, cintillos y "balazos" para dicha sección:
"El Sup es regañón y grosero: puro "caca, pedo, chis" les dijo a los convencionistas".
"El Sup es un pervertido sexual: duerme con hormigas, arañas y toda clase de insectos y bichos rastreros (ojo: no confundir con los que piden chamba con Zedillo)".
"Confirmado el armamento extranjero en el Ezetaelene: las baterías antiaéreas son consoladoras y vibradores de marcas japonesas (fotos y catálogos en páginas interiores. Descuento a SUPscriptores)".
"Los transgresores de la ley contaminan el ambiente, hay fuertes rumores de que las mentadas armas antiaéreas consisten en profesionales del riñón que se orinarían al paso de los aviones para oxidarlos. 'Hay de todos los calibres', declaran en el Pentágono." (fotos en interiores muuuuy interiores").
P.D. Gris.
Este verde duele, como que se quiere hacer rojo.
Vale de nuevo. Salud y que todos los colores brillen en la CND.
El Sup pasando de moda al perderse tras aquella loma donde, ¿alguien lo duda?, llueve...
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos
Rimproverai Heriberto perché, secondo me, stava molestando alcune formiche che spingevano piccole foglie d'arancio. Heriberto cominciò a fare le boccacce e mi disse "Non le 'to molettando, le 'to accarezzando". Si girò e si allontanò dal Comando. A una distanza che ritenne opportuna cominciò a strillare. Ana Marìa lo prese per mano e se lo portò altrove. Poi la vidi tornare. "Ci sarà tempesta", dice Moy e si ritirò prudentemente.
"Perché hai rimproverato Heriberto?" mi attacca Ana Marìa. "Stava dando fastidio alle formiche", mi difendo. "Ci siamo forse sollevati in armi per le formiche?" dice con le mani sui fianchi Ana Marìa.
Accendo la pipa e, guardando il piccolo servizio da tè abbandonato dal cappellaio matto e dalla lepre marzolina, dico: "Non per loro, ma anche per loro". Ana Marìa prosegue: "Perché non ti metti con uno grande come te?". "Grande come me?" domando, orgoglioso della mia abilità di rispondere ad una domanda con un'altra domanda.
Nel frattempo si sta formando un capannello intorno a Heriberto e al suo avvocato, Ana Marìa. Le femmine si raggruppano minacciose, guardando il Sup come si guarderebbe Salinas e coccolando Heriberto che sembra essersi già dimenticato del rimprovero e delle formiche, poiché ha in mano tanti dolci che non sa con quale cominciare.
Come succede sempre nei casi di emergenza, la mia scorta non si trova da nessuna parte. Tacho se ne va con il pretesto di una riunione urgente del comitato. Mi rassegno ad essere fucilato da tanti occhi scuri che mi guardano, e non precisamente con affetto. Spavaldo come sono i suicidi, mi difendo: "Qui chiunque può fare ciò che vuole, meno dar fastidio alle formiche".
La mia argomentazione provoca sconcerto nell'assemblea di donne. Si guardano tra di loro, rumoreggiano e parlano con Heriberto. Io, orgoglioso delle mie doti oratorie, ricarico la pipa. Ana Marìa, dopo aver sentito Heriberto, incalza: "Non le stava molestando, le stava accarezzando". Io, che non mi aspettavo una controreplica, mi difendo ormai debolmente: "Questo le formiche non lo sapevano". Ana Marìa prende per mano Heriberto e se lo porta via. Allontanandosi mi dice: "Tu e le formiche dovreste sapere che la tenerezza a volte fa male".
C'è un mormorio di approvazione tra le femmine che già si disperdono. Io resto con un palmo di naso, che per questo ho naso d'avanzo. Una formichina mi sale per il braccio. "E tu, di che ridi?" le dico. "Io? di niente" credo che risponda la formica, ma è Moy, che stava nascosto dietro la piantagione di caffè.
Poi arriva Eva e si sporge per vedere che cosa sto scrivendo. "Che 'ta facendo lei?" mi domanda. "Sto compiendo il mio castigo" rispondo mentre scrivo per la 248esima volta "Non devo dire parolacce nè rimproverare i presidenti della Convenzione".
Heriberto si affaccia alla porta, ha tanti dolci che ha deciso di dividerli con Eva e con chi ha indirettamente causato un tale felice carico: io medesimo. Stiamo gareggiando per vedere chi fa più rumore succhiando il dolce, quando Heriberto vede che sto scrivendo la frase che devo ripetere 500 volte e si offre di aiutarmi.
Gli passo un foglio e una matita senza dir parola (in realtà non posso perché Eva mi sta battendo nel rumore e io sono il Sup, l'unico, il migliore). Heriberto cerca di copiare le prime parole, si stufa quasi immediatamente e comincia a disegnare anatroccoli che per lui sono più convincenti delle penitenze. Gli disegno un aereo con molti razzi. Eva chiede un racconto. Sospetto che sia una tattica dilatoria visto che il mio rumore è già da campionato.
Heriberto non aspetta la risposta e si siede a lato di Eva e le mostra il suo disegno e le dice che, senza tanti razzi, il suo anatroccolo vola meglio dell'aereo del Sup. Io ho già mezza uniforme piena di dolce e ciononostante accendo la pipa e, dopo le tre boccate di rigore, inizio a raccontare come fece il Vecchio Antonio...
La storia dei colori
Il Vecchio Antonio indica un pappagallo che attraversa la sera. "Guarda", dice. Io guardo quel violento raggio di colori nel quadro grigio di una pioggia che si annuncia. "Sembra impossibile che ci siano tanti colori in un solo uccello" dico raggiungendo la vetta del monte.
Il Vecchio Antonio si siede su un piccolo pendio libero dal fango che invade questo sentiero reale. Recupera la respirazione mentre rolla un'altra sigaretta. Mi rendo conto, appena pochi passi dopo, che è rimasto indietro. Ritorno e mi siedo accanto a lui. "Lei crede che arriveremo al villaggio prima che piova?" gli chiedo mentre accendo la pipa.
Il Vecchio Antonio sembra non ascoltare. Adesso è una covata di tucani ciò che distrae la sua vista. Nella sua mano la sigaretta aspetta il fuoco per iniziare il lento disegno del fumo. Si schiarisce la voce, dà fuoco alla sigaretta e si accomoda, come può, per cominciare lentamente.
"Non era così il pappagallo. Non aveva colori, era tutto grigio. Le sue piume erano corte come quelle di una gallina bagnata. Uno tra i tanti uccelli giunti chissà come nel mondo poiché gli dei non sapevano chi e come aveva fatto gli uccelli. Gli dei si svegliarono dopo che la notte aveva detto "Fin qui, non di più" al giorno, e uomini e donne dormivano o si amavano, che è un bel modo di stancarsi per poi dormire.
Gli dei litigavano sempre, questi dei che erano molto litigiosi, non come i primi sette dei che vennero al mondo. Litigavano perché il mondo era assai noioso con due soli colori. Ed era motivata l'ira degli dei poiché solo due colori si alternavano nel mondo: uno era il nero che comandava la notte, l'altro era il bianco che camminava di giorno. Il terzo non era un colore, era il grigio che dipingeva sere e mattine affinché non si scontrassero troppo duramente il nero e il bianco.
E questi dei erano litigiosi ma sapienti. E in una riunione giunsero all'accordo di rendere i colori più lunghi perché fosse allegro il camminare e l'amare di uomini e donne. Uno degli dei prese a camminare per pensare meglio al suo pensiero e tanto pensava al suo pensiero che sbatté contro una pietra grande così e si ferì alla testa e uscì sangue dalla testa. E il dio, dopo aver strillato per un bel pezzo, guardò il suo sangue e vide che è di un altro colore, diverso dai due colori e andò correndo dove stavano gli altri dei e mostrò loro il nuovo colore e chiamarono "rosso" questo colore, il terzo che nasceva.
Un altro degli dei cercava un colore per dipingere la speranza. Lo trovò dopo un bel pezzo, lo mostrò all'assemblea degli dei e misero il nome "verde" a questo colore, il quarto. Un altro cominciò a grattare forte la terra. "Che fai?" gli chiesero gli altri dei. "Cerco il cuore della terra" rispose rivoltando terra da ogni lato. Dopo un po' trovò il cuore della terra, lo mostrò agli altri dei e chiamarono "caffé" questo quinto colore.
Un altro dio salì in alto. "Vado a guardare il colore del mondo" disse, e si mise a scalare e scalare fino alla cima. Quando arrivò ben in alto, guardo in giù e vide il colore del mondo, ma non sapeva come portarlo fino a dove si trovavano gli altri dei, allora rimase a guardare per un bel po' finché divenne cieco, poiché ormai aveva attaccato agli occhi il colore del mondo. Discese come poté, a tentoni, e andò all'assemblea degli dei e disse loro: "Porto nei miei occhi il colore del mondo", e "azzurro" chiamarono il sesto colore.
Un altro dio stava cercando colori quando sentì che un bambino rideva, si avvicinò con cautela e, appena il bambino si distrasse, gli prese la risata e lo lasciò piangente. Per questo si dice che i bambini improvvisamente ridono e improvvisamente piangono. Il dio portò la risata del bambino e misero nome "giallo" a questo settimo colore.
A quel punto gli dei erano ormai stanchi e andarono a prendere il pozol e a dormire, e lasciarono i colori in una cassetta buttata sotto un albero di ceiba.
La cassetta non era chiusa bene e i colori uscirono e cominciarono a far chiasso e si amarono e vennero fuori nuovi colori e la ceiba vide tutto e li riparò affinché la pioggia non cancellasse i colori e quando tornarono gli dei i colori non erano più sette ma molti di più e guardarono la ceiba e le dissero: "Tu hai partorito i colori, tu avrai cura del mondo e dalla tua chioma dipingeremo il mondo".
E salirono sulla cima della ceiba e da lì cominciarono a lanciare i colori così l'azzurro rimase parte nell'acqua e parte nel cielo, e il verde cadde sugli alberi e sulle piante, e il caffè, che era più pesante, cadde sulla terra, e il giallo, che era una risata di bambino, volò fino a tingere il sole, il rosso giunse sulla bocca degli uomini e degli animali e lo mangiarono e si colorarono di rosso di dentro, e il bianco e il nero già esistevano nel mondo; gli dei lanciavano i colori senza fare attenzione a dove finivano e alcuni colori spruzzarono gli uomini e per questo vi sono uomini di diversi colori e diverse opinioni.
E poi gli dei si stancarono e andarono nuovamente a dormire. Solo dormire volevano questi dei, che non erano i primi, quelli che generarono il mondo.
E allora, per non dimenticarsi dei colori e perché non si perdessero, cercarono un modo per conservarli. E stavano pensando come fare quando videro il pappagallo e allora lo presero e gli attaccarono i colori e gli allungarono le piume affinché ci stessero tutti. E così fu che il pappagallo prese colore e se ne va in giro nel caso che uomini e donne si dimenticassero che molti sono i colori e le opinioni, e che il mondo sarà allegro se tutti i colori e tutte le opinioni avranno il loro spazio."
Heriberto dichiara che la Eva ha vinto la gara di succhiare i dolci e, in premio, le regala il suo disegno degli anatroccoli anti-missile.
L'Eva non sembra molto entusiasmata del premio e vanno via, i due, verso là dove stanno gli insorti stanno vedendo, per l'ennesima volta, un film di Pedro Infante che si chiama, in ovvio riferimento ai pappagalli, "Gli Sparvieri."
Io rimango molto abbacchiato. Il dolce mi cade impataccchiando le carte dove stavo scrivendo la punizione inflittami dal Comitato per essere stato brontolone e grossolano. "Perché non mandiamo a fare delle fotocopie?", domanda "Moy". Certo, perché no?.
P.S. Che ringrazia per il riconoscimento del decentramento.
Mi hanno mandato già un esemplare dei nuovi biglietti da 10 pesos. Con umiltà accettiamo il riconoscimento che la Banca del Messico fa alla giusta lotta dell'EZLN. Iván dice che quello che sta a cavallo [la banconota da 10 pesos presenta su un lato l'immagine di Emiliano Zapata e sull'altro quella di uno zapatista a cavallo NdT] porta un fazzoletto sul viso. Sarà?
P.S. Col bollino rosso.
Con entusiasmo ho letto che un illustre annunciatore radio propone che i comunicati e le note sull'ezetaellenne passino alla sezione di cronaca nera della stampa. Il Sup, gentile com'è, e sempre bendisposto a collaborare con la stampa, propone i seguenti titoli, sottotitoli e "occhielli" per detta sezione:
"Il Sup è brontolone e rozzo: definì autentica "cacca, scoreggia, stronzi" i convenzionisti."
"Il Sup è un pervertito sessuale: dorme con formiche, ragni ed ogni tipo di insetti e vermi striscianti (occhio: da non confondere con quelli che cercano fortuna con Zedillo)."
"Confermato l'armamento straniero nell'Ezetaellenne: le batterie antiaeree sono oggetti di piacere e vibratori di marche giapponesi" (foto e cataloghi nelle pagine interne. Sconto ai SUBtoscrittori).
"I trasgressori della legge inquinano l'ambiente, ci sono forti dicerie che le menzionate armi antiaeree consistano in professionisti della vescica che piscerebbero al passaggio degli aeroplani per ossidarli. 'Ce ne sono di tutti i calibri', dichiarano al Pentagono." (nelle pagine interne foto mooolto dettagliate)
P.S. Grigio.
Questo verde duole, come se volesse farsi rosso.
Saluti, di nuovo. E che tutti i colori brillino nella CND.
Il Sup passando di moda e perdendosi dietro quella collina dove, qualcuno ne dubita?, piove...
Dalle montagne del sud-est messicano
Subcomandante Insurgente Marcos
è più che giusto .. che sia colore che opinione...e rispettarli , ogniuno x quello che riescono ad esprimere...
RispondiEliminanon è vita, senza tutti i colori...
non puo' essere solo bianco o nero.. i colori devono essere vita...ciao R.
Cara Roby,
RispondiEliminahai ragione, che colori ed opinioni ci sian tutti e tutti brillino. E' giusto. Anche perchè altrimenti non si vedrebbero le differenze (di colori ed opinioni).
Il daltonismo però, quello no. Il rosso è rosso, il bianco è bianco, il giallo è giallo... e via colorando.
Ciao, D.
il daltonismo è non distinguere i colori..
RispondiEliminaogni colore ha la sua identità..
ma se il rosso si mischia con il giallo.... è arancione...( e sono i colori del sangue con la risata del bambino fino ad arrivare al sole...).. e via colorando... il giallo è un colore primario...è luce.. e sorriso.. è vita...ciao R.
La conoscenza della teoria combinatoria dei colori è affascinante e varia... non meno di quella delle opinioni.
RispondiEliminaColori primari, secondari, terziari, complementari, freddi, caldi, neutri, accesi, pastello... e via colorando.
C'è il bianco che somma nel suo spettro tutti i colori e il nero che tutti li esclude.
Ce ne sono di freddi o neutri, i colori come le passioni dell'animo, in base alle diverse sensazioni che trasmettono, alle immagini e alle situazioni che richiamano alla mente.
Ci sono colori che si mescolano bene tra di loro per darcene di nuovi, e a volte di più belli (proprio come le opinioni e i sentimenti).
Altri che si influenzano tra di loro e può accadere che la predominanza del colore freddo faccia passare in secondo piano la presenza di quello caldo e viceversa (proprio come a volte succede coi sentimenti).
Che si tratti di colori, opinioni o sentimenti potrei continuare a lungo.
Ma... Ma... Ma c'è un dettaglio: l'identità.
Ogni colore, per quanto mescolato, armonizzato, combinato, abbinato, rimestato e manipolato ha una sua identità (così come ogni opinione o sentimento). Il rosso è solo rosso e l'arancio, pur risultanto dal rosso e dal giallo, non è più nè rosso nè giallo. Non solo, ma c'è una irreversibilità che non è solo logica.
Da qui il racconto de...
IL COLORE (E SAPORE) DELLO ZUCCHERO
RispondiEliminaRicordo che da bambino, avrò avuto 4/5 anni (cioè ne avevo compiuti 4 ed ero entrato nei 5, per cui erano quasi 6, quindi non molto tempo fa... quasi ieri) mi accadde un fatto significativo.
Ogni mattina mi preparavo la colazione, cosa che poi ho smesso fare visto che tanto la giornata non migliorava come promesso dalla pubblicità.
Dunque, una mattina ero lì che mi preparavo la colazione in una casa che sembrava l'arca di Noè, nel senso che bisognava crescere - in fretta - e cercare di salvarsi dal diluvio... Insomma, non avevo mammina che mi stava dietro con tazza del latte e biscotti.
Ma torniamo a noi. Io sono lì che mi scaldo il latte e poi prendo un barattolo che mi sembra contenere zucchero: è infatti bianco come lo zucchero, semolato come lo zucchero, inodore e critallino come lo zucchero...
Allora mi piacevano ancora le cose mooolto dolci, col tempo ho capito che nemmeno questo migliorava le giornate e quindi ho smesso. Adesso prendo solo caffè nero, bollente e amaro.
Ma torniamo ancora al nostro piccolo (e ingenuo della vita) Paul.
Prendo il barattolo e con grandi cucchiaiate metto nella tazza un quantitativo di zucchero che mi sembra appropriato, diciamo tra i quattro e otto cucchiai...
Immaginarsi la spiacevole sorpresa, soprattutto delle mie papille gustative, quando invece che zucchero mi accorgo, e prima di me le dette papille, che si tratta di sale! Sale! Cribbio!! (allora non dicevo ancora le parolacce)
Rimango lì fermo un attimo a pensare, tra disappunto e stupore, quando improvvisamente è come se mi si accendesse una lampadina. So che è difficile da credere (a volte è strano quello che ci resta impresso nella mente, vero?), ma vedo ancora la folgorazione, l'illuminazione di un'idea che, questo sì invece è strano, ancora mi sembra geniale nella sua semplicità.
Dissi a me stesso: se ho messo tra i quattro e otto cucchiai, diciamo sei, di sale, basterà adesso metterne altrettanti di zucchero per annullare la "salinità" del sale e poi, finalmente, zuccherare a volontà.
Presi quindi lo zucchero e ci diedi dentro! Per buona misura ricordo che ne avrò messo una dozzina di cucchiai belli pieni. Alla fine mescolai il tutto e ci preparammo, io e le mie papille, a "chupar el dulce" (allora già parlavo strane lingue...).
Orrenda sorpresa e mio sommo sconcerto: il beverone faceva schifo!
Buttai tutto nel lavandino e compresi (a mie spese) due cose fondamentali in un colpo solo: i principi di identità e irreversibilità.
Anzi per la verità tre, se aggiungiamo quello di saturazione. Mi resi conto, infatti, che oltre una certa soglia hai voglia a mescolare... Colori, opinioni o sentimenti saturano!
Per tornare ora a noi e al nostro bel mondo colorato (anche di variegate opinioni e sentimenti), si può ad esempio mischiare giallo e rosso e ottenere così l'arancione ma non è che mettendo poi il doppio di blu si riesce ad ottenere il verde. Non è così che funziona.
Sono cose che - colore, opinioni o sentimenti - bisognerebbe sapere già, ma a volte bisogna fare come col mio latte...
Ciao, D. (e uno strano bambino)
se voglio ottenere l'arancione , mi spieghi perchè dovrei metterci sopra il doppio di blu x avere il verde?... queste sono prove che fanno i tecnici di arte.. io non lo sono...io ho la mia distinzione dei colori ...non li correggo mettendo sopra altro colore.. x me , di certo , non funziona così... x altri puo' anche darsi.. ciao R.
RispondiEliminaAllora bene, vorrà dire che sarai al riparo da pasticci cromatici, opinioni ambigue, sentimenti confusi e, cosa più importante di tutte, farai colazione...
RispondiEliminaCiao, D.
Ps Intendevo dire una cosa diversa e più sottile, ma va bene uguale...