La velocidad del sueño (tercera parte)



El club de las caricaturas mutuas

¿Cuál es la velocidad del sueño?
No lo sé.


"No lo sé", esas tres palabras deberían estar más presentes en el repertorio de todos, tan obligados como a veces nos sentimos a opinar acerca de todo, y a suplantar opiniones por dogmas y recetas ("verdades", dicen).
En el Club de las caricaturas mutuas, es decir, en la selecta intelectualidad que, en y desde los medios masivos de comunicación de derecha (y algunos "de izquierda"), se mantiene ajena ("objetiva", dicen) a la realidad, hace tiempo que la crítica y el debate fueron suplantados por el escándalo mediático, por "neutralidades" (que, al fin de la edición, son más fundamentalistas que Bush-Bin Laden), y por profecías que no importa si no se argumentan ni se cumplen ("después de todo, ¿a quién le importa la realidad?")
Cortesanos versátiles en la periferia del poder, esos intelectuales hablan de todo, son expertos en todo. En su filosofía instantánea y soluble ("salimos al aire-entrego mi colaboración en unos minutos, mi buen, no hay tiempo de pensar en lo que se va a decir-escribir"), estos neofilósofos de la postmodernidad, siguiendo las modas que se renuevan cada tanto, imitan las poses y el método de los "grandes" pensadores, es decir, abstraen y generalizan. O sea que suponen y crean un modelo, y luego lo aplican. ¿Las sobras?, al basurero (o sea, fuera de la programación o del índice del artículo).
Más aun, el intelectual y el comunicador que se desempeñan como analistas políticos de derecha (y no pocos de "izquierda"), se erigen en jueces que dictan sentencia y esperan, sentados en la academia o en la sala de prensa, a que la realidad sea el verdugo que ejecute la sentencia. Si el "éxito" de la filosofía política reaccionaria, es decir, la del analista de derecha, está en su capacidad de "justificar" una acción, el de los que predican desde el púlpito de los medios de comunicación está en trivializar la sinrazón. Proponiendo emociones reflejas y no razones, los comunicadores abordan la guerra, la pobreza, las catástrofes naturales, las arbitrariedades gubernamentales, los crímenes, y los cada vez más frecuentes brotes de descontento popular.
Después de todo, los sentimientos pueden ser tan fugaces como los temas "más importantes" de los noticiarios. Así, se desesperan por la falta de videos. Pero los hay, lo que pasa es que muchos de ellos provocan reflexiones, y digamos que la reflexión profunda no es la fuente de la comunicación de masas.

La velocidad de la pesadilla

Y es con la reflexión teórica (que no es sinónimo de masturbación mental), el debate (que no es el ping-pong de calificativos), el intercambio de experiencias (que no es el intercambio de recetas), que, si no se puede saber cuál es la velocidad del sueño, se puede, en cambio, calcular la velocidad de la pesadilla. De nuestra propia experiencia y de lo que vemos en el globalizado piso de arriba, hemos aprendido que es la misma que tiene el bajar las manos, el rendirse, el resignarse, el asumir la cómoda y estúpida posición de espectador, el abandonar ideales en aras de un pragmatismo al final de cuentas estéril y deformante.
Si el poder mundial rinde un culto morboso al 11 de septiembre y al 11 de marzo, es para traerlos como argumento de la pesadilla que globalizan, y nos quieren "vender" el sueño de que su poderío militar y policiaco evitará que se repitan más "onces" en el calendario... sembrando su terror en otras fechas y en todo el mundo.
Pero, frente a los "11" del terror de uno y otro lado, hay, por ejemplo, un "15", el de febrero de 2003. En esa fecha más de 30 millones de personas, de más de 100 naciones del mundo, se movilizaron en contra de la guerra.
Muchos dirán que fue inútil, que como quiera la guerra se realizó. Pero se olvida que las cosechas de las siembras de abajo nunca son inmediatas. Y no siempre las movilizaciones terminan cuando concluyen los noticiarios. Las más de las veces derivan en aprendizaje y organización. El poder bien puede vivir con demostraciones masivas de repudio, que acaban cuando cambian de canal; pero no puede estar cómodo con la organización de ese repudio, mucho menos con su crecimiento.
Porque, abajo, aprender es crecer.
Las mentiras, por más rating que ostenten, suelen provocar indigestión y vómito. Las verdades, ciertamente, provocan dolor de estómago, pero éste se suele aliviar haciendo algo. Porque, si bien las mentiras son irremediables, las verdades sí tienen remedio.
Frente a la pesadilla, no basta despertar. La vigilia puede florecer en el sueño.
El impreciso sueño zapatista.

Pero, ¿cuál es la velocidad del sueño?
No lo sé.


En nuestro sueño, el mundo es otro, pero no porque algún deux ex machina nos los vaya a obsequiar, sino porque luchamos, en la permanente vela de nuestra vela, porque ese mundo se amanezca.
Nosotros, los zapatistas, sabemos a cabalidad que no tendremos, ni nosotros ni nadie, la democracia, la libertad y la justicia que necesitamos y merecemos, hasta que, con todos, la conquistemos todos. Con los obreros, con los campesinos, con los empleados, con las mujeres, con los jóvenes. Con aquellos que hacen andar las máquinas, que hacen producir al campo, que le dan vida a las calles y a los caminos. Con aquellos que, con su trabajo, preceden al sol cada día. Con aquellos que siempre producen las riquezas y hoy sólo consumen las pobrezas.
Nuestra lucha, es decir, nuestro sueño, no termina.
Sin embargo, en la vigilia de todos los días nos esforzamos por no heredar, a quienes sigan, un espacio de rencor y afán destructivo. A cada momento refrendamos nuestra decisión de no imponer a nadie (ni a nosotros mismos) -aun desde la impunidad de la ausencia definitiva (tocados por la varita mágica de la muerte, ésa que convierte en perfecciones lo que no son sino un montón de contradicciones)-, una serie de cinismos disfrazados de "razones políticas" o de fundamentalismo disfrazados de "neofilosofía" universal y eterna. El zapatismo no es una guía para la acción. Nos empeñamos cada minuto de cada hora de cada día en no predicar ni promover el culto al "todo se vale", que sólo suele ser una coartada que justifica el que, en el "todo", vaya incluido el traicionar los principios.
La razón que nos mueve es ética. En ella, el fin está en los medios.
Queremos, y por eso luchamos cotidianamente contra todo (nosotros mismos incluidos), poner una piedra más en nuestra casa, la que queremos toda puertas y ventanas, por la que se pueda entrar, se pueda salir, mirar y ser mirado, sin más límite que las ganas de hacer una u otra cosa. Una casa donde no sea un dolor ser mujer, o niño, o anciano, o indígena, o joven, o gay, o lesbiana, o transexual, o trabajador del campo y de la ciudad. En fin, un lugar donde no sea una vergüenza pertenecer a la humanidad.
Queremos seguir luchando como lo que somos, como zapatistas. Así el mundo nuevo no nacerá sólo de nuestro paso, pero también de él.
Queremos, finalmente, desaparecer. Para eso, y no para otra cosa, fue que aparecimos.
Por eso en nuestro sueño, nosotros no estamos.

Pies desnudos

¿Cuál es la velocidad del sueño?
No lo sé.


Pero ahora, en esta madrugada de septiembre, sin más compañía que un viento helado, con la lluvia tamborileando impaciente en el techo de la champa, y sumando la nube que porto a la que afuera reposa, se me ha ocurrido que, tal vez, es la misma velocidad con la que, en mi sueño, la sombra que soy se desvanece en la otra y amable sombra de la entrepierna de Ella, mientras con mis labios escribo promesas imposibles en las plantas de sus pies desnudos...

Desde las montañas del sureste mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos

P.D. Aquí termina este programa "científico" del Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica. Después de un corte anti-comercial, seguiremos con nuestra programación. No le cambie. (En la pantalla, o sea en la cartulina, aparece: "Huaraches Yepa-Yepa, el único hurache g-l-o-b-a-l-i-z-a-d-o, lanza al mercado su nuevo modelo 'Pozol Agrio' edición limitada, ¡a un precio de sueño! No se aceptan tarjetas de crédito ni efectivo. Permiso de la Junta de Buen Gobierno número 69. Aplican restricciones").


Il club delle mutue carezze

Qual è la velocità del sogno?
Non lo so
.

Non lo so”, queste tre parole dovrebbero essere più presenti nel repertorio di tutti, così obbligati come a volte ci sentiamo ad opinare su tutto e a sostituire opinioni con dogmi e ricette pronte (“verità”, le chiamano).
Nel “club delle mutue carezze”, ovvero nella selezionata intellettualità che, sui e dai mezzi di comunicazione di massa di destra (e da alcuni “di sinistra”) si tiene lontana (“obiettiva”, dicono) dalla realtà, da tempo la critica e il dibattito sono stati soppiantati dallo scandalo mediatico, dalla “neutralità” (che, alla fine, è più fondamentalista di Bush-Bin Laden) e da profezie: non importa se non supportate da argomenti e che non si realizzano (“Dopo tutto, a chi importa la realtà?”).
Cortigiani versatili alla periferia del Potere, questi intellettuali parlano di tutto, sono esperti di tutto. Nella loro filosofia istantanea e solubile (“andiamo in onda , consegno la mia collaborazione in pochi minuti, non c’è tempo di pensare a quello che si dirà-scriverà”), questi neofilosofi della postmodernità, inseguendo le mode in continuo rinnovamento, imitano le pose e il metodo dei "grandi” pensatori, cioè astraggono e generalizzano. Ovvero suppongono e creano un modello, e poi lo applicano. Il resto? Nell’immondizia (cioè fuori dalla programmazione o dall’indice dell’articolo).
In più, gli intellettuali ed i comunicatori che fanno gli analisti politici di destra (e non pochi di "sinistra"), si ergono a giudici, dettano sentenze, e aspettano, comodamente seduti nell’accademia o nella sala stampa, che la realtà si trasformi nel boia che esegue la sentenza. Se il “successo” della filosofia politica reazionaria, cioè quella dell’analista di destra, sta nella sua capacità di “giustificare” un’azione, quello di coloro che predicano dal pulpito dei mezzi di comunicazione sta nel trivializzare l’ingiustizia. È proponendo emozioni riflesse e non ragioni, che i comunicatori affrontano la guerra, la povertà, le catastrofi naturali, i soprusi dei governi, i crimini e i sempre di più frequenti germogli di scontento popolare.
Dopo tutto, i sentimenti possono essere fugaci tanto quanto le questioni “più importanti” dei notiziari. Così, si disperano per la mancanza di immagini. Invece ci sono, e succede che molte di queste suscitino riflessioni, e diciamo che la riflessione profonda non è il forte della comunicazione di massa.

La velocità dell’incubo

È con la riflessione teorica (che non è sinonimo di masturbazione mentale), il dibattito (che non è il ping-pong di insulti), lo scambio di esperienze (che non è l’interscambio di ricette pronte), che, se non si può sapere qual è la velocità del sogno, si può, invece, calcolare la velocità dell’incubo. Dalla nostra esperienza, e da quello che vediamo al piano di sopra globalizzato, abbiamo imparato che è la stessa cosa che abbassare le mani, arrendersi, rassegnarsi, assumere la comoda e stupida posizione di spettatore, abbandonare ideali in nome di un pragmatismo alla fin dei conti sterile e deformante.
Se il Potere mondiale rende un omaggio morboso all’11 settembre e all’11 marzo [a Madrid, ndt.], è per usarli come pretesto dell’incubo che esso globalizza, e ci vuole “vendere” il sogno secondo cui il suo potere militare e poliziesco eviterà che si ripetano altri “undici” nel calendario… seminando il suo terrore in altre date e in tutto il mondo.
Ma, di fronte agli “11” del terrore di una e dell’altra parte, c’è, per esempio, un “15”, quello del febbraio del 2003. In quella data più di 30 milioni di persone di oltre 100 nazioni del mondo si mobilitarono contro la guerra.
Molti diranno che è stato inutile, che la guerra è scoppiata comunque. Ma si dimentica che il raccolto della semina del basso non è mai immediato. E le mobilitazioni non sempre finiscono quando chiudono i notiziari. Il più delle volte diventano apprendistato ed organizzazione. Il Potere può ben convivere con dimostrazioni massicce di rifiuto che finiscono quando si cambia canale; ma non può stare tranquillo quando questo rifiuto si organizza, tanto meno quando cresce.
Perché, in basso, imparare è crescere.
Le menzogne, per quanto “rating” ostentino, normalmente provocano indigestione e vomito. Le verità, certamente, provoca mal di stomaco, ma questo normalmente si allevia facendo qualcosa. Perché, sebbene le bugie siano irrimediabili, le verità hanno un rimedio.
Di fronte all’incubo, non basta svegliarsi. La veglia può fiorire nel sogno.
L’impreciso sogno zapatista.

Ma, quale è la velocità del sogno?
Non lo so.

Nel nostro sogno, il mondo è un altro, ma non perché qualche “deus ex machina” ce lo regala, bensì perché lottiamo, nella permanente veglia della nostra veglia, perché in quel mondo sorga l’alba.
Noi zapatisti sappiamo esattamente che non avremo, né noi né nessuno, la democrazia, la libertà e la giustizia di cui abbiamo bisogno e che meritiamo, fino a che, con tutti, la conquisteremo per tutti. Con gli operai, con i contadini, con gli impiegati, con le donne, con i giovani. Con quelli che fanno funzionare le macchine che fanno produrre i campi, che danno vita alle strade. Con quelli che, con il loro lavoro, ogni giorno precedono il sole. Con quelli che da sempre producono la ricchezza ed oggi consumano solo la povertà.
La nostra lotta, cioè, il nostro sogno, non finisce.
Tuttavia, nella veglia di tutti i giorni ci sforziamo di non lasciare in eredità a coloro che seguiranno, uno spazio di rancore e di ansia distruttiva. In ogni momento ribadiamo la nostra decisione di non imporre a nessuno (né a noi stessi) – anche con l’impunità dell’assenza definitiva (toccati dalla bacchetta magica della morte, quella che trasforma in perfezione ciò che non è altro che un mucchio di contraddizioni) -, una serie di cinismi mascherati da “ragioni politiche” o da fondamentalismi camuffati da “neo filosofia” universale ed eterna. Lo zapatismo non è una guida per l’azione. Ci impegniamo ogni minuto di ogni ora di ogni giorno, a non predicare né promuovere il culto del “tutto ha un valore” che normalmente è solo un alibi per giustificare il fatto che, nel “tutto”, si comprende il tradimento dei principi.
La ragione che ci muove è una ragione etica. In essa, il fine sta nei mezzi.
Vogliamo, e per questo lottiamo quotidianamente contro tutto (noi stessi compresi), posare un’altra pietra per la nostra casa, quella che vogliamo tutta porte e finestre, da cui si possa entrare, si possa uscire, guardare ed essere guardati, senza altro limite che la voglia di fare una o l’altra cosa. Una casa dove non sia un dolore essere donna, o bambino, o anziano, o indigeno, o giovane, o gay, o lesbica, o transessuale, o lavoratore del campo e della città. Infine, un posto dove non sia una vergogna appartenere all’umanità.
Vogliamo continuare a lottare per come siamo, come zapatisti. Così il mondo nuovo non nascerà solo dal nostro passo, ma anche da esso.
Vogliamo, infine, sparire. Per questo, e non per altro, siamo apparsi.
Per questo motivo, nel nostro sogno noi non ci siamo.

Piedi nudi

Qual è la velocità del sogno?
Non lo so.

Ma ora, in quest’alba di settembre, senza altra compagnia di un vento gelato, con la pioggia che tamburella impaziente sul soffitto della capanna, e sommando alla nuvola che porto quella che fuori riposa, comprendo che, forse, è la stessa velocità con la quale, nel mio sogno, l’ombra che io sono svanisce nell’altra e gentile ombra delle gambe di Lei, mentre con le mie labbra scrivo promesse impossibili sulle piante dei suoi piedi nudi…

Dalle montagne del Sudest Messicano.
Subcomandante Insurgente Marcos

PS Qui finisce il programma “scientifico” del Sistema Zapatista di Televisione Intergalattica. Dopo uno spot anti-commerciale, continueremo con la nostra programmazione. Non cambiate. (Sullo schermo, cioè sul cartoncino, appare: “Sandali Yepa-Yepa, l’unico sandalo g-l-o-b-a-l-i-z-z-a-t-o, lancia sul mercato il suo nuovo modello "Pozol Agrio” – produzione limitata – ad un prezzo da sogno! Non si accettano carte di credito né contanti. Autorizzazione della Giunta di Buon Governo numero 69. Con restrizioni").


Parti precedenti:
La velocidad del sueño (primera parte)
La velocidad del sueño (segunda parte)

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