Las Altas Finanzas según los zapatistas



El bolsillo roto

Con un auditorio lleno, en una mesa de reflexión en la que participaron Pablo González Casanova, Adolfo Gilly, Javier Elorriaga, Adriana López Monjardín y Sergio Rodríguez Lazcano, se celebró el segundo aniversario de la revista Rebeldía. Al término del acto, el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica transmitió un video donde el subcomandante insurgente Marcos leyó este texto.
La revista Rebeldía es cumpleañera y me ha pedido un texto para su aniversario. Yo les he respondido que ya no hago textos, ahora produzco videos para el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica (SZTI), "la única televisión que se lee".
Necios como son (por algo llevan ya dos años publicando), los de Rebeldía han replicado diciendo que poseen la tecnología necesaria para enlazarse con el SZTI y que basta con saber qué programa se transmite a la hora de su mesa redonda (que seguro es cuadrada) para que un número indeterminado de jirafas, perdón, de televidentes, se apersonen frente a la pantalla (o sea la cartulina) de la televisión zapatista.
Así las cosas, nuestro selecto público (por el número, se entiende) podrá ahora deleitarse con nuestro programa de finanzas zapatudas que, como todo economista posmoderno sabe, tiene como ejes fundamentales los siguientes: la paga, el crédito, las cuentas y un saldo.
Así que saquen sus calculadoras, sus ábacos y sus tablas de multiplicar, porque ya en la cartulina, o sea que en la pantalla, aparece...

I. La paga

Ignoro si la Eva todavía atesora el video de Escuela de vagabundos y si aún suspira cuando Pedro Infante le canta al oído a Miroslava. La Eva ya tiene 15 años y es, como decimos acá, toda una soltera. Eso quiere decir que al aleteo de sus ojos se sienten convocados vientos jóvenes que rondan su casa (cosa que, dicho de paso, no le causa ningún entusiasmo a su papá).
Hace casi diez años, cuando la Eva cumplía 4 y entraba en 5 (o sea que tenía 6 años), metió en un paliacate sus pocas pertenencias y salió, junto con todo su pueblo, al exilio. El 10 de febrero de 1995, de la mano de la traición de Ernesto Zedillo (ése que, junto con Dios, está en el altar del "cambio" foxista), helicópteros artillados, tanques de guerra y tropas de elite del Ejército federal mexicano tomaron su pueblo, Guadalupe Tepeyac, y, violando el derecho internacional, irrumpieron en la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), donde los pobladores tojolabales se habían refugiado.
El CICR, como luego lo habría de refrendar en el campamento de refugiados de Polhó, en los Altos de Chiapas, tiene vocación por la buena mesa y los halagos gubernamentales, y no por la labor humanitaria, así que nada dijo. El neoconverso a la democracia Gustavo Iruegas (quien, en una borrachera con Bernal y Del Valle, dio su memorable receta de "diálogo": "hay que acabar a las comunidades zapatistas; sin ellas, el EZLN no vale nada"), entonces arquitecto de la política zedillista contra el EZLN, consoló a la delegación de la Cruz Roja Internacional con una opípara cena en un restaurante de lujo en la Ciudad de México.
Mientras los "próceres" del humanismo y la neutralidad del CICR cenaban con el asesino desmemoriado, los pobladores de Guadalupe Tepeyac subían la montaña e iniciaban lo que serían siete años de exilio, mismos que no habrían de terminar hasta que la movilización de "sociedades" civiles nacionales e internacionales, en el contexto de la Marcha del Color de la Tierra, obligaron al gobierno de Fox a retirar el Ejército de esas tierras, posibilitando así el retorno de los autodenominados "tepeyaqueros".
Pero dejemos al discípulo dilecto de George Castañeda intentando engañar bobos con cenas y escritos con posiciones supuestamente democráticas, y permitamos que la Cruz Roja Internacional acumule ridículos y desprestigios en todo el planeta. Dejemos que en el carnaval de arriba siga el intercambio de máscaras y la venta de dignidades.
Dejemos eso y vayamos con la Eva. Ahora la Eva tiene 15 años y serios problemas económicos por delante. Hace diez años la Eva no iba a la escuela y no tenía más problemas que lavar ropa y cargar leña. Ahora va a la escuela y sus problemas no sólo crecieron, también se complicaron. Sin embargo, no tienen que ver con la suma, la resta, la multiplicación y la división. O bueno, sí, pero no en el salón de clases.
Resulta que la Eva no tenía la paga para conseguir un su cuaderno y un su lapicero. Alguien le ha ofrecido regalárselos, pero la Eva respondió con un: "Acaso estoy pidiendo que me den lo que no tengo".
Nadie entendió entonces a la Eva. Tampoco cuando la vieron ocupándose, hacendosa, en la cría de conejos. Mucho menos cuando pudo vender dos conejos y conseguir un poco de paga. La sorpresa vino cuando, en lugar de comprarse un su prensapelo, un su medio fondo o un su portapechitos, la Eva se mandó a comprar un cuaderno nuevecito que tiene muchas hojas: unas en blanco, otras con rayas y otras con cuadrícula. En la portada del cuaderno hay dibujada una Jirafa rosa cargando unos libros y la Eva, que también se mandó comprar un lapicero y un juego de plumines, le ha pintado un pasamontañas azul a la Jirafa.
"Acaso los zapatistas usan pasamontañas azul", le dice el Heriberto (su hermanito, que ahora tiene 13 años) cuando la Eva le muestra su cuaderno. La Eva vuelve a mirar su Jirafa y replica: "Acaso te estoy preguntando, si yo lo conseguí la paga de mi cuaderno y yo le pongo el pasamontañas del color que se me da la gana".
El Heriberto (que durante algunos años logró rehuir la escuela argumentando que qué iba a hacer si el maestro le preguntaba algo, porque él no sabía nada), está enojado, pero no con la Eva. Bueno, no sólo con la Eva, sino con el mundo entero. Está enojado porque no le dan un su caballo, a pesar de que ya ha demostrado que, subido en una piedra, puede alcanzar con su pie el estribo. El Heriberto se desespera, pero aprende, y no precisamente en la escuela.
Después de la respuesta de la Eva, el Heriberto va y se planta frente a sus papás y les dice: "Acaso estoy pidiendo que me den lo que no tengo. Yo lo voy a juntar la paga y me voy a comprar un mi caballo y lo voy a pintar de azul", y voltea a mirar a la Eva como pidiendo apoyo.
La Eva sigue haciendo la tabla del 7 y, sin siquiera voltear a verlo, le dice: "Acaso hay caballos azules".
"Hay", dice el Heriberto.
"No hay", dice la Eva.
"Hay", dice el Heriberto.
"No te doy dulce", dice la Eva.
"No hay", dice el Heriberto, que comprende que debe ser flexible y que, después de todo, todavía no tiene la paga y a él le gustan los caballos negros porque, dice que el Sup le dijo, "los caballos azules son para las niñas".
No le crean al Heriberto, los está mentirando. Yo no dije que los caballos azules son para las niñas.
Lo pensé, pero no lo dije.

II.- El crédito

En las conquistas de territorios en los siglos pasados, los poderosos buscaron siempre la coartada de la civilización. Civilizar no era otra cosa que domesticar. El despojo de riquezas continentales se llamó entonces "nacimiento de nuevas civilizaciones", y el fraude humano que significó no se refiere sólo a que nunca han podido demostrar que lo construido es mejor que lo destruido.
También, y sobre todo, a que la "domesticación" fracasó.
Una y otra vez, en la historia que arriba se escribe, la "pacificación" después de una guerra de conquista no era sino una definición del nuevo estatus de los contrarios: unos ganaron, otros perdieron. Es decir, unos domesticaron a otros. O en términos más llenos: unos pasaron a mandar y otros a obedecer.
En los grandes trancos que la humanidad ha dado desde entonces, para la historiografía del Poder las cosas no han cambiado mayormente: siguen habiendo guerras, siguen habiendo vencedores y vencidos, siguen las domesticaciones, y siguen quedando unos mandando y otros obedeciendo.
Una de las muchas consecuencias de esta manera de entender la historia es que define los acontecimientos con resultados definitivos de triunfo y derrota. En la historia de arriba no hay gradación en el éxito obtenido: se vence o se es vencido.
Y en el reparto de gracias y desgracias, el Poder es tan magnánimo como lo permita el pincel de quienes le adornan el rostro al de arriba y al de abajo.
Así, el consuelo para el derrotado no es la revancha, sino la belleza. De esta forma se construye la estética del derrotado: "Perdimos, sí, pero éramos tan hermosos".
Sin embargo, la derrota no tiene ninguna belleza. La aparente hermosura de la nostalgia que la adorna no ha sido construida desde abajo. Es sólo una mala pintura para que nosotros, los derrotados de siempre, sigamos siempre derrotados, enamorados de la caída y convencidos de que la victoria no nos pertenece porque su fealdad sólo atañe al poderoso.
Lo que el Poder quiere es, simple y sencillamente, que volvamos a luchar, sí, pero sin otro objetivo que acumular esas bellezas que no son sino la triste moneda de la derrota. Ahora tenemos los almacenes repletos de ella, y sólo la podemos comercializar con otros como nosotros, abajo.
En suma, en las finanzas de la desmemoria, el que gana cobra al contado, el que pierde paga a crédito y a largo plazo. El sistema bancario del Poder sólo ofrece a los de abajo crédito para la derrota. Mientras más crezca la cuenta de nuestras caídas, más fastuosa será la bienvenida que recibamos en el sistema bancario de la desesperanza.
Sin embargo, algo no embona. Como si fueran piezas de rompecabezas en un tablero equivocado, la resistencia a la domesticación y la rebeldía contra la cadena de mando/obediencia, rompen con la lógica de una historia impuesta y se niega a adquirir el póster tridimensional del hermoso ángel caído.
Cuando el Poder escribe la palabra "FIN", la resistencia agrega el signo de interrogación que no sólo cuestiona el fin de la historia, sino que, también, se niega a aceptar un mañana que sólo la incluye como derrotada. De esta forma, apostando a transformar el futuro, la resistencia apuesta a cambiar el pasado.
La resistencia es así el doble vaivén de la mirada, el que niega y el que afirma. El que niega el fin de la historia y el que afirma la posibilidad de rehacerla.

III. Las cuentas

Hacer realidad las cuentas en La Realidad no es sencillo. Sentado junto a mí, Andrés está "enseñándome" a contar. Manteniendo la respiración, Andrés empieza por el uno y pasa sin dificultad hasta el 77. Al llegar ahí acelera y, ya morado, termina con un "97, 98, 99 y siento que ya no puedo más". Andrés se me queda viendo. Yo entiendo que tengo que felicitarlo (y, por supuesto, no debo hacer notar que omitió los números del 37 al 66), así que aplaudo discretamente.
El Andrés vive en La Realidad y tiene 7 años y está entrado en 8. Nació el mismo día en que se firmaron los primeros Acuerdos de San Andrés, donde el gobierno federal se comprometía a reconocer, en la Constitución, los derechos y la cultura de los pueblos indios de México.
Ahora estamos con el Andrés sentados a la orilla del arroyo donde se bañan los caballos. Llegamos ahí corriendo, después de tomar por asalto la tiendita La Nana, en el caracol de La Realidad. Ahora podemos descansar, porque todavía falta para que encuentren al Moy y le digan que "Vino el Sup con unos niños y se llevaron los Totis, las galletas Marías, los chicles y los refrescos, y dijeron que van a pagar hasta cuando ganemos la guerra", lo que no es sino una mentira flagrante, porque no había refrescos.
Pensando que me ha conmovido con su "cuenta" hasta el cien, Andrés me confiesa que tiene roto el bolsillo del pantalón y que se le cayó todo su botín. Yo hago como que no vi que lo escondió detrás de un arbusto y le convido de mis Totis.
Con la boca repleta de frituras y con un tono mantecoso, Andrés me dice que él, cuando sea grande, va a ser contador. Yo entiendo que Andrés no quiere decir lo que quiere decir, y le pregunto qué va a contar.
"Estrellas", me dice, como si dijera "vacas".
"Mmh, pero ésas son muchas", le digo tratando de orientarlo a una profesión más lucrativa.
El dice: "No importa, yo aquí voy a estar hasta tarde".
Yo le iba a pedir que me firmara un autógrafo cuando llegan el Olivio y el Marcelo a invitarme a cazar "gallinita de agua". Yo les pregunto si no tienen miedo. Ellos se indignan.
"Ya somos grandes ya", me dicen-informan-advierten.
"¿Cuántos años tienen, pues?", les pregunto.
"Ya no alcanzan las manos para hacer la cuenta", me dicen, así que yo debo deducir que tienen 11 años.
Viendo un rollo de galletas Marías, el Olivio me dice: "Oí Zup, en el caracol ya llegaron ya los promotores de salud".
"", dice el Marcelo, "...¡y traen muchas inyecciones!"
Les di las galletas Marías. De todos modos a mí las que me gustan son las Pancrema.
El Olivio y el Marcelo prometieron avisarme cuando se vayan los promotores, así que sigo escondido en la Ceiba, mientras el Andrés está de guardia.
Aunque ya está oscuro, sé que sigue ahí. Claro escucho que cuenta: "35, 36, 57, 58, 59..."
De pronto se detiene y, hasta la copa de la Ceiba avienta una pregunta:
"Oí Zup, las estrellas que se caminan, ¿cuentan o no cuentan?"

IV. Un saludo

(In) definición financiera de la rebeldía: "Una cantidad indefinida de jirafas que de pie sueñan que en su cuenta aparecen estrellas feas y no hermosas derrotas. No son sujetas de crédito y, sobre todo, ni se venden ni se compran. De rendirse mejor ni hablar."

Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos

P.D. Aquí termina nuestro programa de finanzas globalizadas. Siga sintonizando el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica, "la única televisión que se lee".



La tasca rotta

In un auditorium colmo di persone, ad un tavolo di riflessioni cui hanno partecipato Pablo González Casanova, Adolfo Gilly, Javier Elorriaga, Adriana López Monjardín e Sergio Rodríguez Lazcano, si è celebrato il secondo anniversario della rivista Rebeldía. Al termine dell'evento, il Sistema Zapatista di Televisione Intergalattica ha trasmesso un video in cui il Subcomandante Insurgente Marcos ha letto il seguente testo.
La rivista Rebeldía compie gli anni e mi ha chiesto uno scritto per il suo anniversario. Io gli ho spiegato che non faccio dei testi scritti ma che adesso produco dei video per il Sistema Zapatista di Televisione Intergalattica (SZTI), "l'unica televisione che si legge".
Ostinati come sempre (non per nulla è già due anni che pubblicano la rivista), quelli di Rebeldía hanno replicato dicendo di possedere la tecnologia necessaria per collegarsi al SZTI e che basta sapere che programma si trasmette all'ora della loro tavola rotonda (che sicuramente è quadrata) perché un numero indeterminato di giraffe, pardon, di telespettatori, si affolli davanti allo schermo (cioè il cartoncino) della televisione zapatista.
Così stanno le cose, il nostro pubblico selezionato (per il numero, si capisce) potrà ora dilettarsi con il nostro programma di finanze zapatudas che, come ogni economista postmoderno sa, poggia sui seguenti assi fondamentali: la paga, il credito, i conti ed un saldo.
Quindi, tirate fuori le vostre calcolatrici, i taccuini e le tavole pitagoriche, perché sul cartoncino, cioè sullo schermo, sta già apparendo...

I. La paga

Ignoro se la Eva ancora apprezza il video di Scuola di Vagabondi e se sospira ancora quando Pedro Infante canta all'orecchio di Miroslava. La Eva ha già 15 anni e, come diciamo qua, è ancora nubile. Questo vuole dire che ad ogni suo battito di ciglia intorno a casa sua accorrono frotte di giovanotti (cosa che, detto chiaro, non entusiasma affatto suo papà).
Quasi dieci anni fa, quando la Eva compiva 4 anni ed entrava nei 5 (cioè, ne aveva 6 anni), mise in un paliacate i suoi pochi averi e se ne andò in esilio insieme a tutto il villaggio. Il 10 febbraio 1995, per mano del tradimento di Ernesto Zedillo (quello che, insieme a Dio, sta sull'altare del "cambiamento" foxista), elicotteri da guerra, carri armati e truppe scelte dell'Esercito federale messicano occuparono il suo villaggio, Guadalupe Tepeyac e, violando il diritto internazionale, irruppero nella sede del Comitato Internazionale della Croce Rossa (CICR) dove si erano rifugiati gli abitanti tojolabales.
Il CICR, come poi avrebbe dimostrato nell'accampamento profughi di Polhó, negli Altos del Chiapas, ha la vocazione per la buona tavola e le lusinghe governative, ma non per l'opera umanitaria, quindi non disse nulla. Il neoconvertito alla democrazia Gustavo Iruegas (che, in una sbornia con Bernal e Del Valle, diede la sua memorabile ricetta per il "dialogo": "bisogna distruggere le comunità zapatiste; senza di loro l'EZLN non è niente"), allora architetto della politica zedillista contro l'EZLN, consolò la delegazione della Croce Rossa Internazionale con un'abbondante cena in un ristorante di lusso di Città del Messico.
Mentre i "fautori" dell'umanitarismo e della neutralità del CICR cenavano con l'assassino smemorato, gli abitanti di Guadalupe Tepeyac salivano sulla montagna ed iniziavano quelli che sarebbero stati sette anni di esilio terminati solo con la mobilitazione delle "società" civili nazionali ed internazionali, nel contesto della Marcia del Colore della Terra, che ha obbligato il governo di Fox a ritirare l'Esercito da quelle terre permettendo così il ritorno degli autodenominatisi "tepeyaqueros."
Ma lasciamo il discepolo diletto di George Castañeda mentre cerca di ingannare gli stupidi con cene e scritti su posizioni solo presumibilmente democratiche, e la Croce Rossa Internazionale che accumula il ridicolo ed il discredito in tutto il pianeta. Lasciamo che nel carnevale di sopra continui lo scambio di maschere e la vendita di dignità.
Lasciamo tutto questo ed andiamo con la Eva. Ora la Eva ha 15 anni e seri problemi economici davanti a sé. Dieci anni fa la Eva non andava a scuola e non aveva altri problemi che fare il bucato ed andare per legna. Ora va a scuola ed i suoi problemi non solo aumentati, ma si sono anche complicati. Tuttavia, non hanno a che vedere con la somma, la sottrazione, la moltiplicazione e la divisione. O meglio, sì, ma non nell'aula scolastica.
La Eva non aveva i soldi per un quaderno ed una matita. Qualcuno ha offerto di regalarli ma la Eva ha risposto con un: "Chiedo che mi diano quello che non ho."
Nessuno allora comprese la Eva. Neppure quando la videro occuparsi con operosità dell'allevamento di conigli. Tanto meno quando poté vendere due conigli ed avere un guadagno. La sorpresa arrivò quando, invece di comprarsi un fermacapelli, una sottana o un reggiseno, la Eva andò a comperarsi un quaderno nuovo con molte pagine: alcune bianche, altre con le righe ed altre con i quadretti.
Sulla copertina del quaderno è disegnata una Giraffa rosa che porta alcuni libri e la Eva, che si era comperata anche una matita ed una serie di pastelli, ha disegnato un passamontagna azzurro alla Giraffa.
"Da quando gli zapatisti portano passamontagna azzurri?", le dice l'Heriberto (suo fratello che ora ha 13 anni) quando la Eva gli mostra il suo quaderno. La Eva guarda la sua Giraffa e replica: "Non te l'ho chiesto e siccome il mio quaderno me lo sono comperato con il mio guadagno, io gli metto il passamontagna del colore che ne ho voglia."
L'Heriberto (che per alcuni anni è riuscito a sfuggire alla scuola argomentando che cosa avrebbe fatto se il maestro gli avrebbe chiesto qualcosa, perché non sapeva niente), è arrabbiato, ma non con la Eva. Beh, non solo con la Eva, ma col mondo intero. È arrabbiato perché non gli danno un suo cavallo malgrado abbia dimostrato che, salendo su un sasso, può raggiungere la staffa. L'Heriberto si dispera, ma impara, e non precisamente a scuola.
Dopo la risposta di Eva, Heriberto va dai suoi genitori e dice loro: "Chiedo che mi diano quello che non ho. Io metterò insieme un guadagno e mi comprerò un mio cavallo e lo dipingerò di azzurro", e si gira verso la Eva come per chiedere appoggio.
La Eva continua a fare la tabellina del 7 e, senza neppure voltarsi a guardarlo, gli dice: "Da quando ci sono cavalli azzurri?".
"Ci sono", dice l'Heriberto.
"No", dice la Eva.
"Ci sono", dice l'Heriberto.
"Non ti do il dolcetto", dice la Eva.
"Non ci sono", dice l'Heriberto, che comprende che deve essere flessibile e che, dopotutto, non ha ancora la paga e a lui piacciono i cavalli neri perché, dice che il Sub gli ha detto, "i cavalli azzurri sono per le bambine."
Non credete all'Heriberto, vi sta mentendo. Io non gli ho detto che i cavalli azzurri sono per le bambine.
L'ho pensato, ma non gliel'ho detto.

II. Il credito

Nei secoli scorsi, per conquistare territori i potenti hanno sempre utilizzato l'alibi della civilizzazione.
Civilizzare non era nient'altro che addomesticare. Il saccheggio delle ricchezze del continente fu allora chiamato "nascita di nuove civiltà" e la frode umana che ciò significò non si riferisce solo al fatto che non hanno mai potuto dimostrare che quanto costruito fosse meglio di quanto distrutto.
Inoltre, e soprattutto, "l'addomesticamento" è fallito.
Sempre, nella storia che si scrive dall'alto, la "pacificazione" dopo una guerra di conquista non era altro che una definizione del nuovo status dei contrari: alcuni avevano vinto, altri perso. Cioè, alcuni hanno addomesticato altri. O, in termini più precisi: alcuni sono passati a comandare ed altri ad obbedire.
Nonostante i grandi passi che l'umanità ha fatto da allora, per la storiografia del Potere le cose non sono molto cambiate: continuano ad esserci guerre, continuano ad esserci vincitori e vinti, continuano gli addomesticamenti e continuano ad esserci alcuni che comandano ed altri che obbediscono.
Una delle molte conseguenze di questo modo di intendere la storia è che definisce gli avvenimenti in termini assoluti di trionfo e sconfitta. Nella storia dell'alto non c'è via di mezzo nel successo ottenuto: o si vince o si è vinti.
E nella ripartizione di grazie e disgrazie, il Potere è magnanimo tanto quanto lo consenta il pennello di coloro che ritraggono poi i volti di chi sta in alto e di chi sta in basso Così, la consolazione dello sconfitto non è la rivincita ma la bellezza.
In questo modo si costruisce l'estetica dello sconfitto: "Abbiamo perso, ma eravamo così belli."
Tuttavia, la sconfitta non ha nessuna bellezza. L'apparente bellezza della nostalgia che l'adorna non è stata costruita dal basso. È solo un brutto quadro affinché noi, gli sconfitti di sempre, continuiamo ad essere sempre sconfitti, innamorati della caduta e convinti che la vittoria non ci appartenga perché la sua bruttezza concerne solo al potente.
Quello che il Potere vuole è, semplicemente, che ritorniamo a lottare, sì, ma senz'altro obiettivo che accumulare quelle bellezze che altro non sono che la triste moneta della sconfitta. Ne abbiamo i magazzini strapieni e possiamo commercializzarla solo con altri come noi, in basso.
Insomma, nelle finanze della smemoratezza, quello che vince riscuote in contanti, quello che perde paga a credito e a lungo termine. Il sistema bancario del Potere, a quelli in basso offre solo credito per la sconfitta. Quanto più cresce il conto delle nostre cadute, più fastoso sarà il nostro benvenuto nel sistema bancario della disperazione.
Tuttavia, qualcosa non quadra. Come se fossero pezzi di un puzzle su una tavola sbagliata, la resistenza all'addomesticamento e la ribellione contro la catena di comando/obbedienza, rompono con la logica di una storia imposta e rifiutano di assimilarsi al poster tridimensionale del bell'angelo caduto.
Quando il Potere scrive la parola "FINE", la resistenza aggiunge il punto di domanda che non solo mette in discussione la fine della storia, ma si rifiuta inoltre di accettare un domani che la include solo come sconfitta. In questo modo, scommettendo sulla trasformazione del futuro, la resistenza scommette di cambiare il passato.
La resistenza è così il doppio viavai dello sguardo, che nega e che afferma. Che nega la fine della storia e che afferma la possibilità di rifarla.

III. I conti

Rendere reali i conti a La Realidad non è semplice. Seduto vicino a me, Andrés sta "insegnandomi" a contare. Trattenendo il respiro, Andrés incomincia dall'uno ed arriva senza difficoltà fino al 77. Arrivato lì accelera e, già paonazzo, finisce con un "97, 98, 99 e non ce la faccio più". Andrés mi guarda. Io capisco che devo congratularmi con lui (e, ovviamente, non devo fare notare che ha omesso i numeri dal 37 al 66) dunque, applaudo discretamente.
Andrés vive a La Realidad ed ha 7 anni e sta entrando negli 8. E' nato lo stesso giorno in cui furono firmati i primi Accordi di San Andrés, dove il governo federale si impegnava a riconoscere, nella Costituzione, i diritti e la cultura dei popoli indio del Messico.
Ora siamo seduti con Andrés sul bordo del ruscello dove si lavano i cavalli. Siamo arrivati lì di corsa dopo avere preso d'assalto il negozio La Nina, nel caracol La Realidad. Ora possiamo riposare perché c'è ancora tempo prima che incontrino il Moy e gli dicano che "E' venuto il Sup con alcuni bambini e si sono presi i Totis, i biscotti Marías, le gomme da masticare e le bibite ed hanno detto che pagheranno quando avremo vinto la guerra", che è solo una clamorosa menzogna, perché non c'erano le bibite.
Pensando che mi ha commosso col suo "conteggio" fino a cento, Andrés mi confessa che ha la tasca del pantaloni rotta e che ha perso tutto il suo bottino. Io faccio come se non avessi visto che l'ha nascosto dietro un arbusto e spartisco con lui i miei Totis.
Con la bocca strapiena di patatine e con le labbra unte, Andrés mi dice che lui, quando sarà grande, diventerà contabile. Io capisco che Andrés non vuole dire quello che vuole dire, e gli domando che cosa conterà.
"Stelle", mi dice, come se dicesse "vacche".
"Mmh, ma sono tantissime", gli dico tentando di orientarlo ad una professione più lucrosa.
Lui dice: "Non importa, io qui ci starò fino a tardi".
Gli avrei chiesto di firmarmi un autografo quando arrivano l'Olivio ed il Marcelo ad invitarmi a cacciare "gallinelle d'acqua". Io domando loro se non hanno paura.
Loro s'indignano. "Oramai siamo grandi", mi dicono-informano-avvertono.
"Quanti anni avete?
", domando.
"Non bastano le mani per fare il conto", mi dicono, cosicché devo dedurre che hanno 11 anni.
Guardando un pacchetto di biscotti Marías, l'Olivio mi dice: "Senti Zup, nel caracol sono arrivati i promotori di salute."
"", dice il Marcelo, "..ed hanno un mucchio di iniezioni!"
Ho dato loro i biscotti Marías. Comunque, a me piacciono i Pancrema.
L'Olivio ed il Marcelo mi avevano promesso di avvisarmi quando i promotori se ne sarebbero andati, e resto così nascosto sulla Ceiba mentre l'Andrés sta di guardia.
Benché sia già buio, so che è ancora lì sotto. Sento chiaramente che sta contando: "35, 36, 57, 58, 59..."
All'improvviso si trattiene ed una domanda arriva fino alla cima della Ceiba:
"Senti Zup, le stelle che si muovono, contano o non contano?"

IV. Un saluto

(In)definizione finanziaria della ribellione: "Una quantità indefinita di giraffe che sognano che nel loro conteggio ci siano brutte stelle e non belle sconfitte. Non sono soggette a credito e, soprattutto, non si vendono né si comprano. Di arrendersi nemmeno a parlarne."

Dalle montagne del Sudest Messicano.
Subcomandante Insurgente Marcos



P.S. Qui finisce il nostro programma di finanze globalizzate. Continuate a stare sintonizzati sul Sistema Zapatista di Televisione Intergalattica, "l'unica televisione che si legge."

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