Carmen Castillo Echeverría
Salvador Allende e Miguel Enríquez rimangono nella memoria sociale perché sono eroi del popolo. Sono quelli che hanno lottato per la giustizia, la libertà e per un mondo solidale e democratico.
Carmen Castillo Echeverría
La tarde del sábado 5 de octubre de 1974, hace 30 años, Carmen Castillo Echeverría caía aturdida y con un brazo destrozado por el efecto de una granada que explotó en me-dio de la sala de una casa que servía de refugio al principal jefe de la resistencia contra la dictadura militar chilena. Junto a ella, su subametralladora Scorpio y su compañero, el médico Miguel Enríquez Espinosa, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que se enfrentó a varias decenas de militares.
Hoy se sabe que el enfrentamiento duró tres horas y que 10 balazos mataron al hombre que había decidido no salir de Chile y ponerse al frente de los primeros pasos de largos 17 años de lucha antidictatorial.
La cineasta Carmen Castillo, opuesta "al culto a la muerte en que suele caer la izquierda", reivindica "la construcción de una resistencia y una rebeldía nueva, que crea e inventa" y que se funde "con la memoria popular" donde figuran los líderes y las organizaciones de lo que fue la "izquierda revolucionaria" de América Latina.
"Ahora le toca a Miguel", le dijo el presidente Salvador Allende a su hija Beatriz, Tati, en pleno combate en el palacio de La Moneda. En efecto, Miguel Enríquez al frente del MIR - que llegó a tener unas 500 armas y unos 10 mil militantes - encabezó la embrionaria resistencia que, a la larga, dejó 450 miristas asesinados o desaparecidos y unas 4 mil de sus gentes en la cárcel y el exilio.
Aquella tarde Carmen Castillo salvó la vida por la atención de un médico y una enfermera que aún siguen en el anonimato. Herida, la golpearon y torturaron.
Después de semanas en el Hospital Militar, fue expulsada de Chile bajo la mirada atenta del general Manuel Contreras, jefe de la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional), la policía secreta pinochetista. Tres décadas después, en medio de diversas actividades ma-sivas en Chile y otros países de recuerdo a Miguel Enríquez, evoca y proyecta.
- Treinta años después y los chilenos, sobre todo los jóvenes, recuerdan a Miguel Enríquez, a Salvador Allende. ¿Qué logra esa permanencia?
- Ellos se mantienen en la me-moria social porque son los hé-roes del pueblo. Son los que lu-charon por la justicia, por la libertad y por un mundo solidario, democrático. Y eso se mantiene como objetivo en la medida que este Chile es el país de los ricos, del dinero, del consumismo, del neoliberalismo. Salvador Allende y Miguel Enríquez son dos figuras fundamentales en la memoria viva popular, en todos aquellos que crean e inventan nuevas formas de organización y de pensar. Porque no son las mismas ideas ni las mismas formas de antes; no pueden ser las mismas, porque el mundo ha cambiado, la realidad ha cambiado. Persiste la esencia del deseo de luchar contra las injusticias, de crear poder popular, de crear autonomías, saber que si son dos y no uno son más fuertes, entender que sólo la lucha nos ha-rá libres. En Chile las redes co-mienzan ya a constituirse, en las poblaciones, las universidades, en zonas suburbanas.
Miguel Enríquez es parte de la memoria popular y está en la emergencia de grupos organizados, de agrupaciones de la sociedad civil popular. Miguel está presente, con sus objetivos, porque la situación de los pobres, del pueblo, es igual o peor. No hay política de Estado en Chile que responda a las mínimas demandas populares, los índices de disminución de la pobreza son falsos. No consideran pobre a alguien que tenga una radio, o un refrigerador, son los objetos los que determinan si hay o no pobreza. Se ignora si la gente tiene trabajo, si come bien, si tiene salud y educación.
- Se ve a Miguel Enríquez y a otros dirigentes revolucionarios como algo dogmáticos, menos flexibles de lo que es hoy la expresión de rebeldía.
- Éramos de otra época. Creo, en todo caso, que el MIR era poco dogmático en sus orígenes, muy iconoclasta, no hay que olvidar que llamó a votar por Allende, no estuvimos encerrados en una lógica de lucha armada, nos dimos cuenta que el periodo prerrevolucionario era de masas; creamos cultura, creamos medios de comunicación, inventamos un lenguaje. No fuimos estalinistas y hubo una enorme crítica al mundo del socialismo real, pensábamos en la lu-cha continental. Tú mencionas otros dirigentes y con ellos vino la alianza con el Ejército Revolucionario del Pueblo argentino, con los Tupamaros de Uruguay y los del Ejército de Liberación Nacional en Bolivia. Claro que después del golpe de Estado (del 11 de septiembre de 1973, en Chile) nos pusimos cada vez peores, es cierto, dogmáticos, cerrados, aparece el culto a la muerte, la noción de vanguardia, ya no somos capaces de leer la realidad de Chile.
- ¿Puede haber un punto de encuentro entre esos movimientos revolucionarios y las expresiones de resistencia antineoliberal, del zapatismo, del movimiento indígena de hoy?
- Los sobrevivientes del MIR, de esos años, y los jóvenes de hoy, hemos debatido estos días recordando a Miguel. El MIR se acaba en los años 90 como partido. Pero hay una cultura mirista en Chile, una postura mirista, y esa cultura y esa postura tiene mucho que ver y mucho que verse en el zapatismo,
esa cultura de rebeldía en Chile tiene mucho que ver y verse en el
zapatismo, en las nuevas rebel-días, en las nuevas luchas y en la radicalidad de hoy. Muchos miristas viejos, muchos rebeldes de an-tes, hemos recobrado y hemos cristalizado no haber sido aniquilados a partir de la aparición del zapatismo. Fuimos derrotados pe-ro no aniquilados en el alma y en el deseo de que el mundo cambie.
Por ejemplo, es impresionante como en Chile se estudia los textos del zapatismo, las luchas del zapatismo, entre el movimiento mapuche, en el movimiento sub-urbano, en los pequeños cordones industriales que están apareciendo, entre los estudiantes. Para mí, hay en la memoria y en la práctica de todos los días, una relación yo diría ontológica, poética, filosófica y de la inteligencia política en-tre lo que fue el mirismo y la re-beldía de Miguel Enríquez con fenómenos como el zapatismo.
- Chile se muestra como la pa-nacea del neoliberalismo. ¿Ha surgido una forma de pensamiento distinto, hay una reconstrucción de la rebeldía?
- Existe un pensamiento nuevo y crítico. A nivel del poder no hay intelectuales críticos, los únicos que aparecen son los empresarios, los políticos de arriba, los funcionarios que no tienen ninguna relación con la sociedad civil, y el divertimento, la farándula. Pero hay un pensamiento nuevo y está emergiendo, por suerte, sin dogmatismo. Lo que está quedando de la memoria es que resistir es crear. Hay un pensamiento crítico, personas que lo expresan, hay una cultura musical nueva, ahí están los hip-hop, hay teatro crítico, hay células universitarias, hay redes populares. Hay una circulación de pensamiento por la base, a través de los de abajo. Se está construyendo una rebeldía. Se ve. No sé si eso se convertirá algún día en una alternativa más visible, pero por el momento la tarea es construir el movimiento popular y su propio pensamiento en este Chile que lo quieren presentar tan exitoso. Hay otro lado de la realidad.
- Evocar a Miguel Enríquez, al movimiento revolucionario de los años 70 que algunos sepultan, ¿tendrá que ver con una cultura política, un sentido de pertenencia rebelde a nivel latinoamericano?
- Eso es, es la cultura de decir "ya basta", de decir "no", como lo dicen los zapatistas. Hay en América Latina una cultura de rebeldía, sí, y es una cultura que crea, que inventa, que es inteligente. Y es una cultura, un sentido, que han tratado de aplastar y, la verdad, no lo han podido.
- ¿Cómo se siente a 30 años de esa tarde de balas, de dolor?
- Me siento con mucha fuerza porque lo estoy viviendo, realmente, actuando. No siento nostalgia, porque Miguel está presente en mi cabeza, en mi cuerpo, y está presente como alguien con quien pensamos y actuamos juntos. Eso lo siento, hoy, en muchos compañeros. Estoy, estamos, con mucha energía, con mucha fuerza, hay mucha fuerza en lo que esta pasando en estos días, en esta época.
Hugo R. Guzman
Il pomeriggio di sabato 5 ottobre del 1974, 30 anni fa, Carmen Castillo Echeverría cadeva tramortita e con un braccio spezzato per l'effetto di una granata esplosa in mezzo alla stanza di una casa che serviva da rifugio al capo della resistenza contro la dittatura militare cilena. Accanto a lei, la sua mitraglietta Scorpio ed il suo compagno, il medico Miguel Enríquez Espinosa, segretario generale del Movimento di Sinistra Rivoluzionaria (MIR), che affrontò diverse decine di militari.
Oggi sappiamo che lo scontro è durato tre ore e che 10 colpi hanno ucciso l'uomo che aveva deciso di non uscire dal Cile e mettersi a capo dei primi passi dei lunghi 17 anni di lotta contro la dittatura.
La cineasta Carmen Castillo, si oppone "al culto alla morte in cui normalmente cade la sinistra", rivendica "la costruzione di una resistenza ed una ribellione nuova che crea ed inventa" e che si fonde "con la memoria popolare" dove figurano i leader e le organizzazioni di quella che fu la "sinistra rivoluzionaria" dell'America Latina.
"Adesso tocca a Miguel", disse il presidente Salvador Allende a sua figlia Beatriz, Tati, in pieno combattimento nel palazzo de La Moneda. In effetti, Miguel Enríquez alla testa del MIR - che arrivò a 10 mila militanti e circa 500 armi - capeggiò la nascente resistenza che, alla fine, lasciò sul campo 450 militanti del MIR assassinati o scomparsi e circa 4 mila dei loro famigliari in prigione e in esilio.
Quel pomeriggio Carmen Castillo si salvò grazie alle cure di un medico e di un'infermiera che sono ancora coperti dall'anonimato. Ferita, la picchiarono e torturarono.
Dopo settimane nell'Ospedale Militare, fu espulsa dal Cile sotto lo sguardo attento del generale Manuel Contreras, capo della Dina (Direzione di Intelligenza Nazionale), la polizia segreta di Pinochet. Tre decenni più tardi, con diverse iniziative in Cile ed in altri paesi in ricordo di Miguel Enríquez, si rievoca e si ridà attualità.
- Trent'anni dopo i cileni, soprattutto i giovani, ricordano Miguel Enríquez, Salvador Allende. A cosa è dovuto il persistere di questo ricordo?
- Restano nella memoria sociale perché sono gli eroi del popolo. Sono quelli che hanno lottato per la giustizia, per la libertà e per un mondo solidale, democratico. E questo continua ad essere l'obiettivo nella misura in cui questo Cile è il paese dei ricchi, del denaro, del consumismo, del neoliberismo. Salvador Allende e Miguel Enríquez sono due figure fondamentali nella memoria viva popolare, in tutti quelli che creano ed inventano nuove forme di organizzazione e di pensiero. Perché non sono le stesse idee né gli stessi modi di prima; non possono essere gli stessi perché il mondo è cambiato, la realtà è cambiata. Persiste l'essenza del desiderio di lottare contro le ingiustizie, di creare un potere popolare, di creare autonomie, di sapere che se si è in due e non uno, si è più forti, di capire che solo la lotta ci renderà liberi. In Cile cominciano a costituirsi le reti tra la gente, le università, nelle zone suburbane.
Miguel Enríquez è parte della memoria popolare ed è di supporto ai gruppi organizzati, ai raggruppamenti della società civile popolare. Miguel è presente, con i suoi obiettivi, perché la situazione dei poveri, del popolo, è uguale o peggiore. Non c'è una politica di stato in Cile che risponda alle minime richieste popolari, gli indici di diminuzione della povertà sono falsi. Non considerano povero qualcuno se ha una radio, o un frigorifero: sono gli oggetti che determinano se c'è o no la povertà. Si ignora se la gente ha un lavoro, se mangia bene, se ha salute ed educazione.
- Miguel Enríquez ed altri dirigenti rivoluzionari sono visti come dogmatici, meno flessibili di quello che è oggi l'espressione di ribellione.
- Eravamo in un'altra epoca. Credo, in ogni caso, che il MIR in origine fosse poco dogmatico, molto iconoclasta, non bisogna dimenticare che invitò a votare per Allende, non eravamo rinchiusi in una logica di lotta armata, ci rendemmo conto che il periodo pre-rivoluzionario era di massa; creammo cultura, creammo mezzi di comunicazione, inventammo un linguaggio. Non eravamo stalinisti e facemmo una pesante critica del mondo del socialismo reale, pensavamo alla lotta continentale. Tu citi altri dirigenti e con loro arrivò l'alleanza con l'Esercito Rivoluzionario dal Popolo argentino, con i Tupamaros dell'Uruguay e quelli dell'Esercito di Liberazione Nazionale in Bolivia. Indubbiamente dopo il colpo di Stato (dell'11 settembre 1973, in Cile) peggiorammo, certo, diventammo dogmatici, chiusi, apparve il culto alla morte, la nozione di avanguardia, non eravamo più capaci di leggere la realtà del Cile.
- Può esserci un punto di incontro tra quei movimenti rivoluzionari e le espressioni di resistenza antineoliberista, lo zapatismo, il movimento indigeno di oggi?
- I sopravvissuti del MIR, di quegli anni, con i giovani di oggi, in questi giorni abbiamo discusso ricordando Miguel. Il MIR, come partito, finisce negli anni 90. Ma in Cile c'è una cultura mirista, una posizione mirista, e questa cultura e questa posizione ha molto a che vedere con lo zapatismo, questa cultura di ribellione in Cile ha molto a che vedere con lo zapatismo nelle nuove forme di ribellione, nelle nuove lotte e nella radicalità di oggi. Molti vecchi miristi, molti vecchi ribelli, ci siamo accorti di non essere stati annichiliti a partire dall'apparizione dello zapatismo. Siamo stati sconfitti ma non annichiliti nell'anima e nel desiderio che il mondo cambi.
Per esempio, è impressionante come in Cile si studino i testi dello zapatismo, le lotte dello zapatismo, tra il movimento mapuche, nel movimento suburbano, nei piccoli cordoni industriali che stanno apparendo, tra gli studenti. Per me, nella memoria e nella pratica di tutti i giorni c'è una relazione io direi ontologica, poetica, filosofica e dell'intelligenza politica tra quello che fu il mirismo e la ribellione di Miguel Enríquez con fenomeni come lo zapatismo.
- Il Cile si mostra come la panacea del neoliberismo. È sorta una forma di pensiero diverso, c'è una ricostruzione della ribellione?
- Esiste un pensiero nuovo e critico. A livello del potere non ci sono intellettuali critici, gli unici che appaiono sono gli impresari, i politici in alto, i funzionari che non hanno nessuna relazione con la società civile, il divertimento, l'allegra compagnia. Ma c'è un pensiero nuovo che sta emergendo, per fortuna, senza dogmatismo. Quello che permane della memoria è il resistere, il creare. C'è un pensiero critico, persone che l'esprimono, c'è una cultura musicale nuova, c'è l'hip-hop, c'è teatro critico, ci sono cellule universitarie, ci sono reti popolari. C'è una circolazione di pensiero tra la base, attraverso quelli che stanno in basso. Si sta costruendo una ribellione. Si vede. Non so se questo si trasformerà un giorno in un'alternativa più visibile, ma per il momento il compito è costruire il movimento popolare ed il suo pensiero in questo Cile che viene mostrato tanto di successo. Esiste un'altra faccia della realtà.
- Evocare Miguel Enríquez, il movimento rivoluzionario degli anni '70 che alcuni hanno sepolto, può avere a che vedere con una cultura politica, un senso di appartenenza ribelle a livello latinoamericano?
- Certo, è la cultura di dire "basta", di dire "no", come dicono gli zapatisti. In America Latina c'è una cultura di ribellione, ed è una cultura che crea, che inventa, intelligente. E' una cultura, un sentimento, che hanno tentato di schiacciare e, in verità, non ci sono riusciti.
- Come si sente a 30 anni da quel pomeriggio di pallottole, di dolore?
- Mi sento molto forte perché sto vivendo, realmente, agendo. Non sento nostalgia, perché Miguel è presente nella mia mente, nel mio corpo, ed è presente come qualcuno con cui pensiamo ed agiamo insieme. Questo sento, oggi, in molti compagni. Ho, abbiamo, molta energia, molta forza, c'è molta forza in quello che sta accadendo in questi giorni, in questa epoca.
Hugo R. Guzman
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